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ve, teniendo el fiador tan cerca: ¡miren que al cabo de la calle era su casa! Yo la respondí;—Señora, claro es que quien busca comodidad en Alcalá, no anda avisado en decir que tiene el fiador en Madrid;» más qué había res pondido conforme á su pregunta; porque ó irme buscar por donde fuese estudiante, y quererme hazer pastelero era de las donosas cosas que en mi vida oiría! Entonces volvió á mí toda la cara, que antes no tuvo más que la media, porque el breve coloquio passó entre los dos metida la media pala en el horno, y ella de un lado, y me dixo: «Que no tan solo te quiero hacer pastelero, antes ayudar para que seas tan gran estudiante como de tu natural fio: ¿sabes leer? Se leer, escribir y contar, y algo de los principios de la Latinidad.-Entra, pues, almorçarás. Hízelo, y subiendo arriba bajó un par de huevos, adereçome con ellos un pastel, hizome traer vino, preguntándome si quería otra alguna cosa; tanto la cuadró lo que de la fiança le dixe y el hallarme hábil para lo que ella había menester.

Ya vino el marido, y se le dijo como me habia recibido, con condicción que me diese estudio, y que el demás tiempo gastaría en cobrar cosas que se les debía, en escribirles lo que fuese menester en casa, y hazer la cuenta de muchas cosas que por falta de solicitador, y de quien supiese contar, estavan perdidas, y que no había de entrar ni salir en el oficio. Ansí fué: diéronme el hueco de debaxo de un escalera, un cofre con mi llave, y la del aposentillo: luego escribí á mis padres la buena fortuna que había corrido, y ellos me respondieron muy contentos, en particular mi madre, prometiéndome cumplir lo prometido.

Yo empecé mi obra, acudiendo á lo concertado, teníalos locos de contento, porque les leía en un libro, y todas las coplas nuevas que salían: regalábanme, queríanme y dábanme muchas cosas. Y después de bien ganada la voluntad me dixo, si la quería escribir un papel para un su primo Familiar, de cierto Colegio: dije que si, y es el caso que mi ama quería bien al Familiar, y mi amo á una hermana suya. Llevésele, y fuí en él muy encomendado, y tanto que leido me llevó á su aposento, donde me hizo mil regalos, dándome confites y dineros, y ofreciéndome encomendarme al preceptor de la Gramática, para que tuviese particular cuidado conmigo. Y á todo ésto no cesaba yo de mirarle, y era ocasionado para ello, porque no he visto yo hombre más alto ni más cerrado de barba, más negra, ni tan apretada; tanto, que parecía de las escobillas con que nos limpiamos la cabeça. Era tan negro como mis culpas; y, como los dientes fuesen muy blancos y los lábios colorados, y lo demás tan negro, parecía riéndose Ganasa. Era cariredondo, todo lo que V. merced mandare, y las narizes tan romas, que parecía tenerlas derramadas por la cara: tenía una gran vara de medir espalda, y otra de pecho, y dos de cintura; dejaba de comer por mirarle: Ya me respondió al papel, y me fuí á casa, donde tampoco me hartaba de mirar á mi ama, porque como sea verdad que tras lo hermoso se suelan despeñar las voluntades me admiró mucho, que una mujer de sus partes se pagase de las del Familiar. Era blanca, ni muy flaca, ni muy gruesa, tenía lindas figuras, y hermosísimas manos; lindos ojos, gran donaire; y, finalmente, era muy dama; y toda ella rebuena. Que solenizó el papel, pensará V. mer

ced, holgándose con él: ante se mostró enfadada, propia paga del Diablo: valióme dos reales dél y uno della, los cuales guardé con los demás que había llegado, y con los diez escudos que mi madre me dio. Porque los amigos favorecen tal vez y el dinero de ordinario; de ellos se dize ser otro yo, mas si se entendiese del dinero no se habrá puesto en mal lugar, porque si yo haré por mí lo que pudiere, ¿quien mejor que él hará otro tanto?

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En que cuenta lo que en casa del pastelero le sucedió, y como la venida de la madre de su ama le echó del lugar.

STUVIERON las cosas en este estado cerca de tres meses, acudiendo así á lo que mi amo me mandaba, como á lo que ella quería, digo en materia de sus amo res: temeroso con bastante razón, porque si nadie puede servir á dos amos, ¿cómo podrá á cuatro? Al cabo de los cuales me vinieron en un día dos nuevas trabajosas: la una fué que á mi madre había preso la Inquisición, y la otra que la madre de mi ama venía de con otra hija, que seis leguas de allí estaba. Cual fuese el sentimiento de la prisión de mi madre, podrá vuesa merced considerar, pues por ella me faltaban dineros y regalos; y lo peor dejar de ganarlos; que para en adelante me importaba mucho. Y ¿qué sería decirme, venía la suegra, mujer más temida que las bajadas del Turco? Y'allegó mi señora la mayor, y todos nos ar manos de paciencia; mudó luego la casa, al contrario de como al presente estaba; y de tal manera dió en perse

guirme y yo en callar, que dos estremos no se han de ver tan presto. Vi casi derribado el monte de mi paciencia; porque muchas destas mujeres suelen ser suegras para sus yernos, mas esta éralo para todos; y con todo salí con la mía, callando, y anduve muy cuerdo. Si á costa de lo que he dicho tenía en pie comodidad, que importaba mucho interés, ¿por qué razón no había de poner de mi parte todo lo posible para no perderla, particularmente, no haviendo menester pedir nada á nadie para ello? Que de su cosecha puede cada uno consigo, y es de muy grandes necios dezir, no puedo más. Digo otra vez, que salí tan buen maestro de paciencia que pudiera casarme; porque ninguna mujer havía de ser tan rezia, que me obligase á gastar toda la que adquirí. Con esto, pues, y con tragarme muy buenos dichos, tuve amigos, comodidad y dineros; que preciaba más no perderle, que decirle, pues caudal para él ya me le tuve, y no sabía si para adquirir otro, ó volver el perdido tendría habilidad; fuera de que para esto el tiempo es enemigo; porque ansí como para ir entrando más en la voluntad del amigo es él el medio, ansí para que con el perdido se deslicen otros, es él el medio y el principio; luego callar que no está nada escrito dél. Allá dijo un Philósofo que el día que no traía ganado algún amigo de la plaça venía muy descontento; si esto es ansí, ¿no es mejor callar un buen dicho que perderle? Y es desventurada cosa que á cualquier parte que vaya un hombre halle enemigos, y todos se huelguen con sus infortunios, y de nadie esté seguro, y gaste su hazienda en gentes que le defiendan en las conversaciones, y sean ellos los primeros que digan mal dél.

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