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capitan Diego Maldonado alzase la bandera por el rey, y llegado prendió á Santa Cruz y á otro de aquellos que con Alonso de Mesa habian querido alzar la bandera, y viéronse en trabajo, porque como fuese Alonso de Toro mucha parte en el campo de Pizarro y supiese que habian tratado de tomar á su mujer, ensistian en que fuesen muertos, y cierto, si no fuera por otros capitanes que por ellos rogaron, quedaran colgados de algunos de los árboles que cerca de allí estaban. Tambien prendió en el Cuzco el sargento mayor Francisco Sanchez á Arias Maldonado, que por no querer seguir á Pizarro se habia quedado. Mas no bastó su deseo, porque, como digo, fué preso. Gonzalo Pizarro anduvo con su gente hasta que llegó á la puente de Avancay, y como Gaspar Rodriguez y Diego Centeno, Alonso de Toro, Alonso de Mendoza, con los demas que sabian la ida de Loaysa, le aguardasen y siempre unos con otros sobrello hablasen, dicen que estando en este rio, despues de ser pasada gran parte de la noche vino á la tienda de Gonzalo Pizarro el capitan Francisco de Almendras y le habló á él sin ser visto de ninguna persona, si no fué de Hinojosa, que como era capitan de la guardia de Gonzalo Pizarro estaba allí, y le dijo que supiese ciertamente que Gaspar Rodriguez de Camporredondo andaba por le matar; por tanto, que mirase lo que le convenia sobre ello hacer. Gonzalo Pizarro, aunque rescibió alguna alteracion, por entonces determinó de no matar á Gaspar Rodriguez y mandó á Francisco de Almendras que se volviese á su tienda y que no tratase con nadie lo que le habia dicho. Luego quel siguiente dia fué venido, Gonzalo Pizarro y su maestre de campo Francisco de Caravajal praticaron sobre lo que debian de hacer en lo tocante á lo que Almendras dijo de Gaspar Rodriguez de Camporredondo, y despues de haber pensado aquel negocio, por entonces no proveyeron mas de mandar á soldados de confianza que tuviesen ojo en Gaspar Rodriguez y mirasen con quién hablaba, y entendidas algunas palabras avisasen á Pizarro lo que significaban. Gaspar Rodriguez, á cabo de algunos dias, por conjeturas ó por aviso que tuvo entendió Pizarro estar mal con él y haberle cobrado odio. Mas como todo ello, lo uno y lo otro, fuesen sospechas, tampoco tenia temor, y por disimular lo que decimos fué á su tienda y le dijo que pues en el Cuzco le prometió una compañia de gente de á caballo, que la señalase y se la entregase. Gonzalo Pizarro respondiole con la misma industria que él le hablaba; le afirmó que

era contento y que ya le tenia hecha la bandera, y por entonces no trataron más en aquello é anduvieron hasta la provincia de Andaguaylas, adonde hallaron á Luis de Chaves y se ofreció de servir á Gonzalo Pizarro, y ansimismo vino Cristóbal de Torres y ofreció de hacer otro tanto y contó cómo ya Gonzalo Diaz de Pineda quedaba en Goamanga, y allegó Francisco Sanchez, sargento mayor, que venia del Cuzco. En el inter estas cosas pasaban estaba el obispo de Los Reyes, don Jerónimo de Loaysa, en el pueblo de Viamarca, y como por él fuese entendido estar ya Gonzalo Pizarro en la provincia de Andaguaylas, le escribió sobre que queria ir á verse con él, teniendo todavía gran deseo de procurar que Pizarro no llevase adelante su propósito; el cual, como viese las cartas del obispo le respondió que no tomase trabajo de venir hasta Andaguaylas, porque él sal- · dria hasta la mitad del camino, adonde se podrian ver; mas como el obispo determinase. su salida de Viamarca, acompañado de los que con él estaban volvió hácia Andaguaylas y en el camino encontró con un soldado llamado Grado, el cual le dijo que Gonzalo Pizarro mandaba que no pasase adelante, y dende á un rato allegó Mescua, caballerizo de Pizarro, que por su mandado salia á ver si era cierto que el obispo venia, y como lo viese dió la vuelta al real. Gonzalo Pizarro y los capitanes con otros caballeros salieron á recebir al obispo, al cual pidieron las manos, y despues de pasadas algunas práticas de comedimientos tornaron á cabalgar, mostrando algunos mucha alegría en ver al obispo, y llegados que fueron á Andaguaylas salieron los capitanes de infantería con sus soldados campeando las banderas, lo cual era mañeado por Pizarro para que obispo viese la gente. Aquella noche cenaron en la tienda de Pizarro, y despues de ser pasada alguna parte della, estando el obispo en su tienda entraron en ella Gonzalo Pizarro y su capitan de la guardia Pedro de Hinojosa, y los capitanes Diego Gumiel, Cermeño y Alonso de Toro y Jerónimo de Villegas, que ya se habia juntado con Pizarro, y tambien se halló en aquella congregacion el licenciado Leon y el maese de campo Francisco de Caravajal, el cual propuso la prática al obispo, diciendo cómo el general Gonzalo Pizarro, con más todos los capitanes y caballeros que había en aquel venturoso campo, se habian holgado infinito con su venida, y que con acuerdo de todos habian aquella hora querido verle y saber qué es lo que mandaba, y si traia algunas cosas que comunicar con ellos de parte de Blasco Nuñez.

