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gase á su noticia que el duque de la Victoria habia avanzado hácia Elizondo, envió al general Zabala á preguntar á las autoridades francesas si le seria permitido entrar en aquel reino, caso de que se viese obligado á ello. La respuesta que se le dió por aquellas fue satisfactoria, y entonces el abatido príncipe pudo ya entregarse en Urdax á algunos momentos de descanso. En Elizondo se apoderaron igualmente los constitucionales de varias piezas de artillería y armamento de todas clases, y entre este cuatro ó cinco sables preciosos con funda de tafilete y la cifra de C. V., que estaban sin estrenar. Tal fue la precipitacion y alolondramiento de la fugitiva córte, que ni tiempo tuvo siquiera para llevarse consigo estas prendas.

Espartero y sus tropas, despues de un ligero descanso en Elizondo, siguieron avanzando hácia Urdax, no sin graves dificultades, porque aquellas cuatro leguas de camino eran un penoso desfiladero. Á las dos de la tarde del 14, cuando los constitucionales dieron vista á las alturas del puerto, observaron que estaban defendidas por el batallon cántabro de los rebeldes, el cual rompió el fuego sobre la columna de cazadores y una mitad de tiradores de húsares de la Princesa, con el intento de disputarles el paso. Rechazados los carlistas de su primera posicion, ocuparon otra que se eleva al descenso del camino del puerto, cuyo acceso era muy difícil por no poder ser flanqueada. Desde ella hicieron los cántabros un fuego nutrido; pero la brillante escolta del duque, que cargó simultáneamente con los cazadores y tiradores, derrotó y dispersó al batallon cántabro, que tuvo que replegarse en Urdax, donde se hallaba D. Cárlos con las demás fuerzas. El pretendido rey, en vista de este acontecimiento, montó rápidamente á caballo con su familia, y haciéndose escoltar por una compañía de la Guardia ganaron de un galope los límites de la frontera.

El resto de aquel malparado ejército seguia las huellas de su rey sin ser hostilizado apenas por el duque de la Victoria, que por un sentimiento de generosidad con los fugitivos no llegó al límite que separa á España del vecino reino hasta que se convenció de que todos la habian ya traspuesto.

Las autoridades francesas desarmaron estas fuerzas, en número de tres mil quinientos hombres, y entregaron las armas al duque de la Victoria, á cuyo cuartel general pasaron aquel mismo dia el subprefecto de Bayona y el coronel del regimiento nú

toria tendrá el único floron que pudiera apetecer, y las edades futuras se acercarán respetuosas á la urna en que reposen algun dia sus cenizas para tributarle los obsequios que la inmortalidad dispensa á los hombres eminentes, á los genios.

<<Dígnese V. E. aceptar esta franca expresion de gratitud, que podemos no dudar es la de todos los milicianos de esta córte, y la de la nacion. Dios guarde á V. E. muchos años.—Madrid 5 de setiembre de 1839. Excmo. Sr. Siguen las firmas.»

En la felicitacion de los milicianos de Zaragoza resaltaban no ménos que en la de los de Madrid los sentimientos más acendrados de lealtad y el deseo de consolidar la paz y la union entre todos los miembros de la gran familia nacional. He aquí los términos en que se expresaban aquellos entusiastas admiradores de nuestro héroe:

FELICITACION DE LA MILICIA NACIONAL DE ZARAGOZA AL DUQUE DE LA VICTORIA.

«Excmo. Sr.: Ingrata seria la milicia nacional de Zaragoza, si en los instantes en que acaba de dar V. E. al pueblo español la paz que tan ardientemente deseaba, no le manifestase su júbilo y su reconocimiento: en ocasion mucho menos importante para la causa nacional recibió de V. E. esta milicia ciudadana una distinguida muestra de su honrosa deferencia y de la estimacion que V. E. hacia de los que con servicios positivos aspiraban al nombre de patriotas; y esta misma milicia se apresura hoy á felicitar á V. E. del modo más sincero y entrañable por la espléndida magnanimidad con que, como primer caudillo de los ejércitos españoles, ha sabido V. E. confirmar en su persona los ilustres títulos que anteriormente tenia ya ganados por sus esclarecidos hechos de armas.

