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Digo, pues, señor, que tanto nos pudrió á todos la vieja, más valiente por su condición que el gran Capitán por sus puños; que, luciéndosele más, ó pagando su hija por todos la dió un tabardillo, ayudando á ello un Viernes de una estación á las cruzes, diré mejor de estación á poner á su marido una cruz. Sal acá, Familiar; que en ser diablo en eara y costumbres más pareces familiar de redoma ó sortija, ¿no es ansí ésto, afligido y fingido amante, no es también verdad, que del colmado sentimiento apostaban á correr por esa cara de plato mocos y lágrimas de tinta?; y si vuesa merced dijera, sino quería como lloraba, respondo que ya digo fingido lo que al principio sería verdadero; que esto es muy común en los más de los amantes.

Aquí fué cuando mi amo el pastelero gozó espléndidamente de la hermana del Familiar, que fué como gozarla en el hábito de mujer. No vi yo en todo cosa tan parecida en mi vida, hube de aquí también algunos dineros, y los que se me pegaron la vez que me quedaba en la tienda, y para todo se hurtaba en ella, porque si de un pastel se sabe la ganancia señalada, no se sabe de que es el tal pastel, y yo lo sabía, como el que ayudó á alguna empresa; y pasa ansí.

V. merced habrá de saver que havía en casa un muchacho que tenía cuidado de correr el lugar, para que supiese si moría en él alguna cabalgadura, y sabido informarse donde quedava, porque luego ívamos él y yo á darla mate, para que de la carne se hiciesen pasteles. Y como nos diesen parte de un difunto, que casi un cuarto de legua de allí quedaba, nos fuimos mano á mano, después de comer los dos, cada uno con un cuchillo y una espuerta:

yo no porque tuviese obligación á ello, antes por esa misma causa, por valer más, que ese es el trato de los criados dar gusto en todo á sus dueños. Hallamos que cuatro ó cinco perrazos le estaban descartando, por lo cual de miedo, no nos atrevimos á llegar; mas ellos con más que distinto nos concedieron llegásemos, y desampararon el cuerpo; por cuya vacación, con lindo aire, le quitamos lo que dentro de pocos días havia de ser dineros. Mas volvieron pręsto por haver ido á bever á un arroyo que cerca estava, y como olian á carne, otros muchos con ellos; quisimos huir, y escusónoslo la cortesía con que se llegaron, solo á entretenerse con la poca carne que debajo la barba hay. Como los tan satisfechos, los demás devanaban las tripas, cosa que á nosotros no nos era de importancia, de manera que entre ellos, y después estotros; entre nos y el romance de D. Álvaro de Luna, dejamos el rocín en calças y jubón, con que nos volvimos á casa á boca de noche, muertos de hambre, cansados y con calor, por ser Primavera.

Díjoseme á mí, como privado, que merendase lo que me diese gusto, y á mi compañero que tomase un pastel; convite bien enfadoso por ser ordinario, y porque el que los come no los ve hazer como nosotros. Yo digo que los que pisan la uva, y los que los hacen corren parejas, porque si aquellos escupen, y hazen allí cosas de más consideración, á estotros no les rasca nadie, cómales donde les comiere, fuera de que su merced del señor oficial ma yor tenía algunos veninos preñados, y otros paridos, por cuya razón despachava en el cuarto bajo, que era el entresuelo. No le apeteció el muchacho; y, abriendo nna

alacena dentro de la cual havía carnero ó cecina fiambre, halló una jarra tapada con un papel. «¿Qué tesoro es éste?» dijo, y destapándola puso el dedo dentro, y halló que era dulce: considerólo miel rosada, ú otra cosa desde género, y era una ayuda para mi ama. Mojó un poco de pan, y súpole bien, mojó otra vez, y súpole rebién; tomó un plato, y entrándose donde no le viesen se la comió á soPas. Y, como lo dulce le provocase á bever, bevió agua de la que va fresca, y se fué á acostar, porque en días de semejantes trabajos tenía licencia para ello. Durmióse luego, y de tal manera, sin ir á escuelas, cursó que se pudo gràduar de licenciado. Cuando yo me recogí á mi aposentillo, que cerca del suyo estaba, le oí dezir: «¡Jesús que sudado estoy!» Entré dentro, y preguntéle si estaba indispuesto. Díjome que havía sudado mucho; mas á mí me pareció que el sudor havía pasado por mal puerto; y como le tentase el rostro, y le sintiese frio, le dije: «Mira no te hayas orinado.» El respondió: «¿Por detrás me havía de orinar?» Entonces confirmé lo coligido, y le dije ansí. «Hermano: pues ese sudor límpiatele tú,» y entréme en mi cuarto, y él, como tan cansado, se volvió á dormir. Aquí fué ello; porque, como á la mañana voltease la madre toda la casa y diese en el aposentillo del muchacho y viese desconcierto tal, nos atormentó á todos, y desolló á él á açotes, buscando tormentos nuevos para mejor satisfacerse.

Á otro día cenó nuestro amo el pastelero unas albondiguillas de la presa, que la noche antes tuvimos; porque la mala vieja hizo eso para no degenerar de suegra; vea, vuesa merced, cual era, que para él fueron de la que he dicho, y para la demás gente ya que no de carnero, de

baca. Lo que con ella pasábamos, si á muchos será fácil de creer, á mí será difícil de dezir; porque si la respondíamos rezio, cuando nos llamaba, dezía éramos desvergonçados y hundía la casa; si quedo, que haziamos burla de ella: estas son de las condiciones que dan higas á la prudencia de los que con ellas tratan, como los males viejos á las medicinas que se les aplican.

Esta tal vieja, y acudir al servicio de cuatro amos, me tenían bien disgustado, porqne esperaba mal fin dellos, ó de mi por ellos. Ya que no me fuese á la mano con la vieja deseaba salirme de su casa, y cumplióme el tiempo este deseo, trayéndome nuevas de que á mi madre la habían penitenciado por el Santo Oficio.

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CAPÍTULO V

Cómo se fuć á Guadalajara, y asentó con un sacristán: cuenta lo que

én su casa pasava.

USE, pues, mis cosas en orden y, cosiendo en el jubón los dineros que tenía, me fuí á Guadalajara, porque tuve siempre deseo de verla. Parecióme tan bien, que traté de quedarme allí; y, buscando comodidad, la vine á hallar con un sacristán tuerto. Este se contentó presto de mí, porque le dije que tenía natural cómodo para aprender con facilidad cualquier cosa; llevóme á casa, y apenas hube visto á la mujer, cuando dije: «Vuestro marido tuerto es, más si vos pisais derecho, que lo pague yo». Ojos que, si despide la lengua, ellos convidan, negros y dormidos; ello dirá. Pues vea vuesa merced si dijeron presto.

Luego que me llevó á casa me dijo en lo que había de entender, ansí en ella, como en la Iglesia. Recibióme bien mi ama; y, preguntándome como me llamaba, la respondimos á una mi amo y yo, que Lazarillo; ella se rió y,

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