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públicas deben tener presente que el sentimiento de la propia conservación no implica sólo egoísmo ó cobardía, y meditar, por tanto, si ha llegado ó no el caso del sacrificio.

Tal posición, iniciada, por ejemplo, en un trabajo sobre el deber de asistencia humanitaria, de que dí cuenta en esta REVISTA, es, á mi juicio, la del Dr. Eugen Josef.

Las leyes alemanas (con la excepción de la imperial de 10 de Junio de 1900, relativa á las enfermedades contagiosas de peligro común) nada dicen que pueda aplicarse á los conflictos entre el deber oficial y el de la propia conservación. Así, pues, según el tenor de la ley, el peligro de muerte no debería modificar en nada el cumplimiento de la función. «Por eso-dice el autor, parą resolver aquéllos, hay que acudir á los principios de la pragmática no escrita sobre la materia.» Habrá que tener en cuenta la importancia del acto, instrumento ó diligencia de que se trate; si puede ó no cumplirse de otro modo; si la realización es ó no inminente; y, en algunos casos, si el peligro proviene ó no del capricho de la persona á requerimiento y en beneficio de la cual se realiza la función.

«El funcionario-dice el Dr. Josef-no necesita, por una parte, exponerse á un peligro de muerte sin un motivo apremiante; pero, por otra parte, debe tener siempre presente que el bien de la totalidad y el de sus conciudadanos pueden obligarle en circunstancias dadas á exponerse á tal peligro. Ocurre como en la guerra: el jefe cobarde ante el enemigo sería degradado; pero también habría de comparecer ante el consejo de guerra si se hubiera hecho culpable de prodigalidad inútil de la vida humana.>

El autor ilustra su exposición con varios ejemplos y concluye con la siguiente nota de Spencer que no contradice su doctrina:

<<Todo ciudadano tiene el deber de tomar parte en la vida política; el que no cumple este deber es, á un tiempo, imprevisor, ingrato y vulgar. Imprevisor, porque si la abstención fuera general, vendría con ella la ruina de todas las buenas instituciones; ingrato, porque el no preocuparse de las buenas instituciones que nos legó el patriotismo de nuestros antepasados, implica una deuda de conciencia para con ellos; y vulgar, porque el sacar utilidad de aquéllas y dejar á otros su mantenimiento y mejora, descubre inclinación á recibir beneficios sin voluntad de corresponder á ellos.»

RAFAEL ATARD.

NOTICIAS BIBLIOGRÁFICAS (1)

La Personalidad Internacional de España.-Discurso leído por don Rafael María de Labra, en el acto de su recepción, en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el 19 de Mayo de 1912, y contestación del Académico D. Gumersindo de Azcárate.-Madrid, 1912.

Entre las muchas eminentes cualidades que hacen, del ilustre nuevo Académico, un publicista de excepcional mérito, un jurisconsulto de primera categoría y un parlamentario de los que dejarán un recuerdo imborrable, destacase su enorme afición y su extraordinaria autoridad, en las materias que caen bajo el dominio del derecho internacional. En ellas ha agotado sus excelsas condiciones de propagandista concienzudo é infatigable y de espíritu recto é inflexible. De ahí que, á su ingreso en la Academia, eligiese el tema enunciado, el cual, además de esa circunstancia, reune la de ser un tema altamente patriótico y de palpitante actualidad, ya que en los momentos de la lectura del discurso, lo mismo que en los presentes, cuanto se refiera á la restauración de la personalidad internacional de nuestra Patria, está sobre el tapete de las cancillerías.

