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ministracion de las rentas públicas, existian dos tesoros, el uno nacional, y el otro privativo del rey, donde el primero desaguaba una corriente de oro á arbitrio del despotismo. Bajo el pretesto de ahorros los directores de loterías y otros empleados de hacienda regalaban á S. M. sumas mensuales de que ningun conocimiento tenia la administracion del ramo, y que manifiestan el embrollo y la dilapidacion que reinaba. Asi es que mientras las clases todas que gozaban sueldos del erario perecian por falta de pagas, el rey y su familia nadaban en la opulencia, y aun ahorraba Fernando algunos millones anuales que depositaba en el banco de Londres, para que le sirviesen de puerto si sobrevenia un naufragio. Y no era la economía la que daba pie á tales envíos, puesto que el monarca gastaba al año la inmensa suma de cien- Fernando. to y veinte millones, no obstante que Fernando VI solo consumia treinta, y el honrado Carlos III sesenta, aumento debido á los muchos gastos que ocasionaba su amor á la caza (*).

Si apartamos los ojos del estado interior para fijarlos en las colonias americanas, Mr. Martignac nos pinta con tanta verdad su estado, que nos parece preferible el que hable un amigo de los Borbones para que sus palabras tengan mas fuerza.

"Un solo recurso quedaba al gobierno español para libertarse de tan apremiadores embarazos, para reparar tantos males y proveer á tantas necesidades: recurso que hacia largo tiempo habia ocupado el lugar de todos los otros, y habia suplido por sí las riquezas locales que nunca habia sabido el primero sacar de la agricultura, de la industria, del comercio y de cuanto forma la fortuna pública de los demas estados. Facil es adivinar que se trata de las posesiones de Ultramar.

"En este lado se fijaban todos los votos, todas

Gastos de

(*Ap. lib. 8. núm. 9.)

América.

las esperanzas, y alli efectivamente existian aun medios de salud: es verdad que ya aquella parte de la fortuna de España se hallaba peligrosamente comprometida, pero no era una cosa desesperada; y un negocio tan importante y tan decisivo manejado con prudencia y destreza podia llevarse todavía á felice cima.

"Hemos visto como durante las revueltas que agitaron el reino europeo, las colonias á las que se habia dado libertad sin conocerla, y en las que se habian reconocido derechos sin dejarles su ejercicio, habian roto el eslabon que las encadenaba á la metrópoli, y procurado fundar en provecho suyo estados independientes.

"La resolucion adoptada no habia producido para ellas felices resultados: habian pagado la independencia esterior con el precio de la paz doméstica, y casi en todas partes la division, la anárquía y la guerra civil habian reemplazado á la servidumbre ó al vasallage.

"En semejante estado facil hubiera sido entenderse: algunas concesiones que no hubieran presentado al gobierno serios inconvenientes hubieran bastado para recobrar aquellas comarcas fatigadas, y para cimentar entre las mismas y la España nuevos lazos útiles á ambos. Persuadieron á Fernando que debia ser dueño absoluto en América como en España, y no quiso oir hablar de reconciliacion.

"Las colonias se hallaban determinadas á resistir y á no inclinar nuevamente la cabeza bajo el yugo antiguo que habian sacudido: necesario fue combatir en el estremo del mundo , y comenzar otra vez con un ejército sin disciplina, y con una marina que no tenia ni oficiales ni armada, la grande obra de Cortés y de Pizarro.

"La empresa era inmensa ; la lucha larga y

sangrienta; y acabó de arruinar el pais que la habia intentado.

"La provincia de Mégico quedó reducida á la obediencia despues de inmensos esfuerzos, pero no sometida del todo ni pacificada: Chile, reconquistada un momento, rompió de nuevo sus hierros despues de violentos sacudimientos. Buenos Aires, entregada sin cesar á las revoluciones que renacian, halló siempre, á pesar de sus disensiones intesti- . nas, medios de resistir al enemigo estrangero. La república de Colombia fue el teatro de una guerra hasta tal punto encarnizada, que no obstante la distancia y los importantes sucesos que pasaban en torno nuestro, fijó las miradas de Europa y adquirió un alto grado de interes.

