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pretexto á sus robos, incendios y asesinatos, procuraron, en su desesperacion, hacer el último esfuerzo.

«El feroz Cabrera, huyendo con parte de los suyos, creyó poder ocultar su derrota y dar nuevo sér á las facciones catalanas: miéntras que destacando á Castilla la Vieja al tigre Balmaseda, poniendo á sus órdenes los rebeldes que habian quedado en las provincias de Albacete, Cuenca y Guadalajara, concibió la idea de sublevar de nuevo el país que fue teatro de la guerra, y que ya disfrutaba el beneficio de la paz. Sabedor de estos proyectos, pude anticiparme á contrarestarlos haciendo las prevenciones oportunas á los dignos generales, á quienes tocó la suerte de ofrecer nuevas glorias á la causa nacional.

<«<Al mismo tiempo, á la cabeza del ejército expedicionario del Norte, me dirigí á Cataluña. La reunion de los aprestos necesarios para que esta campaña completase el triunfo, permitió tuviésemos el honor de recibir á SS. MM. y A., de asegurar su tránsito á Barcelona, y de acompañar la régia comitiva hasta el punto de donde debian partir las operaciones.

<«<El brillante estado en que encontré las tropas del ejército de Cataluña, que me fue posible revisar, justificó su bien adquirido concepto por sus señalados combates y por su perfecta armonía con las demas fuerzas que militan á mis órdenes, todas virtuosas, valientes y disciplinadas, á la vez que poseidas de un puro entusiasmo por la consolidacion del trono de Isabel II de que es digna regente su augusta madre, por la constitucion de 1837, y por la independencia nacional.

«Con ejércitos animados de tan nobles ideas, y robustecidos con tan sublimes virtudes, no podia ménos de ser pronta y segura la pacificacion que anuncié en mi órden general de 30 de mayo en la plaza de Morella. El del Centro, que tanto contribuyó á la feliz campaña de Aragon, exterminó en breve los grupos que quedaron errantes. La division que operaba sobre Albacete, Cuenca y Guadalajara, obtuvo una señalada victoria en Olmedilla contra las fuerzas que infestaban aquellas provincias al marchar á incorporarse á Balmaseda. Lanzado este cabecilla de la sierra de Búrgos, fue batido en Zalduendo por el ejército que operaba en el Norte. Perseguidos los restos de su faccion por todas las tropas destinadas á su exterminio, tuvieron que buscar en trozos un asilo en Francia, en cuya raya fueron desarmados. El último golpe que debian recibir los enemigos era en esta plaza de Berga, centro y apoyo de las facciones catalanas, donde tenian su junta de gobierno y todos los elementos de accion.

«Para que el éxito fuese rápido y feliz destiné la fuerza de dos divisiones á cubrir el flanco izquierdo : la primera y segunda del ejército de Cataluña el derecho; y yo con el resto de las tropas emprendi desde Manresa el movimiento sobre Berga. La brillante jornada del 4 nos dió la posesion de esta plaza, de su castillo y considerable número de fuertes con 17 piezas de artillería. La rica maestranza, los parques, las fundiciones, las fábricas de armas y de pólvora, todo quedó en nuestro poder, todo cedió á vuestro denuedo y bizarría, poniendo en vergonzosa derrota á los batallones con que Cabrera intentó rechazaros.

«Cubierto de oprobio y de ignominia, este sangriento caudillo debió su salvacion á lo escabroso del terreno, y forzado á tomar un asilo en Francia con mucha parte de sus fuerzas, lo verificó ayer en el mayor desórden. Ya no quedan más que las hordas que capitanea Tristany y otros cabecillas que serán en breve destruidos. La guerra, por lo tanto, se puede considerar terminada: los enemigos del sosiego público aniquilados: los pueblos libres para siempre de los vándalos, y muy cercano el dia en que esta nacion magnánima pueda en masa entregarse al júbilo, entonando el himno de paz, de la paz por que tanto ha suspirado y que hará la ventura de los españoles.

