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rría algo extraordinario. Á la mañana siguiente, buscaron en su celda al Padre Luís; no hallaron en ella más que «un arca llena de instrumentos de penitencia, disciplinas ásperas, cadenas, cilicios, rallos de hoja de Milán para apretarse el cuerpo, y otras cosas tan regaladas como estas, de las cuales el siervo de Dios. estuvo toda su vida bien proveído.» ¿Dónde estaba el maestro de novicios? Camino de Sevilla, con otro religioso de la comunidad, y poco después, navegando hacia las Indias occidentales. Siete años duró su predicación prodigiosa (1) en los páramos y bosques de Nueva Granada. Llamábanle los indios, á quienes instruía y amparaba, «el Fraile de Dios, y contaban de él las mayores maravillas; miraban los conquistadores con recelo á aquel hermano y colega de Fray Bartolomé de las Casas. Contrariado por ellos, tuvo que volver á España. En Valencia encontró por todas partes respeto y veneración; el Patriarca Ribera le tomó por consejero; el virrey, duque de Nájera, por confesor; la nobleza y el pueblo por oráculo; los clérigos y frailes por maestro; el piadosísimo franciscano fray Nicolás Factor, por compañero y hermano. Aniquilada su flaca naturaleza por trabajos y penitencias, antes de envejecer enfermó, y espiró en el

(1) Cuéntase de él, como de San Vicente, que hablando en su lengua propia, todos le entendían. Sus biógrafos dicen que hablaba en castellano; pero Jerónimo Fernández, que le acompañó á las islas de Santo Tomás y Cabo de San Vicente, depuso en el proceso de beatificación que predicaba siempre en valenciano y le entendían todos los indios. Puede formarse idea de su predicación, porque en 1688 publicó en Valencia el arzobispo Rocaberti un tomo en folio de Obras y sermones que predicó y dexó escritos el Glorioso Padre y segundo Apóstol Valenciano San Luis Bertrán. En 1690 se publicó un segundo tomo. Emprendióse después la impresión de los sermones en latín, pero sólo se concluyó un volumen. Aunque llenos de erudición eclesiástica, estos sermones son más bien morales que teológicos. No tanto se propone el autor probar tesis doctrinales, como excitar á la santificación de la vida. La vanidad del mundo, lo efímero de la existencia humana y la perspectiva de la eternidad, son el fondo de la predicación de San Luís. Los sermones se han publicado conforme se conservaban: eran, al parecer, apuntes para explanarlos en el púlpito, y son notables por la coordinación lógica del asunto, y por la concisión y claridad de la frase, desprovista de adornos retóricos. El lenguaje castellano es muy castizo. No hay en ellos movimientos apasionados. Parecen, más que sermones, lecciones de cátedra. Sin duda el Santo añadiría, al pronunciarlo, el fuego del alma, que mueve las voluntades.

convento tras lenta y sosegada agonía. El pincel de Espinosa nos hace asistir aún á su muerte (1): rodeaba el lecho mortuorio toda la comunidad, rezaba el Patriarca las oraciones de los agonizantes: «Monseñor, despídame, que ya me muero,» decía el bienaventurado, y algunos de los presentes veían salir de sus labios y así lo testificaron-una ráfaga luminosa. «¡Ha muerto el santo dominico!» gritaban las gentes por la ciudad, y corrían en tropel para venerar su cadáver, expuesto en la iglesia; los enfermos dejaban el lecho para besar su mano milagrosa, y hubo que rechazar á viva fuerza á los que se abalanzaban á cortar pedazos del hábito para reliquia. La aclamación popular fué sancionada también en Roma: Paulo V beatificó á fray Luís Bertrán; Gregorio XV lo canonizó; y Valencia, que había solemnizado estos faustos sucesos con fiestas suntuosísimas, le proclamó su patrono, como á San Vicente Ferrer (2).

