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sirvieron á los señores árabes, que despues de la entrada de los sirios recibieron en feudo aquellos terrenos, con gran ventaja en el último caso sobre la suerte del cultivador en la dominacion visigoda. En las regiones, que se habian entregado por buenos pactos, conservaron los propietarios sus riquezas, bien que obligándose á pagar el quinto de los productos ó el doble de la contribucion ordinaria, con más el impuesto de capitacion, comun á todos los cristianos sometidos á los muslimes, el cual variaba de cuarenta y ocho á doce addirhames, segun la fortuna de cada uno, puesta únicamente excepcion en niños, mujeres, personas inhábiles para el trabajo, monjes y mendigos 1.

Á esta costa lograron salvar sus usos, sus costumbres, su creencia religiosa y libertad civil, conservados con toda regularidad los diferentes grados de la gerarquía eclesiástica y mantenido el lustre de la dignidad episcopal, con algun aparato de respeto aun entre el vulgo de aquellas gentes infieles 2.

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En lo tocante al ejercicio del culto, todavia apareció mucha diversidad, segun los lugares, nacida de lo vario de las circunstancias y de no mayor conformidad en el genio é inclinacion de los caudillos conquistadores, amires y gobernadores agarenos, de forma que regian en reducidos territorios disposiciones relativamente contrarias, no alcanzándose la razon por qué en Coimbra 3 no se consentia que celebrasen los presbíteros con las puertas abiertas, mientras en Córdoba se guardaba toda la solemnidad antigua con el ceremonial ordinario para entierros y procesiones, y aun el tañer de las campanas, aborrecido de los muslimes". Á vueltas de esta irregularidad, subsistieron en la Península muchas iglesias y monasterios que obtenian exenciones y privilegios de los mahometanos, los cuales permitieron en ocasiones, no solo la reparacion de las antiguas basílicas, sino la fundacion y consagracion de templos

1 Dozy, Histoire des Musulmans, t. II, pág. 41.

2 Aunque de mayor aplicacion para el conocimiento de la condicion social de los cristianos en Oriente, merece leerse sobre esta materia el trabajo compuesto por el diligente Behrnauer, bibliotecario de Viena, Sobre la policia entre los persas, árabes y

turcos.

3 Carta de Juzgo citada.

4 Hasta hace poco se conservaba en el monasterio de Valparaiso, á una legua de Córdoba, una campana regalada por el abad Sanson á la iglesia de San Sebastian con la siguiente inscripcion en caractéres góticos:

Offert hoc munus Sanson Abbatis in domum sancti Sebastiani Martyris Christi. Era DCCC et XIII. Guárdase ahora en el Museo provincial.

nuevos 1. Ni favorecian menos las franquicias de los mozárabes la posicion de los sultanes, que teniendo interés contrario al del sacerdocio musulman en la propagacion del Islamismo, como quienes hallaron vinculado en la capitacion el recurso más considerable de sus rentas, preciábanse de mantener sobre la Iglesia cristiana el patronato ejercido por los reyes visigodos, así en la convocacion de concilios nacionales, como en la designacion y separacion de los obispos 2, entrometiéndose á veces tambien en la demarcacion de las diócesis 3. Con todo parece que se sometieron los mozárabes á vivir en la parte menos céntrica y exterior á la fortificacion de las ciudades, separados por este medio de la masa de la poblacion sarracena; pues aunque pudiera creerse asimismo que usaron distintivo en el traje, á la manera de los judíos y de los cristianos de Oriente, hay probabilidades para juzgar que la conservacion del antiguo traje de sus mayores se consideraba al principio como suficiente á distinguirlos de los verdaderos alarbes 5.

Conforme á lo que llevamos advertido, los cristianos debian tener un

1 Al entrar los muslimes en Córdoba, destruyeron todas las iglesias erigidas en el recinto de la ciudad, á excepcion de la catedral, dedicada á San Vicente. Cuando llegaron las tribus sirias comenzaron los árabes á tomar la mitad de todas las iglesias, á semejanza de lo que hicieron en Damasco, perdiéndose para los cristianos la mitad de la catedral mencionada. Así duró hasta los tiempos de Abderrahman I, en que intentando labrar este príncipe en su mismo sitio la gran mezquita Aljama de Andalucía, les obligó á venderla en ochenta mil escudos addinares, lo cual hubieron de verificar, á condicion de que se les permitiese erigir fuera de la ciudad todas las Iglesias destruidas. Veáse à Dozy, Histoire des Musulmans, t. II, y detenidamente á Almaccari, t. I, págs. 359 y 368. Tambien se edificaron algunos monasterios, entre ellos el Tabanense, fundado por Jeremias, mártir de la época de Abderrahman II. La influencia árabe que comenzó á reflejarse en estas construcciones no ha menester de mejor demostracion que el testimonio siguiente del autor del Memoriale Sanctorum:

«Iubet (Muhammad) ecclesias nuper struc-
tas diruere et quidquid novo cultu ac an-
tiquis basilicis splendebat, fueratque tempo-
ribus arabum rudi formationi adiectum».
Morales leyó formationi; pero nosotros he-
mos preferido la variante formatione, segun
propone discretamente Herculano, Hist. de
Portugal, t. III, pág. 176, por ser la única
que procede segun el sentido del período.
2 Vita Johannis Gorzensis, Acta Sanc-
torum, XXVII Februarii.