A estas razones respondió el obispo diciendo que el fin de su venida ya lo habia escripto, sin lo cual era público querer tractar la paz para que el reino estuviese en quietud, sosiego y tranquilidad, y excusar que no se hiciesen juntas de gentes, sin las cuales, teniendo á Dios por delante, se podria mejor hacer lo que pretendian y publicaban sobre la suplicacion, y que se aclarasen con él en decirle lo que querian que el visorrey y Audiencia hiciesen, y que él diria lo que traia entendido del visorrey. Oida esta razon por los que estaban en la tienda, se estuvieron un poco perplejos mirándose uncs á otros, y al fin, despues de pasado el silencio, Caravajal prosiguiendo el razonamiento dijo al obispo el fin del General, y que todos los que seguian su opinion era con ánimos prontos y libres suplicar de las Ordenanzas y enviar á Su Majestad con la suplicacion personas de autoridad y valor, tales que le puedan informar de lo que á su real servicio convenia. Respondió el obispo que aquella suplicacion se pudiera mejor hacer estándose en el Cuzco y no habiendo hecho ninguna gente, porque yendo como iban más parescia querer resestir que no suplicar, y que se aclarasen más, porque por ventura sin pasar adelante se daria órden como se hiciese; á lo cual tornó á replicar Caravajal y dijo que el general Gonzalo Pizarro y todos aquellos caballeros querian cuatro cosas del visorrey: La una, que se suspendiesen las leyes y diesen lugar á que fuesen procuradores en nombre del reino á dar cuenta á Su Majestad, y que para esto habia de dar término de dos años. La segunda era sobre que confirmase al reino todas las mercedes que Su Majestad habia hecho á los vecinos conquistadores, y que se fuese Blasco Nuñez con los procuradores á España á suplicar á Su Majestad lo tocante á las Ordenanzas, para lo cual le darian cantidad de dineros para sus gastos. Lo tercero que querian era que en el entretanto que los procuradores iban y volvian, Gonzalo Pizarro pudiese estar en el Cuzco con la gente que le pareciese nescesaria para la guarda de su persona, y que no hobiese otro visorrey ni gobernador hasta que Su Majestad respondiese á los procuradores. La última era que no se procediese contra ninguna de las personas que se habian juntado con Gonzalo Pizarro á voz de la suplicacion, ni por otra cosa alguna subcedida despues que se comenzó á hacer la junta de gente. Concluido Caravajal, quisieron saber del obispo si tenia poderes del visorrey para tratar en negocio tan importante, al cual dijeron que los mostrase, porque Pizarro tenia aviso que el viso

