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Válgasele Dios, ¿qué se ha hecho que nos ha tenido con grandísimo cuidado, y ansí yo vea á esta con remedio que he dicho á mi hierno que le busque, y nos le traiga acá, por que en casa no hay quien no le quiera como si fuera hijo della? Juro á Dios, decía el hierno, que me habráis tenido con notable pesadumbre: por que ni os he hallado en casa, ni el amigo con quien solíades andar me lo ha sabido dezir. Luego se llegaba Mariquilla al oido y le decía que su señora D.a Francisca, hermana de mi ama, le había mandado fuese á buscarle, porque ya sabía cuán su apasionada era, y ella lo había hecho muchas veces, y le habían respondido que ya no vivía allí. Y por esta orden iban diciendo los demás; con lo cual le quitaban el dinero pidiéndole que con el bocado en la boca volviese á la tarde, y mucho antes ya estaban fuera, y cuando á la mañana las hallaba les contaban las desgracias que desde que salió en aqulla casa habían sucedido, y que no estavan aún para verse á sí mismas; y él cojía las escaleras muy satisfecho de que todo era mentira, por que el avisado sabe que las mujeres sin maestro saben llorar.

Teníamos un eseudero con obligación de acompañar las fiestas, y todos los días la tuvo por no pasar ninguno, que para ellas no la fuese. Este era hombre que no se le caían de las manos los Concetos de Ledesma, ni los antojos, ó de las narices, ó de las orejas, y tan insigne qne si acaso entraba alguno sin que él lo supiese se iba por las calles, y por el olfato entraba en sucasa, y aunque fuese hombre de cuatro anas de caida se le comía de sopas en víno. Fué zapatero en un tiempo y, según dezían mis amas, estaba perdido por ser demasiado bueno; y, para volver en

sí, ganaba descosiendo lo que mal cosiendo perdió. Era en esta casa el logro de peor condición que todos los que se usan, porque el que más suelto vive en en eso gana con cien ducadas otros ciento; mas aquí con un faldellín se ganaban doce. Y si todas las veces no sucedía para que esto se hiziese, porque si es verdad que Ovidio no dió arte á los ricos, como él mismo dijo y se le dió á los pobres. y no hay necesitado que no tome lo que le dan, y á fuerça de habilidades, buen talle y cara con algunas promesas; cosas, que aun á las más interesables, tal vez ciegan, llevan estos lo que otros con muchos dineros. Eran estas damas como los que venden y juegan barquillos, que aunque pierdan una cesta con una mano que acierten, quedan aun mejor que ellos, si quedan con ganancia cuando los otros desquitos.

Sucedió pues que mi amo murió de no orinar, y lo que hay en ello es que él se orinaba, sino que el orinal estaba quebrado. No derramé ni una lágrima, por que pocos días antes, entrando de fuera la estaban probando un vestido á su mujer, y allí el que se le había dado, que era el que tenía á cuestas toda la casa, muy pariente de mi señor por parte de su mujer, y le dijo: «¿Qué le parece á V. merced, señor fulano? no se case si no le dan cincuenta mil ducados; por que este vestido me cueste dos mil reales.» O si no vea vuesa merced si fueran justamente derramadas, por hombre tan infame las cosas todas que en el mortuorio hubo, no contaré por no ser enfadoso: mas no le privaré de las esenciales. Digo, señor, que se hallaron á la cabecera de mi amo las amigas de mi ama, y cantidad de yernos de mi señora la mayor. Estas tenían las caras en

ayunas y las bocas secas de rezar; por que en muerte de marido de amiga es una de las condiciones de la amistad, que no se la han de lavar. Llevóse Dios al callado varón un lunes á las diez de la noche; despojaron las amigas á la viuda de una basquiña y faldellín de seda, que tenía puestos; trájose un manto de anascote y unas tocas para el día siguiente,y para cenaren la presente noche á dos ó tres empanadas por barba: porque ninguno de los que presentes se hallaron se tuviera por buen moro si no enviara, como si el compañero no hubiera enviado. Lo que aquellas mujeres á un tiempo lloraron, comieron y bebieron se creerá en dezirlo dellas. Hízose hora de recojerse, y por que no se quedasen solas sin algún hombre, se quedaron de buena conformidad todos, donde ó con quien, yo no lo sé, porque un pariente de una de aquellas damas, llamadora (sic) de la cofradía. Marica y yo nos comimos ciertas resultas que sobraron y luego nos dormimos. Mas sé que ninguno salió fuera. A la mañana fué el entierro, y la representación del papel de la viuda, y la ayuda á todo de las buenas compañeras.

