Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Nuevo Testamento, le dijo estas palabras: «Mirad, yo quiero seguir este libro; de vosotros no sé lo que será. No me tratéis más, ni penséis jamás en mí.» Con esto le volvió las espaldas y se fué á su casa, revolviendo esta idea: «No quiero nada con estos hombres, que probablemente irán á parar á la Inquisición» (1).

Con este lance se cortaron por entonces las relaciones entre Ignacio y Nadal. Continuó éste sus estudios, y queriendo volver á su país, detúvose en Aviñón algunos meses, en los cuales se ordenó de sacerdote, y se graduó de doctor en teología. En 1538 estaba en Mallorca. Siete años vivió en su patria, sin tener ni un día, ni una hora de paz y tranquilidad. Andaba mal de salud. «Siempre me dolía, dice, la cabeza, siempre el estómago, siempre estaba melancólico, siempre entre médicos y medicinas» (2). Empezó á ejercitar el ministerio de la predicación, y no le salían bien los sermones; intentó explicar al pueblo la Epístola ad Romanos, según se usaba entonces, sobre todo en Italia. La novedad del hecho le atrajo muchos oyentes, pero luego fueron disminuyendo en tales términos, que hubo de suspender la explicación. Á estas pesadumbres se añadió tal cual disgusto en el seno de su familia, y todo parecía conjurarse para sumergir al pobre Nadal en un abismo de tristeza y abatimiento. Algún tanto se mitigaron sus melancolías con el ejercicio de la oración, á la cual empezó á dedicarse por consejo de un buen ermitaño. Entre las mil ideas que agitó en su mente en aquel tiempo, se le ocurrió juntar compañeros y trabajar con ellos en procurar la salud de las almas. En otros términos, se le ocurrió hacerse jesuíta, después de reñir con el fundador de la Compañía.

En este estado se hallaba Nadal, cuando el año 1545 sucedió lo siguiente. Llegó á sus manos una carta de San Francisco Javier, de aquellas que, reproducidas en muchas copias, solían correr por toda Europa con grandísimo consuelo y edificación de los católicos. En esta carta refería el santo el inmenso fruto espiritual que se hacía en las Indias, y se congratulaba por las felices noticias que le llegaban de estar la Compañía, no sólo confirmada, sino muy favorecida por

(1) «Ego hunc librum volo sequi (habebam Novum Textamentum in manu). Vos nescio quo evadetis. Nihil amplius mecum de his rebus egeris, nec de me cures. Sensus animi me hic fuit: nolo me his adjungere; quis scit an tandem ii incident aliquando in Inquisitores.» (Ibid.)

(2) «Semper dolebat mihi caput, semper stomachus, semper eram melancholicus...., semper inter medicos, in medicinis.» (Ibid.)

la Santa Sede (1). Cuando esto leyó Nadal, sintió como que despertaba de un profundo sueño, repasó en su mente los dulces recuerdos que aún conservaba de San Ignacio y de sus compañeros, y herido vivamente en lo más profundo de su corazón, dió una palmada sobre la mesa exclamando: «Ya esto es algo» (2).

Al punto determinó encaminarse á Roma en busca de San Ignacio. Salió de Mallorca el 2 de Julio de 1545, y habiéndose detenido algún tiempo en Barcelona, llegó por fin á Roma el 10 de Octubre. Fuése derecho á buscar al P. Jerónimo Doménech, que era antiguo conocido suyo. Éste le condujo á San Ignacio, con quien se encontraron cuando volvía del monasterio de Santa Marta. Presentó Doménech al recién llegado, y el santo patriarca, aunque al pronto mostró un asomo de alegre sorpresa, después, como que se concentró dentro de sí mismo, y se contentó con dar al recién llegado fríamente la bienvenida. Sintió vivamente Nadal este despego, que se le hizo inexplicable en un hombre que años atrás andaba tras él buscándole con tantos afanes. Quiso el P. Doménech hospedar á Nadal en una casa á propósito, y meterle luego, ferviente como venía, en Ejercicios; pero deshízose esta traza, porque presentándose dos personas de la familia de D. Jaime del Pozo, auditor de Mallorca, cogieron á Nadal y se lo llevaron á casa del auditor, cuyo hospedaje no fué posible rehusar.

