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do codiciarle. Reinó pues Sancho I., y reinó el primer año con sosiego y tranquilidad. Pero al siguiente (956) «dispuso el Dios de las venganzas, dice no sin oportunidad un escritor moderno, que sufriese los mismos trabajos que él habia hecho padecer á su hermano, y por los mismos caminos y con resultas todavía mas pesadas.» Y asi fué, que el conde Fernan Gonzalez, que parecia ser el instrumento escogido por la Providencia ó para castigar los vicios ó para poner á prueba las virtudes de todos los reyes de Leon; este mismo conde que años antes habia sido el alma de las pretensiones de Sancho contra su hermano Ordoño III. concertóse ahora con otro Ordoño, hijo de Alfonso (el monje de Sahagun) para destronar al que antes habia favorecido. Fernan Gonzalez habia casado á su hija Urraca, la repudiada de Ordoño III., con este otro Ordoño, y entraba en sus intereses colocar otra vez á su hija en el trono de Leon. Esta vez fué el conde de Castilla mas afortunado: logró cohechar las tropas del rey, faltóle á Sancho el apoyo de la fuerza material, y se vió precisado á huir de Leon y buscar un asilo en Pamplona al lado de García su tio, dejando el trono á merced de otro Ordoño, cuarto de su nombre.

No negó el navarro al destronado sobrino la hospitalidad debida al infortunio, mas no se atrevió ó no pudo suministrarle socorros positivos con que pudiese recobrar el perdido trono. Aconsejóle, si, que pasara

á Córdoba á ponerse en manos de los médicos árabes para que le curaran aquella escesiva obesidad á que debió el sobrenombre de Sancho el Gordo ó Sancho el Craso, con que es conocido en la historia: grosura tal, que le inhabilitaba, dicen, para el manejo de las armas, para montar á caballo y para todo ejercicio militar, que en unos tiempos en que tan necesaria era la actividad personal á los reyes equivalia á imposibilitarle para el gobierno del reino. Decidióse Sancho á hacer el viage, despachó García embajadores al califa cordobés, hizo que acompañaran á su sobrino varios personages de su córte, entre los cuales afirman algunos haber ido la reina madre, Teuda, abuela de Sancho. Aunque el objeto ostensible de este viage era la curacion del obeso monarca, llevaba ademas el fin político de interesar al califa en su favor por si llegaba la oportunidad de poder reclamar sus derechos al trono que ya los reyes de Leon y de Navarra no eran aquellos primitivos caudillos de groseros y rudos montañeses, sino príncipes que sabian manejarse con una astucia que hoy llamaríamos diplomacia.

Fué Sancho recibido en Córdoba con aquella cortesanía que distinguía á los árabes, y Abderrahman le hizo alojar en su mismo palacio, dándole sus propios médicos para que le asistiesen y tratasen. Plácenos ver á dos príncipes de enemigas religiones y pucblos, al uno arrojarse confiadamente en brazos del

otro buscando en él y en sus sabios el remedio á sus males, al otro hospedándole en su propio alcázar y haciendo servir á su bienestar la ciencia de sus doctores, siendo tan admirable la generosa correspondencia del sarraceno como la noble confianza del cristiano. Tuvo Sancho la fortuna y los médicos cordobeses el acierto de corregir su extremada obesidad, y hasta de volverle toda la agilidad y soltura de la juventud (1). Mas para esto hubo de hacer larga residencia en Córdoba, y en este intervalo se instruia en la lengua de los árabes y en sus costumbres, captábase mañosamente la gracia del califa y del divan mismo, ayudábale tambien el rey de Navarra con sus manejos, y cuando al cabo de tres años de permanencia trató ya sériamente de los medios de recuperar el usurpado trono encontró tan propicios á Abderrahman y sus principales jeques, que llegaron á poner á su disposicion un ejército musulman. Las crónicas no expresan las condiciones del tratado que debió ajustarse entre el destronado huésped y el poderoso Miramamolin, pero los resultados inducen á creer que fueron harto generosas por parte del califa y nada humillantes para el rey depuesto.

Vió, pues, España por primera vez con asombro ponerse en marcha un ejército agareno conducido por un príncipe cristiano. Emprendió este en derechu

(1) Crassitudinem ejus abstu- nam levitatis astutiam reductus, lerunt à ventre ejus, et ad pristi- etc. Samp. Cron. 1. e.

ra el camino de Leon (959). Ordoño IV. llamado el Intruso, y á quien por sus violencias y exacciones apellidaban tambien el Malo, no tuvo valor para esperar las huestes sarracenas, y de noche y á la escapada se refugió á Asturias, donde esperaba con ayuda de algunos parciales mantenerse contra su rival. Continuó Sancho magestuosamente su marcha de ciudad en ciudad, aclamándole las mas como libertador, sujetando con las armas á las que le resistian, que eran las menos, porque el escaso partido que tenia Ordoño el Malo acabó de perderle con su cobarde fuga, y apenas habia quien se atreviera á defender su causa. Asi llegó Sancho á Leon, donde le esperaban numerosos parciales, y ganada la capital sometióse luego todo el reino de sus mayores.

Ordoño, no considerándose ya seguro en Asturias, pasó con su familia á Burgos; pero alli donde pensaba encontrar mas favor y apoyo, ni siquiera encontró un asilo. El conde Fernan Gonzalez su suegro, único que hubiera podido protegerle, habia salido á defender las tierras de Castilla acometidas por el rey de Navarra, y él y su hijo fueron hechos prisioneros por García en el pueblo de Cirueña (960), y de alli enviados á Pamplona (). Los burgaleses, sin dolerse siquiera del infortunio, y sin mostrarse conmovidos de

(4) Moret, Investigaciones, lib. II. cap. 40.-Annal. Compostel. ad ann. 960. Segun estos Anales, cuando García vió afianzado ya á

su sobrino en el trono de Leon, sacó de la prision al conde y le en. vió libre à Castilla.

la suerte de un monarca abandonado y prófugo, apoderáronse de su muger Urraca y de sus dos hijos, y á él le hicieron salir de la ciudad, no quedándole otro recurso que pasarse á los dominios de los moros de Aragon, entre los cuales vivió algun tiempo haciendo una vida harto desgraciada y miserable, y alli murió ignorado y oscuro, sin que se sepa siquiera el lugar en que acabó su existencia infortunada (1). Tal fué el desastroso fin de Ordoño, cuarto de este nomhre, llamado el Intruso, y mas conocido en las historias por Ordoño el Malo.

De este modo Abderrahman, de enemigo que habia sido de los cristianos, vino en cierto modo á hacerse mediador de sus diferencias, y con haber logrado colocar y asegurar en el trono á su protegido se halló en paz con toda la España. Sancho por su parte, viéndose tranquilo poseedor del reino, pensó en tomar estado, y se enlazó en matrimonio con doña Teresa (961), hija del conde de Monzon Ansur Fernandez, de quien tuvo á Ramiro, que mas adelante veremos reinar tambien.

Aun se prolongó por algunos años el reinado de Sancho. Pero las circunstancia de haber ocurrido este mismo año la muerte del califa Abderrahman III., personage interesante y colosal del siglo X., nos mueve á dejar por ahora al repuesto rey de Leon para dar

(4) Samp. Chron. n. 26.

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