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Escribe otra

puntos de descanso. Disgustado pues por un lado con la negativa de Copons, y orgulloso por otro con aquellas muestras de pública servidumbre, escribió desde Gerona una carta á la regencia en términos vagos y generales, que mas claramente mostraban el desvío de su autor. Decia asi:

"Acabo de llegar á esta perfectamente bueno, vez á la regen- gracias a Dios, y el general Copons me ha entregado al instante la carta de la regencia y los documentos que la acompañan: ine enteraré de todo, asegurando á la regencia que nada ocupa tanto mi corazon como darla pruebas de mi satisfaccion y anhelo por hacer cuanto pueda conducir al bien de mis vasallos.

»Es para mí de mucho consuelo verme ya en mi territorio en medio de una nacion y de un ejército que me ha acreditado una fidelidad tan constante como generosa. Gerona 24 de Marzo de 1814.- Firmado. Yo el rey.-A la regencia de España."

Tomó incremento con esta carta la desconfianza de los liberales; pero asombrados con el entusiasino que despertaba la vuelta del rey, y con aquel hervor de la pública opinion, disimularon sus presentimientos, y para ocultar con flores las espinas de les punzantes recelos, decretaron las Cortes levantar á la margen derecha del Fluviá, y frente al pueblo de Bascara, un monumento que eternizase la memoria de la entrada del monarca en sus dominios. Tambien el duque de Frias, uniéndose al gozo universal, puso á disposicion del congreso mil doblones, para que se diesen de sobrepaga al ejército que concurriese al recibimiento de Fernando.

Las Cortes ordinarias habian abierto su segun1814. da legislatura el 1.° de Marzo, como anunciamos, Segunda legislatura de las discutiendo los presupuestos, reformando las secre

rias.

tarías del gobierno, y dando un reglamento á la Cortes ordinamilicia nacional, en el que se requeria la edad de treinta años, siendo obligatorio el servicio, y obrando la espresada fuerza á la orden de los gobernadores ó comandantes militares de nombramiento real. Los dos partidos de la asamblea, viendo venir los sucesos, y pendientes de su desenlace, observábanse al soslayo sin atreverse á medir su poder por no anticipar los acontecimientos ó entorpecer su curso. Ocupó igualmente la atencion de las Cortes el presupuesto de la casa real, asignando á S. M. cuarenta millones de reales al año, con la posesion de todos los palacios de sus antepasados, y los bosques, dehesas y terrenos que para recreo del monarca determinase el congreso. Señaláronse ciento y cincuenta mil ducados á cada uno de los infantes don Carlos y don Antonio, sin hacer mencion de los reyes padres ni del infante don Francisco, que vivia con ellos.

not.

Causa

del

Mas si los realistas obraban con cautela y mesura en el seno de las Cortes, no por eso dejaban de la mano la urdiembre de las conspiraciones, de dia en dia mas osados con el risueño porvenir que se les preparaba. Para ennegrecer aun mas las intenciones del bando reformador y privarle hasta fingido Audidel último voto del pueblo, valiéronse de un impostor, llamado Juan Berteau, criado de la duquesa viuda de Osuna, quien fingiéndose general del imperio y tomando el nombre de Luis Audinot, supuso ocultos manejos entre los gefes liberales, principalmente entre don Agustin Argüelles y Napoleon, para establecer en la Península una república con el título de Iberiana. Trama grosera cuyos hilos, manejados por agentes oscuros de Granada y Baza, descubríanse facilmente, y mostraban el verdadero intento de sus forjadores. Hiciéronse varias proposiciones en el Congreso, y el

Wellington tras los franceses.

señor Argüelles representó pidiendo se le oyese judicialmente para desagraviar su honor vulnerado, y patentizar la mala fé de sus acusadores. Pero entretúvose con siniestro fin el proceso hasta despues de vuelto el rey al solio, para entonces cebarse en la venganza los que solo con la hartura de innobles pasiones alimentaban su espíritu grosero. Gracias al mismo impostor, que tirando de la mascarilla, escribió de su puño una relacion confesando la inocencia de los acusados, y declarando su verdadero nombre, y que todo era invencion suya y de cierto prebendado de Granada, de quien habia recibido las instrucciones y ochenta reales diarios, como igualmente de otros realistas que se veían ya encumbrados á altos destinos en premio de sus intrigas, los cuales sepultaron los autos siete estados bajo tierra temerosos de nuevas pesquisas, y dejaron solo en la infamia de un calabozo al delator Berteau, que, reducido á la desesperacion y con visos de locura, se quitó la vida con sus propias manos. Habíase insertado en esta causa con suno misterio un documento en lengua árabe encontrado entre los papeles de ArgüeIles, cuyo documento mandó el juez traducir á tres moros marroquíes, y resultando una apuntacion insignificante escitó la risa de todos.

