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una imaginacion acalorada; mas que por la sana crítica, por un zelo inoportuno y acre; mas que por la política y conocimiento del mundo, por cierta austeridad propia del claustro, y mas propenso siempre á reprender, zaherir y vituperar que á referir los hechos, pesando su va lor y consecuencias, examinando sus circunstancias y gra duando su verdadero mérito. Irritado con las censuras y controversias que aun delante del emperador sostuvo con el obispo del Darien, y despues con Juan Gines de Sepúlveda y otros, no es extraño que los resentimientos de su ánimo, las sugestiones del amor propio y las impertinencias de la vejez, quedasen estampadas en su historia al manifestar tan singulares aunque benéficas opiniones. Sus mismos apologistas lo han conocido así. Robertson las califica de manifiestamente exageradas, y le abandona frecuentemente, buscando otra guia mas segura é imparcial en varios lugares de su historia de la América. El padre Charlevoix en la que escribió de la isla de Santo Domingo, despues de alabar la virtud, la erudicion y el zelo de Casas, dice que su único defecto fué tener una imaginacion demasiado exaltada, y haberse dejado dominar de ella con exceso '. Y en fin, la Real academia de la Historia formó igual concepto despues de haber examinado detenidamente el primer libro de esta obra célebre, juzgando inoportuna su publicacion, especialmente cuando de sus noticias históricas se han aprovechado otros escritores castellanos, con mejor crítica y con mayor prudencia y circunspeccion. Casas, en suma, aparece siempre un prelado y religioso lleno de virtud y de erudicion, un escritor diligente y verídico, digno por todo de respeto y estimacion; menos cuando tropezando en el punto de su tema ó idea dominante, se contraría su sistema de dominacion en las Indias. De aquí dimana tambien la inconsecuencia de sus juicios y descripciones relativamente al carácter de las personas que intervinieron

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en los hechos, como tendrémos ocasion de manifestarlo mas adelante. Este es el inconveniente en que se incurre cuando se abandona la moderacion y la prudencia; por

que

la verdad no se conoce jamas, antes bien es desatena entre el tumulto de las pasiones exaltadas. Acaso el mismo obispo lo conoció así, cuando en 1560 puso de puño propio una nota, que se conserva en los dos primeros libros ó volúmenes, expresando que los dejaba en confianza al colegio de la órden de predicadores de San Gregorio de Valladolid, rogando á sus prelados que á ningun seglar, ni á los colegiales diesen á leer su historia por tiempo de cuarenta años, y que pasado este término se pudiese imprimir si convenia al bien de los indios y de España.

52. Otro de los historiadores clásicos de Indias es Gonzalo Fernandez de Oviedo, cuyas obras aun no son enteramente conocidas del público. La principal, que es la historia natural y general de las Indias, Islas y Tierrafirme del mar Océano, contiene cincuenta libros divididos en tres partes, de las cuales solo la primera, que tiene diez y nueve, se imprimió y reimprimió con algun aumento, y se tradujo al italiano por Ramusio, y al frances por Juan Poleur. De la segunda parte solo quedó impreso el primer libro, é inéditos los diez y ocho restantes, como toda la tercera parte que comprende los últimos doce libros. Es sensible que no se publicasen todos unidos y correctamente, como se mandó por Real orden á D. Francisco Cerdá y Rico á fines del reinado del Señor D. Cárlos III. Es cierto que Oviedo no era tan docto erudito como Pedro Mártir y las Casas; pero por su apli cacion y constante laboriosidad en observar, inquirir, recoger y coordinar cuanto presenciaba ó sucedia en su tiempo, así como por su continua diligencia en aumentar y corregir sus escritos, es digno de alabanza, é indispensable la lectura de sus obras para conocer la historia del NuevoMundo, hasta la época de su fallecimiento; ya porque estuvo presente á varios hechos, ya por haber conservado algunas relaciones importantes de los descubridores

y

con quienes mantuvo correspondencia. No fueron tantos los documentos que tuvo de los primeros tiempos, y así refiere candorosamente y con poca crítica, cuanto oyó á personas que abusaron de su credulidad, ó halló adoptado por las tradiciones populares, que se adulteran mas cuanto mas se propagan y alejan de su orígen. Nació Oviedo en Madrid el año 1478, y siendo page del malogrado príncipe D. Juan de Castilla, se halló en el cerco de Granada, y vió entrar á los Reyes-Católicos en esta ciudad despues de conquistada. Estaba en Barcelona cuando fué herido el rey, y cuando Colon se presentó en la corte con los indios que trajo de vuelta de su primer viage. Refiérelo él mismo en estos términos: » Y en aquel mismo año des» cubrió Colon estas Indias, y llegó á Barcelona en el si"guiente de 1493 años, en el mes de Abril, y falló al rey assaz flaco, pero sin peligro de su herida. Aquestos notables se han traido á la memoria para señalar el » tiempo en que Colon llegó á la corte; en lo cual yo » hablo como testigo de vista, porque me hallé page » muchacho en el cerco de Granada, y ví fundar la villa » de Santa Fe en aquel ejército, y despues ví entrar en » la ciudad de Granada al rey é reina católicos cuando » se les entregó, é vi echar los judíos de Castilla, y es» tuve en Barcelona cuando fué ferido el rey, como se » ha dicho, é ví allí venir al almirante D. Cristóbal Co»lon con los primeros indios que destas partes allá fue»ron en el primero viage é descubrimiento: así que no "hablo de oidas en ninguna destas cuatro cosas, si no de » vista, aunque las escriba desde aquí, ó mejor diciendo, » ocurriendo á mis memoriales desde el mismo tiempo »escriptas en ellos." Pasó en 1513 á Tierra-firme con el empleo de veedor de las fundiciones de oro: volvió á España dos años despues, y en 1519 se hallaba de teniente de Pedrarias Dávila en el Darien, donde hizo distinguidos servicios. Regresó á la corte en 1523; en el de 26 le nombró el rey gobernador y capitan de la provincia é islas de Cartagena de Indias, y en 1535 alcaide de la fortaleza de Santo Domingo en la Española. Ul