«Compañeros de glorias y peligros, pronto descansareis de la fatiga de una lucha tan sangrienta como prolongada: pronto se verán cumplidos los votos por la pacificacion general. Yo jamás dudé del éxito de esta época de consuelo á que hemos llegado por vuestra constancia y bizarría. Siempre que os he dirigido la voz os lo he predicho; porque cada dia me dabais nuevas pruebas de confianza, de lealtad, de bravura, de sufrimiento y de patriotismo. Generales, jefes, oficiales é individuos de tropa, todos son dignos de la gratitud de la reina y de la patria: á todos encarezcò la pureza de mis sentimientos por su bien y felicidad, y á todos con el tributo de mi justo reconocimiento aseguro, que así como en todas ocasiones y en las más críticas circunstancias conté con su heróico esfuerzo para lograr el triunfo obtenido de la más santa de las causas, así todos deben contar con su general en jefe. Cuartel general de Berga 7 de julio de 1840.-EL DUQUE DE LA VICTORIA.

Cabrera llegó á Perpiñan el 7 å las nueve de la noche, y á su entrada en la ciudad se vió rodeado de un numeroso concurso que le aguardaba á la puerta, atraido por la curiosidad de conocer al guerrillero que tan funesta celebridad habia adquirido en esta cruel y formidable lucha. Conducido à Paris por disposicion de Luis Felipe,

el monarca francés le hizo traer á su presencia y habló con él dirigiéndole varias preguntas sobre su conducta y sistema de guerra. Despues obtuvo permiso para trasladarse á un depósito, fijando más tarde su residencia en Lyon con sus hermanas y cuñadas.

Con la rendicion del fuerte del Collado de Alpuente, y con la internacion en Francia de unos dos mil quinientos carlistas procedentes del campo de Tarragona, hechos que tuvieron lugar á los pocos dias, quedó libre de facciones el Principado de Cataluña y terminada la guerra civil en España. Despues de siete años de fatal discordia, tiempo era ya de que luciese el dia en que los heróicos esfuerzos de esta nacion noble y grande fuesen coronados con los beneficios de la paz. Y lo más admirable seguramente no consistia sólo en que la lucha cesara, sino en que tan magnífico resultado se obtuviese sin necesidad de intervencion extranjera, y únicamente con los sacrificios que los buenos hijos saben hacer siempre por la patria. El oro, la sangre, todo fue español; y la victoria que con tanta gloria presentamos á la faz del mundo, fue por lo tanto una victoria enteramente nacional.

Grandes fueron los sacrificios de los pueblos; grande la abnegacion con que prodigaron los tesoros de su sangre y de sus arcas en esta guerra, al parecer de sucesion, pero en la que únicamente combatian por su libertad. Los datos que tenemos respecto á la primera y más preciosa parte de esos sacrificios, nos ofrecen guarismos de tan asom-. brosa magnitud que horrorizan, pues concretándose tan sólo al ejército de la reina, las bajas que tuvieron aquellos valientes consistieron en 39.701 muertos, 5.096 heridos, 19.666 prisioneros y 807 extraviados, que en junto forman un total de 65.270. De suerte que si á estas bajas se añaden las de la milicia nacional y las de la faccion, no seria exagerado calcular que la guerra civil costó á España 200.000 victimas. Ademas de estas bajas de hombres el ejército constitucional tuvo 10.629 caballos muertos y 3.695 inutilizados. En cuanto á las expensas hechas y á las pérdidas sufridas por la nacion en esos siete años, uno de nuestros más entendidos estadistas las ha calculado en una suma que no baja de 21.000.000.000 de reales. Tampoco en esta parte se mira la guerra civil sino por el lado del gobierno constitucional de Isabel II, y sin tener en cuenta para nada lo mucho que consumió y derrochó la faccion carlista en localidades y en sucesos particulares de esos que son imposibles de someter al cálculo.

Contribuyeron tambien poderosamente á la terminacion de la guerra civil los beneméritos ciudadanos que componian la milicia nacio

que

nal. Movilizada ó pasiva, en los campos ó en sus hogares, donde se veia de continuo acometida por aquellas turbas crueles y vandálicas ad majorem gloriam Dei iban sembrando por do quier el espanto y la muerte, la milicia nacional de todas armas, en todas las provincias del reino, y más aun en los puntos dominados por las facciones, es indudable, no puede negarse sin marcada injusticia, que prestó siempre à la causa constitucional muchos y muy eminentes servicios. Bilbao, Zaragoza, Gandesa, Cenicero y otras muchas poblaciones consagrarán más de una página de su historia á trasmitir los hechos heróicos de su milicia nacional durante la guerra.

