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gró volver á darles alcance en Marchacamarca, donde los remató haciéndoles muchos prisioneros y tomándoles casi todo el armamento, sus equipajes y 33 quintales de azogue. El 13 de julio coronó las victoriosas operaciones de su valiente columna con otra sorpresa atrevida, en la que, corriendo como siempre el mayor riesgo, logró hacer prisionera en Capiñata toda la partida que capitaneaba el cabecilla Castro.

No teniendo ya enemigos á quienes combatir, el 3 de agosto fue relevado de la comision que se le habia conferido y se replegó al cuartel general. A poco tiempo la insurreccion volvió á dar señales de vida, y unos cuantos cabecillas volvieron á reunir gente y sorprendieron cerca de la villa de Oruro una partida de tropas españolas, quitándoles 160 fusiles que conducian. En vista de esto Espartero volvió á salir el 11 de octubre con su columna, y se dirigió segunda vez á los pueblos en que antes habia estado, entablando nueva persecucion, que duró tres meses y que dió por resultado el exterminio total de los rebeldes, y especialmente del caudillo Chinchilla, á quien le tomó todas las armas y dos cañones. En seguida se puso de acuerdo con el jefe de otra columna, D. Cayetano Ameller, y uniendo las fuerzas de ambas divisiones, se internaron en lo más escabroso de aquellas comarcas y barrieron, por decirlo así, los restos de todas las facciones, dando muerte á los cabecillas Rodriguez, Ramos, Hervoso, Gomez, los dos hermanos Contreras y otros, cogiéndoles multitud de prisioneros, todo el material de armamentos y municiones, y sobre mil cabezas de ganado vacuno y tres mil ovejas, que era la base de sus abastecimientos.

Al mismo tiempo habian operado todas las demas columnas con igual decision y fortuna, distinguiéndose entre ellas, como se habia distinguido la de Espartero, las que mandaban German, Ramirez y Antesana, y resultó por lo tanto la completa extincion de todas las partidas revolucionarias, y el afianzamiento por el pronto de la paz en todas aquellas provincias.

Por órden del virey Pezuela el general Laserna pasó entónces á la capital, entregando el mando de todo el ejército del Alto Perú al jefe del estado mayor, general Canterac.

Muy justamente pueden calificarse de heróicos los esfuerzos de decision, valor y constancia que empleaban en aquella época los soldados españoles para conservar aquellos países en la obediencia á España. El gobierno de Madrid, ebrio de encono y

ávido de venganzas, olvidaba muy comunmente la situacion de aquellas provincias lejanas, para ahogar en sangre dentro de la Península hasta el pensamiento de libertad política. Los constitucionales por su parte, á pesar de los presidios y cadalsos y de las persecuciones y vejaciones que continuamente sufrian, no desmayaban y luchaban asiduamente contra el poder absoluto para conseguir el triunfo de sus ideas. No era, pues, posible que el gobierno estudiara la situacion de las provincias ultramarinas para acudir á su defensa; y si alguna vez fijaba la atencion en ellas y disponia enviar recursos y refuerzos, estos eran muy mezquinos y ademas los hacian ineficaces por un lado los enemigos del gobierno, y por otro las naciones interesadas en debilitar el poder de España y en hacerle perder sus ricas posesiones de América.

Despues de habernos arrebatado Portugal á Montevideo y los Estados Unidos á las Floridas, y en vista de las noticias alarmantes que constantemente llegaban á Madrid del estado de la América española, el gobierno pensó en enviar refuerzos, y con grandes sacrificios despachó en Cádiz para Lima, á mediados de mayo de 1819, una expedicion de 2000 hombres con 8000 fusiles; pero era tal la repugnancia que entonces habia en España á ir á pelear en América, que por no llegar al punto de su destino, la tripulacion se sublevó en alta mar y entregó la expedicion á los insurrectos de Buenos Aires.

Estas noticias y las de la situacion política de España, que llegaban abultadas y exageradas á todas las provincias hispanoamericanas, daban cada vez más aliento á la insurreccion y hacian inútiles los esfuerzos de valor y abnegacion de las escasas tropas que, con tanta heroicidad, derramaban su sangre por conservar en aquellos puntos la dominacion de España. Así es que, aun cuando hemos dicho que en las provincias de Charcas, Cochabamba, Potosí y otras se habia afianzado la paz, sólo fue aparentemente; el fuego de la insurreccion no podia ya extinguirse; allí lo más que se podia hacer era sofocarlo. En todas partes se desarrollaba más de dia en dia el espíritu de independencia, y nuestros soldados no podian destruirlo por más victorias que alcanzaban. Todas las clases de la sociedad estaban empapadas en esas ideas, y hasta á los niños se les amamantaba con ellas, puesto que apénas empezaban á aprender á leer en las escuelas se les enseñaba secretamente un catecismo que por su

originalidad vamos á trascribir íntegro, toda vez que por su estructura es casi imposible extractarlo. Por él conocerá el lector qué clase de guerra era la que tenian que sostener entónces los soldados españoles en América.

