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17 en la Peña Vieja de Orduña, causándoles bastante destrozo. El 7 de diciembre alcanzó tambien en la Peña de Gorbea un triunfo sobre las partidas que mandaban Sopelana, Ibarrola, Castor y Ochoa, causándoles un considerable número de bajas; y el 16 sorprendió en los montes de Berriz á la gavilla que capitaneaba D. Pedro Barreneche, cura párroco de Durango, destrozándola completamente y cogiendo prisionero á su caudillo, que á las pocas horas fue pasado por las armas en Marquina.

El 18 continuó Espartero la persecucion de todas las facciones de la provincia, recorriendo los pueblos más castigados por ellas, y el 22 volvió á Bilbao para salir inmediatamente hácia Arratía, en donde los carlistas se habian reunido.

El año de 1835 lo inauguró el general Espartero asistiendo el dia 2 de enero á la accion de Omaislegui, cuyo pueblo con todos los montes inmediatos estaban ocupados por los facciosos que mandaba Zumalacárregui, los cuales fueron desalojados de sus posiciones despues de una cruda y sangrienta refriega. La accion fue mandada y dirigida por el mariscal de campo D. José Carratalá, comandante general de las Provincias Vascongadas.

Al dia siguiente, á causa de haberse separado dos de las columnas que formaban la division mandada por Carratalá, Espartero recibió órden de retirarse con su columna en escalones sobre Villareal de Zumárraga. Apénas los enemigos observaron este movimiento avanzaron contra la retaguardia, pero cargados de nuevo tuvieron que retirarse con alguna pérdida. En esta batalla Espartero dió señaladas pruebas de su personal arrojo, recibiendo su caballo dos heridas de bala, y mereciendo él por su serenidad decision la particular recomendacion del general Carratalá.

y

A pesar de lo crudo de la estacion Espartero no dejó de intentar algunos golpes de mano, que no pudo realizar porque los facciosos no se resistian ni presentaban. Sin embargo, en Guernica el dia 13 de febrero logró cogerles 3 cañones, un depósito de 150 pares de zapatos y muchos otros efectos; pero al fin se vió obligado á dar algun descanso á sus tropas, fatigadas más que por la lucha por las contínuas nieves y lluvias, y al efecto pasó á Bilbao el 15.

El 28 de marzo mandó la accion de Miraballes, en la cual derrotó completamente á cuatro batallones carlistas capitaneados por Luqui; y en 2 de abril dirigió tambien en jefe la de Villaró, en cuyo puente se trabó una lucha muy sangrienta, consiguiendo

al fin Espartero ahuyentar á los enemigos despues de causarles muchas pérdidas y de cogerles 35 prisioneros. A él le hirieron el caballo que montaba y algunos de sus ayudantes.

Por este tiempo dejó el mando de aquel ejército el general Mina y se encargó de él el señor Valdés, ministro de la guerra, firmándose y ratificándose entónces la estipulacion para el canje de prisioneros propuesta por lord Elliot, comisionado por S. M. británica para que sirviese de norma á los comandantes en jefe de los ejércitos beligerantes en las provincias de Guipúzcoa, Álava y Vizcaya, y en el reino de Navarra. La proposicion de este tratado la hizo lord Elliot con anuencia expresa del gabinete de las Tullerías, y el articulado decia así:

«Artículo I. Los comandantes en jefe de los ejércitos actualmente en guerra en las provincias de Guipúzcoa, Alava, Vizcaya y en el reino de Navarra convienen en conservar la vida á todos los prisioneros que se hagan por una y otra parte, y en canjearlos, segun se expresa á continuacion.

«Art. II. El canje de prisioneros será periódico, dos ó tres veces al mes, ó más á menudo si las circunstancias lo requieren y lo permiten.

«Art. III. Dicho canje será en justa proporcion del número de prisioneros que presente cada parte, y los excedentes los retendrá la parte en cuyo poder se hallen hasta nueva ocasion de canje.

«Art. IV. Se canjearán por igualdad de clases, empleos, categorías y dependencias de una y otra parte beligerante.

