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Vuelta de Morillo á España.

1821.

Sentencia de Vinuesa.

medio de sus ministros los triunfos del ejército contra las partidas rebeldes; y cuando derrotados estos en Salvatierra, y vencido Merino por el Empecinado, pareció destruida la hidra de la rebelion, congratulóse de la victoria obtenida, y dió el parabien al congreso. Desvanecido el temor de que las armas de la Santa Alianza, vencedoras en Italia, invadiesen nuestro suelo, calmóse la irritacion despertada en Barcelona y demas ciudades bajo el pretesto de aquel peligro.

Morillo, viendo despues de su conquista de Cartagena de Indias, que los combates y las fatigas aclaraban las filas de su ejército, y enterado, del cambio político del gobierno de la metrópoli, firmó un armisticio con el general contrario el famoso don Simon Bolivar, y regresó á España. Mas apenas estampó los pies en la corte súpose que Bolibar habia roto la suspension de hostilidades al propio tiempo que el coronel Iturbide tremolaba en la provincia de Méjico el estandarte de la independencia, para con él levantar el trono á que aspiraba. En las islas Filipinas ejecutóse una terrible matanza de estrangeros, creyendo los naturales que aquellos habian envenenado las aguas y el aire, y producido asi la peste que devastaba el pais.

Los perturbadores de la paz pública habian atacado la seguridad personal, y sembrado el terror por las provincias; mas sus manos no se habian teñido aun con sangre, no obstante que la sociedad patriótica antes cerrada habia renacido en la Fontana de Oro, y anunciaba siniestros proyectos. En la mañana del 4 de Mayo se divulgó por la villa que el juez de primera instancia don Juan García Arias, que sustanció la causa de don Matías Vinuesa, capellan de honor del rey y canónigo de Tarazona, por la conspiracion de que hablamos arriba, le habia sentenciado á diez años

de presidio en Africa. Al momento se agruparon en la Puerta del Sol los hombres de mas exageradas opiniones, y formando por sí solos una especie de tribunal no reconocido por las leyes, resolvieron dar la muerte al canónigo y á su juez aquella tarde. Y sin embargo que entre el acuerdo y la ejecucion transcurrió un buen espacio de tiempo, y que voló en alas de la fama el sanguinario decreto de aquellos asesinos, ni la autoridad salió al remedio, ni en la carcel se tomaron las medidas de precaucion que reclamaban la vindicta pública y el imperio de la ley, bajo cuyo sagrado amparo descansa la seguridad de los presos. Llegada la tarde volvieron á reunirse los malvados, y dirigiéndose ordenada y pausadamente á la carcel de la Corona, paráronse mientras que la guardia que la custodiaba, simulando resistencia, disparó al aire sus fusiles: entonces rompieron con hachas la puerta, defendida por un solo cerrojo, pues todas las otras estaban abiertas. Acto contínuo invadiéronla los atumultuados, penetrando en el calabozo donde yacía el desgraciado sacerdote, descargaron sobre su cabeza dos golpes con un tremendo martillo de hierro que hizo pedazos su cráneo, y tras esto abriéronle diez y siete heridas de arma blanca. Cayó la víctima, que al ver á sus verdugos se habia postrado de rodillas, é implorado el perdon; pero las pasiones populares no escuchan la voz de la naturaleza, y la ternura se apaga en su presencia. Intentaron esponer al público el cadáver para conmover al pueblo : tambien quisieron dar muerte á don Manuel Hernandez, llamado el Abuelo, que estaba en la carcel de Corte; pero desistieron de uno y de otro intento. Con las manos tintas en sangre encaminaron los pasos á la casa del juez Arias, que mas afortunado que Vinuesa habíase fugado de ella

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y

Su asesinato.

rey.

avisado por sus amigos: lavaron el martillo en la fuente de Relatores, pero no su mancha, que las de sangre nunca se lavan: maltraron los matadores á los que habia en casa del juez ausente, y rabiosos de despecho maldijeron la hora en que no habian cometido un nuevo crimen.

Entre tanto el terror se habia apoderado de los pacíficos ciudadanos, que entregándose á un vergonzoso abatimiento autorizaban con su inmovilidad en una poblacion tan numerosa, y en la capital de la monarquía castellana, un horrible atentado cometido por cien personas á luz del sol, con anticipado anuncio, y con pública jactancia. Fernando, siempre tímido y cobarde delante del peTerror del ligro, se llenó de horror, y mandando formar su guardia en el gran patio del alcázar, y colocar cañones en las avenidas del mismo, arengó á los oficiales diciéndoles que confiaba no entregarian su rey. al martillo de los revolucionarios. Asi lo prometieron los batallones de la guardia; y la guarnicion toda hubiera desagraviado á las ultrajadas leyes si las autoridades política y militar hubieran cumplido con sus deberes.