¿Y qué diremos ahora del ejército, si ya en el curso de esta historia hemos tenido en cada página una ocasion de admirar sus virtudes en medio de sus espantosas privaciones y su heroismo sin igual en los combates? Si volvemos la vista al héroe principal que lo acaudillaba, ¿cómo hacer resaltar el mérito que contrajo este ilustre capitan no solamente á los ojos del país sino á los de toda Europa? Lo acertado de sus disposiciones, su inquebrantable constancia, su decision y bravura, su activa solicitud, su celo, su patriotismo, prendas son acreditadas por los hechos que á tan encumbrada altura levantaron su nombre, colocándolo al lado de los militares más afamados, de los patricios más distinguidos, de los varones más fuertes, que en distintos países, épocas y circunstancias antepusieron el bien de su patria á las consideraciones individuales, los grandes intereses á los intereses pequeños y mezquinos. Y no es este un juicio nuestro apasionado, que disculpe nuestra entusiasta admiracion por Espartero. No; los hechos no son tan antiguos que no puedan atestiguarse; bastará que apelemos á la memoria; recuérdese cuál era entónces la opinion del país y cómo se manifestaba por medio de la prensa, de los ayuntamientos, de las diputaciones, de las milicias nacionales, de las Cortes, del gobierno mismo, sino con felicitaciones entusiastas y tributándole todo género de alabanzas, honores y homenajes. Fuera de España se pronunciaba tambien con admiracion su nombre, y le adjudicaban la gloria de haber pacificado la Península. Citaremos un testimonio nada sospechoso en la materia. Un periódico francés, el Diario de los Debates, órgano antiguo del doctrinarismo en aquel pais, ocupándose de los negocios militares de España en los primeros dias de julio, cuando aun no se tenia noticia en Paris de la terminacion de la guerra, decia entre otros párrafos lo siguiente:

«El ejército ha sostenido dignamente el antiguo renombre castellano, mereciendo más de una vez los elogios de la Europa entera.

«Cuando hace tres años se viera reducido á evacuar la Navarra, ó retirarse primeramente detrás del Ebro, despues del Duero, y por fin hasta Madrid mismo, amenazado por D. Cárlos en persona, ayudado de su fiel y sanguinario Cabrera, este valeroso ejército y sus jefes no desesperaron un momento de la justa causa, de la causa de la libertad y de la civilizacion, y se le ha visto constantemente reparar los desastres con perseverancia admirable, sufriendo espantosas privaciones, sobrepujar las mayores y más sensibles dificultades con ese valor, sobriedad, paciencia y energia, cuyas cualidades caracterizan eminentemente al soldado español.

<«<Citemos sólo los sitios y la toma de Castellote y de Morella, conseguidos á pesar de lo crudísimo del tiempo en montañas hasta entónces impracticables, y no obstante tambien de mil y mil dificultades, de obstáculos, de fortificaciones de todas clases.

«Estas dos operaciones prueban la capacidad del capitan general Espartero y el valor de sus tropas. El boletin militar de estos dos sitios muestra tambien que la parte militar se cultiva en España ventajosísimamente: la descripcion de los trabajos de la artillería y del cuerpo de ingenieros hacen tanto más honor á los oficiales españoles de estas distinguidas armas, cuanto que las fortalezas de esta clase, irregulares, erizadas de los más singulares obstáculos, de accidentes imprevistos de terreno, y basadas sobre rocas, exigen para tomarlas grandes recursos de talento y de invencion militar, pues adoptar la rutina ordinaria de un sitio es de todo punto inaplicable en casos semejantes.

«El capitan general duque de la Victoria, como hemos dicho ya en más de una ocasion, ha sabido atinar ya en la táctica conveniente para este género de guerra. Siempre ha tenido el cuidado de reunir en masa todas sus tropas sin comprometer ningun destacamento, burlando de este modo las sorpresas del enemigo, y encontrándose siempre bastante fuerte para contenerle ó destruirle por donde quiera que le hallase.

«Así es como ha ocupado sucesivamente todos los fuertes dominados por Cabrera, á despecho de una terca resistencia, que al fin no podia ménos de sucumbir ante la firmeza y el método del general español. >>

Mayor prueba de admiracion dió la reina Victoria de Inglaterra al afamado y favorecido general por sus brillantes hechos de armas, adornando su noble pecho con las condecoraciones de la gran cruz de la muy honrosa órden militar del Baño, que le envió por medio de su tio

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