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El artificio con que sacaban las aguas destos poderosos rios por acequias y traellas por las sierras altísimas y repartillas y aprovecharse déllas sin que se les perdiese gota, dicen algunos españoles que, al parecer de munchos, pocos ó ningunos les hicieron ventaja de los nascidos. Descendian las aguas por aquellas acequias para regar los llanos y valles donde nunca jamás llueve, con las cuales regaban sus heredades y sementeras, que todos aquellos valles no parecian sino unos vergeles hechos á mano, plantados todos de arboledas y yerbas por las hileras de las acequias, como si fueran cada uno paraiso de deleites; y tanto los encarecen los nuestros, que 2 afirman en todo lo más de la redondez del mundo más hermosos ni más bien labrados y adornados no se figurarian.

De los otros edificios de los templos y de sus Casas Reales que mandó hacer en diversas partes tan sumptuosos y tan riquísimos, y la fortaleza que hizo ó mandó hacer en su ciudad Real del Cuzco, puesto que algunos indios la atribuyen á su hijo Tepa Inga, que le sucedió inmediatamente, asaz queda en los capítulos ... déllos dicho.

Mandó que todos los pueblos pusiesen límites y amojonasen sus términos de ciertas señales ó mojones pequeños, pero los de las provincias los pusiesen mayores y más señalados; porque los pueblos de cada provincia eran cuasi todos una misma cosa, por estar debajo de un señor, mas los de una provincia parece ser más distintos y haber otras distinciones, y así convenia que fuesen mayores.

Tenia ordenado por todos sus reinos que todos los vecinos de cada provincia, que eran diez mil vecinos, trujesen sobre su cabeza una señal en que fuesen cognoscidos de los de las otras; y así, unos traian unos aros de cedazos, otros los cabellos hechos cuerdas muy menudas y muy largas; otros, unas trenzaderas negras de lana de tres ó cuatro vueltas, de anchor de cuatro dedos; otros, otras trenzas de largor de dos ó tres brazas, de anchor de un dedo, tambien de lana; otros, unas hondas de un hilo como de cáñamo; otros, un gran pedazo de lana hilado, largo como madeja; otros, unos pedazos muy largos y muy delgados de una toca muy delgada de algodon, revueltos á la cabeza como almaizar morisco. Finalmente, no habia provincia en toda la tierra, con ser innumerables, que los vecinos de cada una no trujesen su señal en la

1 dicen algunos de nuestros españoles.- 2 dicen no más her.

cabeza, que entrando en la plaza de la ciudad del Cuzco, en la cual entraban por cuatro partes, como en cruz, y viéndolos de lejos, no cognosciesen de qué provincia eran, sin que más del traje viesen; y esto hasta hoy dura.

A aquesta diligencia destas señales para cognocerse las personas de qué provincias. eran, parece poderse ayuntar la costumbre antigua, que tambien tenia cada provincia, de formar las mismas cabezas, porque fuesen cognoscidos los vecinos de cada una déllas; y así, cuando infantes, que acababan de nascer y de allí adelante, mientra tenian las cabezas muy tiernas, les ataban ciertas vendas 6 paños con que se las amoldaban segun la forma que querian que tuviesen las cabezas; y así, unos las formaban anchas de frente y angostas del colodrillo; otros anchas de colodrillo y angostas de frente; otros, altas y empinadas, y otros bajas; otros angostas; otros, altas y angostas; otros, altas y anchas, y otros de otras maneras; finalmente, que en la forma de las cabezas tenian munchas invenciones, y ninguna provincia, al menos de las principales, habia que no tuviese forma diferente de las otras, de cabezas.