Treinta días permaneció Nadal en aquella casa, algo distraído de los buenos propósitos que había llevado á Roma, y entretenido en visitar los monumentos de la antigüedad. Con todo eso, frecuentaba las visitas á San Ignacio. Buscaron ocasión de hablarle los PP. Laínez y Doménech, y le exhortaron mucho á entrar en Ejercicios. Por su parte el santo patriarca le convidaba á comer algunas veces, y sin usar de las calurosas exhortaciones de los otros dos, le iba ganando el corazón con la dulzura y amabilidad de su trato.

Á todo esto, Nadal, incitado por el interior espíritu que le traía, quiso un día franquearse con San Ignacio. Una de las veces que había ido á comer con él, le pidió facultad para hablarle á solas. Luego que la obtuvo, se expresó así: «Estos Padres siempre me están hablando de los Ejercicios. Ya sé yo lo que quieren con todo

(1) La carta que leyó Nadal debió ser, sin duda, la que escribió el apóstol de las Indias en Cochin, á 15 de Enero de 1544, en la cual da cuenta minuciosa de la misión en la Pesquería. Circuló mucho esta carta, por ser la primera relación de misiones nuestras que llegó á Europa.

(2) «Palma percutiens mensam exclamavi: « Est nunc hoc aliquid.» (Ibid.)

eso. Vosotros deseáis que yo éntre en la Compañía; pero antes de dar este paso, quiéroos descubrir algunas cosas mías, por las cuales me parece que no soy apto para vivir con vosotros» (1). Hecha esta advertencia, refirió Nadal todos los lances y sucesos de su vida, excepto los pecados. Oyó toda la historia nuestro santo Padre, y sonriéndose, respondió con suavidad: «Está bien: si Dios os llamase á la Compaňía, no faltaría alguna cosa en qué ocuparos» (2). Por fin se decidió el huésped á entrar en Ejercicios. San Ignacio, temiendo las melancolías del ejercitante, mandó buscarle un aposento muy cómodo con un ameno jardín. Entró en él Nadal muy impaciente, y empezó los Ejercicios el 5 de Noviembre de 1545. Era su director el P. Doménech. La primera semana la pasó Nadal fervorosamente, y al fin de ella hizo confesión general con San Ignacio.

Empezó con nuevos fervores la segunda semana; pero al llegar á la elección, fué tal la borrasca de perturbaciones y trabajos que le sobrevino, que pensó no pasar adelante en los Ejercicios. Volvieron los dolores de cabeza y de estómago, las calenturas y demás achaques del cuerpo; la voluntad estaba débil, el entendimiento oscurecido, y por todas partes parecía cerrado el camino para tomar una sólida determinación. Á los diez y siete días de Ejercicios empezó á desconfiar el P. Doménech, y aun propuso á Nadal dejar aquello de la elección y pasar adelante. «Quiero hacer un esfuerzo, dijo el ejercitante, y ver si hoy puedo resolver algo.» Apenas hizo este esfuerzo, cuando se disiparon todas las tinieblas y se afirmó en lo que convenía la voluntad de Nadal. Sentía, sí, la resistencia y la fuerza poderosa de las dificultades y malas inclinaciones, pero con una sublime resolución tomó la pluma y escribió lo siguiente:

«En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo determino y propongo seguir los consejos evangélicos, haciendo los votos en la Compañía de Jesús, y estoy preparado á ejecutar todo lo que sea necesario, aunque sea preciso hacer los votos en seguida, y con sumo temor y temblor de Dios y nuestro Señor Jesucristo, y movido de la suma misericordia que ha usado conmigo, hago voto de cumplir esto con toda mi alma, con toda mi voluntad,

(1) «Tui, inquam, Patres multa mihi infarciunt, similiter credo me esse loquutum de exercitiis, quae ego non sum nescius quo spectant, ut scilicet, vitae institutum et statum mutem et ad vos veniam; quocirca velo, inquam, intelligere multa ex me, quae faciunt, ut non videar aptus ad vestrum vitae institutum.»