El catecismo decia así:

CATECISMO DE LOS INCAS.

CAPÍTULO PRIMERO.

P. Decidme, niño, ¿cómo os llamais?

R. Patriota.

P. ¿Qué quiere decir patriota?

R. Hombre de bien.

P. ¿Cuál es la señal del patriota?

R. La santa libertad.

P. ¿Y por qué?

R. Porque por ella han muerto los grandes héroes para redimirnos y libertarnos del cautiverio español.

P. ¿Cuándo usaremos de la señal?

R. Siempre que comencemos á pensar sobre la buena obra de nuestra independencia, cuando sea tentada de los godos, y morir por ella siempre que esté en peligro de perderse.

P. Mostrad cómo.

R. Diciendo así: muramos con valor y constancia en defensa de la libertad, en el nombre de la religion de la patria y de la union.

P. ¿Y cuántas son las obligaciones del patriota?

R. Tres.

P. ¿Cuáles son?

R. Saber ser cristiano, católico, apostólico, romano; defender su religion, patria y ley, y morir ántes que ser vencido.

P. ¿Quién es nuestro presidente?

R. El Excmo. Sr. D. José de la Riva Agüero.

P. ¿Quién es el enemigo de nuestra felicidad?

R. El español.

P. ¿Y quién es este hombre?

R. Un señor intruso, infinitamente malo y codicioso, principio de todos los males y fin de todos los bienes; es el compendio y depósito de todas las maldades.

P. ¿Cuántas naturalezas tiene?

R. Dos: una diabólica y otra inhumana.

P. ¿Cuántos de estos hay?

R. Uno verdadero, pero trino en personas falsas.

P. ¿Cuáles son?

R. Fernando VII, Canterac y Laserna.

P. ¿Es más malo uno que otro?

R. No, padre, pues todos tres son iguales.
P. ¿De quién procede Fernando?

R. Del infierno Ꭹ del pecado.

P. ¿Y Canterac?

R. De Fernando.

P. ¿Y Laserna?

R. De uno y de otro.

P. ¿Qué atributos tiene el primero ?

R. La soberbia, la maldad y el despotismo.

P. ¿Y el segundo?

R. El robo, la infamia y la crueldad.

P. ¿Y el último?

R. La traicion, la lascivia y la ignorancia.

CAPÍTULO SEGUNDO.

P. ¿Y quiénes son los españoles?

R. Los antiguos cristianos y los herejes nuevos.

P. ¿Quién los ha conducido á este delirio?

R. La falsa filosofía y la perversa costumbre.

P. ¿Ha de tener fin algun dia generacion tan inicua?

R. Segun el sentir de los más sabios políticos está muy próc

sima su ruina.

P. ¿Volverán alguna vez acá?

R. Sí, padre.

P. ¿Cuándo vendrán?

R. El dia del Juicio.

P¿A qué han de venir?

R. A maldecir eternamente la hora de haber sacrificado las inocentes vidas de los Incas.

P. ¿De quién sabes estos anuncios?

R. De las disposiciones de nuestra santa madre la patria.
P. ¿Quién es la patria?

R. El conjunto ó congregacion de muchos pueblos regidos por un gobierno representativo, y gobernados por una misma constitucion.

CAPÍTULO TERCERO.

P. ¿Quién es el que hace hoy de general en el ejército español?

R. La segunda persona de la trinidad endemoniada.

P. ¿Cuáles son sus oficios?

R. Los de engañar, talar, robar, asesinar y oprimir.

P. ¿Y qué más quieren enseñarnos?

R. La herejía, la depravacion de costumbres y la irreligion.
P. ¿Quién puede librarnos de semejante diablo?

R. La union, la constancia y las armas.

P. ¿Será pecado matar españoles?

R. No, padre, si se les encuentra con las armas en la mano robando, talando ó en disposicion de hacerlo. Los que se rindan deben admitirse y protegerse, y los enfermos socorrerse y respetarse, pues en ello brillará la humanidad en que nadie excede al americano.

CAPÍTULO CUARTO.

P. ¿Qué conducta y política debe regir á los patriotas?

R. Las máximas de Jesucristo y el Evangelio.

P. ¿Cuáles sigue nuestro adversario?

R. Las de Maquiavelo.

P. ¿En qué se fundan?

R. En el egoismo y amor propio.

P. ¿Y qué fines llevan?

R. El beneficio propio y el perjuicio del comun de sus seme

jantes.

P. ¿Cómo los siguen?

R. Presentándonos crímenes y delitos por virtudes.

P. ¿Qué es el valor?

CAPÍTULO QUINTO.

R. Se llama valor una constancia y firmeza de espíritu que

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