Los señores tomaron para sí é para todo su linaje, que se llamaba Ingas, tres 2 diferencias de cabezas, puesto que despues algunas déllas comunicaron á otros señores de algunas provincias, sin que fuesen del linajc de los Ingas, por especial privilegio. La una era que acostumbraron á formar las cabezas que fuesen algo largas, y no muncho, y muy delgadas é empinadas en lo alto déllas; y lo que á mí me parece por haber visto alguno de los Señores del linaje de los Ingas, la forma déllas era ni más ni menos que la de un mortero. La segunda fué que andaban siempre tresquilados, no muy atusados, sino como tresquilado de tiempo de seis meses. La tercera, que traian una cinta negra de lana del anchor de un dedo y de tres ó cuatro brazas en largo alrededor de la cabeza. Y allende desto, el Rey 6 señor supremo, que antonomatice y por excelencia llamaban Inga ó Capac (que significa Emperador y soberano Príncipe) traia al cabo desta cinta una borla colorada 6 de grana, grande y de fina lana, que le colgaba sobre la frente hasta casi la nariz, la cual echaba él á un lado cuando queria ver; por auctoridad y maiestad echábasela en medio del rostro, porque no le mirase alguno en él sino cuando el quisiese que le viesen.

1 angostas de frente y.- formas y.

CAPITULO CCLV 1

De la universal obediencia y sumision que al Inca se tributaba, y de sus privilegios; educacion de los hijos de los nobles; castigo de los rebeldes; unidad de lengua; de la piedad y caridad de Pachacutec, y de sus comidas en público.

Fué grande la auctoridad y maiestad que este Rey Pachacuti é sus sucesores mostraron y tuvieron; y así, todos los señores subjectos suyos y súbditos déllos y los de todos sus reinos los tenian en grandísima veneracion y era summa la 2 obediencia y amor que les habian. Ningun señor y Rey, por grande y rico y poderoso que fuese, podia entrar ni parecer ante él sino descalzo de sus zapatos, que llaman oxotas, y con alguna carguilla á cuestas, la cual tomaba antes que llegase á la puerta de donde el Inga estaba. Lo mismo ningun señor se asentaba delante dél en las sillas bajas junto con el suelo que los desta isla Española llamaban duohos, sin especial mandado, sino que, cuando se asentaba, era en el suelo. Tampoco podia tener silla 3 en su casa ni en otro lugar alguno si él no se la daba y licencia para que se pudiese en ella

sentar.

3

El andaba solo en andas de oro macizo todas, sobre los hombros de hombres, y era gran dignidad y favor ser uno de aquellos que á cuestas lo llevaban, y éstos eran en munchos honores y gracias muy privilegiados, commo agora son los de la boca del Emperador. Ninguno otro podia tener ni andar en andas de ningun metal ni de otra materia, por gran señor que fuese, sin su particular licencia, y concedersela era summo privilegio, y en todos sus reinos no habia seis á quien concedido lo hobiese, habiendo infinitos grandes señores. A algunos señores de los no muy grandes daba licencia y privilegio. que pudiesen andar en hamacas, en que iban tambien á hombros de hombres, pero iban echados y envueltos como si fueran en una larga honda, porque de aquella manera son; ni podian ir asentados que los viesen los circunstantes, aunque por la dispusicion de la hamaca fuera posible, porque era privilegio poder ir en hombros de otros asentados que se pudiesen ver. Por manera que estas gentes tenian en summa reverencia á sus Reyes y les eran obedientísimas y en gran manera subjectas ".

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Todos los señores eran obligados, por haberlo así él ordenado y mandado, de enviar sus hijos, desque llegaban á quince años, á la corte, que allí se criasen y sirviesen al señor; y tenian en el Cuzco sus casas y servicio para que aprendiesen la lengua general de aquella ciudad, y policia délla, y cómo habian de obedecer al Rey, y así él les tomase amor y experimentase para cuánto podian ser por su prudencia y habilidad, y ellos se desenvolviesen y aprendiesen crianza y buenas costumbres, andando en el Palacio Real, y sobre todo, para tener prendas de todos los señores de sus reinos que le serian subjectos y no harian novedad. Mayormente se les enseñaba la obediencia y fidelidad que al Rey debian tener, porque sobre todos los delictos aborrecia el Inga los que no obedecian y se rebelaban, y éstos eran tenidos por las gentes proprias y antiguas y súbditas de Inga, como los del Cuzco, en grande oprobio, y siempre los vituperaban de palabra, y los llamaban abaçaes, que quiere decir traidores á su señor; y esta palabra es la más ignominiosa y de mayor afrenta que se puede decir á hombre de todo el Perú; y así, el Inga que anda alzado contra los españoles, llama á los indios de todos aquellos reinos abaçaes traidores, porque no le quieren obedecer y servir por miedo de los españoles 2.

