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próspero resultado, y todos quedaron emplazados para la ovacion del cuadro.

Las autoridades conocieron entonces que habia llegado el momento de la resistencia, y que no quedaba medio entre sucumbir al poder de los tumultos ó combatirlos de frente. El 18 amaneció pues fijado en las esquinas un bando del gefe po-. lítico San Martin, en el que se declaraba suspendida hasta nueva orden la reunion de la Fontana, y prohibia la marcha triunfal del retrato de Riego. Llenóse al punto de gente la Puerta del Sol; y San Martin envió al alcalde constitucional Surra á arrestar á don Antonio Grippini, dueño del café de la Fontana, y á los oradores don Felix Mejía, Nuñez y Machron; mas al llegar el alcalde al foro de los bulliciosos detuviéronle estos llenándole de improperios, y habiendo pedido en vano auxilio á la guardia de la Casa de Correos estuvo su vida en inminente peligro, teniendo que regresar al ayuntamiento á participar al gefe político el estado de las cosas. Unido el general Morillo á San Martin, colocó las tropas en las plazas y puntos mas importantes de la corte, convertida en campo de batalla, y los sediciosos, sin aterrarse con aquel aparato militar, resolvieron llevar adelante su proyecto. Animábalos la irresolucion de los batallones de la guardia situados en la Puerta del Sol, y la complicidad del regimiento de Sagunto, que debia unirse al tumulto y decidir la victoria á favor de los anarquistas. Asi es que á la caida de la tarde la procesion del cuadro, compuesta primero de pocas personas, principió á andar, y pasó por medio de los soldados de la guardia sin que estos se opusiesen á su marcha, tal vez por no haber recibido orden terminante. Alentados con este triunfo, y dando gritos de alegría y de furor, siguieron hasta las casas consistoriales, creciendo siempre en número y en osadía, y ame

Setiembre de 1821.

Procesion revolucionaria.

Su derrota.

nazando á la corte con sangrientas escenas de antemano meditadas. Pero Morillo previno al regimiento de Sagunto que habia tomado sus medidas para cargar sin piedad á sus individuos, y que al primer paso que diesen serian aniquilados. Y acompañado el intrépido general del gefe político, corrió á la cabeza de la milicia nacional al encuentro de los amotinados, que se hallaban á la sazon en la calle de las Platerías. Al descubrirlos adelantóse San Martin, seguido de una compañía de granaderos de la milicia; y habiéndoles intimado en nombre de la ley que se disolviesen, y mandado atacar á la bayoneta á los granaderos, arrebató el cuadro de las manos de los hombres turbulentos, le arrojó al suelo, los dispersó con la mayor intrepidez y puso en desorden á la muchedumbre, restituyendo la calma á la alterada capital de la monarquía. De aqui tomaron pie los escritores del bando ardiente para dar el nombre de batalla de las Platerías al arrojo de una autoridad que supo por sí sola obligar á la fuga á centenares de alborotadores.

Acto contínuo el rey confirió la propiedad del gobierno político de Madrid á San Martin en premio de su valor: mandó salir de la corte el regimiento de Sagunto; y cuando Fernando regresó á los tres dias de San Ildefonso, encontró vencida á la anarquía, la ley triunfante y la tranquilidad asegurada por algun tiempo, en vez de los insultos que le esperaban por sus ilegales procedimientos. Facil hubiera sido utilizando la ventaja conseguida haber cimentado sobre bases duraderas la paz pública; mas el monarca, débil, sin carácter, y amigo solo de los absolutistas, no podia unirse de corazon á los liberales; y sin esta union nada podian aquellos, contrariados por los dos partidos estremos, que halagando y vendiendo al vulgo en opuesto sentido lo arrastraban á sus banderas.

Conforme á la exigencia de las Cortes ordinarias, como ya dijimos, y á las representaciones de las provincias, no obstante la oposicion del ministerio, tuvo éste que convocar Cortes estraordinarias, que instaladas el 24 de Setiembre bajo la presidencia de don Pedro Gonzalez Vallejo, obispo de Mallorca, dieron comienzo á sus tareas. Al tenor de los artículos de la Constitucion solo podian tratar de los asuntos que señalase la corona, y Fernando designó los siguientes: la division del territorio español para establecer el gobierno político; la beneficencia; la tranquilidad y paz de América; los códigos criminal y de procedimientos; la reforma de aranceles; la liquidacion de suministros; la moneda; el reemplazo y ordenanza del ejército; la organizacion de la milicia activa, y la ley orgánica de la armada naval. El 28 abrió el monarca las Cortes, y despues de enumerar en su discurso los trabajos en que habia de emplearse la asamblea, dijo "que reclamaria su cooperacion si lo exigiesen las circunstancias." El presidente contestó "que la nacion española, que aborrecia el despotismò tanto como la desastrosa anarquía, no podia entregarse á la desenfrenada licencia." En la respuesta del congreso, redacta por Martinez de la Rosa, leíanse estas palabras consolado. ras: "V. M. hallará en los representantes de la nacion los mas celosos promovedores de la felicidad pública, elevados sobre los dos polos de la libertad y del orden." Ymas adelante: "Las Cortes bastan á ahogar las criminales esperanzas y reprimir el ímpetu de las pasiones, y calmar los motivos de inquietud y de recelo; infundiendo seguridad á los buenos, terror á los malvados, fuerza á las leyes, valor á las autoridades, y formando un muro impenetrable al rededor del trono, lo librarán igualmente de que la arbitrariedad lo socave, y de que lo conmueva la anarquía."

