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que conozca á Dios in spiritu y pueda por sí, con la gracia del Senor, no sólo ayudar á sí, mas etiam á los otros, con toda obediencia á la Iglesia santa y al Vicario de Cristo y á sus legítimos superiores. Procura de valerse de la virtud divina, obrar siempre en el Señor, y Él

en ser, moverse y vivir in spiritu. Procura de caminar siempre de bien en mejor, y obrar á mayor gloria y alabanza de Dios. Nunca han de ser ociosos, sino cuando en sus iglesias ó casas no tienen ocupaciones espirituales, van á buscar quien ganen á Jesucristo, y han de tener el fin de la Compañía muy actuado siempre delante los ojos de su corazón. Sigue juntamente la perfección de espíritu y doctrina, ministra tamen y hace principal instrumento del espíritu, y sírvese de la doctrina y de todas las virtudes morales y actos de ellas, y de todos dones naturales con toda libertad y claridad en el Señor. Sigue y platica [practica] muy de veras la mortificación en todas las cosas, que sean contrarias ó que puedan impedir á la perfección. Sigue muy especialmente la obediencia del entendimiento.

>> Tiene libertad en el Señor de conversar y tratar con todos, chicos y grandes, por salud de las ánimas, y con esto no tiene familiaridad con mujeres etiam devotas, sino que trata con todas con gravedad paterna en Cristo, y así no toma cura de monjas, por serle propio de ayudar á todos, cada uno en su vocación, á seguir la verdad y perfección de ella, á mayor gloria y servicio de Dios nuestro Señor y salud de las ánimas, y así predica y da Ejercicios á monjas y á religiosos, y los reduce con la gracia del Señor á perfección de obediencia en mano de sus superiores. Tiene ordinario deseo de padecer oprobios, injurias y trabajos por Cristo. Tiene la Compañía síndicos en las cosas exteriores, y superintendentes en las interiores. Los Superiores tienen bien con quien consultar, mas no son obligados á seguir el consejo de los consultores. Tiene el General de la Compañía cuatro Asistentes (1), los cuales observan su modo de proceder, y en sus casos pueden avisar la Compañía y congregarla para la provisión dello, y deponer al General, si fuere menester, y así también los Prepósitos locales y Rectores sus consultores, los cuales avisen al General y Provincial, etc., y los Provinciales los suyos que avisen al General.

>>Tiene también [la Compañía] sus casos reservados á los Superiores, y consuetud [costumbre] que no haya cosa secreta, fuera de la

(1) Cuando esto escribía el P. Nadal eran efectivamente cuatro los asistentes: el de Italia, el de España, el de Portugal y el del Septentrión.

confesión, que no se pueda manifestar al Superior. Prometen en la Compañía los profesos, y todos lo proponen y ofrecen, de no ser en ningún tiempo en alargar la pobreza y modo della en la Compañía. Ofrecen todos que ninguna dignidad pretenderán, ni en la Compañía ni fuera de ella, ni consentirán en la tal elección, sino por mandado del papa, del General ó de la Compañía, según consta en las Constituciones y sus declaraciones. Tiene la Compañía indiferencia de todas las cosas y plena resignación al Señor en mano y personal del Superior. Ninguno dura en la Compañía finalmente ficto [fingido] y que de veras no siga á Cristo en la perfección, y se humille plenamente en el espíritu de la Compañía. Hay prontitud en la Compañía, con la gracia del Señor, de ir á cualesquier infieles, etiam adonde se ve facilidad de morir por Cristo. Camina por la vía del espíritu y milita sub crucis vexillo, Deo ac soli Domino, ac Ecclesiae ejus sponsae, sub romano Pontifice Christi in terris Vicario servit.

>>No se gobierna la Compañía ex jure communi en todas cosas, sino por sus especiales privilegios de la Iglesia santa. Sigue la Compañía mucha exacción y diligencia en que cuando un ánima le viene en manos, no dejarla hasta tanto que la ordene y concierte en el Señor en todo lo que es capaz para su salud y perfección. El modo de proceder de la Compañía es fortiter et suaviter, in spiritu et virtute, ut interior sit sensus, sit et virtus spiritus, executio et verax et in virtute spiritus fundata; amplexatur vero Christum, ut est via, veritas et vita (1). Tiene especial cuidado y observación contra toda novedad de doctrina en la Iglesia católica, y así ella sigue la común doctrina de los santos y de los doctores comúnmente recibidos, y nuevas opiniones no las juzga ex communi receptione, sin alguna curiosidad (2).

(1) Este parrafito, no tan fácil de traducir, pudiera expresarse así: «El modo de proceder de la Compañía es con fortaleza y suavidad, con espíritu y energía, de suerte que haya en lo interior devoción y fuerza de espíritu, y la ejecución sea sincera y fundada en la interior fuerza del espíritu. Abraza la Compañía á Jesucristo en cuanto es camino, verdad y vida.»

(2) Instructiones et regulae cum ordinationibus P. Natalis, f. 232.

