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de su corazón recibió mientras escribía las Constituciones. Una partecita se ha salvado de esa relación, y es el cuaderno en que el santo apuntó los sentimientos de su alma en los cuarenta días que deliberó en la presencia de Dios sobre si tendrían renta las iglesias de las casas profesas (1). Por este escrito se infiere las fervorosas oraciones que hacía el santo y las continuas lágrimas que derramaba para obtener de Dios el acierto. Pues si tanto trabajo le costó un solo punto no el más interesante, de nuestro Instituto; si tanto se le comunicó el Señor en esos días, imagínese el lector lo que el santo haría y lo que Dios le comunicaría en tantos años como empleó en redactar las Constituciones.

«El modo que guardaua [Ignacio], dice el P. Cámara, quando hazia las Constituciones, era decir cada día missa y representar el punto que trataua á Dios, y hazer oración sobre él, y siempre decía la misa y oración con lágrimas» (2). Aquí tenemos el secreto de todo lo que escribió nuestro santo Padre. Mucha oración, muchas lágrimas, muchas misas, mucho trato con Dios: este fué el principio y origen de todas sus ideas.

10. Por lo que llevamos expuesto se ve que la fundación de la Compañía absorbió toda la vida de Ignacio desde que se consagró al servicio de Dios. Resumiendo los pasos por donde llegó á la conclusión de una obra tan admirable, los podemos señalar de este modo:

Año 1522. Brota en Manresa, bajo la inspiración del Espíritu Santo, la primera idea de la Compañía, el pensamiento de reunir un escuadrón aguerrido de los que se querrán señalar en servicio de Dios nuestro Señor, y trabajar sin tregua ni descanso en procurar la santificación propia y la ajena, para promover de este modo la mayor gloria de Dios.

1524. Establecido en Barcelona, duda Ignacio si ese escuadrón debe entresacarlo de las filas de otra Orden religiosa ó reclutarlo de hombres independientes de otras obligaciones. Decídese por lo segundo, y de 1524 á 1530 hace esfuerzos inútiles, sin poder consolidar con los compañeros que encuentra, un cuerpo religioso.

1530. Empieza á juntar los primeros compañeros estables y les infunde en el corazón el espíritu de la Compañía, esto es, un deseo vehementísimo de servir á Dios en toda abnegación y pobreza y de darle á conocer á todas las almas. Todavía no les dice una palabra

(1) Puede verse este escrito en Constitutiones S. J. latinae et hispanicae, p. 349. (2) Vida del P. Ign., c. viii.

de reglas, avisos, ordenaciones, ni siquiera de que han de formar un cuerpo religioso.

1534. Voto de Montmartre. Desde entonces ejercita Ignacio, primero en París y después en Italia, á sus compañeros en las virtudes y prácticas de la vida religiosa que ha de instituir, y antes de existir la Compañía de Jesús, los hace insensiblemente jesuítas.

1539. Propone Ignacio la cuestión de formar un organismo religioso, estableciendo el fin de la Compañía y los principales medios para conseguirlo. Trazado á grandes rasgos el plan de la Orden, obtiene Ignacio de la Santa Sede la aprobación verbal en 1539, y la escrita en 1540.

1541. Constituído Ignacio General de la Compañía, mientras gobierna á sus hijos, más con particulares avisos que con reglas establecidas, va estudiando por espacio de algunos años el carácter de la Orden recién fundada, é introduciendo suavemente las costumbres que habrán de transformarse en leyes.

1547. Empieza á escribir el primer texto de las Constituciones, y terminado en 1550, lo muestra á los Padres más respetables de la Compañía, los cuales le dan sus observaciones por escrito.

1550. Casi á un mismo tiempo da cima San Ignacio á dos importantísimos negocios, la composición de las Constituciones y la expedición de la bula de Julio III. Con estos dos hechos puede decirse que terminó sustancialmente la fundación de la Compañía de Jesús. En los seis años que aun vivió nuestro santo Padre, mejoró y perfeccionó su obra, pero no introdujo en ella ningún nuevo elemento de consideración.