(2) «Recte res habet: non deerit in Societate qua in re possis occupari, si Dominus te ad eam vocaverit.D

con todo mi poder. Á Dios sea la gloria de todo. Amén. Roma, año de Jesucristo 1545, día 23 de Noviembre á la hora diez y ocho y media [es decir, á eso de las doce y media del día]» (1).

Siguióse á este acto una increíble consolación del alma, y hasta notable alivio en la salud. Cuando San Ignacio oyó el voto que había hecho el ejercitante, se alegró muchísimo, dándole á entender que ya le había ocurrido á él semejante remedio contra aquellas tentaciones; pero que no había querido sugerírselo, para dejarle en mayor libertad de elegir lo que tuviera por conveniente á la mayor gloria de Dios. El día 29 de aquel mismo mes de Noviembre fué Nadal recibido en la Compañía.

(1) «In nomine SS. Trinitatis, Patris, Jesu Christi et Spiritus Sancti, definio et propono sequi consilia evangelica cum votis in Soc. Jesu, et animo paratus sum facere quae ad illam attineant, etiamsi velint ut statim voveam, et hoc cum summo timore et tremore Dei et Dni. N. J. C. et ipsius summa qua in me usus est misericordia, roveo tota anima, tota voluntate, tota virtute. Sit gloria. Amen. Romae, anno Dni. 1545, die 23 Novemb. hora 18 cum dimidio, cum fuissem in exercitiis 18 dies.»

CAPÍTULO II

EDUCACIÓN RELIGIOSA QUE DABA SAN IGNACIO Á SUS HIJOS

SUMARIO: 1. Cómo les enseñaba á santificarse á sí mismos. a) Oración que hacía por ellos. b) Ejercicios espirituales. c) Obras de humildad y penitencia, d) Peregrinaciones y hospitales. e) Obediencia perfecta. 2. Cómo les enseñaba á santificar á los prójimos. a) Ejemplo de toda virtud. b) Vida común en lo exterior. c) Modestia singular. d) Ánimo y confianza en Dios. e) Circunspección y respeto á todos, principalmente á los superiores eclesiásticos y seglares.

3. Re

FUENTES CONTEMPORÁNEAS: 1. Cartas de San Ignacio. 2. Cámara, Memorial.· gestum litt. S. Ignatii.—4. Memorie varie circa S. Ignazio.-5. Constitutiones S. I., latinae et hispanicae.-6. Instructiones, 1546-1582.-7. Ribadeneira, Tratado del gobierno de nuestro P. Ignacio.-8. Epistolae mixtae.-9. Castro, Historia del colegio de Alcalá.

1. Tales eran los hombres que Dios llamaba á la Compañía y ponía en manos de Ignacio para asentar los fundamentos de toda la Orden, y de un modo especial para dar principio á la Asistencia de España. Y ¿cómo los instruía y educaba el santo patriarca para pelear las batallas del Señor? Esto procuraremos declarar brevemente en este capítulo. Indicaremos primero cómo los enseñaba á santificarse á sí mismos, y después, cómo los industriaba para santificar á los prójimos.

a) La primera diligencia que tomaba Ignacio para educar á sus hijos, como para cualquier otro negocio del servicio divino, era la fervorosa oración. Oraba Ignacio infatigablemente por sus hijos, sobre todo cuando los veía en alguna grave tribulación. «Cuando alguno estaba, dice Ribadeneira, notablemente tentado y afligido, hacía mucha oración y penitencia por él, y á uno de los primeros compañeros conservó en la Compañía, estando para dejarla, ayunando tres días sin comer bocado, y haciendo oración por él» (1).

b) Después de la oración, el medio fundamental que tomaba el santo para formar en el espíritu á los admitidos en la Compañía, era

(1) Tratado del gobierno de N. P. Ignacio, c. 111. Suponemos que aludirá Ribadeneira al P. Simón Rodríguez, quien, á consecuencia de los sucesos que más adelante referiremos, estuvo en peligro de perder la vocación el año 1554. (Véase Epistolae mixtae, t. iv, p. 185 y siguientes.)

« AnteriorContinuar »