Y á los que alguna vez se habian rebelado, este Rey Pachacuti no les dejaba tener algun género de armas, y siempre andaban abatidos, de todos corridos y vituperados. Y esto es cierto, que ningun hijo de señor y principal nascia en aquellos reinos que no hobiese gran cuidado con él su padre sobre que aprendiese la lengua del Cuzco, y la manera que habia de tener en saber obedecer y servir y ser fidelísimo, así al Rey Inga como á sus mayores; y aquel que no sabia la lengua del Cuzco ó para la saber era inhábil, no le daban jamás señorio por la dicha causa; y aun agora se veen algunos de los señores, puesto que todo está disipado y desordenado despues que entramos en aquellas tierras, el cual mandaba á sus hijos que aprendiesen con diligencia la len

1 y aprendiesen buenas costumbres.- Tambien ordenó que todos los Reyes y señores y principales de todo su imperio hablasen la misma lengua de la ciudad del Cuzco como la más general, porque decia que asi se comunicaria mejor y se engendraria entre todas las provincias un amor y amistad contino y ternian paz, y tambien porque no hubiesen necesidad de intérprete los que de luengas tierras viniesen con él á negociar. el cual mandaba, mostraba, enseñaba a sus hijos que aprendiesen la lengua de los cristianos y les enseñaba como los.

gua española, y les enseñaban cómo habian de servir é obedecer á los cristianos por la misma causa; y esto procedia de la loable costumbre que tenian en tiempo deste Rey Pachacuti Inga, y esto testifican así, commo aquí lo digo, los mismos seglares.

Cuando morian los padres de los niños generosos que se criaban en la corte, si eran de edad y para gobernar, sabios, dábales licencia el Inga para que fuesen á heredar los Estados de sus padres y gobernar sus vasallos; pero si para gobernarlos habia cognoscido no ser hábiles, proveia de señor ó gobernador como mejor le parecia convenir al pueblo, y lo mismo si no eran de edad, para en tanto que lo fuesen.

Tenia tambien Pachacuti Inga esta órden: que á los hijos y descendientes de los que sublimaba poniéndolos en cargos, gobernaciones y oficios honrosos, nunca se los quitaba, puesto que los padres hiciesen algun mal recaudo á los cuales solamente con muerte ó con otra pena, segun la calidad del delito, castigase. Y en esto era harto conforme con la divina ley nuestra: non portabit filius iniquitatem patris, etc.

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Tambien ordenó que todos los Reyes y señores y personas principales de todo su Imperio hablasen la misma lengua de la ciudad del Cuzco, como más general, porque decia que así se comunicarian mejor, y comunicándose las provincias engendrarse hia entrellas amor, de donde se siguiria tener perpétua paz, y tambien porque los que venian de luengas tierras á negociar con él no tuviesen de intérpretes necesidad.

No sin causa grande fué aqueste tan piadoso Príncipe de todos sus reinos muy amado, porque aunque carecia de lumbre de fe, ni tenia noticia de aquel precepto divino: quod superest date elemosinam, y aquel que refiere Sant Juan en su Canonica: Qui habuerit substantiam huius mundi, et viderit fratrem suum necesse habere, et clauserit viscera, etc., no le faltaba piedad y compasion natural de hombre compasivo y humano para con los pobres y necesitados, ni providencia y cuidado real de bueno y virtuosísimo Príncipe, proveyendo á las necesida des extremas y ordinarias de sus indigentes vasallos. Todos á una boca, indios y religiosos y seglares, nuestros españoles cristianos afirman ser este Príncipe amicísimo y 2 avidísimo de proveer las necesidades de los pobres. Era solícito, y los Reyes, sus sucesores siempre lo acostumbraron, de tener cuenta

