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tando al nuevo comandante general, devolvieron el baston del mando á Mina. Pero Latre, escapándose de repente para no verse obligado á sucumbir del todo y para no hallarse aislado en aquella ciudad, recorrió los lugares vecinos de mas importancia política y desplegó tanta firmeza, actividad y acierto, que logró arrastrar á la milicia nacional y á casi todos los pueblos de la provincia á la causa de la verdadera libertad. Entonces se dispuso á marchar sobre la capital: Mina, presagiando el desenlace de los sucesos, se sometió á las órdenes del ministerio, partió al punto de su destierro, y Latre entró triunfante y respetado.

La victoria de la Coruña desconcertó á lcs andaluces, que contaban con una sublevacion general para derribar la ley vigente y ampliar sus bases, como llevamos dicho. Al propio tiempo cobró aliento con ella el ministerio, angustiado por no poder oponer numerosos batallones á los rebeldes, á causa del escaso número de que constaba el éjercito, y por las penurias del erario, de dia en dia mas agotado. Al ministro de Hacienda Barata habia sucedido don Angel Vallejo, que encontró las arcas vacías y el crédito moribundo: el empréstito de doscientos millones autorizado por las Cortes solo habia producido sesenta; y obligado á admitir la oferta del estrangero, por dura que fuese, firmó las condiciones mas onerosas é injustas, cediendo á la irresistible ley de la necesidad. Reanimados ahora los secretarios del despacho con las ventajas obtenidas en las Cortes y en la Coruña, y con la estincion de la peste que habia cesado con el invierno, fijaron los ojos en el restablecimiento del orden en Andalucía, donde enviaron tropas al mando del marpues de Campoverde para mudar las guarniciones que no

habian defendido el imperio de las leyes y someter á los sublevados.

Mas el príncipe débil, que hoy se arrepentia del rasgo de atrevimiento á que ayer le habian inducido, inconstante, sin mas idea fija que su amor al despotismo, pugnando entre los amigos sabios que le aconsejaban dirigir todos sus esfuerzos á la reforma de la Constitucion con la ayuda del congreso, y los que mas conocedores de su corazon le apremiaban á fomentar las conspiraciones absoConsulta el lutistas, consultó el mensage de la asamblea con rey al Consejo el Consejo de Estado. Asi en vez de resistir á la

de Estado.

1821.

anarquía, que iba á quedar aherrojada en breves dias, cedíale el terreno para inutilizar los resultados del triunfo y hacer fluctuar contínuamente la nave pública entre cien escollos. El Consejo, donde se sentaban don Pedro Ceballos, el cardenal de Borbon arzobispo de Toledo, don Francisco Javier Castaños y otros muchos, cuya vida política hemos descrito, opinó en 29 de Diciembre con asombro general que el monarca debia ceder á las instancias de la asamblea representativa y exonerar de sus destinos á los secretarios del despacho. Y Fernando, sacrificando á unos hombres que tanto habian defendido las prerogativas de la corona, firmó el reemplazo de cuatro ministros en 8 de Enero de 1822: sin embargo el ministerio Exoneracion no quedó constituido hasta la apertura de las nuevas Cortes, y pasó el timon á manos interinas, rehusando los ahora nombrados tomar el gubernalle. Para colmo del desacierto espresaba el monarca en el decreto de exoneracion "que cedia á las circunstancias, quedando satisfecho de los buenos servicios de los ministros, de su adhesion al código político, de la lealtad á su persona y de su celo por el bien público." Apenas habia dado el rey un paso tan falso y tan funesto para la

del ministerio.

1822

tranquilidad del pais y el decoro del cetro, cuan-
do se supo que el brigadier don Salvador Sebas-
tian, nombrado por el gobierno, habia tomado el
mando de Sevilla el 9 de Enero; y que Jáure-
gui lo habia entregado en Cádiz el dia 10 á
Romarate, ínterin llegaba el coronel don Joaquin
Escario. No tardó en verificar su entrada el mar-
ques de Campoverde al frente de las nuevas
guarniciones, siendo fecibido por la milicia y por
un concurso numeroso que victoreaba al rey cons-
titucional al son de las músicas; y desterrados
los gefes militares y las cabezas del motin, se res- dalucía.

tableció la calma.

