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pues aunque no admitió el cargo, pudo haberlo admitido, y porque la eleccion probaba el alto concepto de liberal que gozaba entre los electores. Verdad es que las sentencias judiciales no se cumplian cuando eran favorables á los reos. Acusaron al presbítero don Juan Antonio Lopez de haber aplaudido las ideas liberales en las galerías de las Cortes, y habiendo el acusado probado completamente su inocencia, falló el juez que se le pusiese en libertad, sirviéndole de pena la carcelería sufrida; mas Fernando decretó en 17 de Noviembre "que no se conformaba con que se le pusiese en libertad, y que se le recluyese en un convento por seis meses:" destináronle al de Carmelitas de Pastrana. El delito de haber prodigado aplausos á los amigos de la libertad en las galerías de las Cortes era enorme; dígalo sino la ruidosa causa del Cojo de Málaga.

Llamábase este desgraciado Pablo Rodriguez, y los cargos del proceso reducíanse á su asistencia contínua á la galería pública del congreso, donde aplaudia los discursos de los defensores de la civilizacion del mundo; y el haber concurrido á una música dada á varios diputados de las Cortes ordinarias, de cuya música suponíanle autor y cabeza, despues de calificarla arbitrariamente de asonada. Los celadores de las galerías negaron los hechos, y no hubo un solo testigo que declarase contra el reo: sin embargo el alma negra de Vadillo, alcalde de Casa y Corte, condenó á Rodriguez á la muerte afrentosa de horca. Notificada la sentencia, y puesto el reo en capilla, el embajador inglés Vaughan se presentó al ministro de Estado, y le recordó la palabra que el rey habia dado en Valencia de que ninguno sería castigado con pena capital por opiniones políticas anteriores á su vuelta. Las instancias del embaja

1814.

La del Cojo de Málaga.

dor fueron tan vivas como duro el corazon del rey; y no atreviéndose á dejar desairado al inglés, aguardó al último momento para otorgar la gracia. En efecto, levantada la horca, caminaba el sin ventura Pablo Rodriguez por la carrera luchando con las agonías de la muerte; y ya pisaba la plazuela de la Cebada, sitio de la ejecucion, y hería sus ojos el vil patíbulo, cuando llegó una orden de Fernando conmutando la pena capital por la de (* Ap. lib. 7. presidio indefinido en Carracas (*). Ya entonces núm. 17.) habia el reo apurado entero el caliz de amargura y padecido todos los tormentos y tribulaciones de la muerte.

Antillon.

Y cuántas víctimas costaron aquellas persecuciones! El sabio geógrafo don Isidro Antillon yacía en el lecho enfermo y casi moribundo; allanaron su casa los esbirros de la tiranía, y notificáronle el auto de la prision. En vano espuso el estado doloroso en que se veía; atropellaron las leyes de la humanidad, y espiró Antillon en su amarguísimo tránsito á la carcel de Zaragoza. Tambien murió en su dilatado cautiverio á manos del dolor y la tristeza el diputado don Antonio Oliveros.

El padre Castro, fraile del Escorial, habia denunciado en su Atalaya de la Mancha, como llevamos dicho, la existencia de una Constitucion secreta de las Cortes, invencion grosera de su malvado corazon. Al decir de! impostor, titulábase: "Constitucion secreta que tenian formada las Cortes contra la soberanía de nuestro amado monarca el señor don Fernando VII, santo tribunal de la inquisicion, regulares, gobierno y todo establecimiento de piedad." Procesóse por ella á varios diputados, entre ellos al conde de Toreno, suponiendo que querian establecer la república; y cual si no bastase aquella ridícula máquina de mentiras,

Mentira ri

inventaron los jueces del proceso que los miemin-
bros del conciliábulo descubierto usaban de cier-
to distintivo. Dióles pie para la fábrica de su im-
postura el haber encontrado entre los papeles del
comisario de guerra don Narciso Rubio cierta dícula,
medalla de oro con una estátua de esmalte, que
representaba la monarquía española con corona de
castillos; otra de laurel en la mano, y un leon á
los pies con trofeos militares, en cuya orla se leía;
benemérito de la patria en grado heróico," y
en el pedestal, "ser libre ó morir." La Atalaya
se dió prisa á copiar adulterada la referida meda-
lla, y los furibundos jueces alborotaron la corte con
el ensueño de una república cuyo principal fun-
damento estribaba en la medalla, galardon que la
junta de Valencia concedió en 1808 á Rubio en
premio de sus servicios. Los inventores cargaron
con la ridiculez consiguiente á la importancia que
habian dado al asunto.

