de la tierra, sino que fuese azote suyo y castigo de muchos, como lo fué, pues tantos y tantos murieron por su mandado, que es harto dolor pensarlo. CAPITULO XI De las cosas que subcedieron en la cibdad de Los Reyes despues que entró el licenciado Cristóbal Vaca de Castro, y de lo que hacia el visorrey en Trujillo. Ya era tiempo que contáramos la salida de Los Charcas del capitan Gonzalo Pizarro, pero conviene que tratemos tambien lo que subcedió en la cibdad de Los Reyes con la entrada del licenciado Vaca de Castro; escrito esto, volveremos á lo demás. Aposentado, pues, el licenciado Vaca de Castro en las casas del obispo don Jerónimo de Loaysa, venian siempre nuevas á Los Reyes de las cosas hechas por el visorrey en la cibdad de Sant Miguel y las que de nuevo hacia en Trujillo en cumplimiento de las Ordenanzas y cómo las ejecutaba en las cosas de los indios y en otras cosas. En gran manera les pesaba ya á los del cabildo por le haber recibido. pues sin llegar á Los Reyes y fundar el Audiencia, ni sin acuerdo de los Oidores, hacía las cosas que contaban; y decian unos á otros que habia sido mal acuerdo recibille hasta quél personalmente entrase en la cibdad, pues lo podían bien hacer; y que Su Majestad no mandaba que lo rescibiesen por traslados simples, sino por las provisiones oreginales, y que tambien lo pudieran dilatar hasta que viniera Vaca de Castro, pues era gobernador del reino. Vaca de Castro dicen que habló á los regidores de la cibdad disculpándose de la gente que traia y armas del Cuzco; que no lo hizo sino por saber que las Ordenanzas venian, y era, si se cumplian, en el daño comun; y tambien porque con el aparejo de armas no subcediese algun alboroto en el Cuzco y en las provincias de arriba, pues conocian la gente del Perú cuán exenta y mal sufrida es; é que visto su voluntad dellos, con paciencia y buen ánimo, sin se acordar de sus cargos y dignidades pasadas, mas que por la carta del visorrey, habia deshecho la gente y retenido las armas y entrado en la cibdad, como todos vian, privado de gobernador é con poca compañía; y que si mal les viniese, de quél no dubdaba, que á sí y á sus súpitos consejos echasen la culpa, que en lo que á él habia competido siempre habia hecho lo que convenia al servicio del rey nuestro señor. Oidas estas cosas por los vecinos y regido res, conosciendo la voluntad de Vaca de Castro deseaban volvelle al gobierno de la provincia y que siendo gobernador mirase por el bien comun, y que S. M. .fuese informado de cómo á su servicio real no convenia que las nuevas leyes se ejecutasen ni cumpliesen; y para aquesto poder concluir entraron en sus cabildos, enviando á suplicar á Vaca de Castro viniese á se hallar en ellos · presente, para que se concordasen en lo que todos deseaban, y quél volviese á tomar á cargo el gobierno del reino, pues no le dieron parte del recibimiento del visorrey. Vaca de Castro, teniendo en más su abtoridad que su deseo, respondió graves palabras: que viniesen ellos á hacer el cabildo y ayuntamiento á donde él estaba, pues era más razón que no ir él con su persona á donde ellos querian; y de una parte á otra fueron y vinieron algunos mensajeros, sin que Vaca de Castro quisiese venir al cabildo ni el cabildo ir á donde él estaba, teniendo, á lo que yo creo, Vaca de Castro sospecha del cabildo y el cabildo de Vaca de Castro, porque en los tiempos pasados siempre se quisieron mal. La resolucion destos negocios fué quel cabildo ordenó ciertos capítulos para que Vaca de Castro los firmase, que por ser cosa que de secreto pasó entrellos no se supo por entero. El obispo don Jerónimo de Loaysa entrevenía en estas cosas, é hizo amigos á Alonso Riquelme, el tesorero, y al fator Illan Xuarez con Vaca de Castro. Y despues de hechos los capítulos, el tesorero Alonso Riquelme los dió á Lorenzo de Estopiñan para que los llevase á Vaca de Castro que los firmase; y despues que los hubo visto y leido dijo que no firmaría tal cosa, porque dellos era menester quitar y á otros añadir. Estopiñan importunó quél mismo hiciese la enmienda dello y los firmase; Vaca de Castro respondió que no haria, porque conoscia que no eran hombres de constancia y no habia él de fiar su honor dellos. Y pasadas otras cosas entre Vaca de Castro y los del cabildo, no se concordaron en nada; ni tenemos ninguna cosa que