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Causas del odio de Elío á

la libertad.

mucho de los temores del duque de Frias..." y prosiguió hablando en términos oscuros, pero de los cuales podia colegirse que opinaba debia el monarca prestar un juramento condicional. Negóse don Pedro Macanáz á espresar su voto, alegando que lo habia manifestado ya al rey y al infante, y sin dejar escapar una frase que descubriese en qué sentido lo habia verificado. Con el mismo misterio se produjo ahora San Carlos; y llegando su vez á don Pedro Gomez Labrador, olvidó en los arranques de su frenética arenga el comedimiento debido á tan ilustres personas, pronunciando mal escogidas voces y en tono inculto; y acabó declarando "que de ningun modo debia el rey jurar la Constitucion, siendo necesario meter en un puño á los liberales." Separáronse los consejeros sin acordar en la apariencia cosa alguna, pero con la firme resolucion, por parte de los que manejaban el eje de aquella complicada máquina, de echarla á rodar por los viejos carriles de la tiranía.

Mandaba el segundo ejército y la capitanía general de Valencia don Francisco Javier Elio, á quien habia malquistado con las Cortes y la libertad de la prensa lo que en ellas y en los diarios se dijo con motivo de su espedicion al rio de la Plata, y del segundo combate de Castalla. Descontento desde entonces y dispuesto á contribuir á la ruina del código de Cádiz y á vengar de este modo los que llamaba agravios, escuchó con alegría las primeras muestras que de su desapego á las nuevas leyes dió el monarca al pisar el suelo patrio. Pero viendo el rumbo que seguian las autoridades de Cataluña, y principalmente el general Copons, no creyó tan cercano el dia del triunfo, y confió á su auditor don Martin de GaztaSu auditor naga el cuidado de redactar la arenga con que Gaztañaga. habia de felicitar al rey en su recibimiento. Al

ma de sus secretos don Martin, y despositario de su confianza, escribió el discurso en sentido constitucional, pues aunque enemigo de ciertas ideas habia dado á la estampa varios escritos en favor de las reformas. Tal era el estado del negocio, cuando á la fama de la libertad del rey agolpáronse de tropel y por la posta á aquella ciudad personages de alto rango y de distintos colores.

El cardenal

Valencia.

La regencia envió á recibir á Fernando á su presidente el cardenal don Luis de Borbon, arzobispo de Toledo, acompañado del ministro inte- de Borbon en rino de Estado don José Luyando, y de algunos oficiales de la secretaría. El cardenal, hombre de escaso talento, menos sagacidad y ningun tacto diplomático, como de su carta á Napoleon en 1808 puede colegirse, era mas á propósito para atraer el nublado que para desvanecerle en tiempos tan turbios; y la torpeza del ministro escedia la suya. Corrieron tambien á la embocadura del Guadalviar los ex-regentes don Juan Perez Villamil, fecundo en intrigas, y don Miguel de Lardizabal, que tanto encono habia mostrado contra la asamblea nacional. Pisó igualmente el suelo edetano, como en su lugar dijimos, el infante don Antonio, Intrigas del que constituyéndose centro de los realistas, descu- infante don brió sin embozo la repugnancia de su sobrino á someterse al juramento prescrito, y concitó á sus amigos á trabajar en favor del antiguo orden de cosas. En su tertulia, tan famosa despues porque en ella se fraguaban los rayos de las proscripciones, sobresalió don Justo Pastor Perez, empleado en rentas, que á la sombra del favor desencadenóse contra los liberales en un papel que imprimia bajo el título de Lucindo ó Fernandino. Un incidente casual al decir de unos, y muy estudiado segun otros, comenzó á descubrir la tendencia

Antonio,

glés.

de Elío á un cambio de gobierno. Llegado el infante á la ciudad, y habiendo pasado el general á cumplimentarle, pidióle el santo en presencia del cardenal de Borbon, que, como presidente de la regencia, representaba el poder ejecutivo. Indignado el arzobispo reprendió con destemplado tono á Elío afeando su ignorancia; y aun tuvo don Antonio que interponer sus ruegos para ainansar al presidente del gobierno de Madrid, el cual salió de su paso acostumbrado por uno de aquellos sacudimientos de la naturaleza, raros en varones de su temple. Reportóse el orgulloso general, reprimiendo bajo una falsa sonrisa la cólera que á llamaradas asomaba al rostro, y reservó para tiempo mas propicio su venganza. Sin embargo, todos estos motivos no hubieran bastado para decidir á don Francisco Javier Elío á echar el guante y pronunciarse el primero contra las Cortes, si á las miserias propias no se hubieran acumulado causas estrañas.