1552. Corregidas y perfeccionadas las Constituciones en dos años, las entrega San Ignacio al P. Nadal, quien empieza á promulgarlas en Sicilia. En los años siguientes hace lo mismo en España y Alemania. Entretanto Ignacio, en los cuatro años que aún le quedan de vida hasta el 31 de Julio de 1556, añade los últimos perfiles al código ya promulgado en la Compañía. Si se considera, pues, esta labor incesante de San Ignacio durante más de treinta años; si se recuerda el trabajo interno de sus oraciones, lágrimas y penitencias: si se miran, por otro lado, los inmensos trabajos y dificultades exteriores que para plantar su obra hubo de superar, fácilmente entenderemos los grandes títulos que tiene Ignacio á la veneración, á la gratitud y al amor de sus hijos. No sabemos cuánto costaría á otros fundadores el establecer sus religiones; pero dudamos que ninguno de ellos fuese tan Padre de su religión, como San Ignacio de la Compañía de Jesús.

CAPÍTULO IX

EJERCICIOS ESPIRITUALES

SUMARIO: 1. Definición de los Ejercicios de San Ignacio.-2. Enseñanza inmediata y enseñanza mediata del santo.-3. Principio y fundamento.-4. Cómo conduce Ignacio al ejercitante en la primera semana al dolor de los pecados, y en las tres siguientes á la perfección evangélica.-5. Reglas para hacer bien los Ejercicios y para santificarse después de ellos.-6. Aprobación pontificia del libro.-7. Cómo se escribieron los Ejercicios. Testimonios de San Ignacio y de otros Padres contemporáneos.-8. El Ejercitatorio de García de Cisneros. Cotejo de este libro con el de San Ignacio.-9. Testimonios tardíos y poco autorizados para probar que San Ignacio aprovechó el libro de Cisneros.-10. Inspiración sobrenatural de los Ejercicios espirituales, bien probada por testimonios contemporáneos.

FUENTES CONTEMPORÁNEAS: 1. Exemplar hispanicum Exercitiorum.-2. Cámara, Vida del P. Ign., c. VIII.-3. Nadal, Miscellanea de regulis S. J.-4. Laínez, Carta á Polanco.-5. Polanco, Vita P. Ign.-6. Ribadeneira, Vida de S. Ign.-7 Cisneros, Ejercitatorio de la vida espiritual.-8. Mercurián (apud La Palma, Camino espiritual).

1. Hemos visto hasta aquí cómo Ignacio fundó la Compañía. Hora es ya de examinar qué es lo que fundó, manifestando el carácter de la Orden religiosa por él establecida. Para conocer plenamente este objeto es necesario estudiar dos libros: el de los Ejercicios espirituales y el de las Constituciones. Con el primero formó Ignacio el espíritu; con el segundo organizó el cuerpo de la Compañía. Vamos á dar una idea del librito de los Ejercicios, el más pequeño, pues su extensión será como las dos terceras partes de la Imitación de Cristo, y al mismo tiempo el más original y sublime que ha escrito la ascética.

¿Qué son, en general, Ejercicios espirituales? El santo nos lo dirá: <<Por este nombre, Ejercicios espirituales, se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras espirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, por la misma manera todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después

de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman Ejercicios espirituales» (1). Explicada así la idea general de Ejercicios espirituales, pregúntase: ¿Qué tienen de particular estos Ejercicios de San Ignacio? Para entenderlo, consideremos el título que encabeza el cuerpo de la obra, después de las veinte anotaciones que son como su prólogo. Dice así este título: «Ejercicios espirituales para vencer á sí mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que desordenada sea.» Son, pues, los Ejercicios de San Ignacio una serie de meditaciones, exámenes, lecturas, penitencias, etc., dispuestas de tal modo y eslabonadas con tal arte, que haciéndolas el hombre durante algunos días, se determine á vencer sus pasiones desordenadas y á vivir santamente.

