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ejercicio de su autoridad fué el nombramiento de una regencia, con el encargo de convocar las córtes que todos cual mas, cual menos deseaban.

Dió el asunto de convocacion de córtes márgen á varias controversias, suscitó disputas y engendró no poca efervescencia en los ánimos de todos. Grandes y pequeños, ninguno dejaba de poner los ojos en la perspectiva de esta asamblea nacional, considerada como indispensable. Era el nombre de cortes para los amantes de reformas hasta mágico en España. Se sabía bien que de la desaparicion de estas grandes asambleas, y del falseamiento de tan popular institucion, fechaba el sistema de arbitrariedad que la abrumaba. No era, verdaderamente, la historia de las córtes suficientemente conocida de la generalidad; mas bastaba que hubiesen sido objeto de desvío y de odio para los monarcas absolutos: bastaba que las clases enemigas de reformas las mirasen con cierta repugnancia, para que clamasen por ellas cuantos á la reforma de abusos aspiraban.

No se habia desentendido nunca la junta central de la reunion de córtes, aunque se conocia bien su designio de llamarlas lo mas tarde, que posible fuese. En 9 de Mayo de 1809 decretó la convocacion, mas sin asignar plazo. En 1. de Enero de 1810 la anunció para Marzo de aquel año, debiendo componerse dicha asamblea de dos estamentos ó cámaras, una alta y otra baja. En 11 del mismo mes y año, concluyeron sus funciones, despues de haber nombrado la regencia con el encargo que se ha dicho. No se mostraron menos remisos los regentes en promover la reunion, que los centrales; mas incapaces de resistir al torrente de la opinion pública que la pedia, la ordenaron para Agosto de aquel año.

Habia decretado la junta central que las córtes debian componerse de dos cámaras; mas esta idea poco popular entonces; encontró mucha oposicion en el público y aun en algunos individuos de la regencia misma. Los usos antiguos invocados por los defensores de la doble cámara, ya no tenian aplicacion en una época marcada por la desaparicion ó á lo menos por la carencia de prestigio en la clase aristocrática. Obtuvo la victoria

la voz popular, y la regencia decretó para las córtes una sola cámara.

Indicaba el buen sentido á cuantos distinguen de épocas, que si la voz córtes empleada para la asamblea nacional que iba á reunirse, era antigua, no podia menos de arreglarse su organizacion á las exigencias de tiempos mas modernos. Debian. variar las formas de elecciones, es decir, salir el derecho electoral de los estrechos límites á que estaba reducido en los antiguos. Debian ser los poderes de los procuradores ó diputados, en virtud de lo inmenso de su cometido de una amplitud ilimitada. Y puesto que no podian verificarse las elecciones en las provincias ocupadas por las armas enemigas, debia remediarse esta falta con suplentes, nombrados por los naturales de las mismas, á quien fuese posible reunirse en Cádiz, con este objeto tan patriótico.

Para conciliar en todo lo posible las antiguas prácticas con las necesidades nuevas, se estableció que por aquella sola vez, cada ciudad de voto en córtes enviase un diputado nombrado por su ayuntamiento. Se concedió igual favor á las juntas provinciales, como muestra de agradecimiento, por su celo y servicios á la causa de la independencia. Para el completo de los diputados se mandó nombrar uno por cada 50,000 almas, á cuya eleccion debian tener derecho de concurrir todos los españoles de 25 años cumplidos y avecindados con casa abierta en la provincia respectiva. Las mismas condiciones que para el elector, se exigian para el eligido, con la circunstancia de que la eleccion debia ser indirecta pasando por los tres grados de parroquia, de partido y de provincia.

En cuanto á los de América, y los de las provincias de España, donde por la ocupacion extrangera no se podian verificar las elecciones, se decidió que se admitiesen como suplentes, veinte y ocho de los primeros, y uno por cada una de las provincias ocupadas, nombrados por electores que residiesen ó acudiesen con este objeto á la isla gaditana.

Fué el cargo de diputado objeto de grande ambicion, mas en dos sentidos muy diversos. Deseaban entrar en ellas los

enemigos de reformas, para resistirse á cuantas se entablasen, mientras los hombres nuevos, ansiosos de poner en planla cuantas mejoras en el cuerpo político se concebian, consideraban la diputacion como el mejor medio de servir á su pais, como un campo de gloria ofrecido á su capacidad y á su saber. La opinion pública estaba á favor de los últimos, como lo hizo ver el resultado de las elecciones.

Se concibe bien el disgusto, la desconfianza y el temor que la próxima reunion debia escitar en los enemigos de reformas. Temblaba ya la regencia á la idea de su propia hechura; con angustia aguardaba el momento de la reunion el consejo de Castilla, que hasta entonces se habia creido el solo, el legítimo representante del voto nacional; el único con derecho de poner alguna resistencia á las voluntades del monarca. Aspiró el consejo á la presidencia de las córtes, al derecho de examinar y legitimar los poderes de los diputados. Mas habia ya pasado la época de su prestigio: escollaron todas sus pretensiones en el poder de las ideas nuevas. Iban á ser las córtes de España del todo independientes en el círculo de sus atribuciones, sin reconocer mas gefe ni superior que la misma nacion que de su poder las revestia.

