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modo dándoles pie á revelaciones nació el influjo é intervencion de la camarilla en los negocios y en el repartimiento de los destinos. Y no habia poder que destruyese la idea formada por el rey en virtud de los informes de sus criados. Alli es donde se estrellaban los esfuerzos de los ministros mas queridos, quienes al proponer para un cargo público á personas bene méritas algunas veces, ó al someter el fallo de un negocio árduo, encontrábanse con el empleo dado ó la cuestion resuelta sin que ni noticia tuviesen de la solicitud del agraciado ó del camino seguido en la marcha del acuerdo tomado. El trato familiar del rey con Chamorro habíale inspirado gusto y apego á las costumbres y trato de las gentes de baja estirpe: la desenfrenada desenvoltura de una manola, la sal de una andaluza, su trage, su habla, despertaban su alegría, y observábase un sacudimiento general en sus tibras. Al paso pues que sus paseos de incógnito le agradaban bajo el aspecto de la galantería, encubrian otro pensamiento político á los ojos del monarca. Creía que con ellos se logra y conserva el aura popular, porque sorprendiendo la mente del vulgo aquella abnegacion de sí mismo y de los honores, da una idea grande del príncipe que se hace superior á la magestad que lo rodea. Visitaba las casas de los grandes, que le ofrecian espléndidos convites en retorno de una moratoria de muchos años para no pagar sus deudas, como sucedió con el duque de Hijar: los cuarteles, hospitales, cárceles y conventos de monjas y frailes, en los que edificaba á sus moradores por la piedad con que adoraba las imágenes, cubierto de escapularios, reliquias y otros objetos santos, y por los modales afables cariñosos que empleaba con los cenobitas. Alli solia asistir despues de las fiestas religiosas, con tanta pompa celebradas. á los banquetes que le daban

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los frailes; y el festin se terminaba siempre en medio de la mas cordial alegría con una solicitud del prior á favor de algun sobrino suyo ó ahijado del convento, que siempre era preferido por el monarca á los propuestos por sus ministros. Asi escalaban los destinos del Estado en alas del hábito religioso los mogigatos é ignotantes; y con mas ahinco se cultivaba la detestable hipocresía, que encumbraba á los primeros puestos de España, que las olvidadas ciencias, que sumian en la miseria y el desprecio.

1815. El rey conver

tido en inqui

sidor.

En 3 de Febrero presentóse el rey con su capitan de guardias en el Consejo de la suprema Inquisicion, y tomando asiento al lado de los crueles ministros, y permitiéndoles sentarse, mandó continuar el despacho de los negocios para participar de la dicha que gozaban aquellos verdugos de la humanidad atormentando á sus semejantes. Entraron los relatores, y el monarca de España, descendido á la clase de inquisidor, sentenció, juntamente con los individuos del Consejo, diferentes causas formadas á fracmasones, manifestando prudente celo por la honra de Dios, como dice el documento offcial en que se anunció al mundo tan sublime cuadro. El inquisidor general, obispo de Almería, á quien pocos dias antes habia S. M. condecorado con la gran cruz de Carlos III en premio de su humildad apostólica (*), ofreció en seguida un magnífico almuerzo al monarca para que recobrase el aliento perdido en la humanísima tarea de condenar hereges. Y no contento Fernando con burlarse asi de las luces del siglo, creó en 17 de Marzo una orden de caballería para los ministros del santo oficio, concediéndoles el uso de una venera de honor (*). No nos parece tan horrorosa la idea de un Felipe II, que impulsado por el fanatismo religioso enciende las hogueras, como la de un des- quisidores.

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(* Ap. lib. 8. núm. 2.)

(*Ap. lib. 8. núm. 3.)

Venera de honor á los in

1815.

de periódicos y

cendiente suyo, que no por conviccion, sino por frio cálculo, arma el brazo del gigante de la supersticion y le inciensa con sus propias manos.

Las tinieblas que empañaban la atmósfera política no parecian aun bastante espesas al bando dominante, y en 25 de Abril vedóse la publicacion de todo periódico, esceptuando únicamente la Gaceta. de diversiones. Y cual si la alegría del pueblo hubiese de perturbar los goces de palacio, cerrábanse los teatros de Murcia y de otros puntos, y prohibíanse las máscaras en todo el reino, en vez de aumentar las diversiones, como aconsejan los mejores publicistas, pues el vulgo mientras se divierte no conspira. Proponíanse los cortesanos dar un aspecto lúgubre á la nacion española generalizando las costumbres monacales, con cuyo fin confiábase la educacion de la niñez á los conventos de uno y otro sexo. Asi bebiendo desde la cuna las semillas del fanatismo, echaria despues raices en los corazones y retoñaria esa generacion de teócratas que han devastado la patria con sus sacrilegos bandos. Y para consumar tan escogida educacion con la máscara de la hipocresía, el Consejo Real ordenaba en su circular de 5 de Enero que los españoles guardasen en el templo la mayor compostura, desterrando las señoras los adornos cuando en ellos se presentaban; y en 11 de Marzo el rey en un decreto inculcaba el respeto debido á los ministros del altar. No presidia á estas providencias el pensamiento de conservar el cristianismo, sino el de atraerse el sacerdocio y mover este poderoso resorte para afirmar la máquina política.