<<Art. V. Si despues de verificado un canje entre las dos partes beligerantes, una de ellas necesita un punto donde pueda guardar los prisioneros excedentes que no hayan sido canjeados, para la seguridad, buen trato y decoro de estos, se convendrá de que queden depositados y custodiados por la parte en cuyo poder se hallen, en uno o más pueblos que serán respetados por la contraria, sin que esta pueda entrar en los indicados pueblos ni hostilizarlos en manera alguna durante el tiempo que en ellos permanezcan los prisioneros: bien entendido que en el pueblo ó pueblos donde queden los prisioneros no se podrán fabricar armas, ni municiones, ni efectos militares; y que este pueblo ó pueblos serán elegidos de antemano por acuerdo de ambas partes

«Art. VI. Durante la actual lucha á ninguna persona, cualquiera que sea, civil ó militar, se le quitará la vida por razon de

opiniones políticas sin ser juzgada y condenada previamente con arreglo á las leyes, decretos y ordenanzas vigentes en España. Esta condicion debe entenderse únicamente con los que no sean en realidad prisioneros de guerra, pues respecto á estos ha de regir lo que queda estipulado en los artículos anteriores.

«Art. VII. Ambas partes beligerantes respetarán religiosamente y dejarán en plena libertad á los heridos y enfermos que encuentren en los hospitales, caseríos ó cualquiera otro punto, prévio el correspondiente reconocimiento de los facultativos con respecto á los enfermos.

«Art. VIII. Si la guerra se extiende á otras provincias regirá en ellas el presente convenio, con tal que sean los mismos ejércitos beligerantes en las Provincias Vascongadas y en el reino de Navarra los que por las vicisitudes de la guerra pasasen á hacerla en otras provincias de la monarquía.

«Art. IX. Este convenio se observará estrictamente por todos los comandantes generales de ambas partes que se sucedan en el mando.-Cuartel general de Logroño 27 de abril de 1835. -Comandante en jefe del ejército de operaciones del Norte, Jerónimo Valdés. - Cuartel general de Asarta 28 de abril de 1835.-El comandante general del ejército, Tomás Zumalacárregui.-Elliot.-Firmado á mi presencia. -S. Gurvood, teniente

coronel.>>

Este tratado, que al principio fue recibido con repugnancia porque reconocia á los rebeldes como beligerantes, fue despues aplaudido por todos los buenos españoles, porque economizó mucha sangre y salvó la vida de muchos infelices.

Con fecha 1.o de mayo fue nombrado Espartero comandante general de las Provincias Vascongadas por el crédito que habia adquirido como soldado y como jefe en Vizcaya, y hallándose el dia 2 en Vitoria recibió al anochecer una comunicacion del gobernador militar de Durango y otra del de Bilbao anunciándole que un gran número de partidas facciosas tenian envuelta en Guernica la columna del brigadier Iriarte. A las 5 de la mañana del dia 3 salió con su division, y sin reparar en la copiosa y abundante lluvia no paró hasta avistar á Guernica. Desde lo alto de Muniqueta divisó las llamas que rodeaban el convento de monjas de Rentería, en el cual se habian refugiado 200 hombres de los regimientos de Gerona y Príncipe, los cuales hubieran perecido quemados si Espartero hubiese tardado algunas horas en

socorrerlos. Desde dicha altura de Muniqueta disparó tres cañonazos para que sirviesen á aquellos desgraciados de señal de próximo auxilio, y al escucharlos los facciosos huyeron con direccion unos á Arratía y otros á Munitivar. Espartero llegó al convento lleno de ansiedad por salvar á aquellos valientes, y ya puede calcularse la tierna escena que tuvo lugar cuando aquellos infelices divisaron al general.

