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veremos ó morir ó abandonar el campo llenos de oprobio y de ignominia, corriendo precipitadamente á ocultarla en sus encumbradas guaridas. Marchemos, pues, al combate; marchemos á concluir la obra, á recoger la corona de laurel que nos está preparada; y marchemos, en fin, á salvar y abrazar á nuestros hermanos, los valientes que con tanto denuedo han imitado nuestro ejemplo, defendiendo la causa nacional dentro de los muros de la inmortal Bilbao.»

Los dos vivas á la reina y á la libertad con que terminó su arenga encontraron prolongado y entusiasta eco en todo el ejército libertador.

La altura de San Pablo, en la cual se colocó el general Espartero, estaba defendida por el coronel D. Antonio Valderrama, comandante de la Guardia Real de infantería, la que era sostenida por la segunda division.

El fuego seguia con la misma violencia, mientras que el temporal arreciaba furiosamente; y ni la nieve dejaba de caer, ni cesaban de teñir sus consecutivas capas los raudales de sangre que corrian en los dos campos beligerantes. El viento soplaba con ímpetu, y los mugidos de los torrentes formados por el aguacero, que incesantemente se desplomaba de las nubes, iban á dar nueva fuerza al horroroso aspecto que presentaba el campamento. Por ambas partes se luchaba contra hombres y elementos con heroismo, con rabia, con desesperacion. Pero la desesperacion, la rabia y el heroismo tuvieron que estrellarse contra el temporal que á las dos de la madrugada se desarrolló con toda su furia y horror. Entónces se presentaron en ambos ejércitos escenas lamentables, desgarradoras. Forzados á suspender el fuego, liberales y carlistas ya no se cuidaron desde entónces sino de su propia conservacion. Ni era posible otra cosa. Impelidos los individuos por los remolinos del huracan, veíanse precisados á formar pelotones para resistir á la furia de los vientos; otros buscaban entre las rocas y los árboles un refugio que los libertara de la tempestad

Hasta las cuatro de la mañana ambos ejércitos fueron juguetes de la borrasca, pero al llegar aquella hora se disminuyó el furor de los embravecidos elementos. Su término, sin embargo, debia ser el principio de la furia renovada de los guerreros; es decir que cuando la naturaleza satisfecha ó fatigada de mostrar su poder enmudecia, los hombres iban á conmover el espacio.

con el ruido de sus armas. En efecto, apénas disminuyó el ímpetu de la tormenta, la batalla se empeñó de nuevo. En aquel instante llegó con su brigada el bizarro coronel Minuissir, en virtud de la órden dada al general Escalera por el mismo Espartero. Convencido este de la necesidad de un movimiento decisivo, dispuso que todas las bandas tocasen paso de ataque, y colocándose él á la cabeza de la primera division, y á la de la segunda el general Oraa, rompió la marcha en columnas hácia la elevada cumbre de Banderas, con la idea de conquistar los puestos y trincheras enemigas.

Aquella arrojada empresa se emprendió bajo los más felices auspicios, merced al valor del soldado, que no cedia ni un ápice por cubiertas que viese de enemigos las alturas de que se debia apoderar. Salvado que se hubo un estrecho desfiladero, merced al denuedo del referido coronel Minuissir, los liberales se precipitaron á paso de carga sobre los contrarios. Si bizarría manifestaban aquellos en avanzar, no ménos empeño manifestaban estos en resistirse, de manera que por esta vez la victoria no quedó por el más valiente, sino por el más fuerte. Un caserío, situado en la falda del monte de San Pablo, fue tomado y perdido consecutivamente por los liberales y carlistas, quedando por último en poder de aquellos como todo el monte de Banderas. Cargados á la bayoneta, los facciosos fueron lanzados hasta la cumbre de la montaña, desde la cual se vieron perseguidos sin descanso por la otra cuesta en direccion á los pueblos de Azua, Erandio y Derio. Desde aquel instante la victoria quedó decidida, los restos de los treinta batallones carlistas que poco ántes coronaban con orgullo las alturas, huian en la más desordenada dispersion. Como en razon á lo escabroso del monte y á lo angosto del desfiladero, la caballería no pudo maniobrar, sólo pudieron hacerse 137 prisioneros, entre ellos 7 oficiales y el comandante de artillería que reemplazaba al titulado brigadier Montenegro. El campo quedó cubierto de multitud de cadáveres, y Bilbao quedó libre.