No son los Ejercicios para hacer al hombre santo en pocos días, como calumniosamente dijo alguno en el siglo XVI, pues el santificarse no es obra de ocho ó quince días, sino de toda la vida. Son para que el hombre se resuelva á ser santo. Quiere Ignacio que, despidiéndose el hombre por unos días de todo negocio temporal, y poniéndose bajo la dirección de un prudente maestro de espíritu, medite, lea, examine, ore y haga otros ejercicios y prácticas espirituales para conocer lo que Dios quiere de él y para decidirse generosamente á ejecutarlo. Pero el conseguir una decisión, aunque tan importante, de la voluntad, no es el único fruto de los Ejercicios. Al mismo tiempo que Ignacio conduce al ejercitante á esa decisión, le va explicando tales principios ascéticos, le va proponiendo tan oportunas reglas y avisos para santificarse, que quien conforme después su vida con lo que aprende al tiempo de hacer Ejercicios, llegará infaliblemente á la perfección religiosa.

2. Por eso conviene distinguir en este precioso libro dos enseñanzas espirituales: una que podríamos llamar inmediata, y otra mediata. Por la primera enseña Ignacio lo que debe practicar el hombre en aquellos breves días de retiro, en que hace Ejercicios, para conseguir el deseado fin de conocer la voluntad de Dios y resolverse á cumplirla. Por la segunda, expone el santo las virtudes y actos piadosos que se pueden y deben practicar constantemente hasta morir. El objeto de la primera enseñanza es ordenar la vida; el objeto de la segunda puede llamarse santificar la vida. Á lo primero endereza San Ignacio las anotaciones para hacer bien los Ejercicios, las adiciones

(1) Ejercicios, Anotación 1.a

para orar y examinar la conciencia. Á este fin dispone con arte admirable la sucesión de las meditaciones y la serie de súplicas que en cada meditación debe dirigir á Dios el ejercitante; para esto son las reglas sobre la elección de estado; á este blanco se ordenan, finalmente, los demás avisos que da Ignacio sobre la penitencia, el retiro, el silencio, el tener poca luz en el aposento y otras prescripciones prudentemente excogitadas, para que el ejercitante medite bien, se penetre bien de las verdades reveladas y llegue á resolverse con toda decisión á servir perfectamente á Dios nuestro Señor.

La enseñanza mediata de San Ignacio se endereza primariamente á lo que el hombre debe ir practicando toda su vida, para proceder adelante en el divino servicio y completar la obra que en los Ejercicios emprendió. En las reglas para sentir con la Iglesia previene Ignacio al ejercitante contra los errores y tropiezos que puede tener en materia de fe. Las notas para sentir y entender escrúpulos le arman contra las tentaciones y engaños del enemigo, que suelen padecer las personas espirituales. Las reglas para discernir espíritus ilustran admirablemente el entendimiento, para conocer las verdaderas inspiraciones de Dios y distinguirlas de las inclinaciones del amor propio y de las sugestiones del demonio. Las reglas para distribuir limosnas y ordenarse en el comer previenen contra las tentaciones de la avaricia y concupiscencia, que tan á menudo combaten al hombre. En todas estas enseñanzas, San Ignacio considera al ejercitante, no precisamente en aquellos días de retiro que consagra á los Ejercicios, sino en medio de las ocupaciones y trabajos que después se le han de presentar en el curso de la vida.

Á esta enseñanza mediata pertenecen también varias cosas que hemos colocado entre las materias pertenecientes á la inmediata. Efectivamente: al enseñar Ignacio cómo debe orar y examinar la conciencia el ejercitante, le enseña la práctica de la oración y examen que debe hacer toda la vida; pues la oración y examen que hacemos en tiempo de Ejercicios no difiere de la oración y examen que hacemos en cualquier otra ocasión. Al explicarnos los principios para hacer buena elección, nos indica San Ignacio el modo más infalible para hallar la voluntad de Dios en cualquier negocio dudoso que se nos presente en la vida. La teoría de los tres grados de humildad manifiesta al hombre la más sublime perfección moral, á que puede aspirar nuestra naturaleza en el destierro de este mundo. De todo lo dicho se infiere que el libro de San Ignacio, aunque enderezado primariamente á los días de retiro, que llamamos Ejercicios, sin embar

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