(1) Para la suntuosa capilla que se dedicó luego á San Luís en la iglesia del convento, pintó el célebre Espinosa cinco grandes cuadros: éste de la muerte, que se puso en el retablo, y otros cuatro representando los principales milagros del Santo. Hoy ocupan lugar honroso en el Museo Provincial.

(2) Nació San Luís el 1.o de Enero de 1526, tomó el hábito el 26 de Agosto de 1544, marchó á las Indias el 14 de Febrero de 1562, murió el 9 de Octubre de 1581, fué beatificado el 19 de Julio de 1608, y canonizado el 12 de Abril de 1671. Al año siguiente de su muerte publicó ya su historia su discípulo Fr. Vicente Justiniano Antist con el título Verdadera relación de la Vida y muerte del Padre Fray Luis Bertrán de bienaventurada memoria. (Impresa en Valencia, 1582, y reimpresa en la misma ciudad en 1583, y al mismo tiempo, ó poco después, en Barcelona, Zaragoza, Pamplona y Sevilla, y traducida al italiano en Génova.) En 1593 completábala el mismo Antist con unas Adiciones, impresas en Valencia. El P. M. Fr. Vicente Saborit, también dominico, y procurador de la causa de la canonización de San Luís, publicó una Historia de la Vida, virtudes y milagros del Beato Luis Bertrán, de la Orden de Predicadores, Valencia, 1651. El P. M. Fr. Francisco Vidal y Micó (autor de la historia de San Vicente Ferrer) escribió asimismo la Historia de la prodigiosa vida, milagros y profecias del segundo Angel del Apocalypsi, y Apóstol Valenciano de las Indias Occidentales San Luis Bertran, Taumaturgo en milagros, Profeta excelso y Mártir por eminencia, Valencia, 1743. Aunque ofrecen menor interés, pueden citarse la que en 1608 publicó fr. Bartolomé Roca, la que escribió en castellano y publicó en Roma traducida al italiano fr. Bartolomé Aviñón (1623), y la de fr. Josef Favorés en 1671, dominicos todos. De las brillantisimas fiestas de la beatificación escribió el famoso poeta Gaspar de Aguilar un libro titulado Fiestas que la insigne ciudad de Valencia ha hecho por la beatificación del Santo Fray Luis Bertrán, Valencia, 1608; y fr. Vicente Gómez, dominico, otro: Los sermones y fiestas que la Ciudad de Valencia hizo por la beatificación del glo

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TOMO I

¿Qué queda hoy de aquel famoso monasterio, ennoblecido por tan ilustres hijos, y en cuya ruina se cebaron la guerra y la revo lución (1)? Vas á verlo, lector amigo, si quieres seguirme. Ven á la plaza que conserva para todo buen valenciano el nombre de Santo Domingo, aunque le hayan dado otros, y verás la fachada de la iglesia y la del convento, tales como los frailes las dejaron: nuevos son el cuartel contiguo y las casas que siguen hasta la ronda, construídas en el solar del huerto. Ábrese la puerta de la iglesia en un alto y liso paredón de cantería, decorada con dos columnas dóricas y estriadas, que resaltan á cada lado, dejando sitio entre ellas para cuatro hornacinas con imágenes de Santos de la Orden. Sobre la puerta, el blasón con la cruz flordelisada de Santo Domingo, y por soportes sus dos lebreles, con cirios

rioso Padre San Luis Bertrán, Valencia, 1609. De las fiestas de la canonización cscribió Tomás López de los Ríos el Auto glorioso, festejo sagrado con que el insigne Colegio de la Preclara Arte de la Nobleza celebró la Canonización del Señor San Luis Bertrán, Valencia, 1674. En nuestros días se ha publicado Verdadera relación de la Vida y Muerte del P. Fr. Luis Bertran, de bienaventurada memoria copilada por el maestro Fr. Vicente Justiniano Antist, fiel reproducción de la edición hecha en Zaragoza en 1583 con las Adiciones del mismo autor, complementada con un Suplemento del mayor interés, Valencia, 1882. En Francia se han publicado varias historias de nuestro santo, siendo la mejor la de Fr. Juan Bautista Feuillet (París, 1671), y en nuestros días ha salido á luz en Inglaterra The Life of St. Lewis Bertrand, friar Preacher of the Order of St. Dominic, and Apostle of New Granada, por Fr. Bertrand Wilberforce, religioso de la misma Orden, Londres, 1882, obra docta y concienzuda.