No obstante que el gobierno caminaba por el borde de un despeñadero, las clases todas, los tribunales y las oficinas, desde los Pirineos hasta CáFelicitaciones. diz, lanzaban felicitaciones al trono y establecian esa costumbre vergonzosa que se conservó durante

á

todo el reinado de adular los mas viles decretos y de llover enhonabuenas sobre la corona por la preñez de una reina, por su alumbramiento, por la sancion de una ley y por la abolicion de la misina. Dos años duraron las representaciones en que los españoles se congratulaban de que el rey hubiese vuelto á sentarse en el carro de la tiranía y azotar con el cetro de hierro sus espaldas, para las que tan suave era el peso de la servidumbre. De este modo, cuenta Tácito (*) que los romanos temiendo las leyes contra los sospechosos fingian contento. "Y mientras la ciudad se llenaba de funerales y el capitolio de víctimas, habiendo perdido quién á sus hijos, quién á sus hermanos, ó padres ó amigos, veíanse precisados á dar por ello gracias á los dioses, á adornar sus casas con laureles, á abrazar las rodillas de Neron y á besar su diestra con porfia."

(* Ap. lib. 8. núm. 4.)

Napoleon, abandonada la isla de Elba, desem- Vuelta de Nabarcó en 1.o de Marzo en la tierra de Francia, se- poleon. guido de un corto número de soldados de su guardia; y con la presteza con que el sol desvanece y convierte en aire sutíl las nubes que se oponen á su nacimiento, disipó el emperador las huestes de sus contrarios, y destronando á los Borbones, sin que sus águilas necesitasen para ello desplegar las alas, volvióse á sentar en aquel trono que habia esclarecido con tanta gloria. La noticia de este prodigio, sembrando el pavor por los salones del alcázar de Madrid, alarmó al rey y á la camarilla, y aprestáronse los soldados que juntamente con las legiones de la alianza habian de derrocar segunda vez al héroe del imperio. Pero vencido Bonaparte en Wa. Su vencimienterloo por la perfidia del general Bourmont, oprobio del nombre francés, y aherrojado por los ingleses, en cuyas manos generosamente se habia entregado, sosegáronse los ánimos, y mas tenaces aun

to.

1815.

en su sistema con la irritacion pasada, añadieron quilates á su furor.

Ya en 12 de Marzo, no apagada la sed de venganza que devoraba á los amigos de Fernando, y para enfrenar las reliquias del partido que haMinisterio de bia seguido á los franceses, habíase creado el miSeguridad pú- nisterio de Seguridad pública, confiando sus rien

blica.

Restablece el

suitas.

das al cruel don Pedro Agustin de Echevarri. Tan atropellado como ignorante habíase distinguido en Córdoba en tiempo de las Cortes por las bárbaras persecuciones que fulminó contra los partidarios del príncipe José, desplegando un carácter inhumano y adulador del poder; prendas de mucha estima en los gobiernos absolutos. Encumbrado ahora á un puesto donde sus duras entrañas podian impunemente cebarse en el infortunio ageno, y autorizado por un reglamento arbitrario y atroz, correspondió á los deseos de sus patronos dando de mano á las leyes mas veneradas. Por una sola palabra pronunciada en público por don Tomas Murga condenóle en 10 de Abril á cuatro años de presidio en Melilla y mil duros de multa. Igual suerte sufrieron poco mas o menos, porque juntos en el café de Levante elogiaron el talento de Napoleon, don Juan Antonio Hurtado, don Manuel Figueroa y Vazquez, don Francisco Meseguer, don Pascual Navarro y otros muchos que sería largo enumerar.

Autorizada otra vez por el Papa reinante la monarca los Je- compañía de Jesus, cuyos individuos habia desterrado de sus dominios el celoso y prudente Carlos III, de esperar era que Fernando los restableciese en España para que en este desgraciado pais se reunieran cuantas plantas venenosas han producido las pasiones de los hombres, y agotando el jugo de tierra tan fértil despojasen de su lozanía á los árboles de las artes y las ciencias, y marchitos y secos pereciesen antes de dar fruto. Asi sucedió en

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