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mismos reconciliaron los ánimos mas enconados; unos con la dulzura de la persuasion, otros con el imperio de su soberanía. Moderaron los privilegios excesivos, y lograron contener á todos en su justos límites. Extendieron sus miras á lo exterior, y se hicieron reconocer y respetar de los demas príncipes. Entonces se dedicaron á promover en su reino las artes y las fábricas, el comercio y la navegacion. Frecuentaban los castellanos la de las costas de Africa desde fines del siglo anterior, y adquirian de los naturales á cambio de cosillas de poco valor, y de conchas grandes de mar, que tomaban en las Canarias, cantidades de oro suficientes á excitar la codicia de otros traficantes y armadores de los puertos de Andalucía, especialmente de Sevilla. Viage hubo que valió á su dueño 100 pesos de oro. No era menos lucrativo el tráfico que tambien se hacia de los esclavos negros, los cuales eran tratados en aquella ciudad con benigna consideracion desde los tiempos de Enrique 111, y los Reyes-católicos se complacieron tambien en dispensarles su favor. La navegacion se hacia en carabelas y embarcaciones pequeñas para que pudiesen aproximarse mas á las costas, y aun entrar por los rios que penetraban la tierra adentro. Muchos peligraban por ser la tierra enfermiza y calurosa con exceso. Dicese que tardaban dos ó tres meses en ir, y siete ú ocho en volver; y apenas llegaban á las costas recien descubiertas cuando los naturales, que vivian dispersos en los campos, se juntaban al son de bocinas para acudir á los rescates. Los reyes de Castilla miraron siempre aquellas tierras como propias de sus dominios desde que las descubrieron sus vasallos, segun hemos referido. Por eso D. Juan 11 reclamando de D. Alonso v el resárcimiento de los daños y perjuicios que sufrieron de los portugueses en las costas de Andalucía ciertos vecinos de Cádiz y Sevilla, que comerciaban en aquellas partes, le decia en carta, escrita en Valladolid á 10 de Abril

1 Pulgar, Crón. de los Reyes-catól., part. 2.a, cap. 62.- Ortiz de Zúñiga, Anal. lib. 12, año 1475, núm. 10.

TOMO I.

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de 1454, que aquellos sus súbditos venian con sus mercaderías de la tierra que llaman Guinea, que es de nuestra conquista. Aprovechándose de las revueltas en los últimos años del reinado de Enrique IV, se habia entremetido el rey D. Alonso de Portugal en esta navegacion y tráfico, haciéndole exclusivo de sus vasallos. Quejáronse los de Sevilla, y no fueron oidas sus reclamaciones hasta que la guerra los puso en posesion de sus antiguos derechos. Los Reyes-Católicos en una provision expedida en Valladolid á 19 de Agosto de 1475, dijeron expresamente, que los Reyes de España tuvieron siempre la conquista de Africa y Guinea, y llevaron el quinto de cuantas mercaderías en aquellas partes se resgataban; y que por lo mismo estaban resueltos á remediar por todas vias los daños que habian padecido sus vasallos y sus rentas Reales. Para esto nombraron receptores y escribano mayor de las naos que se armasen para el tráfico de Guinea, é aun adelante de la Sierra Leona, con facultad de poner en cada una de ellas un escribano encargado de llevar la cuenta de cuanto se cargase y condujese de ida y vuelta, y de lo que se debia pagar, así del quinto, como de los demas derechos de esclavos, oro, plata, joyas &c 3. Para fomentar este comercio mandó la reina en 4 de Marzo de 1478 que á cuantos súbditos suyos fuesen con sus navíos á la mina del oro, se les dejase ir, tratar y comerciar libremente, sin tomarles ni embargarles lo que llevasen por tierra ó por mar, ni á sus criados, ni demas, salvo por deudas grandes propias, ó por fianza; pero se les prohibia la introduccion y comercio de cosas vedadas, el traer franceses, portugueses ú otros enemigos de Castilla, ni bienes suyos, y el hacer daño á las naciones amigas ó aliadas, bajo la responsabilidad de los fiadores abonados que

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Discursos de Herrera, Dic. 13, pág. 136.

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Archivo de la ciudad de Sevilla, lib. 1.o de Cédulas Reales desde 1475 á 1480, fol. 31. (Extractos en la Colec. de Muñoz).

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á

Archivo de Sevilla, lib. 1.o, fol. 130. tít. de Escribano mayor favor de Luis Gonzalez, Secretario de SS. AA., expedido en Toro á 6 de Diciembre de 1476. (Ext. de Muñoz).

debian presentar en debida forma 1. Al año siguiente expidieron los reyes en Trujillo otra provision á 17 de Febrero, mandando que el oro y otros rescates adquiridos en la mina y en las costas de Guinea, se trajesen á estos reinos, y no se sacasen para otras partes: que se hiciesen armamentos marítimos para que los naturales dellos anden y esten pujantes por la mar, los unos para ir á facer dichos resgates, y los otros para los defender y segurar. Nombraron ciertas personas que se habian ofrecido á armar veinte carabelas, que estarian prontas en Junio; y previnieron que nadie fuese á dicho rescate sin licencia Real, pena de muerte y perdimiento de bienes; y que los que quisiesen armar para ello acudiesen al asistente de Sevilla ó al corregidor de Jerez, que les darian los auxilios necesarios para navegar con seguridad. Esto prueba el derecho y posesion legítima en que estuvieron los reyes de Castilla de la costa de Africa y Guinea, que sus vasallos descubrieron antes que los portugueses; pero desde que estos formaron allí sus primeros establecimientos y pretendieron tambien dominar en las Canarias, no cesaron por mas de medio siglo las reyertas, hostilidades y reclamaciones entre ambos gobiernos, hasta que las pa ces hechas con el rey y el príncipe de Portugal, y ratificadas por la Reina-Católica en Trujillo á 27 de Setiembre de 1479, pusieron término á tan largas y enconadas pretensiones. Desde entonces los viages que los castellanos hacian á la mina del oro y á la costa é islas de Guinea, era con permiso y seguro de los reyes de Portugal, y contribuyéndoles con los derechos que les correspondian,