La injusticia era tan clara que á muchos diputados que en sus respuestas á los cargos de sus causas acriminaron á personas que gozaban de la privanza del rey, destináronlos á reclusiones y encierros para cortar el proceso, sin oirles ni darles defensa: en este número se contaron el padre Fr. Juan Rico y el presbítero don Antonio Bernabeu, porque los castigos eran solamente para los proscritos, y las recompensas para los proscriptores.

Premios á los

En medio de tanta tribulacion, desterrados y encadenados el mérito y el valor, alzaron su cabeza los sujetos de menos valía, y como dice Tá- delatores. cito, "los delatores secretos, linage de hombres nacido para la pública ruina, y nunca bastantemente refrenados con penas, eran entonces halagados con premios." (*) A don Antonio Lastres, vecino de Velez Málaga, "por el mérito que contrajo en delatar la reunion que se formaba en el 8

T. II.

(* Ap. lib. 7.

núm. 18.)

(* Ap. lib. 7. núm. 19.)

café de Levante de esta corte, cuyos cómplices han sido sentenciados á presidio," se le concedió la plaza de fiel de la casa matanza de Málaga por decreto de Fernando (*). Asi es que ni los secretos de la amistad, ni el sexo, ni la hermosura escapaban de la red que el despotismo tenia tendida: doña María Villalba en un momento de imprevision habia escrito una festiva carta refiriendo algunos lances amorosos del rey que andaban en boca de todos sus cortesanos. Quebrantada la religion del correo, denuncióse el papel de la desgraciada señora, que arrastrada á una prision inmunda hubiera espiado en el cadalso su inesperiencia como pedia el fiscal, á no haber intercedido cuando el monarca visitó aquella carcel una persona de suma influencia, y arrancádole la conmutacion de la pena.

Despues de haber firmado la inhumana circular del dia de San Fernando contra los llamados afrancesados, asistió el rey á un magnífico baile y suntuosa cena dada por el embajador inglés, cual si se gozase en los infortunios de la pobre España. Y en el momento mismo en que S. M. hacia pedazos las nuevas leyes discutidas por la nacion, y las antiguas sancionadas por los príncipes sus progenitores, deseando los ministros fascinar á los americanos y sujetarlos á la argolla, escribian á Circular á las provincias de Ultramar: "S. M. ha ofrecido á sus amados vasallos unas leyes fundamentales hechas de acuerdo con los procuradores de sus provincias de Europa y América; y de la próxima convocacion de las Cortes, compuestas de unos y otros, se ocupa una comision nombrada al intento. Aunque la convocatoria se hará sin tardanza, ha querido S. M. que preceda esta declaracion, en que ratifica la que contiene su real decreto de 4 de este mes, acerca de las sólidas bases sobre las cuales ha de

América.

fundarse la monarquía moderada, única conforme á las naturales inclinaciones de S. M., y que es el solo gobierno compatible con las luces del siglo, con las presentes costumbres, y con la elevacion de alma y carácter noble de los españoles." (*) Mentira y amarga ironía con que despues de haber seducido y engañado al pueblo español, se queria atraer á las colonias americanas para que renunciasen el proyecto de su independencia, y enredadas en la red tendida, arrastrasen dos mundos las cadenas de la tiranía.

Festejó tambien al rey con un concierto el ayuntamiento: y los cabildos eclesiásticos apresuráronse á enviar comisionados á la corte para que felicitasen al monarca por el nuevo rumbo que habian tomado los negocios. En efecto, por el decreto de 21 y circular de 27 de Mayo habíanse abierto de nuevo y de par en par las puertas de los conventos, devolviendo á sus moradores, sin consultar al Consejo, los bienes nacionales vendidos tanto por el príncipe José, como por el gobierno de Cádiz; y no solo se habia despojado á los compradores de su propiedad, sino que malogrando ocasion tan propicia habíanse puesto en olvido las medidas negociadas con la Corte de Roma en el reinado anterior, con el doble objeto de amortiguar la deuda y de restablecer la disciplina eclesiástica; y llamábase en el decreto á los que habian efectuado tales reformas bárbaros opresores de la patria.

La inquisicion abolida por las Cortes en la isla gaditana, y por los franceses en Madrid, y en ningun punto de Europa restablecida, oponíase á las luces del siglo y á las regalías de la corona, que tantas veces habia menoscabado á pesar de los esfuerzos de ímprobos magistrados. Al ver estinguido un cuerpo rival en ciertas prerogativas del

:

(* Ap. lib. 7. núm. 20.)

1814.

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