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arribaba Andres Navajero, con su colega, al puerto de Palamós; de aquí pasó á Barcelona y luego á Zaragoza, llegando á Toledo, residencia entónces del Emperador, el 11 de Mayo siguiente, SA donde ya debia estar Castellon, pues pocos dias despues (el 16 de Junio) escribe, desde la imperial ciudad, á la Condesa de Somomaglia. Aunque no tengo de ello pruebas directas, es evidente que estos dos insignes escritores y sabios italianos debieron conocer y tratar en la córte del Emperador á las dos personas que iniciaron de nuevo la reforma italiana en nuestra literatura, contribuyendo poderosamente al renacimiento español que produjo nuestros prosistas y poetas clásicos del siglo XVI. Claro es que aquí aludo á Boscan y á Garcilaso, el primero de los cuales era por entonces ayo del que alcanzó luego el renombre de gran Duque de Alba, y el segundo moraba sin duda en aquella ciudad que fué su patria, no habiendo salido aún á las guerras de África, de Italia y Francia, donde perdió glorio

samente la vida.

El trato de estos ingenios, que se prolongó durante algunos meses, debió ser íntimo, no sólo porque todos ellos asistian de contínuo en la córte del Emperador, por razon de sus cargos, ó por su jerarquía social, sino por aquel afecto que siempre produce entre los hombres la identidad de gustos, y más que ninguna otra causa, el amor

á las ciencias y á las letras. El embajador Castellon, á pesar de haber sido hombre de guerra en su mocedad y de haberse dedicado luégo á los asuntos políticos y diplomáticos, no abandonó jamas el cultivo de las ciencias y de las artes, como resulta de las siguientes noticias de su vida.

Nació el autor de El Cortesano el 6 de Diciembre de 1478 en Casático, alquería perteneciente á su familia en el Mantuano. Su padre, de noble estirpe, estaba emparentado con los soberanos de aquel estado mediante su casamiento con una Gonzaga. Baltasar estudió en Milan, donde fué su maestro de latin Jorge Mérula, y de griego Demetrio Chalcondilas, habiendo perfeccionado su educacion literaria con Beroaldo el Antiguo. Sirvió Castellon como soldado primero al duque de Milan Luis Sforcia, mas habiendo los franceses conquistado el territorio llevándose prisionero á Francia al Duque, volvió Castellon á Mantua, siendo bien recibido por el Marqués Francisco Gonzaga, á quien acompañó cuando fué á Pavía para recibir á Luis XII, hallándose en el cortejo de este Rey al hacer su entrada solemne en Milan. Algunos años despues pasó á servir al Duque de Urbino, habiendo obtenido para ello permiso del Marqués de Mantua, que concibió sin embargo contra Castellon por tal motivo un ódio profundo. El Duque de Urbino Guido Ubaldo de la Rovere le dió el mando de una

compañía de cincuenta hombres de armas, y, habiendo terminado algunas expediciones en que entonces estaba ocupado, volvió á sus dominios en compañía de Castellon, que fué muy pronto uno de los ornamentos de aquella magnífica córte. Las grandes calidades que en él se unian al saber, al ingenio y á la urbanidad, determinaron al Duque á nombrarle en 1505 su embajador al Rey de Inglaterra Enrique VII, aunque no salió para su embajada hasta el mes de Setiembre del siguiente año, y, si bien estuvo poco en Londres, consiguió el favor del Rey, que le hizo caballero de sus órdenes y le dió magníficos regalos. Ya estaba de vuelta en Urbino en Marzo de 1507, habiéndosele encargado á poco una mision importante para el Rey Luis XII de Francia.

Despues de la muerte de Guido Ubaldo, el duque Francisco María no le favoreció ménos que su antecesor; y, para remunerar los servicios que habia prestado en la guerra entre el Papa y los venecianos al mando de su compañía de hombres de armas, le concedió el título de Conde de Castellon y el feudo de Nuvillara cerca de Pésaro. Habiendo sucedido Leon X al Papa Julio II en 1513, el Duque, que conocia la amistad que habia tenido Castellon con él cuando era cardenal, se lo envió como embajador. Obtuvo en la córte de Leon X el mismo éxito que en todas partes ; y, rante su permanencia en ella, centro á la sazon

du

de las ciencias y de las artes, trabó amistad con los artistas y literatos más célebres. Vuelto á la gracia del Marqués de Mantua, se casó en 1516 con la hija del Conde Torelli, la cual, ademas de nobleza y fortuna, tenía notable belleza, grande ingenio y tierno corazon. Las bodas se celebraron en Mantua, y el Marqués, queriendo reparar de algun modo la desgracia en que por tan largo tiempo. habia tenido á Castellon, dispuso que hubiera justas, torneos y todas las fiestas públicas y privadas con que se suelen solemnizar los más ilustres matrimonios. Volvió Castellon al servicio del Duque de Urbino esta vez con sincero beneplácito del Marqués de Mantua, y al año siguiente de su casamiento tuvo un hijo, pero en el tercero de esta union, que le habia ya dado y le prometia tanta ventura, murió su mujer de parto.

Hallábase entónces en Roma procurando alcanzar de Leon X el generalato de la Iglesia para el nuevo Duque de Urbino por haberlo desempeñado tambien su padre; y, despues de algunos dias consagrados á su dolor, Castellon reanudó los tratos, cuyo buen éxito, obtenido en Marzo de 1521, llenó de alegría al jóven Duque. Sirvió despues con no ménos eficacia al de Urbino en la guerra contra los franceses, volviendo de embajador á Roma en 1523.

Despues de la eleccion de Clemente VII, y

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teniendo este Pontífice que tratar en 1524 asuntos gravísimos con el Emperador Cárlos V, los puso en manos de Castellon con beneplácito del Duque de Urbino. Llegó Castellon, como ya hemos dicho, á Madrid el 11 de Marzo de 1525, habiendo salido de Roma el 5 de Octubre de 1524, yendo despues con la córte del Emperador á Toledo, á Sevilla y á Granada; túvole el César grandes miramientos, recibiéndole siempre con particular agrado, pero la paz entre Clemente VII y Cárlos V no se restablecia, á pesar de sus deseos y afanes, llegando en tanto el terrible saco de Roma en 1527, suceso que fué un golpe funesto para Castellon. Acusóle el Papa de poco cuidadoso por no haberle dado noticias de lo que contra él se preparaba; pero lo acontecido entónces fué que circunstancias imprevistas obligaron en cierto modo al Condestable de Borbon á aquella empresa. Castellon, muy afligido por tal suceso y por la inmerecida desgracia que le ocasionó, logró justificarse ante el Pontífice, pero no pudo jamas consolarse. El Emperador redobló desde entónces las bondades que le tenía, le naturalizó en su reino y le dió el pingüe obispado de Ávila; pero el Conde dijo que no lo aceptaria mientras el Emperador y el Papa no se reconciliáran. No tuvo el gozo de ser testigo de esa paz, porque su salud alterada por penas se destruyó del todo, cayendo gravemente

las

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