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guardias.

eso habia perdido el carácter de militar. Respondió el Consejo recordando el juramento que habian prestado sus individuos á la Constitucion: expuso que en el caso de haberse roto el pacto social, no lo habia roto la nacion; y aconsejó á S. M. que saliese del estado humillante y peligroso en que se hallaba con una providencia pronta y digna del trono. Negociacio- Entre tanto continuábanse las negociaciones con nes con los el brigadier conde de Moy, antiguo oficial de guardias walonas, que habia tomado el mando de la guardia sediciosa: los oficiales del cuerpo don Julio de 1822. Luis Mon y don Fortunato Flores vinieron el 3 del Pardo á consecuencia de lo propuesto por el conde á conferenciar con los ministros, y tuvieron públicas y secretas entrevistas con el monar ca. Los secretarios del despacho ofrecieron á los comisionados conservar la guardia real en el estado que ahora tenia, prescindiendo del decreto de las Cortes, con la única condicion de que partiese á guarnecer á Toledo y á Talavera de la Reina. Convinieron los comisionados, y el ministro espidió el siguiente decreto.

I Convenio que no se cumple.

"Excmo. señor. A consecuencia de cuanto V. E. manifiesta en oficio de este dia, que me han entregado don Luis Fernando Mon y don Fotunato de Fores, y despues de cuanto los mismos han manifestado personalmente al rey, ha tenido á bien S. M. mandar que de los cuatro batallones de los regimientos de la guardia real de infantería que se hallan en el real Sitio del Pardo, se trasladen dos á Toledo y dos á Talavera de la Reina, cuyo efecto digo lo conveniente al comandante general de este distrito, coronel interino de los dos regimientos de la guardia real de infantería, á fin de que dé las órdenes correspondientes; acompañándole los convenientes pasaportes, dados por el mismo comandante general, debiendo emprender

á

desde luego el movimiento para dichos puntos, avisándome haberlo asi ejecutado, para noticia del rey, que al mismo tiempo espera de su amor y lealtad á su real persona, de V. E., oficiales y tropa que componen los citados batallones, que esta su real voluntad será cumplida inmediatamente. Y de orden del rey lo digo á V. E. para su cumplimiento. Dios guarde á V. E. muchos años. Palacio 3 de Julio de 1822.-Luis Balanzat.Señor comandante de los batallones de la guardia real de infantería situados en el real Sitio del Pardo."

El mismo dia de la conferencia de los comisionados, 3 de Julio, espidió el rey por sí una orden al ministro de la Guerra mandándole convocar para aquella tarde una junta compuesta del ministerio, del Consejo de Estado, del gefe político, del comandante general y de los gefes de los cuerpos del ejército permanente; en cuya junta debia examinarse la nota que acompañaba, y que, como hemos insinuado al hablar del Consejo de Estado, agitaba la cuestion de si no estando garantida su vida, quedaba ó no disuelto el pacto social, y entraba de nuevo en la plenitud de sus derechos. No era la intencion de Fernando seguir el rumbo que le trazase aquella junta, pues solo deseaba reunir todas las autoridades en palacio para apoderarse de ellas é imprimir á los sucesos el sello de su voluntad absoluta: plan vaciado en el molde del desgraciado Vinuesa, que Fernando reprodujo ahora porque se habia grabado fuertemente en su imaginacion, y porque el dolo siempre agradaba á su alma. Mas los ministros, ó bien adivinasen el misterio, ó bien sujetos al artículo de la Constitucion que declara al Consejo de Estado único Consejo del rey, se opusieron á la reunion indicada, y contentáronse con pasar á los consejeros de Estado el documento referido (*).

1822.

(*Ap. lib. 10. núm. 4.)

Morillo.

