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pocos hombres ilustrados que contaba España. La caida de Napoleon, sabida entonces, acabó de confirmarlos en su propósito; porque si era impolítico á los ojos de algunos banderizar á los ciudadanos en presencia del enemigo comun, y se contenian con tan poderoso freno, desaparecian ahora todos los peligros despues de su destronamiento.

Seis años de revueltas y de anarquía en que la democracia habia asaltado el poder, la prensa, aunque mal dirigida, atacado los abusos antiguos, y en que habia reinado la igualdad de hecho, puesto que los individuos mas oscuros de la sociedad se adornaron con bordados y fajas, habian consumado una revolucion en la práctica, aunque en la teoría distasen los españoles de su aplicacion, gracias á la ignorancia de tantos siglos. Los cortesanos debieron haber dado mas importancia á los sucesos pasados, y haber previsto hasta qué punto podrian influir en lo futuro. Pero "proclamado Fernando, como dice Mr. Carné, por una insurreccion popular, libertado de su cautiverio por una guerra nacional, era el símbolo del odio contra Godoy y Bonaparte, y el emblema de los gloriosos recuerdos de la lucha cuya bandera habia sido; y por esta razon se creyó fuerte con toda la energía de la nacion que le rodeaba. Escapóse á la prespicacia del príncipe que los pueblos solo reinan un dia, y que en la paz que iba á seguirse era necesario recurrir á los intereses permanentes. "

Conservaron secreta la medida sancionada, y ufanos sus autores con la victoria obtenida, dedicáronse á combinar los medios que dictaba la prudencia para el dia en que saliendo á luz el decreto, sepultase las instituciones liberales bajo el pavimento del salon de doña María. El cardenal de Borbon y su ministro de Estado, limitados al escaso honor de informarse de la salud del mo

narca; sin poder alguno desde que éste tomó las riendas que le entregó la diestra de Elío, vieron pasar desde su alojamiento el torrente destructor

Inaccion del

sin oponerle diques que hubiera saltado, y con- la regencia. presidente de

tentáronse con participar á la regencia lo que pasaba. Ni cabia mayor resistencia en la flojedad de sus ánimos y torpeza de su entendimiento en un tiempo en que el ingenio mas brillante y el espíritu mas denodado hubieran temido lanzarse en aquella avenida, cuando de todas partes se derrumbaban las aguas de la adulacion á acrecer su corriente, que todo lo arrebataba.

Mientras que el rey se restablecia de un ataque de gota que habia sufrido en Valencia, acercábanse á Madrid numerosas tropas á las órdenes de don Santiago Wittingham, quien gefe de la caballería de Aragon, habia seguido á la familia real por su mandato. Y habiendo entrado en Guadalajara Wittingham el 30 de Abril, y preguntádole la regencia quién le habia ordenado acercar sus tropas á la capital, respondió que el rey, por conducto del general Elío. Respuesta era esta para romper la venda que ofuscaba á los diputados del bando reformador, y para que anteviendo el trágico desenlace fiado á las bayonetas, salvasen sus personas del peligro que corrian; mas no cabiendo en sus pechos tanta ingratitud, creíanla imposible en la naturaleza humana, y daban al desprecio y al olvido los avisos y amonestaciones de sus amigos.

1814.

Acércanse

las tropasa Ma

drid.

Sale Fernando de Valen

Custodiado por una division del segundo ejército, mandada por su general en gefe don Francisco Javier Elío, salió el rey de Valencia el 5 de Mayo en compañía de los infantes don Carlos y cey. don Antonio, de los consejeros de Valencey, y de algunos grandes de los que se habian agregado en el camino. El cardenal de Borbon y don

José Luyando recibieron orden de regresar á Madrid, sin descubrir les cosa alguna de lo que se habia resuelto. Si Fernando encontró sembrado de rosas y de arcos triunfales el terreno que mediaba desde el Fluviá al Turia, ahora, rebullendo en las poblaciones hombres turbulentos enviados por los gefes realistas, coninovian al vulgo y empujábanle para que se precipitase en los escesos. Un grito continuado de anatema á las Cortes y á las leyes promulgadas hería los oidos del rey, nientras que sus ojos miraban á la plebe atumultuada derribar y hacer pedazos con frenética alegría las lápidas que con el letrero de Plaza de la Constitucion se veían colocadas en la fachada de las casas consistoriales, ó en las plazas mayores.

