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tinguíase entre todos el de Francia, conde de Lagarde, que trabajó sin descanso en imprimir á los sucesos el curso convenido, no obstante que desde los primeros pasos tropezó en un muro invencible que no habia pensado encontrar. El conde, sorprendido con tan poderoso estorbo, no desmayó, y aconsejó siempre que se aprovechase el abortado levantamiento de la guardia para moderar las bases del código de 1812, como deseaba la Francia, y como el mismo Fernando habia prometido. El cuerpo diplomático, cuya mayoría solo deseaba un dique al torrente que se despeñaba contra España, apoyó las elocuentes razones de Lagarde, porque solo de este modo podian amalgamarse los intereses opuestos, y realizarse la ventura del pais. Fernando no contradecia en presencia de los repre sentantes de sus augustos aliados las incontestables verdades que fluían de la boca del honrado embajador, pero á sus espaldas se entendia en secreto con Córdoba, Salcedo y demas cabezas de la conjuracion, y si hemos de creer una revelacion de alta esfera ó juzgar por los resultados, esplicábase francamente deseoso de recobrar el cetro de hierro.

Aquellos cortesanos que habian trabajado en favor de la enmarañada urdimbre con miras moderadas, creyendo que se cumplirian los conciertos que se habian tenido, reconocieron el error en que habian estado, y entibióse su celo presagiando que á una plaga se sustituiria otra. No menos crítica era la situacion de los ministros, que se veían envueltos en un laberinto sin salida, y donde se habian perdido de buena fé en busca de la salvacion de la patria. Engañados y vendidos por un conjunto de intrigas inconcebible, debian considerarse como las víctimas destinadas al sacrificio, cualquiera que fuese la enseña henchi

Buenos ofi cios del embajador francés.

Opinion de Fernando.

Situacion de los ministros.

1822.

Andalucía.

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da por el próspero viento de la victoria. Hijos y amantes de la libertad hubieran preferido perder la vida á mancillarla asintiendo á los fines del despotismo; pero tampoco podian desear el triunfo de la anarquía, porque en su dominio encerrábase la ruina propia. De aqui nacieron sus esfuerzos para reducir el rey al camino de la razon: mas la cabeza del príncipe, inflamada con el incienso de los palaciegos, desdeñaba los medios conciliadores, y únicamente halagaban sus oidos las lisonjas de los que le persuadian que una compañía de la guardia bastaba para restituirle á su pristino poderío. Desgraciadamente se atropellaron las insurrecciones militares para acrecentar su error: en Castro del Rio se sublevó en 25 de Junio la

Sediciones de brigada de carabineros, bajo pretesto de que las Cortes la habian estinguido; y sabida en Córdoba la noticia, rebelóse igualmente el regimiento de la milicia activa de aquella ciudad emprendiendo el camino de Castro, en union con los paisanos que de Lucena y otros puntos corrian á aumentar el número de los rebeldes. Mandaba las fuerzas insurreccionadas el coronel don Juan Espinosa de los Monteros; y volando en alas de la fama la nueva del pronunciamiento, pintóse en los reales salones con colores exagerados, y creyeron los cortesanos que Andalucía entera caía sobre Madrid proclamando la soberanía del monarca. Mas de Sevilla salieron tropas y artillería á las órdenes del mariscal de campo don Tomas O-Donojú en persecucion de Espinosa y los suyos.

Divulgada la partida de los batallones de la guardia, volvieron á ponerse sobre las armas la guarnicion y la milicia. Los regimientos del infante don Carlos, de Almansa y de la Princesa habíanse en la apariencia decidido por la Constitucion, no obstante que muchos de sus oficiales,

y principalmente el coronel del primer cuerpo, estaban comprometidos en el plan de los guardias; y la artillería, situada en su cuartel y sostenida por los granaderos de la milicia madrideña, defendia el flotante pendon de las libertades públicas. De los militares sueltos que se hallaban en la corte, y de los paisanos y empleados que se habian mostrado mas ardientes defensores de las leyes vigentes, formóse una especie de batallon, que tomó el nombre de sagrado, bajo las órdenes de don Evaristo San Miguel. Las milicias voluntarias de los pueblos vecinos volaron al socorro de sus compañeros, engrosando el número de los defensores de la causa constitucional; y los generales don Francisco Ballesteros, don Miguel Alava, don Rafael de Riego, y el brigadier don Juan Palarea presentáronse al conde de Cartagena ofreciendo igualmente su brazo y su espada en apoyo del código gaditano. Asi gracias á la sed de tiranía del artífice principal de la trama, las armas liberales tuvieron tiempo para organizar la resistencia, y aun bloquear hasta cierto punto la morada real; y declarada la lucha entre los cortesanos y los nacionales, horrible debia ser el combate y funestas sus consecuencias.