3

1 el cual solamente.-2 providisimo de la pobreza. -3 usaron —1 - y saber.

con los pobres y viudas y huérfanos, y saber todos los que habia en sus reinos, aunque eran mayores (porque diga las mismas palabras que dice un seglar bueno que inquirió esto bien y nos lo dió por escripto) que España y Francia y Alemaña,

Tenia ordenado y mandado que todos los señores y gobernadores que tenia puestos en las provincias tuviesen cuidado de tener cuenta y razon, y enviársela, de cada uno de los pobres, viudas, huérfanos y menesterosos que habia en su provincia, tierra y gobernacion. Rescebida esta relacion, mandaba que se les proveyese á todos, de sus proprias rentas, de suficiente limosna, no sólo para la comida y sustentacion ordinaria, pero para criar los niños huérfanos y casar las doncellas que no tenian padre ni madre. Y así, con los pobres, por munchos que fuesen, los pueblos de todos aquellos reinos no rescebian vejacion ni pesadumbre alguna y estaban déllos descuidados. Y para esto tenia tambien ordenado que ningun indio particular se moviese á ir de una parte á otra de su provincia ó pueblo sin sciencia y licencia é mandado de sus señores 6 gobernadores y principales, y los que aquesto quebrantaban y andaban desmandados, eran muy rigurosamente castigados. Y especialmente habia mandado tener gran rigor en que no hobiese vagabundo alguno, sino que todos viviesen y trabajasen para tener de comer en sus pueblos y repúblicas.

Hacia otra obra de benignidad real, ejemplar no sólo de piadoso, humilde Príncipe y en gran manera humano, pero de católico, caritativo rey é cristiano, conviene á saber: que no comia vez alguna que no mandase traer y pusiese á comer consigo tres ó cuatro pobres mochachos ó viejos de los primeros que por allí se hallaban, que no se lee más de Sant Luis rey de Francia.

Introdujo este señor otra costumbre 1 harto (por ser conforme á la simplicidad de los antiguos) loable. Esta fué que todos comiesen en las plazas, y para la introducir, él fué quien nejor la usaba. En saliendo el Sol, él salia de sus palacios é íbase á la plaza; y si hacia frio, hacian fuego grande, y si llovia, tenian una gran casa conforme al pueblo donde se hallaban. Despues de haber estado un rato platicando y la hora que acostumbraban de almorzar se allegaba, venian las mujeres de todos los que allí estaban con sus comidas en sus ollitas, guisadas, y sus cantarillos de vino á las espaldas; y si

harto para la conformarse con la antigüedad, simplicidad de los antiguos loable.

allí se hallaba el señor, por su comida y servicio comenzaban, y luego servian á los demás. A cada uno servia 1 y daba de comer su mujer, y al señor lo mismo, aunque fuese el mismo Inga, le servia la Reina, su principal mujer, los primeros platos y la primera vez de beber; los demás servicios hacian los criados y criadas. A las espaldas de cada vecino se ponia su mujer espaldas con él espaldas; de allí le servia todo lo demás, y despues del primer plato comia ella de lo que habia traido en su plato apartado, estando, como dije, á las espaldas.

Unos á otros se convidaban de lo que cada uno tenia, y se levantaban con ello á dárselo, así de la bebida como de los manjares. Nunca jamás bebian sin que de comer hobiesen acabado. Convidábanse con el beber, cada uno á su amigo, y cualquiera que convidaba al Señor, el señor lo tomaba de su mano y bebia de buena gana.

Fenecido el almuerzo, si era dia de sus fiestas cantaban y bailaban y estábanse allí todo el dia holgando; pero si era dia de trabajo, todos se iban luego cada uno á su oficio á trabajar.

Esto hacian cada dia al almorzar, que era su comida principal. A la noche, cada uno cenaba en su casa de lo que tenia, y nunca comian más de dos veces, y la principal era la de la mañana.