Todo presentaba un carácter original; y para admiracion del mundo un mismo hombre mandaba el ejército de los liberales y de sus contrarios: el primero como general de Castilla la Nueva, y el de los segundos como coronel de la guardia. Unas veces volaba al Pardo á negociar con los rebeldes, y al ver su indomable orgullo y sus condiciones inadmisibles, tratábalos de destructores de la patria; y otras regresaba al parque de artillería y se irritaba contra los hombres imprudentes que habian conducido la nacion al borde del precipicio. Enemigo del despotismo, se indignaba contra los que querian dar movimiento á su Carácter de carro de hierro: enemigo de la anarquía, traspasaba su corazon la idea de que se aprovechasen del triunfo de la libertad los genios inquietos, y rompiesen con sus propias manos el cabello con que todavía estaba atado su indomable furor. Combatido por tantas dificultades, execraba á los partidarios furibundos de uno y otro lado que frustraban los planes de salvacion; y cuando Riego le propuso atacar á la guardia real, el conde de Cartagena, con una sonrisa irónica y amarga, le Sudiálogo con preguntó: "¿Y quién es usted? - El diputado Riego. Riego, contestó éste sorprendido de la pregunta. Pues si usted es el diputado Riego, replicó Morillo en el mismo tono de desprecio, vaya usted al congreso, que aqui no tiene nada que hacer."-Y le volvió la espalda. Entonces Riego dirigiéndose á sus amigos esclamo: "La libertad se pierde hoy: estamos rodeados de precipicios:" y al oir estas palabras corrió la voz por las filas de la milicia de que los vendian. Mas el conde de Cartagena ni escuchaba el rugido de las pasiones, ni los riesgos y la muerte eran poderosos á sufocar el grito de su conciencia. Ansiaba sacrificarse en las aras de la felicidad pública, no en las de un partido.

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En medio de la embriaguez de sus dulces esperanzas, no dejaban de despedazar el corazon del rey los nas atroces tormentos: la debilidad y la cobardía de su carácter pugnaban con sus deseos. Y aunque creía segura la victoria, amargábale la idea del peligro, idea que no cabe en el corazon de un príncipe afeminado y adormecido siempre á la deliciosa corriente de fáciles placeres. De aqui la inconstancia de sus resoluciones, que tan pronto tendian á la paz y á la fusion de los bandos opuestos, como á la pelea y al rompimiento: su hermano don Carlos, tan queridó siempre de su corazon, era el que mas ascendiente conservaba sobre su ánimo: la reina Amalia, enferma, aterrada, y respetando siempre la voluntad del cielo, no era á propósito para suavizar las penetrantes punzadas que desgarraban el pecho de Fernando. Parecia meditabundo, abismado en un mar de confusiones, víctima del ciego egoismo, que haciéndole olvidar las dulzuras domésticas, recordábale solamente los azares que corria su vida. Rodeábanle el duque de Castro Terreño, los marqueses de Castelar, Casa Sarria, las Amarillas, los generales Longa, Aymerich, Saint-March y otros inuchos cortesanos divididos entre sí, y que aconsejaban al monarca segun el hilo de sus deseos. Unos apoyaban el proyecto de dos cámaras, otros halagaban la propension natural de S. M. á la tiranía. Los cuatro batallones sublevados, recibida la orden de trasladarse á Toledo y á Talavera de la Reina, parecian prontos ya á obedecerla y ponerse en marcha; pero sea por conviccion propia, ó por mandato del rey, Córdoba se opuso al convenio, arrastró con la elocuencia que le era natural á sus compañeros, y todo quedó deshecho. Asi transcurrieron los dias sin entenderse, sin conseguir el objeto deseado.

El príncipe y sus íntimos amigos habian espe rado en vano un movimiento en los barrios bajos de la villa, que se retardó por incidentes no previstos; y cediendo, ó quizás fingiendo ceder á las prudentes y enérgicas reclamaciones del conde de Lagarde, titubearon primero, y aparentaron despues veJulio de 1822. nir á un arreglo conciliatorio en la mañana del 6. Estipulóse la reforma de la Constitucion dividiéndose en dos cámaras el cuerpo legislativo, y dando á la corona el poder necesario para sobreponerse á las sociedades secretas, y guardar armonia con los estamentos. Mas los absolutistas, que abundaban en palacio, divulgaron aquel dia que los carabineros y provinciales que habian ondeado en Castro del Rio el estandarte real engrosados con mayores fuerzas habian penetrado en la Mancha y se acercaban á la corte. Los que habian negociado la conciliacion á fuerza de afanes y de sudores, hallaron por la tarde cambiada la escena: el príncipe, sombrío y misterioso, se esplicó por rodeos, pero dejó entrever que no prevalecia el acuerdo tomado, y que se habia conformado con otro plan distinto. En su consecuencia los liberales, que hasta alli habian abrazado la defensa de S. M., desesperaron de la salvacion del gobierno representativo sino sostenian la bandera treinolada en el interior de la villa: sin embargo conservaban todavía esperanzas por la inconstancia misma de Fernando, y convinieron en no precipitarse. Los secretarios del despacho habian consultado varias veces al Consejo de Estado á fin de que propusiese las medidas oportunas para salir del abismo, y el Consejo habia contestado en sus consultas de los dias 4 y 5 que no hallaba medio alguno honroso de terminar el negocio, sin que antes obedeciesen los cuatro batallones del Pardo la orden de partir á Toledo y á Talavera, y los otros dos regresasen

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