Pasó aquel día y el siguiente vino una de ellas con una llena de ciruelas de Génova y bizcochos, porque tuvo nuevas que mi señora estava con desmayos, y fueran más verdaderas que estaba ahita. Esta puso cada desmayo á ciruela, y en viéndola que se quería trasponer ponía ella la mano en la manga, y sacando una della y diciéndola: «Ea, ea, boba, ¿hemos de tener en que entender?» la entraba una dentro. Ella mostrava sentirlo, mas nunca escupió la ciruela, y siempre el hueso. Esta cuidó entonces de dos cosas: la una de cebar el pichon, y la otra de que se tu

viese cuenta si venía el dueño de quien no diré. Quedó en quieta posesion,pues siempre lo estuvo, para lo cual preguntaba á Mariquilla si había subido arriba; y era el caso que la tal iba á la açotea en vida de señor á atalayar si venía para avisarle á él si entraba ó nó, y á ella si estaba con otro, para que le escondiese. Respondía entonces la viuda: Ahí ha estado que poco ha se fué; dóle al diablo, que no estoy para tomar más penas, y ese hombre me pudre. -¡Ah (repetía aconsejándola que no hiciese tantos extremos) que no sabía nadie cuan bueno era mimarido!:» y dezía muy bién que aunque todos entendían que era bueno ninguno llenaba lo que le debía dar.

Pasaron días; fuése hoy aliviando un poquito la viuda, y mañana otro poquito, tanto, que vino á parar en saya grande de gorgorán de Toledo, y debajo los fadellines de de cuando casada. Pasaban en aquella casa cosas, que ni son dignas de escribirse, ni de que se sepan; mas diréle á vuesa merced una que á mi parecer es donosa. Averiguó nuestro dueño cierto peso falso un día que non deviera y, viniendo á casa determinado de echarla toda por la ventana abajo, entró sin hablar palabra y calado el sombrero. Ella que estava no con poco temor le dijo, viendo lo mucho que callaba, si traía alguna indisposición, y él no responder. Ya reventó y la dijo aun no lo que merecía, y que le diese su ropa blanca, que no havía de entrar más en su casa. Ella dijo que estaba presta de lo hazer, con tal que viniese allí primero la amiga que la cebó con ciruelas de Génova, él que ni se había de detener, ni habíà de venir; ella que se desengañase, que no lo hazía por no perderle, sino porque ya que se fuese quedase con la opi

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nión que con él injustamente había perdido. Al fin, fué por la amiga un criado del ofendido reñidor, la cual, así ella, como la criada Marica y yo sabíamos lo que se havia de dezir. Llegó la amiga sin alcançar la respiración, y diciendo: «¿Qué hay por acá, que se me sale el coraçón del cuerpo?» Contósele lo que pasaba y levantándose la recien venida, y sentándose en la silla que al lado del mesurado estaba, le dijo; «Amigo no sería christiano si no me cree: esta pobrecita tenía algunas cosillas de oro, que ya no ha menester, por que su hábito no las permite; y por que no se quiere volver á casar, y fué á la platería á deshacerse dellas, porque dice, si quiere que se lo diga, querría aliviarle de muchas cosas, que le llega el alma verle gastar en ellas.-—Deje eso, amiga, dijo mi ama, y vaya á lo que hace al caso; que yo no estimo la hazienda en comparación de lo que quiero la honra. De allí fuimos en casa de un letrado, grande amigo del que pudre, á pedirle que viniese á ver unos papeles, y junto con eso á darla parecer en el pleito que la han puesto: y á eso estuvo aqui ayer y había estado á esotro, y si no me quiere creer, sal acá, Inés, di aquí lo que ayer hizimos, como si te confesases para dar el alma á Dios.» Dezía lo propio: luego llamaba á Mariquilla, y dezia, como la que se lo habían preguntado, algunas vezes, por que no errase. Tras esta venía yo, y también, «como si te confesases, Lazarillo; yo ponía las manos jurando que unos frailes descalços no hizieron lo que mi señora y su madre de la que eŝtava presente hizieron: y yo solo me confesaba bien por que era verdad que los que he dicho no hizieran lo que ellas hizieron. Era cosa muy para provocar á risa oirla

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