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porque las paredes son graníticas y en algunos sitios como cortadas á pico.

La posición del lago es perpendicular á la sierra que se llama del Conde de Benavente.

En sus dimensiones se ha incurrido en grandes errores. El mismo Madoz dice que tiene una y media legua de circunferencia, una legua de largo y media de ancho.

Nosotros, que lo hemos recorrido en todas direcciones, por lo que allí vimos creemos que sus medidas son cinco kilómetros de largo por unos tres de ancho. Su profundidad es muy variable.

En unos sitios es de unos 45 metros, en otros llega á 90, y en su centro no encontramos fondo, pudiendo, pues, afirmarse que es mucho mayor.

Su altura sobre el nivel del mar es de 1.028 metros.

Es indudable que el lago debe tener en su fondo manantiales que lo alimentan, y según nos dijeron algunas personas que por su edad nos merecen crédito, la cantidad de agua allí embalsada es hoy mayor que hace cincuenta años.

Su fondo es diverso, pues aunque hay quien asegura que sus aguas, límpidas y cristalinas, reposan sobre un lecho pedregoso ó arenisco, no es todo él así, y lo demostramos diciendo que cerca de la entrada del Tera en el lago, en el O., casi al S., y en el ángulo NE., hay un fondo cenagoso, cuyo cieno se emplea en la comarca como abono para las tierras y como cemento ó mortero para las construcciones.

Sus aguas son dulces y no dejan de tener cierto color verdoso, aunque cristalinas, y como los metros cúbicos del agua allí embalsada son tantos, á impulso del viento tiene el lago algo de oleaje.

En la época en que siendo dueños del lago los Condes de Benavente lo cedieron á los frailes Bernardos del convento de San Martín de Castañeda, estos religiosos instalaron al E., contigua á la salida del Tera, una pesquería llamada El Cañar (de la que sólo quedan restos), y en ella reunían gran cantidad de barbos, anguilas, tencas, bogas, y truchas asalmonadas sobre todo, de un tamaño extraordinario.

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Lago de San Martín de Castañeda, Balneario y Fonda (vista desde el SE.).

Al O. del lago hay una isla que dicen tuvo 56 metros por 23. En la actualidad, debido sin duda á haber aumentado la altura de las aguas del lago, no tiene esa superficie. En dicha isla tuvieron-según se asegura-un palacio los Condes de Benavente, del que no quedan ni vestigios.

Como el lago, cuando la desamortización, era del convento, se vendió por 1.000 duros, pagados, por descontado, tarde y mal. Hoy su propietario es el Marqués de Villachica, que reside en Toro.

En la orilla S., y muy cerca de ésta, hay tres fuentes minerales: una de ellas, la llamada del Peñón, se utiliza para surtir el balneario de Bouzas de Ribadelago. Á tomar estos baños acuden gentes de la comarca buscando alivio á sus dolencias en aquellas aguas sulfurado-sódicas.

El balneario es muy modesto, y lo escaso de los viajeros, por lo penoso que resulta llegar hasta él por la falta de caminos, hace que no esté á la altura de los de primer orden. Las aguas son, según hemos oído, de evidente eficacia, y se cuentan curas verdaderamente maravillosas; pero á poco delicado que esté el enfermo no puede soportar el viaje por aquellos senderos. Si se hiciesen carreteras en aquella región, serían los alrededores del lago un sitio frecuentado en todas épocas por infinidad de viajeros ávidos de conocer aquella naturaleza tan pródiga en panoramas llenos de encantadora poesía.

La hospedería ó fonda está separada unos 60 metros de la casa de baños, en una pequeña altura dominando el lago, y tiene hermosísimas vistas al N. y al E. Las habitaciones están puestas con modestia, porque á aquellas alturas y por aquellos caminos el transporte de material de lujo sería imposible.

En la fachada N. está en la planta baja el comedor, que es una sala espaciosa desde donde se ve el lago. Se ha dicho que entre el comedor y la orilla S. del lago hay un parque. No existe tal parque, ni sitio hay para él; además, no lo necesitan los bañistas, porque ¿qué más parque que toda la comarca? Allí, en aquellos apartados rincones, tienen los

viajeros infinitos sitios donde dirigirse en busca de solaz en las horas que les dejen libres los baños.

Lo que allí hace falta son caminos, vías que atraigan á las personas que, por su posición, están en condiciones de viajar.

Nosotros, que hemos viajado mucho, que hemos recorrido por estudiarlas algunas regiones, no sólo de la Península, sino de Europa y América, podemos asegurar con toda verdad que hemos visitado en nuestras excursiones sitios que tienen fama de panorámicos, y, sin embargo, distan mucho de parecerse siquiera á la bellísima región sanabresa; pero sí hay que confesar que, entendiendo mejor sus intereses, han sabido atraer al viajero dándole comodidades; y hay que desengañarse, donde van forasteros, con ellos va dinero, que queda en la comarca que visitan.

No voy á citar diversos puntos del extranjero, no; sin salir de España, ahí tenéis las Provincias Vascongadas, donde una envidiable administración ha hecho que estén cruzadas en todas direcciones por carreteras y aun vías férreas que llevan anualmente miles de viajeros á aquella región y que dejan en ella muchos miles de duros.

Nosotros, que vemos con pena cómo salen en el verano fuera de España las personas acaudaladas, hacemos un llamamiento á la Diputación zamorana, al representante en Cortes por la Puebla y al Ayuntamiento sanabrés para que, aprevechando, entre otras, la favorable circunstancia de su situación fronteriza, recaben de los Gobiernos la debida protección á una comarca tan digna de ello, y puesto que se dispensa á otras con muchísimos menos motivos, bueno sería que todos, animados de los mismos propósitos, apoyasen las justas pretensiones de la olvidada región sanabresa, que hace tiempo debiera ser una fuente de riqueza.

Por una senda abierta entre el gran número de cantos rodados é inmensos bloques graníticos que llenan la expla nada, saltando á veces de peña en peña y admirando las caprichosas y bellísimas cascadas que iba en su curso formando el Tera, nos dirigimos desde el lago al pueblecito

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