rrey habia dicho al tiempo que él queria partir de Lima, que no iba con su voluntad. El obispo respondió que era verdad que se dijo en Lima un dia 6 dos antes que él partiese, que el visorrey habia dicho: el obispo no va á verse con Gonzalo Pizarro con mi voluntad, sino de suyo se mueve á ello; y que sabido por él envió á fray Esidro de San Vicente, su compañero, á decir que le habian dicho que publicaba que él no venia por su voluntad á verse con Gonzalo Pizarro; por lo cual si le parescia que de su ida no se podria seguir provecho, que la dejaria, porque no le movia otra cosa sino servir á Dios y al rey, y excusar, si pudiese, no se hiciese junta de gente, y que, lo quel decia, iria corriendo sangre al Cuzco y seria ocasion que Gonzalo Pizarro no diese crédito á sus amonestaciones; y que el visorrey respondió que era verdad haberlo dicho, pero no porque la ida fuese contra su voluntad, sino de industria porque ni en Lima ni en el Cuzco no se presumiese que lo hacia de flaqueza, porque no convenia á la autoridad del rey, en cuyo lugar él estaba, y que el visorrey publicó aquello porque no paresciese que enviaba rogadores ni terceros, pero que en lo secreto supiesen que él venía por su ruego y voluntad y traia palabra y seguridad para no salirse afuera de lo que él concertase con Gonzalo Pizarro y con ellos; cuanto á lo del poder, que no lo traia por escrito porque al visorrey le paresció, por las razones ya dichas, que no convenia publicar que él le habia rogado que viniese, y tambien hasta ver lo que pretendian, no convenia de parte del rey fuesen personas con poderes á tratar con sus vasallos, cuanto más siendo obispo y persona de autoridad y tan conocido de todos. En haber hablado lo que hemos recitado se pasó gran parte de la noche, y deseando el obispo la concordia y paz del reino tornó á la prática diciendo á Gonzalo Pizarro y á los que más estaban con él, cuanto á lo que pedian en lo tocante á la suspension de las Ordenanzas y dar lugar á que fuesen procuradores á España con el término de los dos años, que él en nombre del visorrey lo aseguraba, y tambien á que no se procederia contra ninguno de los que se habian juntado con Gonzalo Pizarro á voz de la suplicacion, con tanto que la junta se deshiciese y cada uno se fuese á su casa; y que en lo tocante á estar Gonzalo Pizarro en el Cuzco con gente, no se sufria ni era cosa para hablar, porque parescia que era hacer resistencia al rey y á sus ministros, sin lo cual la tierra estaria alterada y los ánimos de los hombres inquietos; y cuanto

á lo que decian que el visorrey fuese á España á informar á Su Majestad, no era cosa decente hablar en ello, porque habiéndolo el rey enviado por su visorrey del reino, no daria buena cuenta en dejarlo sin su licencia é irse. Oido por Gonzalo Pizarro y por los capitanes que alli estaban lo que el obispo habia dicho, hablaron algunas palabras, y el maese de campo dijo que mañana juntase á todos los capitanes y más principales que venian con él, para que despues de habelles dado parte de aquellas cosas respondiesen al obispo con acuerdo y parecer de todos; y ansí salieron, y venido el dia se juntaron Gonzalo Pizarro y todos los capitanes y más principales y tractaron en su congregacion aquellos negocios, y hobo muchas porfias y debates, aprobando unos uno y afirmando otros otro, y como las cosas que van fundadas sobre débil y flaco cimiento se caen sin aprovechar lo que se ha trabajado en ello, y la humana sabiduría valga poco y pueda menos si no implora el favor de Dios para que mediante su gracia acierten y no yerren, éstos con una furia desenfrenada y una osadía llena de gran temeridad se resumieron en proseguir su obstinada porfia, que era ir á la suplicacion con mano armada; y ansí, ya que era tarde y el dia queria concluir su curso, Gonzalo Pizarro acompañado de algunos de sus consortes fué á la tienda del obispo y le dijo cómo aquellos caballeros y él, á quien aquel negocio tocaba, habian praticado en lo que habian hablado. la noche pasada, y que les parescia á todos. por el presente no tractar de medios, sino proseguir su camino á Los Reyes á hacer la suplicacion, y que no obstante que por entonces no tuviesen otro propósito, que si yendo su camino acordaren otra cosa, que ellos recibirian de su mano el favor. Pues como el obispo viese la final determinacion de Pizarro le habló persuadiéndole sobre que diese la vuelta al Cuzco, ó que deshiciese la gente y enviase á la cibdad de Los Reyes algunos varones á tratar con el visorrey, y si no hiciese la ida dellos fruto, que en tal caso proseguirian su camino ó harian lo que mejor les pareciese, porque no podia tener buena salida publicar que iban á suplicar y hacer tanta junta de gente y armas. Uno de los que estaban con Gonzalo Pizarro, que era, segun dicen, el licenciado Leon, mirando contra el obispo dijo que conforme á derecho y leyes podian los vasallos ir á suplicar á su rey, y no teniéndose por seguros ir poderosos. A lo cual respondió el obispo, riéndose, que aquellas leyes no se usaban en España. Como hobiese pasado lo que ha con