Después de una breve introducción, para explicar la elección del asunto y para rendir un conciso y cumplido elogio á su antecesor, el insigne jurisconsulto D. Benito Gutiérrez, entra en la transcedental materia de su discurso, desenvolviéndola con la maestría en él peculiar y por este orden: hace la afirmación primordial de que, de nuestros antecedentes históricos, del temple y fuerza expansiva de nuestra raza, de nuestra posición geográfica y de las últimas direcciones de las corrientes de la política internacional, se desprende que tenemos derecho á figurar como uno

(1) De todas las obras jurídicas que se nos remiian dos ejemplares haremos un juicio crítico en esta Sección de la REVISTA. De las que se nos remita un ejemplar, pondremos un anuncio en la Sección de Libros recibidos.

de los elementos activos de la política mundial contemporánea, constituyendo un verdadero suicidio el retraimiento de esa esfera de relaciones; explica concienzudamente cada uno de esos factores que nos determinan á tomar parte en la vida internacional, basada ahora, más que en el pasado equilibrio europeo, en la idea del concierto general de las naciones; justifica, de manera acabada, la necesidad de una orientación internacional bien definida, con la cooperación de una vigorosa educación popular y una acertada acción diplomática, para lo cual es preciso dar gran impulso á la obra de la educación y á los estudios diplomáticos; con elocuencia, razonamientos y datos demuestra que, la vanguardia de esa orientación internacional está, en la urgente intimación de nuestras relaciones con la América latina y Portugal, cuyos pueblos completan y vigorizan la personalidad internacional española, y para cuya intimación son actualmente los instantes más propicios; y expone que, para lograr esa empresa se necesita, aparte de los recursos de carácter oficial, medios de orden social, formando la opinión pública, que ha de coadyuvar á la obra gubernamental, con el desarrollo de los estudios de derecho internacional y el de la vida actual de los pueblos á quienes nos conviene aproximarnos, y con la enseñanza á éstos de lo que nosotros somos y representamos.

Todo eso, por demás importante y atractivo, expuesto con envidiable claridad, suma sencillez y exquisita corrección, con perfecto orden y, al mismo tiempo, con gran acopio de razonamientos y suficiente documentación, principalmente en lo que á nuestra posición en los países americanos afecta, hacen que la disertación del Sr. Labra sea uno de sus más afortunados y notabilísimos trabajos, á la vez bello y utilísimo, sobre el cual nuestras clases directoras oficiales y extraoficiales deben meditar seriamente, si quieren pensar en algo que para el país puede ser, no digo ya transcedental, sino realmente decisivo.

El Sr. Azcárate, en su sabia y substanciosa contestación, luego de elogiar debida y parcamente al recipendiario, haciendo constar por nota sus numerosísimas producciones científicas, recoge las dos ideas capitales de la labor del Sr. Labra, apuntando, respecto al orden internacional, las injusticias que todavía se cometen en él, debido á la falta de sanción oportuna, y en cuanto á nuestra orientación en el mismo, que en América está el ideal nuestro, ese ideal que todo pueblo necesita para hacerle pensar en un más allá y servirle de estímulo, sin necesidad de pensar en expansiones territoriales.

La Ciencia de la Educación tiene su lugar propio entre las Ciencias Morales. Discurso leído por el Excmo. Sr. D. José María Salvador y Barrera, Obispo de Madrid-Alcalá, en el acto de su recepción en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el 2 de Junio de 1912, y contestación del Académico Excelentísimo Sr. D. Javier Ugarte y Pagés. - Madrid, 1912.

La vocación pedagógica del ilustre recipendiario, que durante toda su fructífera vida viene dedicándose preferentemente á los importantísimos problemas de la enseñanza, en los cuales es una prestigiosa autoridad teórica y de acción, le ha llevado á elegir, para su justificadísima entrada en la docta Corporación, el enunciado tema. Y á fe que su elección ha sido un verdadero acierto, por cuanto si hay algo que en el mundo interese, de manera positiva, á la hora presente, es cuanto á la educación concierne, como base que ha sido siempre, es y será, de la obligada convivencia social; y si hay temas que parecen preestablecidos, para el ingreso en la citada Academia, ese es uno de ellos.