decir por agora de Vaca de Castro, porque no se concluyó nada de lo que querian; y él se estuvo en Los Reyes, y aun dicen que no mostraba pesalle con las cosas que decian del visorrey. El cual muy de reposo se estaba á todo esto en Trujillo, entendiendo en cosas tan livianas que despues de fundada el Audiencia bastaba á las hacer cumplir un mandamiento quél inviara con un alguacil. Todos los que tuvieren cargo de regir reinos y gobernar provincias, que sin consejo se guiaren, ellos cairán como han muchos hecho; y si el visorrey con priesa dejara los arrabales y se viniera á las cibdades y con prudencia entrara en ellas, no vinieran los escándalos y grandes daños que hobo, que no fueron pocos. Todo lo que en Trujillo hacia era que los indios supiesen lo que habian de dar y imponelles en lo que dejaba impuesto á los de Sant Miguel; y quitó los indios de repartimientos al capitan Diego de Mora, porque era teniente de gobernador, y á Alonso Holguin, porque lo habia sido. En esta cibdad de Trujillo estaban su hermano Francisco Velazquez Vela Nuñez, caballero muy noble y de grandes virtudes, y Diego Alvarez de Cueto, su cuñado, varon muy cuerdo y asentado y que se preció siempre de dar buenos consejos al visorrey, y los que más dijimos que salieron con el visorrey de Tumbez. En la cibdad de Los Reyes, Hernando Bachicao, Diego Maldonado, Gaspar Rodriguez, Pedro de los Rios y otros, como entendian lo que pasaba en Trujillo y cómo el visorrey ejecutaba las nuevas leyes, platicaron muchas cosas entre ellos mismos, determinando de volver al Cuzco sin aguardar á quel visorrey entrase en Lima, para ver lo que habian de hacer en lo tocante á las Ordenanzas. CAPÍTULO XII De cómo estando en Los Charcas el capitan Gonzalo Pizarro le fueron cartas de muchas personas, y con ellas Bustillo, para que viniese á procurar por el reino. Bien se acordará el letor cómo el capitan Gonzalo Pizarro habia salido de la cibdad del Cuzco y ido á la villa de Plata, que es en la region de Los Charcas, adonde él tenia repartimientos de indios muy ricos, y estando en un pueblo que se llama Chaqui enviando recabdo á las minas de Potusí, que en aquel tiempo se empezaban á descubrir, para sacar plata, allegó á él un criado del comendador Hernando Pizarro, llamado Bustillo, el cual lo envió don Antonio de Ribera, é Alonso Palomino, y Villacorta y otros muchos con cartas. Y ansimismo, en este tiempo me dijo á mí Luis de Almao, criado de Gonzalo Pizarro, que Vaca de Castro le escribió se estuviese quedo sin se alterar, aunque las cosas no llevaban buenos términos con las Ordenanzas, y que S. M. seria informado de la verdad y mandaria lo que más á su servicio real conviniese. Las de don Antonio, é Palomino, é Villacorta y Alonso de Toro y otros escribian que viniese luego á los librar y redimir de tan gran mal como era el que se esperaba, y tambien le llevaron las Ordenanzas. Y allegó este mensajero á tiempo que estaba cazando ocho leguas de allí en una estancia ó hacienda suya que ha por nombre Palcócon, sus criados bien descuidados de tal cosa. Pues como allegó este Bustillo al pueblo, halló á Luis de Almao y le rogó que fuese en persona á donde estaba Gonzalo Pizarro y le dijese que luego con toda presteza viniese, porque le convenia mucho, que le querian cortar la cabeza. Allegado Luis de Almao donde estaba Gonzalo Pizarro á la segunda vigilia de la noche, alteróse mucho pensando que cra otra cosa, y pidiendo lumbre Gonzalo Pizarro, le dijo: ¿Qué venida tan de priesa es esta? Respondióle Almao: Levantaos, ques venido Bustillo y trae despachos y avisos que os guardeis, porque os quieren cortar la cabeza. Creyendo Gonzalo Pizarro que lo decia por Vaca de Castro, respondió: ¡Juro á Nuestra Señora que yo se la corte á él primero! Y levantóse luego de su lecho sin preguntar cosa alguna, y antes quel resplandor del día viniese cabalgó en un caballo, y con mucha priesa anduvo hasta que llegó al pueblo de Chaqui, adonde halló al mensajero, y tomando los despachos estuvo oyendo las cartas todo aquel dia y hasta la media noche, y como vido las Ordenanzas mostró rescebir gran alteracion, y sin las acabar de leer salió fuera diciendo á los que con él estaban que unas nuevas tan malas le habian venido, que ni ellos las entenderian ni él sabría decírselo; y como esto habló, les arrojó las