tado el discurso de nuestra obra, el obispo se entró en su tienda y á cabo de un rato entró en ella Francisco de Almendras y habló muy secreto con Gonzalo Pizarro, que todavía estaba con el obispo, el cual muy acelerado se levantó y fué adonde estaba fray Esidro, compañero del obispo, al cual con gran soberbia le dijo: Don frailecillo, si no estoy por haceros pedazos! como el obispo entendiese aquellas palabras preguntó lo que era, y supo cómo Francisco de Almendras habia dicho á Gonzalo Pizarro que fray Esidro le alborotaba el campo, y como lo oyó salió diciendo que no se creyese tal, porque el fraile no era hombre liviano, cuanto más que sabia á los negocios quél venia. Gonzalo Pizarro se aguró algun tanto y dijo al obispo que un clérigo llamado Sosa afirmaba que fray Esidro praticaba con muchos de los que estaban en su campo, y el obispo le rogó le mandase parescer alli para que se aclarase la verdad. Gonzalo Pizarro dijo que no habia nescesidad y mandó que veinte arcabuceros estuviesen á la redonda de la tienda del obispo para que viesen si algunos entraban ó salian en ella. Otro dia por la mañana, que fué á ocho dias de Septiembre, el obispo, despues de haber oido misa se partió, diciendo á Pizarro que en Goamanga le aguardaria, porque todavía tenia esperanza en Dios que miraria aquel negocio y se daria algun medio. Gonzalo Pizarro respondió que fuese en buena hora y hiciese lo que fuese servido; y así partió el obispo del campo de Pizarro. Algunos hobo que dijeron que no se hobo fielmente con el visorrey. Lo que tengo dicho afirmo, y de eso otro no hallo auctor; demas que dicen yo quiero escrebir lo que pasa y que nunca se diga que afirmo lo uno y dejo de contar lo otro.

CAPÍTULO LVI

De cómo Gonzalo Pizarro anduvo hasta que llegó á Goamanga y en ella fué recebido por procurador é le dieron poder para responder por su cibdad, y de cómo se trató de enviar procuradores a la Audiencia.

Pasadas las cosas que hemos contado, Gonzalo Pizarro con su gente iba caminando para se acercar á la cibdad de San Juan de la Vitoria de Goamanga, y antes desto, teniendo sospecha Gonzalo Pizarro y Francisco de Almendras y los otros sus capitanes que Baltasar de Loaysa no iba con buena intencion para lo tocante al deseo dellos, el capitan Francisco de Almendras desde la puente de

Avancay habia mandado á dos soldados, que el uno habia por nombre Francisco de Leon y el otro Castañeda, que dándose toda la priesa posible fuesen á salir al camino de Los Llanos y procurasen de prender á Loaysa para que no pudiese llegar á Los Reyes, y éstos, que para acometer maldades no eran poco osados, se partieron para lo hacer ansí, é yendo que iban caminando, á los que topaban decian que se iban huyendo de Pizarro para el visorrey; y por se haber dado toda priesa Loaysa á andar no pudo ser topado por éstos, y allegaron hasta Yca, adonde hallaron á Francisco Alonso de Orihuela que venia por mandado del visorrey con unas provisiones para que todos acudiesen á servir al rey con sus armas y caballos á la cibdad de Los Reyes, y los dos soldados prendieron á Orihuela y lo trujeron á la cibdad de Goamanga, adonde despues le fué dado tormento muy grande, creyendo que venia con alguna cautela y no siendo creido de la verdad, aunque éi la decia. Por sus jornadas allegó Gonzalo Pizarro á los reales aposentos de Vilcas, y estando allí allegaron Juan de la Torre y Juan de Piedrahita, vecino que es agora de la cibdad del Cuzco, con otros de los que habiendo recibido pagas del visorrey le desampararon y se vinieron con Gonzalo Diaz, y fueron muy bien recebidos dél, holgándose mucho de tener en su campo á Juan de la Torre, porque era hombre valiente, muy determinado, y preguntábale por el visorrey y por sus condiciones; Juan de la Torre respondia que era un temerario, acelerado, sin juicio y no nada allegado á razon, y otras fealdades, que no poco dolor es ver que un traidor tuviese atrevimiento de vituperar la persona del visorrey estando ausente, pues cuando estuvo en su presencia le hizo no poca honra. Desde que Juan de la Torre se juntó con Pizarro fué uno de los mayores secaces suyos que más persiguieron á los del rey nuestro señor, y lo que ganó de se mostrar por tan su amigo fué ser dado por traidor, de lo cual es testigo su cabeza, que en la picota de la plaza pública de la cibdad de Los Reyes está puesta; y andando más adelante allegó á las llanadas de Chupas, adonde en los años pasados se habia dado la cruel batalla, y gloriábase mucho Gonzalo Pizarro en ver que tanta sangre fué allí derramada en pago de la muerte que se dió al marqués su hermano, y mandaba á Caravajal que por órden le contase de la arte que aquello pasó, y pensaba con pensamiento profundo la alta empresa que llevaba y cómo si salia con aquel negocio sería muy nombrado en la region d'España, sin lo cual todos los que