Comian todos en el suelo sobre unas esteretas sentados, y diversidad de guisados, todos los más con ají ó pimienta de la verde ó colorada, y de cada cosa poquito, porque todo lo que aparejan para sus comidas es cuasi nada Ninguno ha de estar mirando á los que comen que no coma de lo que los otros, porque, como ya he dicho arriba, no no hay generacion en el mundo que así lo que tiene con los que no tienen reparta, y dicen de nosotros los cristianos que somos gente mala, porque comemos solos y no convidamos á nadie, y burlan de nosotros cuando nos convidamos parlando, y que ellos convidan de veras y de obra, no de palabra. Los cuales, aunque no tengan sino un grano de mahiz, lo han de partir con los que estuvieren delante, todo con abiertas entrañas, forzando de veras á los que rehusan, cuando veen que tienen los otros poco, tomallo.

Son gente en el comer y beber muy templada, y aunque algunos en algunas fiestas solenísimas y regocijos grandes se embeodaban, siempre lo tuvieron por vicio y por malo embriagarse, y mayormente la gente noble tenia en poca estima el que de vino

su mujer.

se cargaba; pero si no se embriagaba, al que bebia muncho vino tenian por valiente hombre, y en algunas grandes fiestas se desafiaban á beber, poniendo grandes apuestas con esta condicion: que aunque bebiese muncho, si se emborrachaba, nunca ganase; porque dician que estando borracho ya era otro del que habia apostado, y así no le pertenecia ganar algo.

Dije que comer en la plaza era conforme á la simplicidad antigua, porque así lo dice Valerio Máximo, libro 2.o, capítulo 1.' de Institutis antiquis: que antiguamente, cuando la simplicidad en el comer, loable, solia ser guardada y alabada, indicio de humanidad y de continencia, los grandes señores no tenian por indecente cosa comer y cenar en público, aunque todo el pueblo los mirase.

La razon da Valerio Máximo porque (dice él) no solian comer tantos ni tales manjares que tuviesen vergüenza de que el pueblo por ellos los reprehendiese ó detestase, porque tenian tanto cuidado de la templanza, que el más frecuente manjar que comer usaban eran puchas que se hacen de harina y sal y agua. Destas puchas dice Plinio (libro 18, capítulo 8.) que no poco tiempo por pan usaron los romanos.

CAPÍTULO CCLVI

De la sujecion y reverencia á los Señores de su Imperio que Pachacutec impuso á sus rasallos, y entre ellos de los inferiores á los superiores, é influencia de esta órden en las costumbres, y especialmente entre la gente de guerra. Causas y razones que le movian á declararla y hacerla. Modo de pelear. Su prudencia política despues de la

victoria.

Puso este Señor y Príncipe admirable ley é órden cerca de la obediencia que se habia de tener á los otros Señores, sus inferiores, por sus vasallos, y gran subjecion, á lo cual todas aquellas gentes tenian y tienen, las que dellas hay, naturalísima inclinacion, y quedóles esta obediencia y humílima subjecion tan plantada y entrañada, que como cosa en sus propias raíces naturales asentada y nacida ó arraigada, dificilimamente ó nunca se puede, sino con tanta violencia que venza toda la fuerza natural, desarraigar la obediencia y reverencia á sus mayores y consideracion de mayoria entre sí mismos unos con otros, así, se les puede desentrañar, ni

1 munchas.

por ningunas interposiciones ó interpolaciones olvidar. Esto parece, porque acaece cincuenta y cien personas principales ir juntos, y tienen tantos miramientos en que el mayor vaya delante, y luego el qu' es mayor despues de aquél, y luego el que por su mayoria debe tener el tercero lugar, y así los demás, que no hay procesion de religiosos muy ordenados que mejor vayan puestos cada uno en su lugar, que todos ellos se componen y van por la razon y cognoscimiento y respeto que tienen al mayor, guiados.

La misma órden guardan, sin faltar un punto, en el servicio de la comida y bebida, si comen y beben juntos; lo mismo en el hablar y en el responder, y desto harto habemos visto por nuestros ojos en otras partes destas Indias.