LIBRO II

San Ignacio de Loyola.

1540-1556

CAPÍTULO PRIMERO

PRIMEROS ESPAÑOLES QUE ENTRARON EN LA COMPAÑÍA

SUMARIO: 1. La primitiva Compañía, formada en gran parte por españoles fuera de España.-2. El bachiller Diego de Hozes.-3. Los dos hermanos Diego y Esteban de Eguia.-4. Francisco Estrada.—5. Antonio de Araoz.-6. Jerónimo Doménech-7. Pedro de Ribadeneira.-8. Vocaciones españolas fuera de España después de aprobada la Compañía. Mirón, Oviedo, Villanueva, Miguel de Torres.9. Juan de Polanco.-10. Jerónimo Nadal.

FUENTES CONTEMPORÁNEAS: 1. Cartas de San Ignacio.-2. Polanco, Hist. S. I.—3. Vocationes nostrorum.-4. Ribadeneira, Vida de S. Ign. Hist. de la Asistencia. Confesiones.— 5. Simón Rodríguez, De origine et progressu S. I.-6. B. Fabro, Cartas.-7. Nadal, Diarium Vocationis.-8. Cámara, Memorial.-9. La Palma, Vida manuscrita del P. Ribadeneira.

1. Es un hecho bastante singular, que habiendo nacido fuera de España la Compañía de Jesús, sin embargo, las primeras vocaciones que se despertaron para ella, fuesen en gran parte de españoles. Recuérdese la patria de los siete que hicieron el voto de Montmartre el 15 de Agosto de 1534. Sólo el B. Pedro Fabro había nacido allende los Pirineos. Ignacio era guipuzcoano; Javier, navarro; Laínez y Bobadilla, castellanos viejos; Salmerón, toledano, y Rodríguez, portugués (1). ¿Sucedería esto porque el carácter de nuestro pueblo se prestaba entonces mejor que el de otras naciones al género de vida apostólica que Dios quería establecer en la Iglesia? ¿Sería tal vez la causa, que Ignacio, poco diestro y expedito en el uso de la palabra, se explicaba mejor con sus compatriotas, y les podía comunicar con más exactitud las ideas que meditaba? Algo influirían en el hecho

(1) Véase el c. v del 1. 1.

estas razones humanas; pero alzando un poco más la consideración, podemos piadosamente atribuir este fenómeno á la suave providencia de Dios, que ejecutaba en este punto particular, el plan general que parece haber formado sobre los destinos de nuestra península en aquel siglo.

España y Portugal debían en el siglo XVI sostener la fe en Europa, y dilatarla en los nuevos mundos. Queriendo, pues, Dios levantar en la Iglesia una Orden religiosa que había de contribuir á este fin, se dignó escoger á un español para Padre de esta Orden, y despertar desde luego entre nosotros numerosas vocaciones á ella. Además, la situación política de España en aquel siglo favorecía á este mismo intento, pues como los españoles estaban entonces muy derramados por Europa y por el Nuevo Mundo, tenían más facilidad para comunicarse con todas las naciones y difundir en ellas el bien que Dios deseaba hacer por medio de la Compañía de Jesús.

2. El primero que se agregó á ella después de los diez reunidos en París, fué el bachiller Diego de Hozes, malagueño (1). Hallábase en Venecia el año 1536, cuando San Ignacio esperaba allí á sus compañeros de París. Trabaron amistad los dos, no sabemos con qué ocasión, y el bachiller, que era hombre bueno y bastante dado á las cosas espirituales, se dejó persuadir por el santo á entrar en Ejercicios. Mas como entonces corrían entre el vulgo tan extraños rumores acerca de Ignacio y de su doctrina, temiendo Hozes no le metiese en algún error contra la fe, prevínose para hacer los Ejercicios con gran cantidad de libros teológicos, que encerró consigo en su aposento. Pronto se desvanecieron sus temores, y enardecido con las meditaciones que le daba el santo patriarca, se le entregó por perpetuo discípulo. Desde aquel punto nunca se apartó de Ignacio y sus compañeros, é indudablemente hubiera sido nombrado en los diplomas apostólicos que confirman la Compañía, si la muerte no le hubiera sorprendido antes de que se verificara la fundación. Trabajó fervorosamente en los ministerios apostólicos durante todo el año 1537; pero á principios de 1538, cuando, junto con el P. Coduri, predicaba en Padua, le llamó Dios á gozar el premio de sus trabajos. 3. Casi al mismo tiempo que el bachiller Diego de Hozes, se encon

51 y

(1) De él hablan todos los historiadores de la Compañía, repitiendo las pocas noticias que nos dieron el P. Simón Rodríguez (De origine et progressu S. I., p. siguientes), Ribadeneira (Vila de S. Ign., 1. 11, c. v1) y Polanco (Vita P. Ign., c. viii). Sólo sabemos su patria, siéndonos desconocida su edad, su familia y las demás circunstancias de su persona.

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