habitaban en las Indias é las tenian por pátrias, ternian á singular beneficio la hazaña suya; y como la conciencia que esté dañada fatigue al hombre interiormente, tambien pensaba que si la fortuna se le mostraba adversa, que perdia reputacion y todo lo que tenia en el reino. Y como los vecinos de Goamanga supieron que Gonzalo Pizarro tan cerca estaba de su cibdad, los más dellos se holgaron con su venida, principalmente un Pero Diaz, que luego que supo que estaba allí le envió muchos refrescos, é otro Ontiveros, criado que fué del comendador Hernando Pizarro, y tambien Francisco de Cárdenas y otros algunos que por no hacer confusion, mas que por ecepcion, de ninguno dellos yo no los nombro; y estando en el asiento de Chupas, Gonzalo Pizarro, fueron estos vecinos y otros que digo á le recebir, y con ellos los traidores de Gonzalo Diaz y Pedro de Puelles y los otros que con ellos habian venido, adonde todos le hicieron reverencia, llamándole unos gobernador y otros libertador del reino, y así le daban los honores que á cada uno se le antojaba, congratulándole como querian, y lo que decian del visorrey seria hacer proceso largo si por órden se hobiese de contar. Para Gonzalo Pizarro y para todos los que con él venian llevaron mucho refresco, é fácilmente todos los más se movian á seguir al tirano, viendo que los principales y señores del cabildo lo hacian. Otro dia mandó que fuesen acercándose á Goamanga la gente puesta en órden como que hobieran de pelear, y dando una vuelta por la cibdad se volvió á salir della, y en el campo pusieron sus tiendas, y como el obispo estuviese allí y lo mismo el provincial de los dominicos, fray Miguel de Orenes, y el comendador de la Merced, persuadian á Gonzalo Pizarro no pasase adelante y que enviase procuradores al visorrey, que seria mejor negocio que no ir con las lanzas en las manos; y tornando á tener su consejo, juntó los más principales que allí estaban. Despues de haber altercado sobre ello determinaron enviar procuradores á Lima, donde sabian que el visorrey tenia gran junta de gente, de que no poco temor llevaban, para que se tratase de medio provechoso á los que estaban en la junta, y nombraron por procurador al capitan Pedro de Hinojosa y otro de los más principales dellos que no sé quién fué. Yansí, con esta determinacion se comenzaron á hacer los poderes y á ordenar las instruciones que habian de llevar; mas como muchos deseasen más que ver la suspension de las Ordenanzas, tornaron á turbar el negocio con palabras que decian llenas de mill

maldades coloreadas con sus falsedades, y tanta parte fueron que se dió por ninguno el primer parescer, sin lo cual pasaron otras cosas, ansí sobre de qué manera podrian ir los procuradores seguros, y ellos, que no se determinaban á ir por miedo de que el visorrey los prenderia ó mataria, por lo cual cesó la ida de los procuradores, y el obispo, despues de haber tenido otras práticas con Gonzalo Pizarro, y conocido dél que pretendia ser gobernador más que procurador, se fué de Goamanga á cabo de algunos dias y en el pueblo llamado Gualle halló en una casa de un indio un pliego de cartas que Alonso Palomino enviaba á Pizarro, en que se contenia la muerte del factor y prision del visorrey y otras cosas de las que adelante pasaron, y entendido por él se fué á Chincha, 1 donde estuvo algunos dias, los cuales pasados prosiguió su camino derecho á la cibdad de Los Reyes y allegó á ella á doce de Otubre, por donde se ve que tardó en la ida y vuelta hartos dias. Vueltos, pues, á nuestra historia, como Gonzalo Pizarro no acordase de enviar procuradores, volvió á la cibdad, adonde los del Cabildo, alcaldes y regidores, en nombre de su cibdad le dieron poder complido para que pudiese suplicar de las Ordenanzas con mano armada de gente de guerra hasta echar al visorrey del reino, y para ello obligaron sus personas é haciendas. Yo vi este poder en el libro del cabildo, y aun hablando con algunos sobre cómo habian sido tan necios en dar tal poder, me respondieron que era. por fuerza, y esto es cosa comun los que se han hallado en facion. Sabido que Blasco Nuñez Vela venia por visorrey despacharon de su villa á Diego Centeno, alcalde, é á Pedro de Hinojosa, regidor, para que fuesen como procuradores á la cibdad de Los Reyes á se hallar en la suplicacion de las Ordenanzas, é como éstos no volviesen é Pizarro con los que le siguieron se partieron para la cibdad de Los Reyes, escribio á la villa de Plata, haciéndoles saber á los del cabildo della cómo él iba elegido por capitan é nombrado por justicia mayor de la cibdad del Cuzco para procurar por el bien comun é ser procurador general del reino; que les rogaba le quisiesen favorescer é ayudar, é otras cosas, persuadiéndoles á que siguiesen su opinion; mas no estaban en aquel propósito los de la villa 2, sino muy sobre aviso de no hacer

