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asistir al Consejo, desempeñar su magistratura y escribir importantes libros. Por desgracia no se cumplió lo que auguraba su hijo, de que los libros que entonces escribia los verian sus nietos, pues el de Regis et regni institutione no se llegó á imprimir, y se sabe que á mediados del siglo XVII se hallaba en la biblioteca del Conde Duque de Olivares, que por cierto debió aprovecharse poco de su lectura. Pero de este libro tratarémos luego mas detenidamente al hablar de las obras literarias de Palacios Rubios, y deslindar si el libro de Regis institutione era el mismo que el de política institutione Caroli V, citado en su obra principal de donationibus.

En el mismo prólogo traza el hijo la etopeya ó descripcion del carácter de su padre, con los siguientes rasgos, que bien merecen ser conocidos (1). Despues de trazar un gran elogio de la sabiduría con citas de la Sagrada Escritura, continúa diciendo lo mucho que por lograrla y protegerla trabajaba Palacios Rubios. «A este afan de saber se ha entregado totalmente el autor do esta obra, ó si se quiere mi piadoso padre, leyendo y estudiando segun su costumbre con avidez y erudicion, de manera que, dejando á un lado los cuidados domésticos y la vida particular, se dedicaba al estudio de la verdad, aún á costa de su sueño, como si buscase mas bien la gloria del ingenio que el cuidado de las fuerzas corporales, y sin torcer jamás á derecha ni á izquierda de su camino; y así, postergándolo todo, y aun á pesar de las reconvenciones de los parientes y amigos cuando fué llamado por el mandato de la ínclita Reina Isa

(1) Conviene consignar el texto latino, tanto mas que esta dedicatoria que se balla en las ediciones del siglo XVI y se copia de la de Lyon en 1576, falta en la del siglo XVII, hecha en Amberes año de 1616. Dice así: Hanc ergo operis hujus author sive mavis pientissimus meus genitor vafre atque erudite more de suo legens avidisimeque complexus ei omnino sese totum dedit, quippe qui posthabitis privatis omnibus actionibus, insomne ad inquirendam veritatem studium (ut ingenii potius quam virium corporis gloriam quaereret) suum nec ad dextram nec ad sinistram declinans pedem direxit: et sic posthabitis, ut ad senatoriam quam gerit dignitatem, cum ab asperrimo familiarium convitio, tum vera á servando inclytæ Isabellæ Reginæ imperio flagitatus traheretur. Quem ipse humana mentis conscius Deus, nos que rem oculis captantes, quadam (pace eius sit dictum) animi desidia, aut philosophica (melius ut loquamur) despectione satis (me Jesu) ingentia a regia que liberali manu profecta munera contempsisse cognovimus: quia propriis libris suo ociolo contentus, extra se nihil suspiravit seu ambivit unquam.

Sigue haciendo el hijo D. Alonso de Vivero el elogio de su padre, aña diendo que éste siempre tuvo por cosa detestable que un hombre de letras se diese en demasía á conseguir dinero ú honores que califica de insolentes.

bel á la dignidad de Consejero que desempeña. Y bien sabe Dios que todo lo vé, y puedo asegurarlo yo como testigo de vista, que se ha negado á recibir no pequeños ni despreciables dones, que se le hacian por la real mano liberalmente, desdeñándolos con cierta especie de incuria (dicho sea con perdon suyo), ó si se quiere con cierto despego filosófico, porque contento con sus libros y con su tranquilidad estóica, nada apeteció ni ambicionó sino lo que por sí mismo pudiera lograr.»

A pesar de eso vemos que admitió algun donativo,á favor de su hija.

La muerte de Palacios Rubios debió ocurrir en el mismo año 1523, pues al llegar al tratado sobre las leyes de Toro le dá ya por muerto su hijo D. Alfonso:

Además de estos dos hijos ya citados Doña Ana y Don Alonso, consta que tuvo otro llamado D. Gonzalo Perez de Vivero, que era el mayor y primogénito. Dedicóse éste á la carrera de las armas, y el Rey le hizo Alcaide del castillo de la Coruña, cargo que antes habian obtenido su abuelo Vasco Perez de Vivero y su tio Fernandez Perez de Vivero, viniendo este empleo á ser una especie de car. go en su familia. Era este hijo disipador y pródigo, y el mismo padre se lamenta, algo inoportunamente, de estos vicios de su hijo: pues á la verdad no necesitábamos que el padre le hubiera hecho pasar á la posteridad con este sambenito.

En efecto, en su obra Per vestras de donationibus (2), hablando de la desheradacion dice: Alioquin isto remedio opus erit ne ea quæ á parentibus jure habuimus hæreditario, quæque nos ipsi magno labore et Regum largitione aliisque laboriosis viis adquisivimus, filius dissipator et prodigus parco consumat tempore.

