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antes citado, ó si le atrajo el existir en la ciudad andaluza desde largo tiempo una numerosa colonia genovesa.

Llegado á Sevilla, dirigióse al Duque de Medina Sidonia, que no aceptó sus proposiciones, y después al de Medinaceli, D. Luis de la Cerda.

El poderoso magnate acogió al proyectista extranjero: los medios materiales que éste pedía para la realización de su proyecto, no eran de grande importancia: el Duque le concedió su protección y ayuda, y Colón, durante algún tiempo, pudo creer que había llegado la ocasión de realizar el sueño de toda su vida.

Entonces intervino la Corona deteniendo la empresa: pone el Duque en conocimiento de los Reyes su intento, y estos reclaman para sí el negocio y llaman á su corte al proyectista.

Las negociaciones entre el Duque y los Reyes, la llegada de Colón á la corte, su primera entrevista con los Monarcas y las consecuencias que tuvo, serán objeto de otro capítulo: veamos ahora la situación de España en esta época.

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CAPÍTULO II.

ARAGÓN Y CASTILLA DESDE LA LLEGADA DE COLÓN HASTA SU PRIMERA ENTREVISTA CON LOS REYES CATÓLICOS. (1484-1486.)

I.

REEMOS indispensable en este lugar, un estudio algún tanto detenido de la situación de Aragón y Castilla en la época de la venida de Colón á España: la exposición del estado tanto interno como externo de nuestra patria, es la mejor contestación que puede darse á los que se extrañan, de que pidiendo el futuro descubridor tan escasos medios materiales para realizar el descubrimiento, no le fuesen concedidos por el Monarca aragonés, espíritu mezquino y egoista que no podía concebir, según ellos, ni el genio de Colón, ni la grandeza de sus proyectos.

Y vamos á comenzar nuestro estudio en el mismo año en que Colón, según se deja probado

anteriormente, arriba á Castilla y comienza á buscar un protector que le facilitase la realización de su proyecto; y tomamos aquí el hilo de nuestra narración, por no dar extensión desmesurada á este estudio, si hubiéramos de traer desde sus orígenes, las varias guerras y complicaciones, tanto interiores como exteriores, que en estos años se desarrollan.

En los comienzos del año 1484 encontrábanse los Reyes Católicos en la ciudad de Vitoria: allí recibieron una embajada del Rey de Francia, que tenía el encargo de notificarles la muerte del Rey Luis y la sucesión de su hijo Carlos VIII: recibida esta embajada por los Reyes Católicos, determinaron enviar otra á Francia con el encargo de tratar de la devolución de los condados de Rosellón y la Cerdaña, que indebidamente retenía en su poder el Monarca francés, contra la expresa voluntad de su difunto padre, que había ordenado antes de morir que se hiciese la entrega de los dichos territorios: la embajada la componían D. Juan de Ribera, señor de Montemayor, el Dr. D. Juan Arias del Villar, deán de Sevilla, y del Consejo Real y gran número de escuderos y fijodalgos; despachados los embajadores, abandonaron los Reyes la ciudad de Vitoria el día 12 de Enero, dirigiéndose á Tarazona, en donde se habían convocado Cortes del Reino de Aragón para el día 15 de este mismo mes: la tardanza en la ida

de los Reyes fué acaso la causa de que el Vicecanciller de Aragón, Alonso de la Cavallería, las prorogase: en 19 de Enero entró en Tarazona el Rey, y en 12 de Febrero comenzaron las sesiones: la duración de estas Cortes fué larga: los catalanes se resistían á concurrir á ellas, protestando que era contrario á sus Constituciones concurrir á Cortes que se celebraban fuera de los límites del Principado: al fin acudieron representantes de Cataluña, pero no sin que el síndico de Barcelona persistiese en su protesta. También protestaron los valencianos de que se les convocase fuera de su territorio, y con estas diferencias y cuestiones pasaba el tiempo sin que pudiera venirse á un acuerdo.

Llegó el mes de Abril en esta situación; la embajada que se había enviado al Rey de Francia, lejos de lograr la restitución de los condados del Rosellón y la Cerdaña no obtuvo más que respuestas dilatorias; la contestación dada á los embajadores puede verse en la crónica de Pulgar cap. XXVIII, parte II; conforme á las instrucciones recibidas, los embajadores castellanos requirieron solemnemente al Monarca francés ante notarios apostólicos, dice la crónica, para la entrega de los condados, y en caso contrario considerar al soberano como trasgresor de los tratados de paz y alianza; á pesar de las tentativas del Monarca para llegar á un acuerdo, apelando á todos los medios, incluso á

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