Nota marginal: 12 de Otubre.-2 E bien podré yo afirmar que la lealtad estuvo en ella para con el rey, como los saguntinos la tuvieron con los romanos, porque si ellos por el guerreador Africano fueron combatidos é puestos á tanta nescesidad que tomaron por sepoltura el fuego, por no hacerse amigos del que era

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otra cosa que lo que al servicio del rey tocase, porque ya habian tenido nueva de la intincion de Pizarro, por cartas que tuvieron de los Carangues, enviadas por Juan Ortiz de Zárate, y en alguna manera estaban sentidos de Pedro de Hinojosa é Diego Centeno, porque no se habian puesto á todo peligro por venir á darles cuenta de lo que se les encargó; y estando con deseo de saber nuevas de Los Reyes allegó una provision sellada con el real sello, en que por ella se mandaba que sin dilacion ninguna, armados de sus armas, encima de sus caballos, fuesen á la cibdad de Los Reyes á se hallar en ayuda é servicio de su visorrey, é de verla se holgaron mucho, no embargante que antes que fuese, ni el mensajero de Pizarro llegase, acordaron de alzar públicamente una bandera por el rey, tratando lo primero sobre que otros del cabildo, que eran el capitan Luis de Rivera, teniente que allí habia sido por Vaca de Castro, natural de Sevilla, y Antonio Alvarez, alcalde del rey, natural de la cibdad de Astorga, el cual es el que atrás contamos que fué preso por Diego Mendez, secaz del mozo don Diego de Almagro, é Lope de Mendieta, natural de la cibdad de Orduña, é Francisco de Retamoso, natural de la villa de Talavera, regidores perpetuos; los cuales cuatro, despues de lo haber pensado, estando en la iglesia con la otra demás gente, por auto de escribano juraron por Dios é por Santa Maria é por las palabras de los santos cuatro Evangelios de jamás ser directe ni indirecte inobidientes é rebeldes al servicio del rey, sino siempre servirle con toda lealtad como sus vasallos leales, y que en señal de que ansí lo mantendrian alzaban la bandera que allí tenian, en su real nombre, é que nunca se juntarian con Pizarro, aunque supiesen sobre tal caso quedar en el campo muertos; é hecho esto salieron á la plaza y se apregonó públicamente, y á ciertos vecinos que allí estaban, que no eran

enemigo de Roma, y ansí no menos en la villa de Plata se vieron sus vecinos por los tiranos, é por no querer conseguir su amistad, viviendo desterrados por los montes como los brutos; robados de sus haciendas, desposeidos de la encomienda que tenian de indios, muertos muchos dellos, de lo cual pueden ser testigos los campos de Guarina é Pocona, pues allí los cuerpos dellos fueron sepultados é su sangre derramada. En conclusion, si alguna lealtad en el Pirú hobo en tiempo de los tiranos Almagro y Pizarro, en Chuquisaca se halló, é por cierto ella es digna de que los escriptores en nuestras escripturas la sublimemos en alguna parte de lo que merece, y el gran César la honre con favores, favoresciendo con mercedes á sus vecinos, de tal suerte que en lo futuro declare la hazaña que hicieron. E volviendo á nuestro cuento, los del regimiento de la villa estaban....1 nuestro señor.

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