"Un hombre osado, emprendedor, infatigable, Bolivar, mandaba las armas del nuevo estado, y España le opuso á Morillo, soldado intrépido tambien, y que en la guerra contra Francia habia conseguido suma celebridad por su valor y su destreza." (*)

La camarilla, que tanto ansiaba la reconquista de América para sostener el edificio que se desplomaba, y para apoderarse al propio tiempo de las riquezas de las colonias, consintió en el nombramiento de Garay como en un mal inevitable, aunque le reputaba enemigo suyo, y suscribió á la elevacion de Pizarro, que hacia la corte á Eguía y á Ugarte, y se inclinaba delante del partido opuesto.

El nuevo ministro de Hacienda debia consolidar su poder ocurriendo á los gastos de la espedicion preparada y demas del presupuesto general, y haciendo frente á la enorme deuda que pesaba sobre el erario. Abrumaba á España el empréstito de Holanda contratado en el reinado anterior, que era solo una parte de su inmensa deuda nacional y estrangera; deuda que creciendo rápidamente y

(*Ap. lib. 8. núm. 10.)

Hacienda.

sin interrupcion ha llegado al estremo de que en 1837 debiese la nacion española doce mil veinte y un millones, ochocientos diez y siete mil doscien(Ap. lib. 8. tos setenta reales y siete maravedises (*). Y la denúm. 11.) claracion de nulidad de los créditos liquidados ó inscritos en los libros del príncipe José, si por una parte desahogaba á la oprimida nacion, era por otra la mas injusta de las espoliaciones. La alza de los vales reales en tiempo de las Cortes se debió á que estas destinaron á su estincion los bienes del santo oficio: destruida por la resurreccion del sangriento tribunal aquella hipoteca, don Martin Garay tenia que buscar otra imposible de encontrar fuera de las cuantiosas rentas del clero. No obstante la resistencia de los furibundos compañeros del minis Medidas de tro, abrió éste una negociacion con la Corte de Roma, que convencida de las necesidades del momento concedió á Garay arbitrios suficientes para preparar un plan de hacienda. La bula de 26 de Bula del Pa- Junio de 1818 permite aplicar á la estincion de la deuda pública por espacio de dos años las rentas de las prebendas eclesiásticas de nombramiento real que en adelante vacaren, y la no provision por seis años de los beneficios de libre colacion, destinando su producto al mismo objeto. La promesa en fin de 3 de Abril del mismo año de que los vales no consolidados reemplazarian por suerte á los consolidados que se estinguiesen, y la clasificacion de la deuda en dos partes, una con el interes de un cuatro por ciento y otra como crédito reconocido, pero sin interes, alentaron las esperanzas del comercio, y los que asistian á la representacion de la comedia por la parte de fuera juzgaron antever mejoras progresivas y un desenlace venturoso. Mas aquellas no pasaban de medidas preliminares, á las que debia acompañar un sistema definitivo de gobierno: veamos si era posible estable

pa.

cerlo con los nuevos ministros que se sentaban al lado de don Martin Garay.

El ministro de Estado despachaba interinamente la secretaría de Gracia y Justicia, que estaba vacante un año desde la caida de don Tomas Moyano, y era preciso proveerla. La inquisicion de América envió á Madrid, bajo partida de registro, á don Manuel Abad y Queipo, obispo de Mechoacan, hombre instruido, tolerante y amigo de la moderacion. No bien pisó la corte estendióse la fama de su mérito y talento, y el rey quiso que se presentase en palacio para que le enterase del estado de las posesiones americanas. El obispo le pintó el verdadero cuadro de aquellos dominios; le demostró que solo por vias de conciliacion y de dulzura tendria fin la guerra; y concluyó diciendo que las mismas ideas habia espuesto en la Memoria que por duplicado remitió á S. M. desde su obispado. Respondió Fernando que no habia recibido semejante escrito, y ordenó al Abad lo pusiese en sus manos á la mayor brevedad, como lo verificó el obispo de Mechoacan. Agradó al monarca su lectura, y llamando al señor Abad segunda vez le ofreció el ministerio de Gracia y Justicia, que rehusó el obispo pretestando la causa que tenia pendiente en el santo oficio. El rey mandó que el supremo Consejo le presentase los autos, los examinó, y viendo que no resultaban cargos contra el enjuiciado escribió de su puño: "Sobreseasé." Al instante dictó el nombramiento del señor Abad para ministro de Gracia y Justicia, y se lo entregó con los mayores elogios.

Supo la camarilla que el nuevo personage que iba á aparecer en la escena no pertenecia á su bando, y asedió al rey y le representó los peligros de encumbrar al mando á un obispo sospechoso, segun decian, por sus ideas políticas. Al dia siguien

El obispo de Mechoacan.

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