cartas con las Ordenanzas para que las leyesen, y despachó luego á Juan Ramirez á la cibdad de Arequipa para que ciertos dineros quél habia enviado para que fuesen enviados á España que los detuviese. Y holgó allí un dia, el cual pasado se partió y fué á dormir en el camino de Porco, mostrando mucha tristeza; y aun afirman que muchas veces lloró, casi adinando los grandes males que habian de rescrecer en el reino. No sé yo si eran [lágrimas] fingidas 6 no, porque los que quieren levantarse y ser tiranos, muchas son las disimulaciones con que engañan á los que les siguen. En pocos dias fué á las minas de Porco, donde allegó el más dinero que pudo. CAPÍTULO XIII De las cosas que pasaron en la rilla de Plata, é de los procuradores que salieron para ir á Lima. Despues quel gobernador Vaca de Castro hobo desbaratado en Chupas á don Diego de Almagro, proveyó y nombró por su teniente de gobernador de aquella villa á Luis de Ribera, caballero muy principal, natural de la cibdad de Sevilla; y estando la villa quieta y pacífica, sin señal de ningun alboroto, llegó á noticia de todos las nuevas Ordenanzas y leyes que S. M. del rey nuestro señor enviaba, y de la venida de Blasco Nuñez por visorrey. Sin estas nuevas, fueron cartas del cabildo de la cibdad del Cuzco y del gobernador Vaca de Castro que lo afirmaban, amonestando que inviasen procuradores para que con los más que fuesen del reino suplicasen de las Ordenanzas. No dejó de causar grande alboroto en sus ánimos estas nuevas, como habian hecho en todas partes que fueron oidas, y pasado aquel tomulto entraron en su cabildo el teniente Luis de Ribera y Diego Centeno, y Antonio Alvarez, alcaldes; y Lope de Mendieta y Francisco de Retamoso y Francisco de Tapia, regidores perpétuos; y consultado entre ellos de la manera que ternian para rescebir aquellas Ordenanzas y capítulos, despues de bien pensado sobrello acordaron que no embargante quel rey nuestro señor hobiese proveido las Ordenanzas, que no seria cordura que con punta de rebelion ni de desacato las reprobasen ni dejasen de obedescer, antes que como obedientes vasallos con grande humildad le suplicasen las suspendiese todas ó algunas dellas, é que para este efeto la suplicacion habia de ser general: que inviasen de su villa personas que en voz de su república suplicasen al visorrey no las ejecutase hasta que S. M., siendo avisado de la verdad, proveyese lo que más á su servicio conviniese. Y mirando á quién señalarian por sus procuradores, despues de bien pensado se nombraron á Diego Centeno, alcalde, y á Pero Alonso de Hinojosa, regidor que tambien era en la villa, y les dieron poder cumplido para que pudiesen juntarse con los demás procuradores que fuesen de las demás cibdades y villas á la suplicacion, y obligar las haciendas y personas de su villa para lo que se ofreciere en aquel negocio, con tanto que la suplicacion fuese con toda humildad. Y Luis de Ribera graciosamente hablaba á todos los vecinos, diciéndoles que no se congojasen ni fatigasen en oir las Ordenanzas, que S. M. seria servido de mandarlas revocar. Diego Centeno y Pedro de Hinojosa se partieron de la villa para ir á la cibdad de Los Reyes, habiéndose visto primero Pedro de Hinojosa con Gonzalo Pizarro en el pueblo de Chaqui. Muy congojado estaba el ánimo del capitan Gonzalo Pizarro en oir las cosas que se decian, y como era hombre de poco saber no miraba con prudencia los acaecimientos que en lo foturo se podian rescrecer. Pensaba unas veces de se estar en su casa y no mostrarse, como dicen, cabeza de lobo por el pueblo, pues despues, en viendo que sus cosas se hacian prósperas, le negarian y dejarian dentro en el lazo; otras veces pensaba que seria falta de ánimo, y que pues los ojos en él todos ponian, no serian tan ingratos que no conosciesen el bien que les venia de querer él por su persona mostrarse abtor de aquel negocio. Tambien consideraba que habia ido al descubrimiento de la Canela, donde salió desbaratado y tan gastado que con cincuenta mil pesos no pagaria sus debdas, y que fuera justo S. M. le nombrara gobernador, que era todo su pró, alegando que por el testamento del Marqués y por su provision real, él lo habia sido ya en el Quito. Esto le daba más deseo de ir al Cuzco y hacer junta de gente y oponerse contra el visorrey. Dañó el negocio tambien cartas