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trono mismo, necesario era estar agitado por un vértigo horroroso para pensar en levantarle á su antiguo poder. Un ministro estrangero, á quien no tardaremos en observar al frente de los estimuladores de la discordia civil, y á quien por sus innobles manejos mandaron salir del puerto de Cádiz las Cortes, como dijimos en el libro anterior, vuelto ahora á su destino, inspiró á Fernando la idea de su restablecimiento. Era este el nuncio Gravina, que llevado de sus crueles sentimientos y aguijado por el deseo de la venganza, cuya espuela era la mas poderosa para su alma, habia atizado desde pais estraño la fragua de los realistas. Pero queriendo el rey dorar con el colorido de la justicia tan negra providencia, consultó al Consejo, á los obispos, tribunales y establecimientos literarios: los menos tímidos respondieron esponiendo los peligros de abrir tan terrible lucha con la ilustracion actual, y los mas cautos guardaron profundo silencio. El Consejo de Castilla quiso antes oir á los fiscales, que reunieron infinitas noticias para probar las demasías del santo oficio, y las ventajas de mantener cerrado su alcázar. Pero la nueva habíase entre tanto derramado por la nacion entera, escrita por el nuncio del Papa á los prelados regulares: los conventos vomitaban esposiciones piRestableci- diendo las hogueras y los autos de fé; y el rey, miento de la sin aguardar la respuesta del Consejo, firmó en 21 de Julio el famoso decreto que resucitaba el exe(*Ap. lib. 7. crable tribunal (*) de la intolerancia, creado en siglos de barbarie para oprobio del género humano, cuya sangre inocente derramó á raudales. Ostalaza felicitó á Fernando por la resurreccion del tribunal impío en los términos siguientes:

inquisicion.

1814.

núm. 21.)

"Apenas ha vuelto V. M. de su cautiverio, y ya se han borrado todos los infortunios de su pueblo. La sabiduría y el talento han salido á la

pública luz del dia, y se ven recompensados con los mas grandes honores; y la religion sobre todo, protegida por V. M., ha disipado las tinieblas, como el astro luminoso del dia. ¡Qué honroso es para mí, señor, verme en presencia del mayor de los monarcas, del mejor padre de sus vasallos, del soberano mas querido de su pueblo...!"

Restablecidos igualmente los Consejos Real y de Estado, y los demas en su antigua forma; abolida la contribucion directa y reemplazada por las primitivas que se cobraban en 1808, tornó la administracion al embrollo y al desorden. A la division territorrial y á las diputaciones de provincia sustituyeron otra vez los capitanes generales con sus facultades omnímodas, acumulando á la plenitud de su autoridad militar y administrativa la presidencia de las chancillerías y otras funciones judiciales. Y como se habia echado mano de los realistas mas exaltados para llevar á cabo la reaccion, en algunos puntos habíanse convertido en verdaderos tiranos del reino. Bastaba para agradar á la Corte oprimir con todo género de tropelías á los que habian profesado opiniones liberales, y molestarlos y aherrojarlos despues de haberlos tratado villanamente. Y el mismo Fernando, que mantenia correspondencia autógrafa con el gobernador de Cádiz don Juan María Villavicencio, encargábale que abatiese el orgullo de aquel pueblo díscolo, y suavizase su aspereza con la horca y el terror.

Ninguno ha retratado en una sola pincelada el gobierno de Fernando VII con tanta verdad como Mr. Carné. "La España, dice, ha pasado en menos de medio siglo de los dias de envilecimiento en que un anciano monarca entregaba á su favorito el honor de su tálamo y el de su nacion, á las humillantes alternativas de ese reinado de

Antonio Pas

cual.