Como un tributo de gratitud y justicia pagado á los mártires que en aquella noche se sacrificaron por la causa de la libertad, citaremos algunos de los jefes: D. Sebastian Ulibarrena, coinandante del regimiento infantería de Soria; D. Francisco Jurado, id. del de Zaragoza; D. Antonio Aymerich, capitan del primer batallon de la Guardia Real de infanteria; D. Nicolás

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Ibarra, ayudante del primer batallon de Borbon; D. Francisco Oliveras, teniente del regimiento de Gerona; D. José Aranda, id. de id.; D. Juan Sandoval, id. del batallon 1.o de la Guardia D. Pedro Caballero Infante, subteniente de id.; D. Joaquin Miró, id. de Gerona; D. Ricardo del Campo, id. del Rey 1.° de línea; D. Miguel Herreros, id. del de San Fernando. El número de los soldados muertos y heridos fue considerable y sus nombres por lo tanto muy extenso de enumerar.

El campamento enemigo con todos sus almacenes, víveres hospitales y caballerías cayó completo en poder de los liberales. Los efectos de artillería fueron los siguientes:

Cañones de bronce: del calibre de 24 montado en el carro fuerte, 1; de á 16 en cureña moderna, 2; de á 8 en id. de batalla y armon, 1; id. id. en id., de plaza antigua, 2; id. id. en id., de sitio, moderna, 1; id. de á 4 con id., de batalla, 2; id. de á 3, 2; obus de á 7 en id. de sitio, moderna, 1.-Cañones de fierro del calibre de 24, largo, montado en cureña moderna, 1; de id. con su cureña de sitio, moderna, 1; carronada de id. con cureña cola de pato, 1; cañones de 16, 2; carronada de id. con su cureña de marina, 1; cañones de 12, 3; carronada de á 10 sin cureña, 1; id. de á 6 con cureña de plaza, 1; cañones de á 3, 3: total de cañones, 26.-Balas rasas: del calibre de á 36. 46; de á 24, 330; de á 22, 460; de á 16, 32; de á 12, 450; de á 8, 234; de á 6, 240; de á 4, 712; de á 32, 220; de á 10, 640; id. ensaladeras de á 4, 30.-Bombas y granadas: bombas de á 14 pulgadas, 7; de á 10 id., 2; granadas de á 7, 18; id. de 4 42, 50; id. de mano, 100: total de proyectiles, 3571.= Metralla en botes de hoja de lata, racimos y saquillos: en botes de hoja de lata, 78; saquillos, 5: total, 83.-Cartuchos vacíos de lanilla, papel ó lienzo: de lanilla, 30; de papel, 3200: total. 3230. Máquinas y efectos para mover y montar las piezas: cabrias, 2; molinete, 1; gatos ó grisks, 8; espeques, 52. Armas y utensilios para el servicio de los cañones: escobillones, 20; atacadores, 5; manibelas, 4; sacatrapos, 3.=Fuegos artificiales: escopetas cargadas para bomba de á 14, 100; id. para granadas de á 7, 100; estopines, 9500; balas de iluminacion, 16; camisas embreadas, 15.-Cordaje de cáñamo y esparto: cuerda mecha, 7 mazos. Pólvora de cañon: 57 quintales.= Tambien se apoderaron de los siguientes efectos de parque: Arcones para custodiar municiones, 47; medidas y avíos de lava

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