Al punto que el congreso supo que el rey se acercaba á la corte madrideña envió á recibirle una diputacion de su seno, compuesta de seis individuos, poniendo á su frente á don Francisco de la Dueña y Cisneros, obispo de Urgél. Los diputados encontraron á S. M. en la Mancha y en medio del camino, y retrocediendo al pueblo inmediato para alli tributarle sus homenages, negóNo recibe se el monarca á darles audiencia, y mandóles paá la diputacion sar á Aranjuez, huyendo todo contacto con los representantes del pueblo.

de las Cortes.

rai de Madrid.

Fernando nombró capitan general de Castilla Eguía gene la Nueva á don Francisco Eguía, que tambien habia precedido al rey en la Corte con la division del ejército de Elío que mandaba, y le destinó para ejecutar el golpe de estado que habia de reducir á polvo al código de Cádiz y á sus admiSa carácter. radores. Era Eguía conocido por su ignorancia y rancias ideas, llegando su apego á la rutina y á las antiguas usanzas á tal punto, que llevaba el cabello recogido y atado por detras como en tiempo de Carlos III, por lo que le daban el nombre

(*Ap. lib. 7. núm. 7.)

de coletilla. Su odio era tan inestinguible como implacable su venganza; y amaba la inquisicion no solo porque era fanático, sino tambien porque le parecia el instrumento mas útil para sostener el despotismo. Apenas llegado á la corte, recibió Eguía una real orden, juntamente con la lista de los diputados del congreso y demas personas que debian ser arrestadas (*): al cardenal de Borbon se le mandó retirar á su diócesis de Toledo, y al ministro don José Luyando se le señaló por destierro el departamento de Cartagena, como oficial de marina que habia sido. Precedidas estas siniestras señales, y llegada la noche del 10 al Mayo de 1814. 11, auxiliado en Madrid Eguía por algunos oficiales de la guarnicion, constituyóse en casa de don Joaquin Perez, diputado americano de la Puebla de los Angeles, y actual presidente de las Cortes, y le notificó de orden del rey que estas quedaban disueltas y finalizados sus trabajos: la fuerza armada se apoderó del edificio en que el congreso celebraba sus sesiones, y el archivo fue cerrado y sellado. El presidente de la asamblea nacional era uno de los Persas que habian autorizado con su nombre la representacion dirigida al rey, y escuchó con sumo agrado el decreto notificado por Eguía, pues ya de antemano poseía la clave de lo que se trataba (*). No tardó en recibir en premio de sus servicios una initra comprada á costa del honor y de la fé que habia jurado al fijar sus plantas en el santuario de las leyes, cualquiera que fuese su opinion política y sus deseos.

Bajo el mando del mismo general, y asistidos por numerosas bayonetas, encarcelaban tambien á aquellas horas y con el mayor silencio los jueces de policía don Ignacio Martinez de Villela, don Antonio Alcalá Galiano, don Francisco Leyva y don

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Noche del 10

de Mayo.

(* Ap. lib. 7. núm. 8.)

miento de los

diputados.

Jaime Alvarez de Mendieta, algunos de ellos diputados, á varios ciudadanos distinguidos por su rango y por sus talentos. Tales fueron los regentes don Pedro Agar y don Gabriel Ciscar, los ministros don Juan Alvarez Guerra y don Manuel García Herreros, el capitan general Villacampa, Encarcela y los diputados de ambas Cortes don Diego Muñoz Torrero, don Agustin Argüelles, don Francisco Martinez de la Rosa, don Antonio Oliveros, don Manuel Lopez Cepero, don José Canga Argüelles, don Antonio Larrazabal, don Joaquin Lorenzo Villanueva, don Miguel Ramos Arispe, don José Calatrava, don Francisco Gutierrez de Teran, don Dionisio Capáz y don Miguel Zumalacarregui. Sufrieron igual suerte el célebre poeta don Manuel José Quintana, el inmortal actor don Isidoro Maiquez, el conde de Noblejas, su hermano don Narciso Rubio, don Juan O-Donoju y otros varios. Presentáronse espontáneamente en la carcel al saber que los buscaban los diputados don José Zorraquin y don Nicolás García Page; y fueron presos al dia siguiente don Ramon Felíu, don Antonio Bernabeu y don Joaquin Maniau. Encerraron á los presos en el cuartel de guardias de corps y en otras cárceles de la corte, sumiendo á muchos en calabozos estrechos é inmundos, faltos de luz y de aire, y aumentando con el sarcasmo y la crueldad la amargura de su estado. Negóse con laudable entereza á verificar los arrestos el antiguo magistrado valenciano don José María Puig, varon moderado y enemigo de las pasiones destempladas que se disputaban el mando.

Estendiéronse las proscripciones á las provincias, y entre otros fue conducido á Madrid el esclarecido vate y elocuente escritor don Juan Nicasio Gallego, arrestado en Murcia por su furibundo obispo, con otros ilustres diputados que habian

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