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separar de la confederacion al Saboyano, y unirle con España y Francia: pero no se pudo lograr todo. La boda quedó concluida en Septiembre, y dia 11 se celebró el matrimonio en Turin, hallandose con poderes del Rey el Norques de Castel-Rodrigo. Llegó la Reyna á la raya de España dia pri nero de Noviembre; y en Figueras donde la esperaba el Rey, se ratificó el contrato dia 3 ante el Patriarca de las Indias. El dia siguiente partieron á Barcelona, adonde llegaron el 8, y en 13 recibieron las bendiciones nupciales y velaciones por el mismo Patriarca. Habianse abierto Cortes algunos dias antes, y su continuacion hizo que los Reyes no pudieran venirse tan pronto como tenian determinado. Fueronse alargando por varios puntos que se habian de tratar en ellas; y Cataluña suplicó al Rey no las dexase sin concluir. Para los gastos de la detencion hizo á S. M. un donativo de millon y medio de libras Catalanas, á saber, quince millones de reales, pagados en plazos. Ultimamente, aunque las Cortes y ju ra del Rey se concluyeron felizmente, los Reyes se mantuvieron en Barcelona lo que quedaba de invierno, por causa de su mucho rigor en lluvias y nieves.

Pero durante esta detencion, empezaron á mudar de estado las cosas y las dilaciones

del viage. Leopoldo ya tenia en Italia un poderoso exército, y no cesaba de aumentarlo. Sus Generales eran acaso los mejores que habian acaudillado tropas en algunos siglos, en especial el Principe Eugenio de Saboya, Marleborough, y Carlos Tomas de Lorena. Comenzó el Principe á mover las armas el dia 9 de Julio, acometiendo con diez mil infantes y cinco mil caballos un cuerpo de tropas Españolas y Francesas que habia en Carpi, mandado por Mr. de San-Fremont, cuyo número era la mitad menos que los enemigos. Hubo San-Fremont de irse retirando con buen orden, aunque se peleó con ardor unas dos horas. De nuestra parte murio un Coronel de Dragones, veinte Oficiales de varios regimientos, y ciento y veinte soldados. Los Alemanes tuvieron igual pérdida, y el Principe Eugenio sacó una herida leve. Con esto quedó bien declarada la guerra hasta entonces amenazada; y tan declarada, que los encuentros empezaron á ser freqüentes, en especial á las riberas del Oglio. Con nosotros militaba el Duque de Saboya Victor Amadeo II., padre de nuestra Reyna, y nuestros Generales eran los Mariscales Catinát y Villeroy, el Marques de los Balbases, y otros: pero aunque expertos en armas, ninguno podia competir con el Principe Eugenio.

Las cosas pues de Italia corrian peligro, no solo por la destreza del Principe, sino tambien por la mucha tropa que tenia. Añadiose á esto la sublevacion de Napoles, movida y fomentada por algunos Barones, en la qual aclamaron Rey al Archiduque Carlos; pues aunque el Virrey, Duque de Medinaceli, sosego los movimientos á fuerza de castigos, quedaban no pocas centellas ocultas, que mas adelante se manifestaron en incendio. Asi que, no pudo menos el Rey de pasar á Italia, y procurar con su presencia dar aliento á las tropas, y sosegar los ánimos inquietos de los Napolitanos. El gobierno de la corona quedó en mano de la Reyna auxiliada de algunos Consejeros, á saber el Cardenal D. Manuel Fernandez Portocarrero, D. Manuel Arias Presidente del Consejo Real, y poco despues Arzobispo de Sevilla, el Duque de Montalto por lo de Aragon, el Marques de Mancera por lo de Italia, el Conde de Monterey por lo de Flandes, el Duque de Medinaceli por lo de Indias, y y Marqués de Villafranca Mayordomo mayor del Rey. Dispuestas así las cosas de España, se embarcó el Rey para Italia dia 8 de Abril de 1702, y dos dias despues par- 1702 tió la Reyna para Monserrate, despachada antes convocatoria de Cortes de Aragon

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en Zaragoza, adonde llegó dia 25. Tuvieronse por Mayo pero sin concluir nada sino la jura del Rey, y un corto donativo verbal que los Estamentos hicieron. Así dia 17 de Junio salio la Reyna para Madrid, adonde llegó dia 29.

Tenia casa y familia Española; ni traxo consigo mas que á la celebre Princesa de los Ursinos llamada Ana Maria de la Tremouille (viuda del Duque de Bracciano Flavio de los Ursinos), la qual vino por su Camarera mayor. El conducto por donde logró el desmedido favor de la Reyna se refiere variamente. Dicen unos habia ganado la voluntad de la Reyna con el favor de su hermano el Cardenal de la Trimouille, encargado de los negocios de Francia en Roma, el qual lo consiguió por Maria Adelaida Princesa de Francia her mana de nuestra Reyna. Otros afirman que quien la puso con esta fue el Cardenal Portocarrerro, el qual la habia tratado en Roma, y conocido su mucho talento. Como quiera, lo cierto es, que la tal Ursinos se apoderó del corazon de nuestra joven Reyna en tanto grado, que nada sabia executar sin su consulta y voto, ya por sus pocos años y menos experiencia, ya porque Ana Maria la sabia persuadir lo que deseaba. Fue pues esta sagaz muger, mien

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tras vivio la Reyna, árbitra de su voluntad y de la del Rey, sin que supiesen negarse á nada de quanto les insinuaba.

Tres eran los objetos del viage del Rey á Italia. Primero, mostrarse á sus vasallos de Napoles y Lombardia y observar sus corazones. Segundo, conseguir del Papa Clemente XI. Ja investidura del Reyno de Napoles feudo de la Iglesia. Tercero, ponerse á la frente de las tropas que defendian allá nuestros Estados, y con el exemplo animarlas á sacar de ellos al Principe Eugenio con sus Alemanes. De Napoles obtuvo quanto deseaba, Las aclamaciones y regocijos á su vista fueron extraordinarios, viendo vuelta la corona á la casa de Anjou que la tuvo en otro tiempo pero no lo fue menos la gracia que hizo á los Napolitanos en perdonarles quantas rentas habia devengadas para el erario. Se dixo hubo malvados que conspiraron contra su vida, movidos por instancias de los Alemanes: pero de las pesquisas á efecto de averiguar el hecho, no resultó cosa que mereciese pena capital en los indiciados. La investidura del Reyno de Napoles que esperaba del Papa, se le ncgó politicamente, no por voluntad, sino por miedo que el Papa tenia al Emperador; pues con darsela hubiera Leopoldo creido que Clemente

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