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1821.

Cortes estraordinarias.

Setiembre de 1821.

peste.

núm. 9.)

La fiebre amarilla de Barcelona no solo desolaba á Tortosa y á Mequinenza, sino que tendiénEstiéndese la dose por la costa andaluza devastaba á Cádiz, el Puerto de Santa María, Jerez, Lebrija y Murcia. Sus horrores llenaban de luto los pueblos; y como dice Tucidides en su hermosa descripcion (* Ap. lib. 9. de la peste de Atenas (*), "antes que el enfermo moria el médico, y la ciencia humana era de todo punto inútil." Perecian los unos abandonados, mientras los otros lanzaban el último suspiro en medio de los mayores cuidados. No se encontraba remedio alguno que aprovechase á los que de él hacian uso, porque la misma medicina que aliviaba á uno dañaba á otro, y ningun temperamento, por débil ó por robusto, estaba libre de la enfermedad, que se acomodaba con todas las índoles y resistía todos (Ap. lib. 9. los sistemas (*)." El temor del contagio alejaba á núm. 10.) los poderosos, que huyendo de la muerte venian á espirar al campo raso, y sin mas asistencia que la de sus parientes, cuando sensibles á la voz de la naturaleza no desamparaban al moribundo. Luis XVIII envió médicos franceses, que prestaron grandes servicios en Barcelona, que fueron el consuelo de muchos infelices, y que salvaron algunas víctimas. Tambien las hijas de San Vicente de Paul corrieron voluntariamente de provincias distantes y de la misma Francia á asistir á los contagiados, y perecian alegres por salvar á sus hermanos, dando un testimonio mas de los generosos sentimientos que despierta en el corazon del hombre la religion cristiana.

Los franceses, para precaverse de los estragos Cordon mili- del mal, cubrieron con un cordon militar la raya tar de la raya. de Cataluña y de Aragon, de donde tomó pie la maledicencia de los partidos para acusar al gabinete de las Tullerías de unas intenciones que entonces no tenia. Luis XVIII conocia los defectos

de la Constitucion española y deseaba la modificacion de sus bases; mas esperábalo del tiempo, que demostrando la imposibilidad de gobernar con ella, induciría á los españoles honrados á su reforma. No obstante la buena voluntad del rey de Francia, las facciones, que al decir de Tito Livio (*) "son una plaga mas funesta á los estados que la guerra estrangera, que el hambre, que la num. 11.) peste y que todas las calamidades públicas que envian en su cólera los dioses," precipitaban ya los sucesos para sumirnos en mayores infortunios. La

(*Ap. lib. 9.

junta ó congregacion apostólica, que desde Roma Congregacion tendia á dirigir los acontecimientos del mundo apostolica. entero, como en tiempo de su pristina gloria los cónsules romanos, influía poderosamente en el ministerio de las Tullerías y soplaba la tempestad en uno y otro pais, desencadenando los vientos de las pasiones. Servian maravillosamente á sus miras los escesos del bando estremo de España, que con incesantes conmociones tenia en contínua alarma á todos los gobiernos; y tambien contribuía á encender el odio de los franceses la hiel que contra ellos vomitaba la prensa española, ora deprimiéndolos con el recuerdo de la lucha de la independencia, ora amenazándolos con otra rota si no abandonaban el cordon sanitario. Asi la congregacion apostólica, que dominaba en el retrete secreto de Fernando por medio de sus agentes, no tardó á insinuarse en el de Luis, y esperó de los sucesos que meditaba el triunfo de su causa. Y entretanto que el Papa Pio VII anatematizaba en 13 de Setiembre la sociedad de los carbonarios, y ordenaba la denuncia bajo pena de escomunion mayor, nacian en España sin ser sentidas y trasplantadas de Roma las sociedades absolutistas del Angel esterminador, de la Concepcion y otras muchas para eternizar la anarquía bajo formas distintas.

1821.

Nacimiento de las socieda

des secretas del realismo.

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