El monarca exoneró del mando al capitan general de Castilla la Nueva don Ramon Villalba, nombrando en su lugar al intrépido conde de Cartagena, Morillo, que como hemos dicho habia regresado de América: despojó del ministerio de la Gobernacion al débil Valdemoro, que tan descuidado anduvo el dia anterior, y confió sus riendas á Feliu, que desempeñaba el de Ultramar: tambien dió la gefatura política de Madrid al general Copons. La sangre derramada obligábale á depositar estos cargos en personas de su confianza, no maleadas por el delirio reinante.

En las Cortes Martinez de la Rosa y el conde de Toreno pintaron con el brillante colorido

de la verdad el abismo á que conducian la licencia y el delito; y nunca resplandeció con luz mas pura su elocuencia, que al defender el gobierno representativo de los negros lunares con que pretendian desfigurarle los agitadores. La libertad regada con sangre no echa raices, se marchita y perece. El ministerio en nombre del rey espuso el sentimiento que al monarca habia causado el asesinato de Vinuesa; y la asamblea manifestó igualmente al trono la execracion con que miraba á los que habian atropellado tan vilmente el código fundamental. Para oprobio de su memoria osaron santificar la matanza en el templo de las leyes Romero Alpuente, Golfin y Moreno Guerra, y llamaron injustamente patriotas á los que habian descargado el martillo sobre la cabeza de la víctima inmolada.

El congreso nacional, despues de la victoria de Salvatierra, concedió una amnistía á los facciosos prisioneros, y continuando el curso de sus tareas redujo á la mitad la contribucion del diezmo al discutirse el plan de hacienda. Concedió quince mil hombres al gobierno para el reemplazo del ejército, autorizándole para negociar un nuevo empréstito de doscientos millones, y otorgó una pension de ochenta mil reales con facultad de capitalizarla á los generales Riego y Quiroga, y de cuarenta mil á los demas gefes de San Fernando y de Galicia. Ordenó devolver á los liberales las multas pagadas en los seis años de despotismo; y prescribió que al proveer las plazas de gefes y oficiales del ejército, se prefiriese á la antigüedad y demnas circunstancias el amor á la Constitucion. De este modo se aumentaba el número de los falsos liberales que jugaban con dados dobles; porque los motines servian de escala para los empleos, y la adhesion al sis

Amnistía á los facciosos.

tema vigente en los serviles encubiertos, consistia en perturbar la quietud de las ciudades populosas. Y últimamente, siendo una prerogativa de la corona la convocacion de Cortes estraordinarias, pidió la asamblea al rey que las reuniese en un tiempo en que ningun peligro inminente las reclamaba. Llovieron multiplicadas esposiciones de las provincias y de las autoridades sobre el trono con la propia demanda; y oponerse al torrente de unos deseos asi manifestados llevaba consigo peligros y ruina.

Merino volvió á aparecer de repente en Castilla á la cabeza de cien infantes y sesenta caballos, y sorprendiendo un destamento de soldados Crueldades los fusiló á todos junto al convento de Arlanza:

de Merino.

1821.

Ciérrase la

latura.

los representantes de la nacion acusaron al arzobispo de Burgos y al obispo de Osma porque auxiliaban al canónigo rebelde. En las provincias Vascongadas la abolicion de sus fueros y el establecimiento de aduanas contribuían al descontento de los naturales, y principiaba á arraigarse la rebelion en su suelo.

El 30 de Junio el rey cerró la segunda legislatura, reasumiendo sus trabajos en estas pa

labras:

"Obra es de las Cortes en efecto la nueva segunda legis organizacion del ejército, tan adecuada á los verdaderos fines de su instituto: el decreto de instruccion pública que, dividida en varias enseñanzas desde las primeras letras hasta lo mas sublime del saber, difundirá proporcionalmente las luces y los conocimientos útiles en todas las clases del Estado: el de reduccion de diezmos, por el cual, sin desatenderse la competente dotacion del clero, se alivia al labrador considerablemente, fomentando de este modo la agricultura, manantial inagotable de nuestra riqueza; y en fin, el sistema de

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