3 Privilegio de Alí ben Mugueits á la Iglesia de Barcelona, España Sagrada, t. VII. 4 Almaccari, t. I, pág. 368. Ambrosio de Morales, Crónicas de España, lib. XVII, cap. VI al principio.

5 Aun en las regiones orientales dominadas por el Islamismo, suena por primera vez la especie de haberse introducido señales para separar á los judios y á los cristianos de la muchedumbre sarracena, bajo el reinado del califa Abbasida Muctadí billah casi al teminar el siglo XI. V. Aben-Jalican, traduccion inglesa por D'Slane, t. III, pág. 140 y Charida, MS. H. 4447, fól. 7. Ibidem.

apoyo natural en los amires y califas, ganosos por su parte de imitar el poderío gótico y de acabar con el espíritu indisciplinado de los faquíes y de las tríbus, pudiendo medirse la capacidad de los sultanes por la exterior tolerancia, que respectivamente guardaron con la raza vencida.

En las córtes de los más ilustres entre ellos, el mando de los ejércitos se encontraba á menudo confiado á cristianos; cristianos formaban la guardia de los príncipes; cristianos solian ser los secretarios de Estado y los que desempeñaban los cargos de más importancia. Independientes en su organizacion particular los mozárabes, mantenian en las ciudades la forma antigua de la autoridad de sus condes, auxiliados á lo que parece por los obispos, para la administracion de justicia y repartimiento de tributos. Relacionados, en fin, con el resto de los cristianos de Europa, que se apartaban de los sarracenos por la oposicion de religion y de raza, fueron los únicos que mantuvieron por mucho tiempo las relaciones comerciales entre los sectarios de Mahoma y los defensores de la Cruz; y á la manera que los muslimes de España recibian los productos de todos los pueblos mahometanos, trocándolos por los de la hermosa Andalucía, cuyos frutos eran conocidos y buscados en los mercados del Irac, de la India y de la China, unida la grey mozárabe por la lengua y la religion con los pueblos civilizados de Occidente, llevaba los productos de la industria oriental, á pesar de la dificultad material de comunicaciones, á Francia, Italia, Inglaterra y Alemania, donde llegaban sus mercaderes hasta Maguncia 1, recogiendo en cambio los variados productos de estos paises.

Á beneficio de cierta tranquilidad y sosiego, que tardaron aun en alcanzar los cristianos de la reconquista, desarrolláronse un arte y una literatura verdaderamente mozárabes, ya conservando en la forma los recuerdos latino-bizantinos y góticos pertenecientes á la escuela y tradicion, que pudiéramos llamar del siglo Isidoriano, ya aceptando simplemente las formas orientales, ya recibiendo fondo y formas, como sucedió más frecuentemente.

Causa no pequeña extrañeza que en siglo tan perdido para las letras, cual debió ser el en que se forman las famosas Capitulares de Carlomagno, existan en Córdoba colegios, donde se cultive con éxito la metrificacion y lengua latina, y amantes de las letras clásicas que busquen con afanoso desvelo las obras de Virgilio, Horacio y Juvenal,

1 Véase la carta de San Eulogio á Wiliesindo.

reuniéndolas en considerables bibliotecas. Pero si las glorias de los Spera in Deo, Álvaros, Eulogios y Ciprianos levantan la estimacion de la lengua del Lacio, recibida en un principio por los conquistadores, á compartir los honores de lengua oficial en monedas y documentos, no crece menor alabanza á los ingenios españoles por la facilidad con que se apropiaron las delicadezas y primores de castísimo estilo arábigo, en el cual se mostraron tan consumados, así en verso como en la difícil prosa rimada, qué eran escogidos preferentemente por los califas para el cargo de secretarios y de escritores de epístolas 1.

Con el trascurso dél tiempo, fuese por una prohibicion de hablar en latin, impuesta por el amir Hixem I, segun pretenden algunos historiadores, fuese en virtud de ventaja conseguida por el idioma de los infieles, llegó el olvido de la lengua patria entre los cristianos al punto de ser necesaria la traduccion de los libros santos á la lengua de sus dominadores, tarea que llevó á feliz término un obispo de Sevilla llamado Juan y que pudo servir de antecedente á la traslacion al mismo idioma. de la coleccion de cánones de la Iglesia de España, á la de las obras de Paulo Orosio 2 y algunas otras utilizadas con fortuna por los mismos autores arábigos.