Semejantemente guardan en todas las otras cosas de buena crianza y respecto el que se debe tener á los mayores; de aquí es que tienen tanta reverencia y obediencia á sus Señores, que apenas les osan mirar por un momento á las caras, que luego, aunque le estén hablando, no bajen los ojos.

Desta órden y ley puesta por este Príncipe tan prudente, y de la natural buena inclinacion de todas aquellas naciones, procedió ser la gente de guerra 1 tan morigerada, soliendo ser aquel género de hombres tan viciosos é indiciplinables, que nunca fueron frailes en sus conventos más obedientes á su perlado, ni más quietos sin hacer daños, que aquellos eran á sus capitanes, y daño ni molestia hiciesen por donde pasaban. Esto no es fábula, sino verdad de todos los nuestros que noticia tuvieron ocular 2, ingénuamente confesada.

Cuando caminaban, ninguno se habia de apartar un 3 dedo del camino real á ninguna parte, y aunque la fruta de los árboles que estaban por los caminos (como dejimos) colgasen al camino sobre las paredes ', ningu no habia que osare alzar la mano á tomarla, porque no menor pena que la de muerte se les habia de dar. Y para esto habia muy grandes recaudos de guardas para ver si alguno se desmandaba, y si lo hobiera, él ó su capitan lo habian bien de lastar. Y esto era cosa prodigiosa que acaecia ir cient mill hombres juntos de guerra, que de tan desenfrenada libertad para hacer mal suelen usar desque se veen tantos juntos, y que fuesen con tanta modestia y tan recogidos y ordenados.

Por los caminos tenian todas las cosas que

1 que suele ser la patente.- canto de real.de las tapias.

habian menester en abundancia, ó en los depósitos principales de que arriba hemos hablado, ó en ciertas casas, que llamaban tambos, como mesones, de más de ciento y cincuenta pasos en luengo, muy anchas y espaciosas, limpias y aderezadas con munchas puertas y ventanas, porque estuviesen alegres y claras, llenas de provisiones para esta gente, á cada jornada. En ellas se daba la racion de comida que habia menester cada persona dellos, y á sus mujeres y criados, y de todo lo demás de que tenia necesidad, 6 de vestidos ó calzados ó de armas; y esto sin bullicio y reñillas, ni desabrimiento ni turbacion alguna, más que si fueran padres y hijos de una casa.

Cuando llegaban á los pueblos y ciudades, ó se iban derechos á las plazas, ó fuera dellos en el campo se alojaban, y luego les era allí traido todo lo necesario. Ni tenian necesidad, ni ocasion por ella, de ir á buscar cosa que les faltase, ni osaran ir á buscalla, porque habia gran cuidado y rigor y castigo contra los que hicieran el contrario; y así estaban los vecinos asaz seguros de recebir molestia ni algun agravio, ni que cosa de sus casas les faltase.

1

Las causas de las guerras que este Señor movia comunmente y los que le sucedieron eran, ó sobre que las provincias de su señorio se venian á quejar que otros extraños les hacian algunos daños é injuriaban, ó porque alguno de los reyes ó provincias de las que le eran subjetas se le rebelaba, ó tambien alguna vez quizá buscaban algunos de los sucesores achaques para dilatar su principado. Y desto asaz tenemos ejemplos en munchas naciones pasadas, y entrellas las de los romanos, y pluguiese á Dios que no fuese peor hoy entre los que nos llamamos cristianos.

Primero que otra cosa, cuando habia de hacer alguna guerra enviaba un mensajero con una porra de armas en la mano, como rey d'armas, ó á un capitan con alguna gente á los enemigos, y aquella porra llevaba cierta señal real colgada, lo cual era señal de amonestacion y amenaza. Con aquella porra era el que la llevaba tan recebido y obedecido, acatado y reverenciado, commo si su persona propria fuera, y si no, era cierta la venganza.

Si el rey 6 provincia contra quien determinaba de se armar era no muy árdua ó muy grande, constituia un deudo suyo por capitan general; pero si era cosa grande, iba con el ejército su persona real.

1 daño.

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