que no dejaban de venir de todas partes, incitándole á que con brevedad saliese de allí, provocándole á mayor ira, diciendo que tomase la empresa por suya, pues era por libertar la provincia, y los amparase y tuviese debajo de su favor como patron suyo y persona que juntamente con el Marqués habia sido en descubrir el reino, y que se condoliese de la miseria y subsidio tan grande que S. M. les queria echar; y para que con más voluntad lo hiciere, escribíanle que á el mismo Gonzalo Pizarro y á todos los que se habian hallado en las alteraciones pasadas les mandaba cortar las cabezas y quitar sus haciendas. Pues vistas todas estas cosas y que Gonzalo Pizarro, como ya dije, era hombre de poco saber, sin mirar que era locura y gran desvarío oponerse contra los ministros del rey, concibe en su pecho de se acercar á la cibdad del Cuzco, adonde él tenia amigos muy fieles, y con ellos haria lo que viese que más le convenia para este negocio, escribiendo á todas partes alegres cartas que iria y haria lo que le inviaban á mandar y aventuraria su vida por les hacer placer. Y recogida toda la plata, que tanta cantidad de ella habia que le sacaban cada dia cien marcos y más, determinó de se partir para la gran cibdad del Cuzco, dejando mandado que la que le sacasen se le llevase con gran recab- do. Saldrian con él de aquel lugar hasta catorce hombres, todos criados suyos, y un su hermano que habia por nombre Blas de Soto. Y yendo hácia el Cuzco le venian mu- chas cartas de Lima y de todas partes, y él, llevando en su pecho concebido lo que habia de hacer, callaba, mostrando con el silencio CAPÍTULO XV Cómo Gonzalo Pizarro envió una espía para que fuese á Arequipa é más adelante á saber nuevas del visorrey, y de cómo se En gran manera deseaba saber el capitan En esto, Gonzalo Pizarro llegaba al lago de Titicaca, que es en la provincia del Collao, adonde se encontró con el capitan Francisco de Almendras, el cual, juntamente con dos mancebos sobrinos suyos llamados Diego de Almendras y Martin de Almendras, venia á juntarse con Pizarro, entendido lo que pasa- ba y de su ida al Cuzco; y ansí, desde que se vieron Gonzalo Pizarro y él mostraron gran contento, porque tenian grande amis- tad desde el tiempo que anduvieron en la partes se dijese que el capitan Gonzalo Piza- rro venia al Cuzco y esta fama se hobiese extendido, salieron algunos vecinos de las cibdades á encontrarse con él, y ansí en el pueblo de Ilabe, ques del rey nuestro señor, se vieron con él Gomez de Leon y Noguerol de Ulloa, Hernando de Torres, vecinos de Arequipa, y un soldado que se decia Fran- cisco de Leon. Y ansí, cuentan que despues de que hobieron holgádose unos con otros, todas sus práticas y congregaciones era tra- tar sobre la aspereza de las Ordenanzas y rigor tan grave con que el visorrey las ejecu- taba, y la poca benivolencia que mostraba para oir la suplicacion que los vecinos que- rian hacer para adelante el acatamiento de rey, como á su soberano y natural señor. Sin éstos acudian muchos soldados á juntarse con Pizarro de los que andaban derramados por aquella provincia; y el primero que con él se juntó ha por nombre Martin Monje, y siguió la guerra harto tiempo y agora es vecino de la villa de Plata. Los soldados jun- tábanse con Pizarro porque barruntaban la guerra y aborrescian la paz, por poder robar á su voluntad y usar de lo ajeno como suyo propio, y porque por ispirencia que todos tenian sabian que con la mudanza son apro- vechados unos y otros perdidos; de manera que faltando la paz y el sosiego y tranqui- lidad en el reino, de soldados pobres rema- necen vecinos prósperos, y de señores de grandes repartimientos se hallan pobres y aun sin las vidas, que es lo peor. Y ansí, muy alegres se ofrecian á Pizarro, mos- trando ánimos prontos y aparejados para todo lo que por él les fuese mandado; y él, que neciamente se queria oponer por Pues yendo caminando Gonzalo Pizarro de Cuzco, que salió para ir á ciertas minas su- Gonzalo Pizarro, viendo que las obras y Yendo más adelante encontró á Francisco CAPÍTULO XVI no De cómo el capitan Gonzalo Pizarro entró En el tiempo que estas cosas pasaban era García de Montalvo, el cual juntamente con Primero que hiciéramos narracion de la CAPÍTULO XVII Cómo algunos vecinos de la cibdad del Cuzco Todavía era grande el alboroto que habia |