Contribuye además, sin duda alguna, al sincero aplauso de la elección, el efecto que la lectura del hermosísimo trabajo produce, pues durante ella está el ánimo constantemente cautivado, con la galanura de la frase, la elegancia del estilo, la limpidez y hondura de los conceptos, y lo escogido de las citas, revelan una clarísima inteligencia, un extraordinario ingenio y una cultura intensa, que abonan el galardón de que el Sr. Obispo ha sido objeto.

El contenido no puede ser más ordenado. Rindiendo el tributo que es de rigor en todo nuevo Académico, comienza el Sr. Obispo su magnífica disertación, dedicando un expresivo recuerdo á su preclaro anteceso r D. Joaquín Costa, de quien hace una brillantísima y calurosa apología, estudiándole en su triple aspecto de hombre, escritor y político. Entrando ya en materia, se ocupa primeramente en fijar el origen histórico de la ciencia de la educación, para afirmar que si hoy en día no existe quien discute el carácter científico de la Pedagogía, se suscita, en cambio, gran discordia, acerca del lugar que le corresponde entre las ciencias, consistiendo la divergencia en si es una de las ciencias naturales, de las sociales ó de las morales. Sentado por él, que entre estas úlmas tiene su lugar propio, la ciencia de la educación, pasa á refutar las dos teorías contrarias, haciéndolo, singularmente la de aquellos que incluyen á la educación entre las ciencias naturales, con gran acopio de citas y muy hondas consideraciones. Dedica seguidamente unas agudas reflexiones, á combatir la tendencia,

actualmente predominante, de someter al Estado la educación. Y concluye proclamando con levantadas frases, las excelencias de la educación cristiana, como medio infalible de preparar al hombre, para el cumplimiento de su destino.

La adecuada y bella contestación, del Sr. Ugarte, aparece dividida en dos partes casi iguales: en la primera se hace una oportuna y bastante minuciosa exposición de los relevantes méritos del nuevo compañero, fijándose principalmente en sus importantes publicaciones acerca de la libertad de enseñanza y el Estado docente; en la segunda dedícase, á la labor de ahora, un ligero pero jugoso comento, mostrándose decidido partidario de las teorías del Sr. Obispo, y reforzando su argumentación con atinadísimas consideraciones y muy ingeniosas citas de opiniones y hechos.

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Sobre servidumbre de acueducto, por D. Carlos L. de Haro, con una sentencia del Juez D. Fernando Tercero, 359 páginas.Gran Canaria, 1912.

En el partido judicial de Guía, surgió un curioso pleito entre la Comunidad de Aguas ó Heredamiento del Palmital y un convecino, sobre si aquélla podía transformar ó rehacer el cauce del acueducto, que era de tierra, reconstruyéndolo con argamasa; porque mientras el cuace fué de tierra, las inevitables filtraciones de las aguas dieron lugar á que los dueños de los predios sirvientes por donde el acueducto cruzaba cultivasen sus márgenes, haciendo en ellas plantanciones de cañas, ñames y calabaceras; y al hacerse el cauce de argamasa, las filtraciones se suprimían, y con ello se hacían imposibles esos aprovechamientos de las márgenes, que desde muy antiguo se venían obteniendo.

A fin de que el derecho á la renovación ó reconstrucción se declarase, promovió el Heredamiento juicio ordinario de mayor cuantía, bajo la dirección del distinguido jurisconsulto y reputado publicista D. Carlos L. de Haro, que obtuvo el más completo triunfo, ganando con costas sus patrocinados; 'quienes acordaron, en sesión ordinaria, honrar á su Abogado, publicando, á estilo americano, los escritos de demanda y réplica, y la sentencia que tan favorable les ha sido, dando con ello lugar al libro indicado, que antes vió la luz en el folletón del diario de Las Palmas, El Día.

Aparte de la razón circunstancial que motivó esas publicaciones, por tratarse de una cuestión que afecta, por lo visto, á todos

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