En Murcia, á pesar de los esfuerzos del gefe político Saavedra, remedáronse las demasías de Cádiz, y pronunciaron igualmente los agitadores el ridículo juramento de independencia bajo la lápida de la Constitucion. El puñal hirió á dos dependientes del resguardo que gritaron viva el ministerio, y el gefe político se salvó huyendo de los amotinados, á quienes capitaneaba el brigadier don Gregorio Piquero. Corta duracion tuvo el desorden, porque el gobierno envió de gefe político al general don Francisco Javier Abadía, que secundado por el batallon de la princesa, que era amigo de las leyes, abatió el orgullo de los independientes y los entregó á los tribunales.

Mandaba las armas en Valencia el conde de Almodovar, que de los calabozos de la inquisicion subió al poder supremo de la provincia, como dijimos, y en lo político empuñaba las riendas Don Francisco Plasencia, que desde el principio de su inando iba al hilo de la corriente. Parécenos que á semejanza de otros hombres honrados cayó en el error de creer que para cimentar una revolucion combatida por el solio necesitábase el empuje popular; y asi unido á los mas fogosos, no se opuso á la

Restablécese la calma en An

Valencia.

farsa de independencia representada á imitacion de Andalucía en 21 de Diciembre. Contrabandistas Disturbios de llenos de crímenes dirigian las asonadas de aquella ciudad, juntamente con otras personas oscuras y sin talentos: asi que al ver alterada la tranquilidad por unas cuantas cabezas acaloradas, al ver la ridiculez de sus empresas, su sed de empleos y su miedo, indignábanse los verdaderos amantes de la libertad. Convocados para esta proclamacion cuantos contrabandistas habia derramados por la provincia entera, llenáronse las calles de puñales y de trabucos, y Plasencia conoció su imprudente ligereza y se avergonzó de haber tolerado tan inicuas tramas. Al dia siguiente 22 los sublevados quisieron llevar adelante su plan: poco les importaba la victoria obtenida si no servia de hincapie para apoderarse de los cargos públicos, y para sumir en la carcel á los ricos y repartirse sus bienes, que era la version que daban á la igualdad. Pero Plasencia les opuso una muralla de bronce, y principió aquella resistencia noble y valerosa que tanto honra desde este dia su carácter. Redactó una representacion al rey contra la anarquía y á favor de las prerogativas reales, que el dia 30 firmaron la mayor parte de las autoridades, gefes militares y numerosos ciudadanos que por su propiedad, comercio, industria y luces representaban la opinion de la ciudad. Habíanse declarado defensores de las leyes el regimiento de artillería que estaba de guarnicion, y el de Zamora, á los que insultaban hombres imprudentes gritándoles: "viva Riego." Los coraceros de caballería por el contrario sostenian á los partidarios de la anarquía; y no solo en Valencia, sino en todos los pueblos de España, andaba dividida la guarnicion dirigiendo representaciones al gobierno, no obstante prohibirlo la ordenanza, unos á

favor del orden y otros de la licencia. Hija de esta discordia deberá ser la guerra civil encendida ya en tantos puntos, y acrecentada cada dia con las persecuciones injustas, con el trágala y los insultos.

La fuerza armada, apoyando á la autoridad, estorbaba á las sociedades secretas la marcha progresiva de sus conspiraciones, y alejarla equivalia á allanar el camino del triunfo. El 7 de Enero pues promovieron los anarquistas de Valencia un motin, y encaminándose al edificio del ayuntamiento, donde se hallaba el gefe político, subieron atropellándolo todo, denostaron á Plasencia y pidieron la pronta salida de los artilleros para otro punto del reino. La fuerza armada dispersó á los insultadores, tan ágiles de pies como largos de lengua; y como las leyes vigentes no autorizaban el arresto sino en muy marcados casos, y por consiguiente los delitos quedaban impunes, al dia siguiente mofáronse de los soldados de los diferentes cuerpos que celebraban su union paseando por las calles asidos del brazo. Amaneció el dia 9, y queriendo obligar á la autoridad á la proyectada salida, los milicianos mas fogosos del segundo batallon, que se componia de gente turbulenta, se posesionó del mercado y dijo que no soltaria las armas hasta ver realizados sus deseos. Almodovar y Plasencia, al frente del regimiento de Zamora y de cuatro piezas de artillería, se dirigieron á la plaza, y los sublevados tirando las armas se rindieron y fueron conducidos á la carcel. De este modo era vencida la licencia en los ángulos mas remotos de la monarquía; y el gobierno representativo se hubiera arraigado con la reforma de la Constitucion, si las pasiones dominantes del rey por una parte y su debilidad por otra no hubiesen cerrado la puerta á la esperanza..

1822

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