tando allí mismo de la prision de Quivía, rey de Veragua, exclama Casas: "¿Y quién habia constituido juez » al almirante, y con qué jurisdiccion para castiga llos ? » ¿Con cuál causa legítima, y con qué justicia el almiran» te condenaba todo aquel pueblo á que á los españoles » sirviese?” Trata de cuando los fué á prender el adelantado, y concluye: » Pero no fueron dignos de ser » alumbrados para no caer en tan intolerable yerro, pues » no pretendian sino buscar oro por su propio interese y "cudicia, errando cerca de los primeros principios." Y al fin del capítulo añade: » Maravillosa cierto fué por » aquellos tiempos la ceguedad que cerca del venir á es» tas tierras, y tratar á las gentes dellas como si fueran » las del Africa, en los entendimientos primero del almi»rante, y despues de las demas se hobo engendrad o." Reflexionando Casas sobre la manera con que refiere Don Hernando Colon aquellos sucesos y prisiones, dice (capítulo 29): » Por lo cual parece la poca cuenta que Don "Hernando hace de los crímenes que allí se hicieron, » prendiendo tan injustamente aquella gente, y de haber » sido causa de que aquellos tristes se ahorcasen, y de » tan grande escándalo como quedó por toda aquella » tierra, é infamia del nombre cristiano."...... » Item, si » era maravilla que ocurriesen las desdichas que D. Fer"nando dice al almirante y á toda su compañía, y que » todos los elementos y cielos, y lo que en ellos se con» tiene, le fuesen contrarios, haciendo él y los suyos á » aquellas gentes inocentes, que nunca le hicieron inju »ria ni daño, tan irreparables daños y execrables inju»rias é injusticias." En el cap. 37 extracta Casas un memorial de Colon en que ponderaba los daños y perjuicios que padecia en sus rentas, la utilidad que producían los indios, la pérdida ó mengua que de ellos se experimentaba; y como queriéndose disculpar de haberlos enviado esclavos, decia que era con propósito de que instruidos en la fe y en nuestras costumbres y artes, volviesen á su tierra para enseñar á los otros; y á esto añade nuestro religioso autor: » Denosa ignorancia fué la suya,

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"si ignorancia fué y no codicia; la cual tengo ya por » cierto que le acarreó las angustias que le vinieron.... En » lo demas verdad dijo; porque así fueron muertos y me»noscabados los vecinos y moradores naturales desta isla. » Pero él lloraba el diezmo del oro que sacáran si no mu,, rieran, y los otros intereses temporales que por aquella » causa perdia." Y en el cap. 38, entre otros pasages muy notables del zelo evangélico de Casas, despues de referir la muerte del almirante, con la angustia, amargura y trabajos que padeció en sus últimos tiempos, concluye: » Esto no fué sin juicio y beneplácito divino....... Quien » bien quisiere advertir é considerar lo que la historia con » verdad hasta aquí ha contado de los agravios, guerras »é injusticias, captiverios y opresiones, despojos de se»ñorios y estados y tierras, y privacion de propia y na»tural libertad y de infinitas vidas que á reyes y á seño» res naturales, y á chicos y á grandes en esta isla (la Es» pañola ) y tambien en Veragua, hizo y consintió ha»cer absurda y desordenadamente el almirante, no te»niendo jurisdiccion alguna sobre ellos, ni alguna justa ›› causa ; antes siendo él súbdito dellos, por estar en sus » tierras, reinos y señoríos, donde tenian jurisdicion na»tural y la usaban y administraban; no con mucha difi»cultad, ni aun con demasiada temeridad podrá sentir » que todos estos infortunios y adversidades, angustias y » penalidades, fueron de aquellas culpas el pago y el » castigo." Tales son algunas pinceladas con que retrata Casas la conducta humana, prudente y desinteresada de Colon: pintura que podrá ser exagerada por el carácter de este escritor, pero no inventada ni falsa, estando conforme con la que hicieron otros escritores coetáneos, de donde la tomaron Solórzano en su Política Indiana ' ̧ Nuix en sus Reflexiones imparciales 2; y lo que es mas, acorde tambien con varias disposiciones y rasgos del almirante, que podrán advertirse en los documentos que se

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y

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