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rey al siguiente con gran aparato, precedido de sacerdotes y clérigos cantando salmos y entonando himnos, y con este cortejo pasó á la iglesia de Santa Cruz á dar gracias á Dios por tan importante victoria (1).

Poco tiempo permaneció en Barcelona el rey Luis. Dejando en ella en calidad de conde á Bera, noble godo, y uno de los capitanes que mas se habian distinguido en el asedio, con fuerte guarnicion de francos y españoles, regresó á Aquitania. Desde alli despachó al conde Bego á anunciar al emperador CarloMagno, su padre, los triunfos de sus armas, enviándole en testimonio de ello al ilustre y desgraciado prisionero Zaid con multitud de despojos de guerra. Bego encontró en Lyon un ejército que Carlo-Magno enviaba en auxilio de su hijo Luis, al mando de Cárlos su hermano mayor, el cual, no siendo ya necesario, volvió incorporado con Bego cerca de su padre. Extraordinario júbilo causó al emperador la nueva de la conquista de Barcelona, y acaso, añade un historiador francés, le halagó un momento la idea de poder hacer de toda España una provincia del imperio de Occidente con que acababa de ser investido. (").

(1) A las noticias de Eginhard, del Ástrónomo autor de la vida de Ludovico Pio, del arzobispo Marca, de Conde, de la historia de Languedoc, etc. sobre estos sucesos, hemos añadido los interesantes y dramáticos pormenores que solo se encuentran en la obra titu

lada Gesta Ludovici Pii de Ermoldius Nigellius, ó Ermold-el-Negro, como le nombra Mr. Guizot.

(4) Carlo-Magno recibió la corona del imperio de Occidente de mano del papa Leon III. en Roma elaño 800

Cuéntase que Zaid fué mal recibido y no mejor tratado por el nuevo emperador, y que el mismo dia de su presentacion le condenó á destierro.

Tal fué el famoso sitio y toma de Barcelona por Ludovico Pío, hijo de Carlo-Magno y rey de Aquitania; uno de los mas importantes acaecimientos de aquella época, por las consecuencias que estaba llamado á producir; verdadero fundamento de la Marca Gótica, y principio y base del condado de Barcelona, que tanta influencia y tanto peso habia de tener en la solemne lucha entre el mahometismo y el cristianismo, entre la esclavitud y la libertad de España, que hacía cerca de un siglo se habia inaugurado.

CAPITULO VIII.

ALFONSO II. EN ASTURIAS: ALHAKEM I. EN CÓRDOBA.

De 802 á 843.

Recobra Alhakem una parte del territorio perdido en la España Oriental.-Noche horrible y trágica en Toledo. Espantoso espectáculo. Crueldad abominable del wali Amrû.-Sublevacion en Mérida apagada. La bella Alkinza.-Conspiracion en Córdoba contra el emir. Otra catástrofe sangrienta.-Carlo-Magno y su hijo Luis de Aquitania intentan en vano por tres veces distintas tomar á Tortosa.-Frústrase otra espedicion de los francos contra Huesca.-Invasion de Ludovico Pío, rey de Aquitania, hasta Pamplona. Sus esquisitas precauciones al regresar por Roncesvalles.-Triunfos del rey Alfonso el Casto en Galicia sobre los árabes.-Famosos rescriptos de Carlo-Magno y Luis el Pío en favor de los españoles de la Marca Hispana.-Abdicacion del emperador Carlo-Magno en su hijo Luis.-Alhakem proclama sucesor del imperio á su hijo Abderrahman.-Muerte de CarloMagno, y division de sus estados.-Horrorosas escenas en Córdoba. Suplicio de trescientos nobles musulmanes. Famosa destruccion del arrabal. Emigracion de veinte mil cordobeses.-Misantropia de Alhakem: sus demencias: su muerte.-Alfonso el Casto: funda у dota la catedral de Oviedo.-La cruz de los Angeles.-Invencion del sepulcro del apóstol Santiago.-Se erige en catedral el templo de Compostela.-Restablece Alfonso el órden gótico en su reino.-Ultimos hechos de Alfonso el Casto: su muerte.

Dominaba Alfonso el Casto en el segundo año del siglo IX. ademas de las Asturias, el pais de Galicia hasta el Miño, algunos pueblos de lo que despues fué Leon y Castilla, la Cantabria y provincias vascas, de

bilitándose su accion en estas últimas hasta perderse en la Vasconia, que á veces se sometia á los sarracenos ó se aliaba con ellos ó con los francos, ó se mantenian libres algunas de sus comarcas el tiempo que podian. Las ciudades de la Lusitania, poseidas por los árabes, pero expuestas á las irrupciones de los cristianos de Asturias, solian mudar frecuente aunque momentáneamente de dueño, segun los varios sucesos de la guerra. Los musulmanes acababan de ver desmembrarse una buena parte de su imperio por una y otra vertiente del Pirineo Oriental, y la conquista de Barcelona aseguraba al hijo de Carlo-Magno el territorio español que con el nombre de Marca Hispana se extendia desde las fronteras de la Septimania hasta Tortosa y el Ebro, y constituia una parte integrante de la Marca Gótica.

No se comprende la causa de haber estado el emir Alhakem tan remiso en socorrer á los apurados defensores de Barcelona. Acaso no le pesaba ver comprometido á aquel Zaid que antes habia cometido la imprudente ligereza de ofrecer la entrega de la plaza á Carlo-Magno. Es lo cierto que todo estaba terminado ya cuando el emir se movió con su ejército á Zaragoza. No fué, sin embargo, estéril esta expedicion. Procedió primeramente á ocupar á Pamplona que no perdonaba ocasion de desprenderse del dominio musulman, y descendiendo por las riberas del Ebro pasó á Huesca, cuyo wali Hassan era de aquellos que se

ofrecian á musulmanes y á cristianos, y no guardaban fé ni á cristianos ni á musulmanes. Y habiendo restablecido alli su autoridad y acaso decapitado al walí (de quien por lo menos no volvió á saberse), dedicóse á exterminar al famoso guerrillero mahometano Balhul, que desde Tarragona, la antigua ciudad de los Escipiones y de los Césares, ahora guarida de un bandido musulman, con sus bandas de cristianos, gente ruda y montaráz de los Pirineos, sorprendia las guarniciones muslímicas de las comarcas del Ebro, vejaba las poblaciones y devastaba los campos. Pudo el emir apoderarse fácilmente de Tarragona, que se hallaba desmantelada de muros, pero habiéndose corrido Balhul hácia Tortosa, alli le persiguió el emir, que despues de darle muchos combates parciales logró al fin vencerle en formal batalla, no sin esfuerzo grande, que no menos de catorce horas se sostuvo peleando con impavidez el rebelde caudillo musulman. Cayó por último vivo en manos del emir, que instantáneamente y en el acto le hizo decapitar (803). Con esto y con proveer á la seguridad de la frontera, sin intentar por entonces recobrar á Barcelona, regresó Alhakem por Tortosa, Valencia, Denia y el pais de Tadmir á Córdoba, desde donde envió una embajada (804), con un séquito de quinientos caballeros andaluces, al jóven Edris ben Edris que acababa de ser proclamado emir independiente del Magreb, ofreciéndole su amistad y alianza; que importaba mucho

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