Secúndalas el El marques de Wellesley, hermano de lord embajador in- Wellington y embajador de Inglaterra cerca del gobierno de España, habia llegado á Valencia á cumplimentar á Fernando; y aprovechándose de la discordia que reinaba tentó por medio de agentes subalternos y bajo cuerda la codicia de algunos. Ganado el auditor Gaztañaga por un amigo suyo acabó de decidir á Elío, y redactada en sentido contrario la arenga dispuesta, todo quedó aplazado y convenido con don Juan Escoiquiz, portador de mayores seguridades para los conjurados. Gaztañaga, á mas de la suma que ahora recibió, fue premiado despues con el nombramiento de alcalde de Casa y Corte.

No discutiremos la parte mas o menos directa de los ingleses en el asunto, ni nos parece probable que pensasen entonces en que la mudanza ra

yaria tan alta, que llevaria tras sí las persecuciones y la servidumbre. Pero el gobierno británico queria que no volviese á anudarse el eslabon roto de nuestras colonias americanas, y recordaria quizás aquel cálculo político de Esparta, que Herodoto refiere asi: "Cuando los lacedemonios se vieron dueños y conocieron que las fuerzas de Atenas tomaban nuevo incremento, y que de modo alguno estaban dispuestas á obedecerlos, reflexionaron que si este pueblo era libre, pesaria en la balanza tanto como ellos, y que permaneciendo en la esclavitud caeria en la debilidad y podrian manejarle.” (*) No obstante lord Liverpool declaró en 1823 en la cámara de los lores que el embajador británico Wellesley habia aconsejado á Fernando que jurase la Constitucion con modificaciones, y que el monarca se negó en el concepto de que era contraria á la opinion del pueblo español. Otros han atribuido á los ingleses el haber conseguido entonces del monarca que no se impusiese la pena de muerte por delitos políticos anteriores á su vuelta, y han tomado por fundamento de su aserto el perdon concedido mas adelante al pie mismo de la horca á Pablo Rodriguez, apodado el Cojo de Málaga, á ruegos del embajador de la Gran Bretaña. Mas de una vez en el curso de esta historia encontraremos á los britanos hablando en público á favor de la libertad de España, y obstruyendo en secreto las vias de alcanzar su reinado.

Preparado asi el terreno, emprendió S. M. el camino de Segorbe á Valencia, y habiendo salilido al encuentro el general Elío, pronunció un discurso en que á los mas subidos encomios de Fernando iban mezcladas las quejas mas amargas de los ejércitos españoles contra las Cortes. Tras esto, simulando un entusiasmo inocente, é inspira

(* Ap. lib. 7. núm. 4.)

Discurso de Elto al rey.

baston.

Entrégale el do por las circunstancias, esclamó Elío: "Os entrego, señor, el baston de general: empuñadlo; (aqui S. M. contestó diciendo estaba bien en su mano; pero Elio prosiguió ): empuñadlo, señor; empúñelo V. M. un solo momento, y en él adquirirá nuevo valor, nueva fortaleza. (S. M. tomó y devolvió el baston.) Dígnese V. M. darme su real mano á besar." Y el rey alargó la diestra para que su esclavo imprimiera en ella los labios que acababan de destilar aquella miel tan dulce para el tirano, (* Ap. lib. 7. y tan ponzoñosa para los verdaderos españoles (*). Farsa de antemano convenida, como hemos visto, para cortar de un solo golpe y por el tronco el arbol de la libertad, cuyas ramas áridas en medio de una guerra sangrienta hubiéranse tornado frondosas y fructíferas con el sol de la ilustracion popular y el copioso riego de las reformas sensatas y progresivas, hijas de la paz.

núm. 5.)

Escena entre Fernando y cl cardenal de Borbon.

Pasando adelante encontró el rey cerca de Puzol al cardenal arzobispo de Toledo don Luis de Borbon, presidente de la regencia, y mandando parar el coche apeóse Fernando y se detuvo. El cardenal, que tambien se habia apeado y hecho alto aguardando que llegara el rey, tuvo que adelantarse hasta donde estaba el orgulloso momarca; y apenas se acercó volvió Fernando el airado rostro para manifestar su enojo, alargando empero la mano al propio tiempo para que el arzobispo la besara en señal de vasallage y sumision. Por espacio de seis ó siete segundos hizo el rey varios esfuerzos para levantar la mano, y el presidente de la regencia para bajarla y no besarla : hasta que cansado el déspota de la resistencia del cardenal, y pálido de cólera, estendió el brazo, y presentando la diestra dijo al presidente con suo imperio: "Besa." Inclinóse el débil don Luis, y selló con su boca aquella fórmula de humilla

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