El cuadro de humillacion y desorden que se descubria en lo interior del palacio despertaba serias reflexiones sobre la suerte futura de España. Los sublevados llenaban las galerías y los corredores: los criados de la servidumbre les distribuían oro á manos llenas, botellas de vino y paquetes de cigarros habanos; y las damas y mozas de retrete dispensábanles mil finezas para inflamar sus almas. Todo era gritos, confusion, algazara: andaba olvidado el respeto al antiguo domicilio de los monarcas de ambos mundos: rota la disciplina por las alas del favor, levantábase la osadía hasta la altu

Desorden en el real alcázar.

toal ministerio.

.

ra de la insolencia, y bajo la salvaguardia de la conjuracion aspiraban á igualarse con las personas mas condecoradas.

El ayuntamiento, reunido en las casas de la Panadería y sostenido por la milicia que se habia posesionado de la plaza de la Constitucion, dirigió al ininisterio el siguiente oficio.

"El ayuntamiento constitucional de esta villa, ocupado dia y noche en la conservacion de la tranquilidad de esta capital, despues de haber tomado Oficio del cuantas medidas ha creido oportunas para repeayuntamien er á viva fuerza la agresion de los cuatro batallones de la guardia real, ha juzgado muy propio de su deber elevar á la consideracion de VV. EE., con la debida reserva, que temiendo; como temen, que los dos batallones situados en la plazuela de palacio fuercen al gobierno á que autorice medidas diametralmente opuestas á la libertad que todos hemos jurado defender, ofrece á VV. EE. un asilo en el local de la casa de la Panadería, sita en la plaza de la Constitucion, adonde se acaba de trasladar como punto muy céntrico, y á proposito para llenar sus deberes. Dios guarde á VV, EE. muchos años. Casas consistoriales de la Panadería 2 de Julio de 1822.-Los alcaldes constitucionales: el marques de Santa Cruz: Rodrigo de Aranda. Excelentísimos señores secretarios del despacho."

los ministros.

Los ministros respondieron al ayuntamiento: Respuesta de "Los infrascriptos secretarios del despacho han recibido con suna gratitud la oferta que les hace el excelentísimo ayuntamiento de esta heróica villa; pero creen que su deber y su honor no les permiten abandonar su puesto ordinario en estas delicadas circunstancias; y el excelentísimo ayuntamiento puede estar seguro de que en ningun caso podrá verificarse el que autoricen medida algu-;

na contraria á la Constitucion.-Dios guarde á V. E. muchos años. Palacio 2 de Julio de 1822.Siguen las firmas. "

Representa Icion de 40 di

putados.

La diputacion de provincia dirigió á S. M. enérgicas instancias para que abandonando á los sublevados se trasladára á otro edificio defendido por las bayonetas de los hombres libres, y lejos de aparecer cabeza de una conspiracion, fuera el padre de todos los ciudadanos. Lo mismo pidieron á la diputacion permanente de Cortes en una representacion firmada el 3 cuarenta diputados, entre quienes figuraban los nombres del duque del Parque, Riego, Galiano y Beltran de Lis: concluían solicitando que se nombrase una regencia en el caso de que el rey perinaneciese al frente de los insurreccionados. Mas la diputacion, empeñada en las vias conciliadoras y de templanza, deseaba solamente llevar á cabo la transaccion proyectada para evitar la efusion de sangre, y afianzar bajo bases sólidas el imperio de las leyes. El Consejo de Estado recibió en aquellos dias varias notas rubricadas por el príncipe y no autorizadas por sus ministros, pues sin consultarlós habíalas redactado bajo la influencia de sus consejeros secretos. En la primera prevenia que se procurase transigir con los del Pardo: en la segunda, de la que pronto volveremos á hablar, los disculpaba, manifestando que la sublevacion de la guardia real habia nacido de los peligros que corria su rey; é invitaba despues al Consejo para que deliberase sobre la cuestion de si no estando garantida su vida quedaba disuelto importantes. el pacto social y entraba de nuevo en la plenitud de los derechos que gozaba antes de jurar en Marzo de 1820 el código gaditano. La tercera embebia una enérgica acusacion contra Riego por haber regresado á la corte sin real licencia, pues aunque hubiese sido nombrado diputado, no por

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