<<Cumplidamente ha llenado V. E. el sublime renombre de <<duque de la Victoria»; y la generosa nacion que tanto bien recibe de la mano de V. E. no dejará de consignar con alguna nueva ofrenda de su gratitud el eminente servicio á que va á deber su sosiego sin menoscabo de sus instituciones políticas. El glorioso timbre de «primer padre de la patria» lo habrá ya recibido V. E. en este momento del entusiasmado corazon de todos los españoles, sin que tan señalado honor pueda añadir nada al premio que V. E. debió disfrutar con el purísimo é inexplicable placer en que rebosaria su ánimo al presenciar el magnífico espectáculo de española reconciliacion que V. E. ha tenido la dicha de

presidir. recuerdo es este que acompañará á V. E. hasta dentro del sepulcro, para embriagar allí su alma, y de cuyo inestimable galardon no serán poderosos á despojarle ni la injusticia y encono de las pasiones, ni los reveses mismos de una aciaga fortuna.

<<En los anales españoles quedará tambien eternizada para gloria de V. E. la noble modestia con que al frente de dos ejércitos, á cuyo valor nada era imposible, y en los momentos en que el delirio de entusiasmo pudiera haber hecho las veces de la razon, supo contener V. E. los impulsos de su estimulada generosidad, y enjugando sus ojos arrasados en lágrimas señalar con la punta de su espada á aquellos generosos cuanto valientes enemigos (nuestros hermanos son desde tan insigne dia) el augusto asiento de la soberanía nacional, adonde debian elevar sus reverentes súplicas. Y ellos oyeron sumisos á V. E., é incorporados á la nacion española, de la que tan buenos hijos han sido en otras épocas de glorioso recuerdo, juraron con V. E. la constitucion del Estado; y consiguió V. E., para enseñanza de las futuras generaciones, el respeto y profunda sumision con que los soldados de una nacion libre deben acatar las leyes, cuya guarda les tiene la patria encomendada.

<«<La milicia nacional de Zaragoza, al llegar á este punto, no sabe cómo expresar dignamente á V. E. su gratitud; semejante conducta ha llevado el júbilo de este pueblo siempre heróico hasta el enloquecimiento, y las virtudes cívicas de V. E. han sido por espacio de tres dias con sus noches el objeto de sus más cordiales bendiciones. Reciba V. E. las de todos estos ciudadanos; y la milicia nacional de Zaragoza mirará siempre como una de sus más honrosas distinciones el aprecio que de este recuerdo haga el libertador de Bilbao, el vencedor de Peñacerrada, Ramales y Guardamino, y el virtuosísimo ciudadano español á quien debe la patria su más excelso timbre en la honrosa capitulacion de Vergara. Zaragoza 6 de setiembre de 1839.-Excmo. señor.(Siguen las firmas del señor subinspector, de los comandantes de todos los cuerpos y de un individuo por clase de los mismos.>>

Cuando llegó á Madrid la noticia de la paz celebrada en Vergara acababa de verificarse la apertura de las Cortes convocadas para el 1.o de setiembre; y aun no se habia constituido el Congreso, cuando en la sesion del dia 3 se vieron los diputados sor

prendidos con tan fausta nueva. Leida que fue por el ministro de la Guerra desde la tribuna la comunicacion del duque de la Victoria, todos los diputados presentes prorumpieron en un aplauso general y espontáneo al ilustre pacificador de la España, siendo más completo este regocijo cuando, habiendo manifestado el señor Olózaga algunas dudas sobre si se habria salvado en la estipulacion (cuyo documento no se habia dado aun á conocer) el gobierno constitucional íntegro y puro, contestó con firme resolucion el ministro: «Se ha conservado en toda su pureza.» No bien se constituyó este cuerpo, en la sesion del 10 dirigió á la reina gobernadora el siguiente mensaje:

<<Señora: El Congreso de los diputados, que acaba de constituirse solemnemente, se apresura á dirigir su voz á V. M. para felicitarla por el fausto y extraordinario suceso de Vergara, que debiendo contribuir tan poderosamente á afianzar el trono legítimo, promete á la nacion española una paz gloriosa y estable y el triunfo completo de las instituciones que se ha dado.