Este cuenta detalladamente el lance en la carta que dirigió al gobernador militar de Durango fecha 5 de mayo, que por su interes trascribimos á continuacion:

<<Sr. D. Ramon Solano: Mi estimado Solano: Acababa de llegar desde Viana á Vitoria con el objeto de encargarme del mando de las Provincias Vascongadas, cuando el dia 2 á las ocho de la noche recibí un comunicado de Durango y simultáneamente otro de Bilbao, anunciándome la marcha del brigadier Iriarte sobre Lequeitio, el movimiento de la faccion de Vizcaya sobre Guernica, y el de dos batallones guipuzcoanos por Mallavia á Marquina: sin más antecedentes marché á las cinco de la mañana del siguiente dia con direccion á Durango, en medio de una copiosa é incesante lluvia que me hubiera detenido en Ochandino, si no hubiera sabido en dicho pueblo la desgraciada accion del brigadier Iriarte ocurrida en Guernica.

<<Continué sin detenerme á Durango, y al amanecer del siguiente dia (ayer) volé sobre Guernica: desde el alto de Muniqueta ví las llamas que rodeaban el convento de las monjas, en el cual se habian refugiado como doscientos hombres de Gerona y Príncipe, cuyos valientes hubieran sido devorados por las llamas si me tardo algunas horas más en socorrerlos.

«Desde el alto de Muniqueta disparé tres cañonazos para que les sirviese de señal del próximo auxilio; á mi aproximacion á Muniqueta los enemigos se pusieron en precipitada fuga, tomando los vizcainos la direccion de la Rabensa para Arratía y los guipuzcoanos la de Munibivar para su provincia. Yo me dirigí sobre estos últimos por las calzadas de Arteaga, pero no siéndome posible darles alcance, é interesándome por otra parte salvar cuanto ántes á los héroes del convento de monjas de Rentería, bajé por Mendaeta á Guernica, llegué al convento, salió aquel puñado de valientes, y mi pluma ni ninguna otra no es capaz de describir con exactitud la escena al presentarme delante de ellos, pues hasta aquel momento ignoraban quién era el jefe

á quien debian su salvacion: yo me habia adelantado con un piquete de caballería; me conocieron ántes de pasar un pantano, que aunque pequeño daba el agua más arriba de la rodilla: todos al verme se tiran al pantano, lo atraviesan, vienen á abrazarme, é inundados en lágrimas de júbilo exclaman: «Sólo nuestro general, nuestro padre, podia haber sido nuestro libertador:» mis lágrimas se unieron con las de estos héroes, y seguidamente desfilaron por delante de mi columna, que los recibió con las armas presentadas y con mil vivas y aclamaciones.

<<En seguida pasé al convento; consolé é hice que fuesen inmediatamente auxiliados los heridos; di las más expresivas gracias á las virtuosas monjas, que con tanta virtud como caridad cristiana habian socorrido á sus refugiados; avisé á Iriarte mi movimiento, y creo se me unirá mañana. El convento donde se habian defendido nuestros héroes por tres dias consecutivos presentaba el cuadro más espantoso: todas las puertas y parte del techo habian sido incendiados; las paredes las habian horadado los enemigos, y desde ellas les hacian un horroroso fuego de fusilería; por el sagrario de la iglesia abrieron un gran agujero, y con un cañon les batian á bala rasa y metralla, pero nuestros bravos habian jurado morir ántes que rendirse: con los ladrillos y pavimento de los claustros y habitaciones formaron atrincheramientos interiores, y disputaban el terreno palmo á palmo: unos se ocupaban en dichas obras, otros en conducir agua para apagar el incendio y otros en defender su puesto á fuego y bayoneta. Los enemigos perdieron en los ataques del convento cuatro oficiales y muchos soldados muertos, y retiraron porcion de heridos.

«El titulado general Sarasa les pasó varios oficios intimándoles que se rindiesen, haciéndoles mil ventajosos ofrecimientos; pero el comandante del puesto, que lo era el teniente Calvo, del batallon de Gerona, á ninguno quiso contestar por escrito, y todos los oficiales y tropa les gritaban que habian jurado morir ántes que rendirse; que tenian 40 cartuchos en sus cartucheras, y que harian pagar bien cara su muerte; pero todos estos heróicos esfuerzos hubieran sido inútiles, si como llevo dicho se dilata algunas horas mi llegada, pues los enemigos habian rodeado el débil edificio de un inmenso combustible que iban á incendiar, y sin duda hubieran sido pasto de las llamas.

«No tengo lugar para escribir á nadie: puede V. hacer que

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