Qué llegaran á cultivar con éxito los diferentes géneros de la literatura arábiga aquellos cristianos que á mediados del siglo IX, segun el testimonio de Álvaro Cordobés, se afanaban ya en formar bibliotecas de sus afamados autores, deleitándose en la lectura de sus maravillosos cuentos y ejercitándose en su prosa, es presuncion que apenas pudiera pecar de gratuita, cuando no vinieran á justificarla intencionadas producciones de un Garbib de Toledo y de un Abli de Elbira, trabajos

1 El mártir Isaac, antes de retirarse al claustro, habia sido catib en la córte de Abderrahman II, y el cruel exceptor Gomez, hijo de Antonio, hijo de Juliano, catib y valido del mismo príncipe, escribia en arábigo, segun el testimonio unánime de cristianos y muslimes, con una pureza y elegancia admirables. Véase á San Eulogio, Memor. Sanctorum, lib. III, c. 2, á AbenAl-Cuthia, fól. 34, á Chochani, pág. 292.

2 La version de este historiador, muy á la continua copiado en materias geográficas por los escritores árabes de la Península, fué hecha por mozárabes en virtud de

órden expresa del sultan Muhammad, ganoso de conocer el contenido de un ejemplar que le habia enviado el emperador de Constantinopla. V. á Aben-Abi-Ossaibia, Historia de la Medicina, biografía de AbenGolgol; Gayangos, t. I, apéndice. Del mismo texto de Aben-Abi-Ossaibiâ parece que en aquella sazon no habia nadie en Córdoba que entendiese el idioma griego, quedando sin traducir hasta la época de Abderrahman III, en que lo trasladó el monje bizantino Nicolás, un manuscrito de Dioscórides, que acompañaba al mencionado presente de las obras históricas de Paulo Orosio.

científicos y astronómicos de un Zeyd, obispo de Córdoba, coetáneo de Al-Hacam II, y las poesías de Al-Margari, contemporáneo de Al-Mutamid, rey de Sevilla.

Mas aunque el estado legal de los mozárabes no se extremase de ordinario por lo opresivo, seria desconocer las leyes de la historia y las lecciones, que nos ministra la experiencia, imaginar que en la práctica no fuese ocasionado á vejaciones 1. Estas, por el contrario, surgian, reproduciéndose á cada momento, cuándo en virtud de delaciones apasionadas de los faquíes que estimulaban los odios del populacho muslim, cuándo por las intrusiones y sacrilegios cometidos por los sultanes al arrogarse la direccion de las iglesias, y á las veces por el capricho de los mismos, dirigido desatentadamente á promover una persecucion sin tregua. Como quiera que sea, los mozárabes lograron conservar sus privilegios hasta muy adelantada la reconquista: hallólos en Portugal don Fernando I; en Toledo Alfonso VI; Mio Cid Rodrigo Diaz en Valencia; reforzaron las huestes del Batallador Alfonso en Andalucía, y aunque muy debilitados en número por las persecuciones de los almoravides, que los dispersaron y destruyeron sus iglesias, y los almohades, que les obligaron á emigrar, subsisten, bien que esparcidos y derramados por los estados muslimes de España y de África2, hasta que hubieron de asimilarse y confundirse con aquellas colo

1 Estas eran tan ominosas, que al decir de Álvaro de Córdoba, viéronse precisados á circuncidarse por evitar los insultos de los agarenos: «Dum, enim, circuncissionem ob improperantium ignominiam devitandam. cum dolore, etiam non modico, corporis exercemus. Indiculus luminosus». Á igual práctica se alude expresamente en la Vida de San Juan de Gorze.

2 Tuvo lugar la primera traslacion de mozárabes al África el año 1124, segun la cuenta de los Anales Toledanos, ó en 1125, como parece de otros historiadores. Once años despues sufrieron una segunda deportacion (Chronica Adefonsi Imperatoris, cap. 64), sin que por esto quedasen aniquilados. Muéstralo así el hecho de formar aun el año 1144 la guardia de Ben-Texufin en Andalucía cuatro mil mancebos

cristianos, que condujo al África para com

batir á los almohades. La persecucion que ejercieron estos sectarios triunfantes sobre los mozárabes en África, fué tan dura que movió á muchos á volverse á España (Ibidem, cap. 101), donde se refugiaron en Toledo, asilo á que acudian diariamente los mozárabes del resto de España, como lo hicieron por entonces (1146-1156), movidos de las crueldades con que horrorizaban la Andalucía los discipulos de Abdelmumen, un arzobispo de Sevilla llamado Clemente, que murió en Talavera y alcanzaron á conocer los contemporáneos del arzobispo don Rodrigo (Lib. IV, cap. III De rebus gestis Hispaniae), los obispos de Medina Sidonia, Ilipa y Marchena, y un arcediano que en arábigo decian Arquichez, varon santísimo con opinion de thaumaturgo. Otros pasaron probablemente á España á engrosar los cuerpos de tropas, que An-Nasir presentó

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