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vos no podeis á ella abaxalla, querríades dar á entender que él puede subir más alto de donde le han subido estos caballeros.

Rióse á esto Otavian y dixo. Las perficiones y las tachas que aquí se han puesto á las mujeres más de lo que convenia, nos dexan los oidos y los corazones tan llenos, que por agora no nos queda lugar desocupado donde pueda caber ninguna otra cosa; y demas desto, paréceme que debe ser muy tarde.

Pues luégo, dixo la Duquesa, quédese esto para mañana, y así ternémos más tiempo para todo, y esas perficiones y tachas, que, segun vos decis, han sido puestas á las mujeres por una parte y por la otra algo desmedidamente, entre tanto olvidallas han estos caballeros, y así quedarán más desocupados para recebir la verdad de lo que vos dixéredes. En acabando de decir esto la Duquesa levantóse, y dando licencia á todos que se fuesen, retrúxose á su retraimiento, y los caballeros fuéronse á sus posadas.

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ENSANDO yo de escribir las pláticas que en la cuarta noche, despues de las contenidas en los precedentes libros, pasaron, siento entre otras imaginaciones mias un áspero pensamiento que me biere el alma, y me representa á la memoria las miserias bumanas y nuestras esperanzas engañosas, y me hace contemplar cómo la fortuna muchas veces en mitad del camino, y otras ya cerca del cabo, desbarata y rompe nuestros flacos y vanos propósitos, y alguna vez los hunde y los aboga antes que aun de léxos puedan ver el puerto. Y así acuérdome que poco tiempo despues qne estas disputas pasaron, privó la muerte importuna la casa de nuestro Dude tres muy escogidos hombres, al tiempo que más en

que

edad y en esperanza de gran honra florescian. Destos fué el primero Gaspar Pallavicino, el cual siendo apretado de una recia enfermedad, y llegado por ella dos ó tres veces muy al cabo, puesto que su ánimo fuese de tanta fuerza que par algun espacio de tiempo pudiese tener el alma en el cuerpo á pesar de la muerte, todavía en mitad de su mocedad bubo de morirse; pérdida, por cierto, grande, no solamente para la casa de Urbino y para los amigos y parientes suyos, más áun para su patria y toda la Lombardia. No mucho despues murió micer César Gonzaga, el cual á todos los que le conocian dexó estraño dolor de su muerte, porque produciendo la natura pocas veces tales bombres, pareció sin razon quitarnos éste tan presto. Que cierto nosotros perdimos á micer César en tiempo que él comenzaba á hacer verdad lo que dél todos habian siempre esperado, y á ser tan estimado cuanto sus virtudes merecian, porque ya con muchos virtuosos trabajos habia mostrado su valor, con el cual, demas de la nobleza del linaje, de las letras, de la habilidad en las armas, y de toda otra buena costumbre suya, estaba en tan buena opinion con todos, que por su bondad y entendimiento y esfuerzo y saber, ninguna cosa habia tan grande, que dél no se pudiese esperar. Luego tras él fallesció micer Roberto de Bari, de la muerte del cual á todos nos pesó en grande estremo, y con mucha razon por cierto, porque ¿quién no habia de dolerse de perder un mancebo bien criado y de buenas costumbres, gracioso y gentil hombre, y de una complision tan próspera y gallarda, cuanto en el mundo desearse pudiese? Así que estos tres, si vivieran, pienso yo que llegáran á término, que pudieran mostrar consigo mismos claramente á todos los que los conocieran cuán ecellente fue

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se la corte de Urbino, y cuán llena siempre de singulares hombres. Desto mismo dieron testimonio casi todos los otros que allí se criaron, porque verdaderamente nunca del caballo troyano salieron tantos señores y capitanes, cuantos desta casa caballeros en virtud escogidos, y en toda cosa estimados, han salido. Que, como sabeis, micer Federico Fregoso fué hecho arzobispo de Salerno; el Conde Ludovico, Obispo de Bayous; Otavian Fregoso, Duque de Génova; micer Bernardo Bibiena, Cardenal de santa María in Pórtico; micer Pietro Bembo, secretario del papa Leon; el manífico Julian, Duque de Nemours; y puesto en aquella grandeza, en que agora se halla, el señor Francisco María Róvere, prefeto de Roma, y despues Duque de Urbino; aunque mayor gloria es de la casa donde él fué criado, haber sacado un tan escelente señor en toda calidad de virtud, como agora se vee, que babelle subido á poseer el ducado de Urbino; y de todo esto creo yo que no haya sido pequeña causa la compañía de bombres escogidos, con la cual contínuamente tratando, siempre ha visto y oido singulares cosas. Así parésceme que esta casa, ó sea esto á dicba ó por su buena constelacion que la baya dado de mucho tiempo acá señores escelentísimos, todavía dura y hace los mismos efetos que solia, y por eso bien se puede tener esperanza que áun la fortuna ayudará tanto á estas obras virtuosas, que la prosperidad de esta casa y de su estado, no solamente no caerá, mas cada hora subirá más, y se porná en más alto grado, y ya desto se veen muchas señales, entre las cuales tengo yo por la más principal habernos dado nuestro Señor Dios tal señora como es la señora doña Leonor Gonzaga, duquesa nuevamente venida á este estado; porque si alguna

vez en un solo cuerpo se vieron juntos saber, gracia, bermosura, grande entendimiento, gentil arte, llaneza y buena condicion y cualquier otra costumbre perfeta, en esta señora todas estas cosas así están atadas, que dellas es hecha casi una cadena, que estas calidades todas, y sus movimientos, compone juntamente y atavia. Sigamos, pues, adelante el proceso de nuestro Cortesano, con esperanza que despues de nosotros, no han de faltar muchos que tomen claros y honrados exemplos de virtud de la presente corte de Urbino, así como agora nosotros los tomamos de la pasada.

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