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DE

LA HISTORIA DE ESPAÑA,

DESDE LOS TIEMPOS MAS REMOTOS

HASTA NUEstros dias,

POR DON JOSEPH ORTIZ Y SANZ,

PRESBITERO,

TOMO VII.

CON LICENCIA EN MADRID,

EN LA IMPRENTA DE MATEO REPULLES.

AÑO DE 1803.

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PROLOGO.

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Hemos demos llegado con el favor de Dios al esperado puerto, fin y termino de nues tra larga navegacion en el proceloso mar de la Historia, fiados, no sé si diga, te merariamente, á la pobre navecilla de nuestro debil ingenio. Por lo menos con fesaré, que si hubiera considerado con madurez los innumerables escollos y baxios entre quienes habia de transfre tar antes de llegar á surgidero, segura mente no hubiera entrado en el Goifo La condicion del Historiador ha sido siempre la mas infeliz y peligrosa. La Historia no es una Facultad ó Ciencia peculiar á determinada clase de personas, sino para todas generalmente. A todos agrada y conviene saber lo suce dido en los tiempos pasados para cor reccion de los presentes y venideros. La Historia es un teatro que nos representa las acciones de todos los hombres del mundo malas para ser detestadas y aborrecidas: buenas, para ser admiradas e imitadas. Léela el Teologo Jurisconsulto, el Medico, el Matemati

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ta, el Mercader, el Artesano. La lee el noble, el ciudadano, el plebeyo, el docto, el semidocto y el ignorante. La Historia, pues, viene á ser un libro comun á todos, cosa que no logra facilmente la mas divertida novela, por la consideracion de que al fin es una fabula. Pues he aqui el escollo en que in→ evitablemente naufragan los Historiado res. Publicada una Historia, y puesta en manos de todos, ay de su autor! Unos le critican el estilo, si es puro, si es aguado, ó si sabe á Patavinidad, segun notaba Asinio Polion al de Livio; como si no bastase ser Tucidides, y todos hubieran de ser Xenofontes. Otros le tratan de parcial: otros de poco exâcto: otros de sobrado breve y conciso; y otros de prolixo y pesado. Este, no has Hando un panegirico de cada uno de sus progenitores, acusa al Historiador de desafecto, ó poco noticioso en genealo gias aquel se fastidia de leer encomios agenos aun de los héroes: mas eminentes, y luego clama: al grano al grano: á los hechos, á los sucesos, y dexemos las bojarascas para los biografos y genealogistas. A la verdad, no les falta razon: pero no hallarán mucho en

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esta parte que reprehender en mi Com→ pendio. Tal hay qué no puede leer sin enfado los deslices de sus ascendientes, y quisiera se omitiesen en todas las Historias, aun quando van conexôs con otros acontecimientos impreteribles. Los aficionados á la navegacion y comercio quieren que nada se omita de este ramo, que se describan los viages, derro teros y descubrimientos de los mas ce lebres marinos; y se desesperan de ver en la Historia guerras y mas guerras, batallas y mas batallas miles y miles de hombres muertos, y tras de todo paces concluidas, no para ser guardadas sino para ponerse en estado de volver á las armas. En suma, cada lector quisiera una historia que se conformase con sus inclinaciones y genio por estraño que sea, sin atender á que pide imposibles, y que un Historiador que dé gusto á todos, ni aun á la mayor parte de los hombres, todavia ha de venir al mundo, y probablemente se acabará el mundo antes que compa

rezca.

Muchos años hace no oimos otra cosa que repetidas quejas de que no tenemos en España una Historia Civil y Politica: una Historia que descubra y

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