Habia permanecido D. Agustin Argüelles inactivo, durante todos estos acontecimientos. Comprendido en el alistamiento que tuvo lugar en Asturias, á principios de 1809, le cupo la suerte de soldado; mas ni su edad de treinta y tres años, ni el estado de su salud siempre achacosa, le llamaban al ejercicio de las armas. Siendo tan notorios sus motivos de exencion, pronto le fué espedida su licencia. A mediados de aquel año se trasladó á Sevilla: en 1810 pasó á Cádiz, centro á la sazon del movimiento político de España.-El nombre que se iba adquiriendo por su capacidad y su instruccion, le grangeó la honra de ser nombrado diputado á Córtes en clase de suplente, por los naturales de su pais que residian ó habian acudido allá para este acto. No estaba á la sazon revestido Argüelles de ningun cargo público; no era escritor; no podia hacerse notar por el lustre aparente que distingue la riqueza. Enemigo de la intriga,

estaba muy ageno de apelar á ninguna de sus artes. Suplia todas estas faltas un mérito real que se reconocia ya por eminente. Se hallaba entonces en la edad de treinta y cuatro años, con todo el fuego de la mocedad, unido á la madurez de su talento.

Antes de entrar en la parte histórica de las córtes de Cádiz, podemos preguntarnos. ¿Qué eran estas córtes? Una asamblea de representantes, que bajo un nombre antiguo iban á ejercer facultades enteramente nuevas. ¿Erán las antiguas córtes de la nacion? No. Aquellas se componian de tres estamentos en Castilla, de cuatro en Aragon, y las actuales, de uno solo. ¿Se parecian los nuevos diputados á los otros? Mucho menos. Representaban los antiguos, localidades, cada cual la suya los de Cádiz, la nacion entera. Obraban los primeros en virtud de poderes contraidos á ciertos puntos, en cuyos límites tenian que encerrarse los de los segundos eran ámplios, omnimodos, estensivos á toda clase de reformas.

¿Y qué iban á reformar estas córtes? El cuerpo enfermo que reclamaba remedios, no tenia nada sano. El edificio político y social que pedia reparacion, se desmoronaba casi todo; era uno nuevo el que habia que edificar, so pena de hacer las cosas solo á medias. Las leyes, la justicia, la hacienda, la administracion en todos ramos; el militar, como el civil, como el eclesiástico, todo llamaba poderosamente la atencion de los legisladores. Todo se resentia de situaciones políticas que habian pasado, de opiniones y creencias que en parte no existian, de la influencia del privilegio en gran desarmonía con las dominantes. No se podia poner la mano en una sola cosa sin tocar á las restantes; tan estrecha ligazon tenian las ruedas de la antigua máquina.

¿Podian las córtes generales y extraordinarias dejar de reformar? Imposible, á menos de proclamar la inutilidad de la convocacion y hacerse blanco en seguida de la indignacion pública. ¿Podian reformar sin poner el dedo en llagas dolorosas? No, porque todo el cuerpo era una llaga. ¿Podian tocar estas llagas sin provocar quejidos agudos, sin sembrar odios, sin crear elementos de pugnas y de reacciones? Imposible tambien, porque quien dice abusos, dice tambien clases é individuos

que bajo los auspicios de los abusos viven y prosperan. Asi la mision de estas córtes era árdua y dificil: de compromisos, de peligros personales.

Las circunstancias en que se reunian eran nuevas y extraordinarias. Merecen hasta el nombre de únicas. La nacion para que iban á legislar, estaba casi ocupada toda por legiones extrangeras. Quizá fué la época de su instalacion, de las mas desastrosas para nuestras armas. Se hallaban entonces ocupadas las Castillas, Galicia, Asturias, Aragon, casi toda Cataluña, parte de Valencia y del litoral del levante: lo estaban sobre todo las Andalucias, y sitiada cuanto puede serlo por un ejército de tierra la misma isla Gaditana, donde se reunia el nuevo senado de los legisladores. Se admira mucho la magnanimidad del pueblo romano, en cuya plaza pública se vendian á precios corrientes y ordinarios los campos ocupados por Annibal; no sabemos qué adjetivo merece la constancia, el entusiasmo, la profunda conviccion de creencias, que animaban á los legisladores de Cádiz, al acometer y llevar adelante aquella empresa. A la circunstancia original de dictar leyes para una nacion que estaba ocupada como ya hemos visto, se agregaba otra mas extraordinaria todavia, á saber, que el rey, que la persona á quien mas importaba tener conocimiento de los actos de las córtes, se hallaba cautivo fuera del reino y tenia que ser completamente estraño á sus deliberaciones. Cuando la asamblea constituyente de Francia legislaba, se tenia frente à frente al monarca que aprobaba algunas veces, desaprobaba otras, y cuyas repugnancias produjeron los conflictos lamentables que de todos son sabidos. Las córtes de Cádiz tenían en esta parte el camino mas franco y espedito, para obrar en todo como mejor les pareciese, sin trabas, sin obstáculos. Mas por lo mismo que se hallaban tan desembarazadas con el monarca ausente, podian verse en conflictos al verificarse su regreso. ¿Sabian las cortes cuál era el carácter, cuáles las ideas, los sentimientos de Fernando? ¿Los de las personas que rodeaban, que podian en lo sucesivo rodear al monarca? Sin duda contaron con que el placer de verse de nuevo en el seno de su patria, le haria cerrar los ojos sobre

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