Con todo, á este mismo hijo dedicó su tratado del esfuerzo bélico heróico, compuesto á ruego de Gonzalo Perez de Vivero, hijo primogénito del autor; el cual principia su prólogo con estas palabras: «Preguntásteme, muy amado hijo, qué cosa es esfuerzo; por el cual los hombres esforzados tanto son preciados, estimados y reputados.>>

Estas son las noticias biográficas que acerca de Palacios Rubios

(2) Rezabal y Ugarte cita para estas palabras el §. 2 de la Repeticion al capítulo Per vestras de donationibus, pero evacuada la cita no es exacta quizá por errata tipográfica. Por otra parte no es tan importante que merezca la pena de leer todo el libro para encontrarla.

y su vida política se han podido adquirir hasta ahora. Sensible es que Gonzalo Fernandez de Oviedo no le diera cabida en sus Quinguagenas, donde nos dejó noticias de personas mucho menos importantes en la córte de los Reyes católicos y del Emperador Cárlos V, ni tampoco de Lucio Marineo Sículo que le declaró el primer jurisconsulto de su tiempo, y con todo cita otros menos importantes en su obra De laudibus Hispaniæ.

En otro artículo tratarémos acerca de su vida literaria y de la importancia jurídica de sus escritos.

Vicente de la Fuente.

DERECHO PENAL.

SOBRE LA PENA DE MUERTE POR DELITOS POLÍTICOS.

He tenido siempre arraigada profundamente la conviccion de que la pena de muerte por delitos políticos debe desaparecer por completo de los Códigos modernos; la profeso ahora mas firmemente que nunca, cuando veo que han empezado á proscribirla naciones muy adelantadas, algunas de las cuales ocupan lugar entre las mas civilizadas de Europa. Desde mi juventud me horrorizaba cada vez que oia hablar de ejecuciones capitales por consecuencia de las contínuas conspiraciones y rebeliones que con tanta frecuencia se reproducian en medio de las encarnizadas luchas de nuestras discordias intestinas. Las generaciones venideras llenas de espanto y de indignacion leerán en la historia de nuestros dias tanto cadalso levantado en las plazas públicas, tantas víctimas, y algunas de ellas muy esclarecidas y despues de grandes servicios hechos à la patria á inmoladas en el altar de nuestros ódios, y no atinarán á esplicarse cómo han podido tres generaciones contemplar por espacio de sesenta años esa grande hecatombe en un siglo de civilizacion, de regeneracion y de progreso.

¿Y para qué tantos sacrificios? Para excitar con ellos nuestros encrudecidos ódios, para atizar mas y mas el deseo de venganza, para perpetuar nuestros instintos fáciles y aun propensos á encender la guerra civil, para trasmitir de padres á hijos una herencia infeliz de agravios cuya expiacion consideran algunos hasta como deuda de honra. El patíbulo en que bajo todos los aparatos propios del castigo del crímen se hace morir al que solo es conducido á tan fatal destino por sus opiniones políticas convertidas en hechos de rebelion, deja entre sus partidarios una huella mas profunda de indignacion que mil muertes ocurridas en un dia de combate, á que con encarnizamiento y ceguedad hayan llevado los partidos políticos sus pretensiones luchando en el campo de la fuerza.

TOMO XXXIV.

13

Dominado de estas ideas, he aprovechado cuantas ocasiones se me han ofrecido para inculcarlas á mis compatriotas en nombre de la humanidad, de la justicia y de la conveniencia. En la cátedra, en el libro y en el Parlamento, he levantado mi débil voz para contribuir en lo poco que podia á que encontrara eco y propaganda: ha habido momentos en que he creido que se aproximaba el dia de su realizacion: hoy la espero con entera confianza. Y este triunfo no será para una opinion determinada, lo será para todas, si es que estamos condenados, por desgracia, á continuar por mas tiempo agitándonos y empleando toda nuestra energía, toda nuestra inteligencia y todos nuestros esfuerzos en combatirnos, en proscribirnos y en presentarnos ante el mundo civilizado como una nacion que nunca llega á soluciones políticas estables y definitivas. Que los hombres de todos los partidos echen una ojeada á su alrededor, que cuenten las víctimas de su comunion política que han perecido en los patíbulos, como si fueran indignos criminales, cuando solo procuraban el triunfo de una idea, de un principio que tenian por bueno, por santo, por regenerador; que cuenten tambien las víctimas que han salido de las filas de sus contrarios, y de seguro que se horrorizarán, y que llorarán sobre tantas tumbas abiertas por su intolerancia ó por la de sus enemigos, que se avergonzarán de lo pasado, y que quisieran que desapareciese de la historia, que fiel narradora de los hechos presentará á las futuras edades ese testimonio de nuestra ceguedad y fanatismo.

¿Porqué los esclarecidos patricios que con elevadas miras y generosa prevision se separaron de nuestros precedentes tradicionales y de los de otros pueblos que se consideran muy avanzados en la carrera de la civilizacion y lo están en realidad, al abolir la pena de confiscacion en medio del espantoso espectáculo de una guerra civil acompañada de todo el cortejo fúnebre de crímenes que suelen ser su consecuencia necesaria y sin la esperanza de ser correspondidos por los que militaban en opuestas filas, no hicieron lo mismo con la pena de muerte por delitos políticos? ¡Ah! Si los que enjugaron tantas lágrimas y disminuyeron la perpetuacion de ódios y enemistades implacables entre los hijos de una misma pátria, evitaron los grandes obstáculos que la pena de confiscacion habria creado para la reconciliacion de los españoles y allanaron el camino al dia feliz en que habian de ser hermanos muchos que antes eran enemigos capitales, hubieran dado un paso mas extendiendo á las perso

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