egoismo y de imprevision, que fue siempre facil delante de la fuerza, é inexorable delante de la debilidad, como si el príncipe, cuyo cetro salió de una revolucion de palacio para abismarse en otra, no tuviese en sus venas ni la dulce sangre de San Luis, ni la noble sangre de Luis XIV." Presidido el gabinete por este pensamiento de no transigir nunca con el vencido y postrarse ante el vencedor, erigió en sistema las proscripciones, y el reino entero fue teatro de horrorosas crueldades fraguadas en el cuarto de un infante de Castilla, ó en la Tertulia del antecámara del rey. Reuníanse en la habitacion de in fan te don S. A. R. el señor don Antonio, hombre ignorante é inhumano, como en otra parte apuntamos, los atletas nas encarnizados del bando absolutista. Figuraban en primer término don Pedro Gravina, nuncio del Papa, don Blas Ostalaza, confesor del infante don Carlos y delator de sus compañeros los diputados, Escoiquiz, el duque del Infantado y otros grandes y ministros. Un corazon de tigre, audacia y mucho tacto en el arte de la intriga distinguian al nuncio apostólico, alma de aquella tertulia, , que solo respiraba sangre y venganza. El confesor de don Carlos sobresalia por sus costumbres inmorales y su hipocresía y adulacion. Escoiquiz ha dicho que Ostalaza despues de rezar maitines con el hermano del rey, bendecirle la cama y rociarla con agua bendita, salia de palacio, envuelto en su capa, á buscar aventuras amorosas; y mas adelante veremos confirmados con creces sus vicios. Y estos consejeros de siniestro augurio no eran los únicos que influían en la suerte de la desventurada patria: otro poder mas terrible se levantó á sus espaldas, y los destruyó á todos cuanLa camarilla. do apareció dentro de poco la Camarilla, asi llamada, porque tenia este nombre la antesala de la cámara real, donde al pie de la campanilla de su

amo descansaban los criados de la baja servidumbre que estaban de guardia.

y

Arbitra de los destinos y de los tesoros del Estado, al que humillaba destruía con sus amaños, componíase del referido don Blas Ostalaza, del duque de Alagon, de Ramirez de Arellano, de don Antonio Ugarte, ascendido del puesto mas humilde á los salones de palacio, y de Pedro Collado, llamado Chamorro, natural de Colmenar Viejo, que de aguador de la fuente del Berro se encumbró á la servidumbre de Fernando cuando todavía era príncipe de Asturias. Su lenguaje truhanesco y su cómica garrulidad mereciéronle algunas confianzas del príncipe, é iniciado en la conspiracion del Escorial, estuvo preso é incluido en la sentencia de aquella causa, como habrá observado el lector en el apéndice respectivo. Habia servido entonces Chamorro de espía de los demas criados, y celaba tambien la cocina por encargo de Fernando, que temia le envenenasen la comida. Sentado en el solio el hijo de Carlos IV y María Luisa, creció el favor de Chamorro, y habiendo acompañado al monarca á Valencey, y elevádose á confidente íntimo, regresó á España convertido en favorito. De tal suerte habíase el rey acostumbrado á las gracias y libertades de su criado, que no podia vivir sin su compañía; y en mas de una ocasion esta planta humilde, pero venenosa, carcomió las raices y abatió los cedros mas escelsos. Si al recorrer los años, cuyo cuadro trazamos, vemos cruzarse las intrigas mas torpes, y no les encontramos significado alguno político, preciso será buscar la solucion en el recinto del gabinete real, donde lejos de todas las miradas se ataban los hilos de la red en que enredados los ministros caían y se levantaban segun el impulso de los actores. Alli entre el humo de los cigarros y la risa

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Chamorro.

que escitaba el lúbrico gracejo de una frase improvisada, entre las esperanzas de unos labios de coral, ó el irónico recuerdo de los diputados populares, á quienes se daba el nombre de elocuentes presidiarios, nacian los decretos que en forma de leyes gobernaban á la sombría y abatida nacion. No tardó en aparecer al frente de la camarilla, con desdoro del soberano á quien represenTattischeff. taba, el bailío ruso Tattischeff, estímulo

y atizador de aquella fragua, siempre ardiendo y vomitando rayos contra la pública felicidad.

El bailío ruso tuvo la destreza necesaria para persuadir á Fernando las ventajas de su íntima alianza con Rusia para sostener el gobierno absoluto, culpando á los ingleses, como lo hizo Napoleon, de las novedades introducidas en España durante su estancia en Valencey. Fernando abrió, bajo los auspicios de Tattischeff, su cordial corresCorrespon- pondencia con el emperador Alejandro; correspondencia que duró largos años, y que sirvió para mantener la influencia rusa, que siempre predominó en este reinado. El autócrata ruso ignoraba sin duda que su representante era el que soplaba la tea de los bastardos afectos que ardia junto al trono hispano: no nos toca interpretar sus intenciones, bástanos referir los hechos.

dencia de Fernando con Alejandro.

Confiado á las pasiones el gubernalle del Estado, y aun rodeadas estas de vientos opuestos, fluctuaba la nave sin rumbo cierto, amenazada siempre por las tempestades que levantaban los partidos, de aumento cada dia con la miseria del pais, la ruina del comercio y de la agricultura y el aspecto moribundo del crédito nacional. Los ministros, guiados por los principios descritos, estudiaban con tanto afan los abusos que existian en 1808 para restablecerlos, cuanto debieran haber empleado para desterrarlos. "Creían, al decir de

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