(1) Cuando entró en Valencia Suchet, los dominicos, calificados de patriotas, fueron muy perseguidos: la mayor parte de la comunidad fué llevada prisionera á Francia y cruelmente tratada; el convento, destinado á cuartel y parque, sufrió mucho; fueron arrasados un cuerpo de edificio que contenía cincuenta celdas para los religiosos y el del noviciado, destrozado el antiguo claustro y desmochada la torre. Véase Historia de la provincia de Aragón, Orden de Predicadores, desde el año 1809 hasta el de 1818, por el P. M. Fr. Mariano Rais y el P. L. Fray Luís Navarro, de dicha provincia, Zaragoza, 1819. Este padre Navarro fué de los religiosos conducidos á Francia, y escribía un diario de su cautiverio, que no llegó á concluir. Consérvase ms. en la bibliot. de D. José Enrique Serrano, como también muchas poesías suyas, patrióticas y religiosas algunas de ellas, obras festivas, eróticas y bastante profanas. De los frailes prisioneros, fueron fusilados cinco, al llegar á Sagunto: Fr. Pedro Pascual Rubert, provincial de la Merced; Fr. José de Jérica, guardián de Capuchinos; y tres dominicos, Fr. Gabriel Pichó, Fr. Faustino Igual y Fr. Vicente Bonet. Publicáronse unas Memorias históricas de la Vida y Muerte de estos cinco religiosos, mártires de la patria, en Valencia, 1813, sin nombre de autor.

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en la boca; encima, un ático, que abriga en otras hornacinas las figuras de aquel Santo, de San Vicente Ferrer y San Luís Bertrán, y á los lados, las armas reales repetidas y labradas en el muro. Obra es ésta de fines del siglo XVI (1) y de gusto del renacimiento, aún no tocada de churriguerismo; pero de muy tosca labor en la parte escultural. Á continuación de la fachada de la iglesia, extiéndese la del convento, sobre la cual ondea la bandera española, anunciando la residencia de la autoridad militar. Sus despejados balcones, sus pilastras y cornisas, el ático que adorna el cuerpo central, y los jarrones que lo coronan, dan á este edificio algo de ostentoso y de profano. Construído en los últimos tiempos de la enriquecida comunidad, más parece palacio que monasterio. Contaban nuestros padres que hubo empeñada contienda entre los frailes machuchos y los novatos sobre esta obra. Querían sujetarla los primeros á la antigua severidad monástica; optaban los mozos por la arquitectura fastuosa á la moderna. Ganaron éstos la votación, y quedaron los otros tan contrariados, que al salir del convento, ó al volver á él, echábanse á los ojos la capilla por no ver el profano frontispicio de su casa. En el punto de unión de ambas fachadas se levanta la torre cuadrada del campanario, desmochado ahora.

Entremos por el portal de la iglesia: da á un patio claustral, con sencillas columnas dóricas y arcos de medio punto. Á la derecha, está la puerta de la Capilla de los Reyes, con los escudos reales de Aragón, Sicilia y Jerusalén, labrados en piedra y coloridos; á la izquierda, estaba la de la capilla de la Soledad (hoy destruída), y que por tener en ella su cofradía la nobleza valenciana, llamábase de los Caballeros; al fondo, se abre todavía la

(1) Dice el licenciado B. Porreño, en su libro Dichos y hechos del Señor Rey Don Felipe II, que este monarca dió mil ducados para la portada de la iglesia, «y como tenía tanto voto en cosas de arquitectura, hizo el plano para que lo ejecutaran los frailes.» Confirma la noticia un memorial que éstos dirigieron á Felipe V. El P. Sala (que terminó su ms. en 1608) dice en él que se estaba construyendo la fachada.

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