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Además, los romanos de aquella época era gente lista, y es de suponer que al frente de negocio que tan pingües rendimientos les dió pusiesen personas de reconocida competencia.

Mas poco importa que fuese uno ú otro el Plinio que estuvo al frente de una ó de todas las minas; lo cierto y verdad es que supo (ayudado por las circunstancias) sacarles sendos rendimientos que los enriquecieron.

Confirma nuestra opinión la descripción que sobre el método de explotación que establecieron los romanos dejó escrita en su ya citada «Historia Natural» Cayo Plinio Se-cundo.

En una revista minera, el Sr. Oriol dedica un artículo lleno de interés y erudición á las minas del Duerna, y se vepor la descripción que hace que son, como dijimos por nuestra cuenta, tan importantes como las otras.

A una altura de más de 1.000 metros, al S. de Astorga y en la vertiente N. del Teleno, está la cuenca del Duerna. A ambas orillas de este río está la formación aurífera, sobre todo en su margen derecha, por donde serpentean los regatos Espino y Llamas.

Quintanilla de Somoza es, pues, el centro de esta región minera, cuyos centros, á su vez de labores, eran: á la margen derecha del Duerna, los Castellones, y á la izquierda Fucochicos, ya en término de Luyego, en la parte aurífera que se extendía en una longitud de unos 15 ilómetros, desde Molina Ferrera á Priaranza, en que el espesor podrá variar de 10 á 50 metros con una anchura de 300 á cada lado del río.

La parte de las minas que hemos visitado demuestran, como hemos dicho, de una manera evidente, hasta dónde llegaba la actividad romana. Es cierto que en toda la cuenca minera había empleados 5.000. 6 6.000 esclavos que no causaban otro gasto que su sustento, y así se comprende que fuese á Roma la enorme cantidad de oro de allí sacada.

Dice el Sr. Madoz (sin duda alguna porque á él se lo dijeron), que á Roma se enviaba también muchísimo minio,

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Caballo del país «Quinito utilizado por el Sr. Ciria para la ascensión al «Teleno».

(Cliché Ciria.)

que se recogía del sedimento del lavado del oro y que era utilizado para pintar las puertas de las casas de los que estaban en ejercicio en la ciudad.

Ese sedimento no podía ser minio. El minio es un producto industrial que no existe en la Naturaleza. Es casi seguro que lo que se enviaba á Roma fuese bermellón, ó sea sulfuro de mercurio (cinabrio), que se emplea y empleaban los romanos como materia colorante.

En los restos de las minas que hemos visitado se obtenía el metal precioso por medio del lavado de la montaña, en forma ó por procedimientos distintos, y ¡hay que ver, señores, el trabajo que eso representa! Hay que ir allí y ver sobre el terreno cómo están aquellas montañas después de veinte siglos. Hay que tener en cuenta el agua que para esas operaciones se necesitaba y la canalización que había que hacer. Había que separar la grandísima cantidad de piedras que salían. Hoy aún se ven por aquellos lugares inmensos montones de ellas, que en muchos sitios ocupan centenares de metros. Sólo disponiendo de un personal casi gratuíto se podían hacer trabajos de esa índole. Los siglos que han pasado dieron á la capa de encima de esas piedras un color blanco calizo, que en las fotografías salió muy bien. Las canalizaciones que tuvieron que hacer para llevar á las minas el agua que en cantidad enorme gastaban, representa un trabajo colosal que sólo en aquella época hubiera podido hacerse, pues hoy se necesitaría un capital inmenso para emprenderlo. Como prueba de ello diremos que, según nos manifestaron en Quintanilla, en el espacio de unos veinte años han tratado de establecerse allí dos ó tres Compañías, que han desistido de sus proyectos al poco tiempo de constituirse, ante el extraordinario desembolso que había que hacer.

Ya en las minas examinamos los alrededores, y siguiendo la corriente de los caños, llegamos á la fuente llamada de los Caños, que debe ser una sangría de los antiguos canales de los que traían á aquel sitio el agua desde Pozo Ferbón, á unos tres kilómetros.

Desde la fuente, que dejamos al S., tomamos la dirección O. para remontar el río Espino, y variando al N. emprendimos la subida, sintiendo entonces un frío intensísimo, pues el aire N. arreciaba, y era más sensible porque en la ascensión íbamos encajonados. El paisaje en todos estos sitios era hermosísimo.

El objeto de nuestra subida era llegar al alto de Víbora y ver la fuente ferruginosa que allí existe. Al fin la encontramos, más baja que el llamado pozo Víbora, que examinamos detenidamente.

En ese momento buscábamos con verdadero afán el sol, pues á pesar de ser el 10 de Septiembre el frío se hacía intolerable.

Creen algunos que este pozo pudiera ser un lagunato; pero nosotros creemos sea un pozo minero, hoy lleno de agua. En uno de los lados de él se cría un barro de color obscuro, que se utiliza en el país para pintar los zócalos de las viviendas, substituyendo el humo negro (1).

Dejando el pozo al O., seguimos con dirección NE. para subir á una planicie de grandísima extensión, llamada Raso de Valdelera, con bellísimo panorama.

Por no muy buen camino se desciende á Valdelera, atravesando las Brañuelas, y se llega á Ganderal, donde en un espléndido valle está lo que se llama La Granja, que es una serie de prados separados por corpulentos chopos, que le dan aspecto de frondosidad tropical.

Pasado este valle se encuentran labores romanas subterráneas en la Cueva del Maestro, frente á Peña Vieja, en la margen izquierda del Llamas.

Desde este punto y subiendo por el Retornio á Valleyo, se sigue por esta planicie para entrar en Quintanilla de Somoza por el S., habiendo recorrido en la vuelta unos siete kilómetros.

(1) Este barro tiene mucho parecido con el que se cría en las margenes del lago de San Martin de Crstañeda, y que se emplea como abono en la comarca. ¡Quizá sea esto una fuente de riqueza y una industria ignorada como hay muchas en España!

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