Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPÍTULO I

DE LAZARILLO DE MANZANARES.

En que cuenta donde nació; como Felipe Calzado y Inés del Tamaño, su mujer, le prohijaron de la piedra con algunas de sus costumbres.

sí que sabrá V. merced que dicen haber nacido yo en Madrid, corte del Rey don Felipe, nuestro señor, · tercero de este nombre, villa digna del título, no solo real sino imperial, la más insigne del mundo, tanto por el respecto dicho, cuanto por que en ella nunca es de noche. En esta, pues, Noruega de claridad me parece que Felipe Calzado y Inés del Tamaño, padres de aquellas mujeres, que aunque compran el manto entero no se sirven más que del medio; tuvieron devoción de criar un niño de los expósitos, ó de la piedra y, como el día que en Madrid sale la procesión de las amas, se fuesen los dos á la calle Mayor, donde mi suerte quiso que yo les agradare más que los otros, tanto por ser varón y haberme soltado del andar, cuanto porque era blanco, y les agradó los

buenos trozos de mis brazos y piernas, prometedores de no mala persona en los tiempos futuros, me llevaron consigo á la casa de los dos mayores ladrones que en España ha habido, á cuya mi ya putativa madre servía de guión en todas las más de sus acciones, una punta de hechicera, como vuesa merced adelante verá, no obstante que los dos tenían sus devociones, que es muy de la frutera haber asalariado el ciego para que la rece, y aun á derramar lágrimas oyendo el paso de los azotes, y dar con el dedo para que el peso supla lo que en él no ha puesto.

En ésta, pues, fuí creciendo alegre y vinoso, porque aquellas hijas á cuya mayor parte por su edad cae mejor madres, me hicieron un cimiento en el estómago de sopas de vino, fuera de que aquellos rufos, ó como los dicen, me ahogaron en él: y digo bien, porque si el que algunas veces llevaba en el estomaguillo pudiera salir fuera, ocupara más que la misma personilla. Diéronse tan buena negociación mis putativos padres, que antes de once años me llevaron al estudio, donde no permanecí tanto por lo que vuesa merced sabrá, cuanto porque si veía hurtar á mi padre, ser hechicera mi madre, el mal trato de sus hijas, ¿como había de aprovechar en cosa virtuosa? En ser bueno entre buenos, no se hace poco, llevándose consigo cualquiera su natural, que el que mejor le tuviere por lo menos le vendrá de sus primeros padres, y hará harto en tenérselas tiesas á la mala inclinación: mire que será teniéndole malo, y desde esta edad. Haré á vuesa merced partícipe de mi vida y milagros, altos y bajos, próspero y adverso dello, que si vuesa merced no lo tiene por enojo, es como sigue.

[ocr errors]

Si que no se le hará cuesta arriba decirle yo que el señor, mi padre, que tenía por costumbre no tenerlas buenas, hacía á aquéllas desventuradas mujeres tantas molestias, y tanto las hurtaba sus dineros, que después de haberle preso muchas veces por ello, viendo que no se enmendaba le dió por su dinero un verdugo zurdo dozientos azotes derechos: digo por su dinero, porque después pagan la caridad, y si no hay con que dejan, ó ropilla, ó calzón, ó herreruelo en prenda. El nuevo modo conque mi padre salió á recibirlos, no lo he de pasar en silencio, y así digo señor que mi madre se levantó una mañana, no martes, que también dan azotes en viernes, muy melancólica, y me mandó fuese á saber que se hacía de mi padre, porque entre su corazón y unas habas andaban no se que sospechas, en cuya ejecución me detuve algo mas que debiera, por ser andador del seminario, de que no se me seguía poco interés. Halléle en un aposentillo, que debía ser calabozo, muy desfigurado, tanto que parecía estar en los umbrales de la muerte, y entre algunos que le consolaban, diciéndole: «Buen ánimo, buen ánimo, que para los hombres se hicieron los trabajos.» Y como por tener los ojos en el suelo y estar divertido, no me hubiese visto, alzándoles, dijo que me llegasen á él, y poniendo las manos, y clavándolos en el cielo, me bendijo. Yo que tal ví, creyendo que le querían ahorcar, partí de carrera para mi casa, donde llegué tan presto como aquél que llevaba malas nuevas, y diciéndole á mi madre, ayudado de acciones que significasen bien lo que la lengua decía mal, la di á entender como querían ahorcar á su marido: ella cayó luego en lo que era, porque el delito no

amenazaba horca, sino afrenta ó azotes, por haber reincidido muchas veces. Ansi fué, porque yendo los dos camino de la cárcel, nos le traían ya azotándole por la causa dicha, el cual repetía el pregón, diciendo: «Esta es la justicia que manda hacer el Rey nuestro señor á estos hombres por ladrones.» Mi madre se cubrió el rostro, y entró en una casa, y yo con ella, aunque no pude dejar de volver á la puerta á informarme si venía más que él, porque le oí decir «á estos hombres», y es el caso como diré: Cuando yo fuí á la cárcel ya mi padre estaba borracho, porque como torreznos y vino sean general consuelo en semejantes trabajos, llegaba uno con un mollete, y un torrezno dentro, y un jarro, y le decía: «Ea, hermano ánimo, que más pasó Cristo,» y otro tras él, y luego otro. Tantos «<más pasó Cristo» le dieron que le libraron de lo que había de pasar, y como el que está borracho, uno considera en la persona, y otro en la sombra, ansi él repetía el pregón volviendo la cabeza á la que al lado llevaba: «Esta es la justicia», etc.

« AnteriorContinuar »