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cios y mauritanos, y guerrearon entre sí los emires Ꭹ walíes de Córdoba, Zaragoza y Toledo. Toda la España ardia en guerras civiles: todos sufrian: era un estado insoportable. Veremos como el mismo exceso del mal les inspiró el remedio.

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CAPITULO IV.

LOS OMMIADAS DE CÓRDOBA.

De 756 à 774.

Revolucion en Oriente.-Cambio de dinastía en el califato de Damasco. -Los Omeyas.-Los Abassidas.-Horrible esterminio de la familia destronada.-Aventuras del jóven Abderrahman el Beni Omeya.Acuérdase la fundacion de un imperio independiente en España.El proscripto Abderrahman es llamado de los desiertos de Africa para ocupar el trono muslímico español.-Su recibimiento en Andalucía. -Prosiguen las guerras civiles.-Yussuf y Samail.-Triunfos de Abderrahman.-Los hijos de Yussuf.-Marsilio.-Irrupciones de africanos. Nuevos triunfos y nuevas contrariedades de Abderrahman. -Sitio de Toledo.-Guerra de las Alpujarras.-Espantosa noche en Sevilla.-Sosiégase la Andalucía.-Considerable fomento y desarrollo que dan á su marina los árabes de España.

«Loado seas, Señor Dios, dueño de los imperios, que das el señorío á quien quieres, y ensalzas á quien quieres, y humillas á quien quieres. En tu mano está el bien y el mal, y tú eres sobre todas las cosas poderoso.>> Asi exclama un autor arábigo al dar cuenta de la gran revolucion y mudanza que sufrió el imperio muslímico, y que vamos á referir nosotros en el capítulo presente.

No era solamente en Africa y en España, no era solo en estos dos emiratos dependientes de Damasco donde ardia el horno de las guerras civiles, donde lo devoraba todo el fuego de la discordia. Acontecia otro tanto en Siria, en el centro del imperio, en la corte misma de los Califas. Por eso no podian ni reprimir con mano fuerte las revueltas de Africa y España, ni atender al buen gobierno de estas dependencias, ni evitar que se desgarráran en disensiones. Antes bien veian cómo se iban aflojando los lazos de estas provincias con el gobierno central, y cuando los walíes de las ciudades procedian á nombrar su emir de propia autoridad y sin consultar á Damasco, como sucedió con Yussuf en España, la situacion vacilante y débil en que se encontraban los Califas los obligaba á ratificarlo, ya que no podian impedirlo.

Combatido y vacilante traian las contiendas civiles el trono imperial de Damasco, principalmente en los. cuatro últimos reinados desde Walid ben Yezid hasta Meruân, todos de la ilustre familia de los BeniOmeyas, que habia dado catorce Califas al imperio. Meruân veia la marcha que hácia la emancipacion iban llevando las provincias mas apartadas. Pero amenazábale todavía otro mayor peligro. La raza de los Abassidas (Beni-Alâbas), descendientes de Abbas, tio de Mahoma, y abuelo de Alí, aquel á quien el Profeta habia dado en matrimonio su hija Fátima, aspiraba á suplantar en el trono á los Ommiadas ó

descendientes de Abu Sofian. Uno de ellos, Abul-Abbas el Seffah, ayudado de su tio Abdallah, y del vazir Abu-Moslema, hombre feroz, tipo de los déspotas de Oriente, á quien no se habia visto reir en su vida, y que se jactaba de haber muerto medio millon de hombres, levantó el negro pendon de los Abassidas contra el estandarte blanco de los Omeyas, en cuyos colores se significaba la irreconciliable enemistad de los dos bandos. Meruân llamó á todos los fieles á la defensa de la antigua dinastía imperial; pero emprendida la guerra, perdió Meruân el trono y la vida en una batalla á manos de Saheh, hermano de Abdallah. Abul-Abbas se sentó en el trono de Damasco. Gran revolucion en el imperio muslímico de Oriente. Ella se hará sentir en España (749).

Horrible y bárbaro furor desplegaron los vencedores contra la familia del monarca destronado. Propusiéronse exterminar hasta el último vástago de la noble estirpe de los Omeyas. Todos los que podian ser habidos eran degollados. Noventa miembros de aquella ilustre raza habian hallado asilo cerca de Abdallah, tio del nuevo Califa; convidóles aquel á un festin en Damasco, como en demostracion de querer poner un término á las discordias. Cuando los convidados aguardaban á los esclavos que habian de servirles á la mesa esquisitos manjares, entraron de tropel en el salon del banquete los verdugos de Abdallah, y arrojándose á una señal suya sobre los

Hoventa caballeros, apaleáronlos hasta hacerlos caer exánimes. El feroz Abdallah hizo extender una alfombra sobre aquellos cuerpos expirantes, y sentado con los suyos sobre el sangriento lecho, tuvo el bárbaro placer de saborear las delicadas viandas oyendo los gemidos y sintiendo las palpitaciones de sus víctimas. Otro tio de Abul-Abbas hizo degollar á los Ommiadas de Bassorah, y arrojó sus cadáveres á los campos para que los perros y los buitres les dieran sepultura. Falta serenidad y aliento para referir el refinamiento de los suplicios inventados para acabar con la familia y raza de los Omeyas (1).

Solo un tierno vástago de aquella esclarecida estirpe, mancebo de veinte años, ausente de Damasco al tiempo de las ejecuciones, habia logrado salvar su cuello de la tajante cuchilla de los Abassidas. «Ben«dito sea aquel Señor, vuelve á exclamar aqui el «<escritor arábigo, en cuyas manos están los imperios, «que da los reinos, el poderío y la grandeza á quien «quiere.... Estaba escrito en la tabla reservada de los «<eternos decretos que á pesar de los Beni-Alabâs, y «de sus deseos de acabar con toda la familia de los «Beni-Omeyas, todavía se habia de conservar una «fecunda rama de aquel insigne tronco, que se esta«bleceria en Occidente con floreciente estado.>> Era

(4) Abul Feda, Annal. moslem. -D'Herbelot, Bibliotec. Orient.Conde, part. I., c. 39.-Al Makari,

History of the mohamm. dinast.-
Roder. Tolet. Hist. Arab.

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