25. Asegurados los reyes de Castilla de la entera po

sesion de las Canarias, enviaron desde Sevilla armadas para concluir la conquista de algunas de las islas, convertir á los infieles á la religion cristiana, poblar la Gran Canaria de católicos, edificar en ella una iglesia

Véase el núm. 3.o en el Apéndice á la Colecc. Diplom., tom. II, pág. 386. Archivo de Sevilla, lib. 1.o, fol. 370.

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catedral, contener las ideas altivas de los que se contemplaban como señores independientes, y defenderlas en caso necesario, si, como se rezelaba, pasaban los franceses á su conquista. Los portugueses por su parte, libres de la oposicion y reclamaciones de los castellanos, continuaron pacíficamente los descubrimientos de la costa de Africa interrumpidos desde la muerte del infante D. Enrique. Sucedió á D. Alonso v su hijo D. Juan 11 en el año 1481, y se propuso seguir aquella empresa con mayor empeño y mejor direccion. Para esto formó una junta de matemáticos, que establecieron las reglas de navegar por la altura del sol: envió una armada á la costa de Guinea; concluyó un convenio de paz y amistad con el señor de aquella tierra; é hizo fabricar en la Mina del Oro la fortaleza que se llamó de San Jorge, que en poco tiempo llegó á ser pueblo de consideracion, y aun ciudad distinguida con grandes privilegios. Asegurado así de lo descubierto hasta entonces, adelantó Diego Cam en 1484 hasta el Rio Zaire, que viene á dar en el reino de Congo, y Juan Alfonso de Aveiro descubrió en 1486 el reino de Benin; cuyos reyes y súbditos abrazaron el cristianismo. Allí tuvieron acerca del Preste Juan y de lo interior del pais algunas noticias, que aumentaron sus esperanzas de hallar por aquella via la India oriental. Entre tanto Bartolomé Diaz y Juan Infante, reconocieron trescientas cincuenta leguas de la costa, descubriendo por los 33° 42′ Sur la isla de Santa Cruz, y en seguida el cabo que llamaron Tormentoso por las tormentas que pasaron para doblarle, y que el rey D. Juan intituló de Buena Esperanza, por la que le prometia para descubrir la India y hacer direc

tamente su comercio.

26. Deseoso de comprobar las especies vagas que se oian y adquirir un conocimiento seguro de la existencia del Preste Juan y de su poderío, comisionó el mismo rey D. Juan 11 á Juan Pedro de Covillan y á Alfonso de Paiva en 1487. Embarcáronse en Barcelona para Nápoles, y de allí pasaron sucesivamente á Rodas, á Alejandría, al Cairo (á la sazon corte de los soldanes de Egip~

to) y á la ciudad de Adem, situada en la boca del mar Bermejo, donde se dividieron ambos compañeros. Paiva se dirigió á la Etiopia, y Covillan á la India, donde visitó las ciudades de Cananor, Calicut y Goa. Informóse de la extension de aquellas tierras, de sus dominios, frutos, riquezas, comercio y costumbres de sus habitantes. Regresó por Zofala á Adem y al Cairo, y allí supo la muerte de Paiva. Resuelto á volverse á Portugal, recibió por medio de unos judíos cartas del rey D. Juan, y conforme á sus órdenes partió para Ormuz, en donde se acumulaban todas las drogas y riquezas orientales que se repartian por Europa. Llegó por último á la corte del Preste Juan, que ya era muerto, y su sucesor, llamado Alejandro, le recibió muy bien, apreciando su embajada y ofreciendo despacharle favorablemente; pero á pocos dias murió tambien este príncipe y le sustituyó su hermano Naut, que no quiso desprenderse de Covillan ni dejarle salir de su reino. Pasados algunos años sucedió á Naut su hijo David, y este le estableció en aquel pais, gobernándose por su direccion, y dando muestras de apreciar su talento y la instruccion que tenia en varias lenguas: de modo, que cuando en el año 1515 envió el rey D. Manuel una solemne embajada á aquella corte con D. Rodrigo de Lima, este reclamó á Covillan, y se le negó la venida, diciendo el príncipe que sus antecesores le habian dado tierras y heredades para que las disfrutase con la muger y los hijos que tenia. Entonces pudo manifestar á Francisco Alvarez, capellan del rey, las noticias que adquirió en sus viages y en los años de su residencia allí; y con estas y con las observaciones propias escribió Alvarez una historia de las Cosas de Etiopia 1.

27. Por muerte del rey D. Juan ocupó el trono de Portugal el rey D. Manuel, que muy luego envió á Vasco de Gama á continuar los descubrimientos en 8 de Julio de 1497. Despues de tres meses y de recios tempo

Barros, Da Asia, Dec. 1.2, lib. 3.o, cap. 5.° Puente, Comp. de las hist. de la India, lib. 3.o, caps. 1.° y 2.0

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