«Todas las provincias han recibido con señales las más positivas y espontáneas de una alegría sin ejemplo en esta época la noticia de haber dejado las armas y reconocido el gobierno de V. M. los que en las Vascongadas le habian hecho hasta aquí la guerra; y por todas partes se muestra la merecida y general gratitud al ilustre general Espartero, que ha llevado á término feliz tan difíciles negociaciones.

«El Congreso no admira sólo en él, como otras veces, el valor, las cualidades militares y el singular prestigio á que se deben en tanta parte los dias de gloria que ha dado á la patria el valeroso y constante ejército nacional, sino tambien la destreza con que se ha conducido en tan grave crisis, la prudencia tan difícil de guardar en ciertas ocasiones, la entereza y la resolucion tan necesaria en otras, y sobre todo ese sentimiento tan esencialmente español de amor á la independencia de su nacion, del que todos sin distincion han participado, y que ha hecho inútiles por lo ménos ajenas garantías, y ese profundo y sincero respeto que en momentos tan solemnes y decisivos ha mostrado á la constitucion y á los poderes del Estado, y que en vez de menguar, aumenta el valor de su palabra empeñada.

«Esa palabra prodigiosa de un soldado español, que ha bastado para que dos ejércitos enemigos se abracen á ejemplo de sus generales con mútua y absoluta confianza, la mira, señora, el

Congreso como una grande deuda nacional, y está resuelto á pagarla por su parte, no sólo con la debida fidelidad, sino con cuanta generosidad quepa en el círculo de sus facultades.

«Así que no sólo ratificará, si es necesario, los empleos y grados de aquellos á quienes por el convenio de Vergara les han sido reconocidos, sino que con preferencia á cualquiera otro asunto, por grave y urgente que sea, se dedicará á examinar el proyecto de ley que el gobierno de V. M. ha tenido á bien anunciarle sobre los fueros de las Provincias Vascongadas, dispuesto á otorgar todo lo que sin oponerse á la constitucion vigente pueda contribuir á su prosperidad. Mientras tanto tiene el Congreso la honra de anticipar á V. M. la seguridad de que objeto de sus deliberaciones será siempre la pacificacion general, que sólo puede considerarse completa y duradera cuando se consultan y concilían del mejor modo posible los intereses, las costumbres y las tradiciones de las diversas provincias que compo nen la monarquía española.

el

«<Entónces podrá satisfacer á V. M. más fácilmente que hasta ahora el constante anhelo que siempre la ha animado por la felicidad de los españoles, y podrán estos disfrutar todas las ventajas del gobierno constitucional por el que tantos y tan costosos sacrificios han hecho en varias épocas, y principalmente en la presente. Así el cielo guarde la interesante vida de V. M. para bien de la España.

<<Palacio del Congreso 10 de seliembre de 1839.»

El Senado tambien dirigió á la reina otro mensaje concebido en términos análogos; y á propuesta del senador D. Antonio Gonzalez acordó un voto de gracias al duque de la Victoria y al valiente ejército que operaba á sus inmediatas órdenes. El cuerpo diplomático extranjero, presidido por su decano el señor Eaton, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de los Estados Unidos de América, se apresuró igualmente á felicitar á S. M. por tan plausibles acontecimientos.

Mientras que por todas partes resonaban en la península española cánticos de alabanza en honor del insigne patricio, del ilustre duque de la Victoria, el general Maroto era fuertemente atacado en su conducta por el bando carlista, que le calificaba con los epíletos más duros y denigrantes. Retirado á Bilbao despues de la celebracion del convenio, publicó desde allí un manifiesto el dia 20 de setiembre, en el que para justificar su proceder

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