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PRÓLOGO.

CELEBRE

de

LEBRE como en España en todo el orbe culto el nombre del personage á quien esta obra se consagra, se halla tantas veces enlazado con los principales acontecimientos que fué teatro nuestro suelo desde principios del siglo XIX, que la vida de D. Agustin Argüelles equivale al cuadro histórico de un periodo de tiempo muy considerable. ¡Cuántos sucesos grandes representa! ¡Cuántas pugnas de pasiones, de intereses y de ideas! ¡Cuántos cambios, vicisitudes y catástrofes! ¡Cuántas aberraciones, cuántos crueles desengaños! Cuántas lecciones duras, saludables, si la historia corrigiese al hombre! No es, sin embargo, nuestro ánimo entrar en todos los pormenores de un cuadro tan interesante. Nos contentaremos solo con aquellos hechos que dicen mas relacion con la vida de D. Agustin Argüelles y contribuyan á esplicarla, indicando ligeramente los en que su nombre no se encuentra, para que los primeros se liguen ó encadenen. Es solo nuestro objeto tributar un homenage á la memoria de un español esclarecido, merecedor en verdad de que le fuese presentado por mano mas hábil que la nuestra.

D. Agustin Argüelles fué hombre de estado; fué hombre de administracion: fué sobre todo entre nosotros el

hombre por escelencia de la tribuna pública; no precisamente porque hubiese escedido á los demás en elocuencia y otras dotes oratorios, sino por haberla ocupado por mas tiempo, en mas diversas épocas, siempre entre los mas distinguidos, siempre con una brillantez por ninguno de sus rivales eclipsada. Desde que principió á hablar en público en lo florido de sus años, se colocó como de un salto en la cumbre del decir parlamentario; no despojó la edad madura sus discursos del vigor intelectual, de la fuerza de lógica que les valieron entonces tanto aplauso. Constantemente de los primeros, siempre adalid, nunca dejó de ser oido con el respeto y veneracion, debidas al ilustre veterano de la libertad que reunia la virtud á las luces, la ciencia al patriotismo, la lógica á la firmeza de principios, y el poder de la elocuencia como arte á la fuerza de la conviccion que la hace irresistible.

Fué Argüelles uno de los principales autores, redactores y sostenedores de dos constituciones, la de 1812 y la de 1837. Igual fué, sobre poco mas o menos, el papel que representó en la arena de los debates que una y otra promovieron. Acontecimientos importantísimos ha bian ocurrido entre ambas épocas; una generacion habia surgido en los veinte y cinco años que las separaban. ¿Fué la segunda constitucion fruto de la observacion, de la esperiencia, del juicio imparcial debido á la apreciacion exacta de los hechos? Es punto histórico que exige detenido exámen. Ahora solo indicamos la singularidad de una circunstancia en que no se ha visto entre nosotros ningun orador parlamentario.

A los autores de la primera de las dos constituciones, es decir á las cortes de Cádiz se consagrarán comparativamente mas páginas, que á los otros periodos de la vida de D. Agustin Argüelles, no solo por haber sido el primer

teatro en que brilló su nombre, sino por la grande influencia que tuvieron en los negocios públicos de España. Sin que sea nuestro objeto trazar la historia de los trabajos legislativos de aquellas córtes, diremos de ellas lo que baste para comprenderlas y formar idea del papel que allí representó Argüelles. No disimulamos que nos hemos detenido con suma complacencia en una época de grandeza y gloria, que ya se va alejando demasiado de nosotros. Se van olvidando los hijos de los servicios, de las importantes tareas de sus padres. Tal vez algunos las miran ó afectan mirarlas con cierta sonrisa desdeñosa, como si cuantos principios, adelantos y mejoras ilustran la actual generacion, no hubiesen sido entonces proclamados y casi todos desenvueltos. Allí se inauguró la regeneracion política de España; allí vino al suelo el edificio que tanto la afeaba; allí lucieron el saber, la constancia, el desinteres, el mas puro patriotismo. Desde allí llevó la fama por primera vez con tanto aplauso el nombre de D. Agustin Argüelles por todos los ángulos de España y fuera de ella: allí adquirió este orador una denominacion por la que fué conocido mucho tiempo y que entonces no era mas que el arranque natural del entusiasmo con que se escuchaba su palabra.

D. Agustin Argüelles grande en la tribuna pública, no fué menos objeto de amor y de respeto en todos sus actos fuera de ella. Todas las partes de su vida, se ligan y encadenan la privada, fué reflejo de la pública. Como hablaba, se condujo. Preso, proscripto, desterrado, como en el brillo de su gloria, como en la cumbre del poder, desempeñando los primeros cargos del estado, fué el mismo hombre. Ninguno de sus enemigos se atrevió á poner en duda su virtud, su saber y su talento. Los odios que escitó, fueron todos de un órden político, sin tocar á su

persona. Estos odios y animosidades de que es inevitablemente blanco quien denuncia abusos y errores ante el tribunal de la razon, bajaron con él á la noche del sepulcro. Hoy es el nombre de D. Agustin Argüelles, propiedad de la nacion entera, uno de los blasones con que se engrandece.

Del deber que nos impone esta consideracion, no nos apartaremos en las páginas que siguen.

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