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En nuestra subida, los diversos paisajes que se nos presentaron á cada revuelta del camino eran todos á cual más hermosos. Se llega á una altura que no nos supieron decir qué nombre tenía. Desde ella la vista es sorprendente; se domina grandísima extensión de terreno. Se ve el lago de San Martín en toda su magnitud, sus alrededores, la entrada y salida del Tera en él, los infinitos prados que tanto abundan en toda la comarca, los macizos de robles y castaños de trecho en trecho, la granítica mole del Monasterio de San Martín de Castañeda á la izquierda, la sierra á la derecha, y allá, á lo lejos, como fondo de aquel paisaje encantador, la Puebla de Sanabria, formando el conjunto un cuadro verdaderamente maravilloso.

Continuando la subida llegamos á lo que en la comarca llaman la Cueva, que no es otra cosa que el vacío grandísimo que hay entre las dos sierras. San Martín de Castañeda es el último pueblo, el más alto por aquella zona; así es que al subir á aquella altura, que está á 1.400 metros sobre el nivel del mar (1), no hay rastro, no existe vestigio de vivienda de ser racional, y al contemplar desde lo más alto de la Cueva aquellas estribaciones, aquellas gargantas solitarias y considerar la obra magna del Creador, representada por aquella esplendorosa naturaleza, con noble lealtad lo confesamos, no pudimos menos que sentirnos hondamente impresionados..... y ¿cómo no, señores, á la vista de aquel espectáculo tan grandioso?

La concavidad inmensa que forman las dos sierras.....; el vacío enorme que existe entre las montañas en determinados puntos, que parece fueron cortadas á pico.....; lo abrupto del terreno.....; la naturaleza completamente salvaje.....; la carencia absoluta de árboles en algunos sitios, donde sólo se ve la roca pelada.....; lo raquítico de ellos en otros.....; cortaduras de profundidad inmensa.....; allá, en lo más alto de la montaña, los ventisqueros con nieves perpetuas.....; altísimos picos de granito que presentan capri-.

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Cascada del río Tera.-Camino del Lago á Galende.

chosas, variadas y admirables formas que dan á aquellos lugares carácter especial.....; derrumbamientos que estremecen y causan vértigos al acercarse á sus bordes.....; el río Tera, que nos hace el efecto de una inmensa serpiente de plata que baja desde su nacimiento mostrando y ocultando sus argentadas aguas según las revueltas que le obliga á hacer el terreno, formando en sus caídas desde grandes alturas bellísimas cascadas.....; las lagunas de Lacillo y de la Yegua en lo más alto de la encrespada sierra.....; la frondosa y exuberante vegetación del valle, allá, en el fondo de aquellos inmensos barrancos que tienen por límite el pueblo de Ribadelago. . . . .; el imponente silencio que reina en toda la extensa zona que se descubre, pues no se ve ser racional que la anime, que le dé vida, aunque fuese para talar con mano aleve aquellos bosques que aún están vírgenes....., todo ello, señores, deja al viajero subyugado en la contemplación de tan indescriptible panorama, y abstrayéndose por completo de cuanto le rodea, se encierra entonces en un misterioso mutismo, dejando á la imaginación vagar, cual inquieta mariposa, por los floridos edenes de la fantasía, no pudiendo menos, al volver á la realidad de la vida y elevar sus ojos al Cielo, que exclamar lleno de ardiente entusiasmo: Señor, ¡qué hermosa es vuestra obra!» (Grandes aplausos).

Dicese que la Cueva fué otro lago, hoy desecado, y se fundan los que esto afirman en las distintas clases de vegetación de aquel inmenso vacío. Nosotros creemos que desprendimientos de las montañas y las aguas, que allí no faltan por las nieves, son las que abrieron aquellas gargantas, que si el Tera no las agrandó, por lo menos contribuye á conservarlas.

En los mismos bordes de la Cueva está el camino que seguimos desde San Martín de Castañeda, y allí se le une el que subiendo por aquellos despeñaderos parte de Ribadelago. Este es el pueblo más mísero de cuantos vimos en la

comarca.

Siempre subiendo, y á unos 4 kilómetros, está la la

guna de Lacillo, á 1.720 metros sobre el nivel del mar. Recibe las aguas del Tera, que la atraviesa de N. á S., y la de varios riachuelos. Su diámetro es de unos 100 metros.

Más al SE. está la laguna de la Yegua, á 1.726 metros sobre el nivel del mar. Su superficie es de un kilómetro, y, aunque parezca inverosímil, diremos que su profundidad es desconocida.

Lo que es verdaderamente raro es que de aquellos sitios se escribiese tan poco que casi puede decirse que no se ha escrito nada.

Y hora es ya, señores, de que abandonemos los lugares adonde nos llevó nuestro deseo de estudiar aquella parte de la Península tan poco conocida y tan digna de ser visitada.

Nuestro regreso lo efectuamos bajando á San Martín de Castañeda, pues el otro camino que en la montaña hay es el que por Porto va á Galicia.

De San Martín bajamos á Pedrazales, Galende é Ilanes. para llegar por entre el poblado del Puente y Quintana á la Puebla de Sanabria, después de una jornada de 35 kilómetros por aquellos caminos. Cuando descendíamos, no pudimos menos que hacernos esta reflexión: Si entre San Martín y la Cueva se hiciese una fonda con todos los adelantos modernos, si la unía á la Puebla un tranvía eléctrico, para cuya fuerza se podían utilizar los infinitos saltos de agua que allí hay (que se desperdician), y se tendía desde la Puebla á Benavente ó Zamora un ferrocarril que está casi trazado, ¡qué residencia veraniega más hermosa podía hacerse! A ese país tan precioso irían cuantos hoy llevan su dinero fuera de la Península.

Uniéndonos todos y dejando á un lado pequeñeces, lograríamos engrandecer á nuestra Patria, ya que en ella, bien utilizados, hay elementos de riqueza que nos darían en el concierto del mundo el puesto preferente á que tenemos derecho.....

Alrededor de San Martín de Castañeda y del Lago están los pueblos siguientes: Al NE. está Vigo, que es de los más grandes é importantes, tuvo 49 vecinos y hoy tiene 115; San

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