Entre tanto lord Wellington habia recibido algunos auxilios de tropas españolas, principalinente del cuarto ejército, por la negativa de pasar á Francia del conde de La Bisbal, que queria acercar sus huestes á la corte para auxiliar las maniobras de los realistas, y descargar el golpe de estado que no cesaban de meditar. Dada la batalla de Orthez, prosiguió picando la retaguardia de los franceses hasta Tolosa, donde habiendo pasado el Garona, empeñóse la lid con tanto brio y decision por una y otra parte, que aunque los imperiales

Batalla de

fueron lanzados por los españoles é ingleses de sus
posiciones, cubriéronse de inmarcesible lauro, cau-
sando á sus contrarios pérdida superior á la suya,
y disputando la palma de la victoria hasta tal Tolosa.
punto que casi pudo decirse que la habian arran-
cado del campo de batalla á la par de los nues-
tros, y dividido con ellos sus gloriosas hojas. Alli
perecieron generosa y denodadamente nuestros mas
valerosos adalides, trocando una vida perecedera
por la fama inmortal que su arrojo merecia: has-
ta el mismo duque de Ciudad-Rodrigo corrió ries-
gos infinitos, entregándose á aquel denodado alien-
to que es el temple de los héroes. Cerca de cinco
mil hombres perdieron los anglo-hispanos, pagan-
do tambien las legiones de Napoleon con la san-
gre de sus mas acreditados guerreros el tributo al
dios de las batallas. Los habitantes de Tolosa, en-
caramados en los tejados y campanarios de la ciu-
dad, presenciaron aquel sangriento combate, á cu-
yo dado jugaban quizás las haciendas y vidas. Soult,
de resultas de la refriega, abandonó á Tolosa, de-
jando en ella los heridos, artillería y demas apres-
tos militares; y ocupáronla el mismo 12 de Abril
los aliados en medio de la pompa y prolongados
víctores de los ciudadanos, que adictos unos á la
casa de Borbon, y contentos otros con que se ale-
jase de sus murallas el teatro de la guerra, compi-
tiéronse en obsequiar á los soldados de la alianza.

En aquella tarde llegó la noticia de la entrada de los ejércitos del norte en París el 31 de Marzo, donde el senado habia establecido un gobierno provisional, colocando á su frente al príncipe de Tayllerand, y desciendo la corona imperial de las sienes de Napoleon Bonaparte. Vendido este ilustre capitan por sus mejores amigos, y teniendo de espaldas á la fortuna, deidad caprichosa que con tan propicio rostro le habia mira

1814.

Los aliados en París.

de Napoleon.

Abdicacion do, abdicó el solio primero en su hijo, y renunciolo despues sin restricciones á nombre suyo y de su estirpe para refugiarse en la isla de Elba del mediterráneo, que le señalaron sus enemigos para perpetuo destierro. El 6 del mismo Abril, cediendo el senado á la imperiosa necesidad impuesta por las potencias invasoras, llamó otra vez al trono de Francia á la familia de los Borbones, proclamó por rey á Luis XVIII, que aun permanecia en Inglaterra, y confió las riendas del gobierno hasta la llegada de aquel á su hermano el conde de Artois en clase de lugar-teniente del reino.

Retirada de Suchet.

de armas. Convenio.

Fin de la guerra.

El mariscal Suchet habia por fin evacuado España despues de haber volado las fortificaciones de Rosas, dejando guarnecidas á Barcelona, Tortosa, Figueras, Murviedro y otras plazas que bloqueaban los españoles, y dirigiendo sus huestes con rumbo á Narbona. Sabidas por este general y por Soult las mudanzas ocurridas en París, convinieron Suspension despues de varios rodeos en una suspension de armas seguida del convenio definitivo en virtud del cual debian los franceses entregar al gobierno español en un breve espacio de tiempo los fuertes que todavía estaban en su poder. Tal término tuvo la gloriosa guerra de la independencia, manantial fecundo de proezas y heroicidades, espejo de tribulaciones y constancia, que la España recordará siempre con orgullo; pero que fue el cimiento y piedra angular de sus futuros padecimientos y desgracias, cogiendo á manos llenas espinas y retama de aquella hermosa siembra de hazañas y patriotismo. Asi de una lucha de que debian salir fecunda la libertad del pueblo y con hondas raices, y el trono radiante de gratitud y beneficios colmando de ventura á los ciudadanos llenos de heridas y trabajados por la miseria, fruto de tan larga guerra, salieron la esclavitud y

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