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CAPÍTULO VII

INCREMENTO DE LA COMPAÑÍA DESDE LA ERECCIÓN DE LA PROVINCIA
DE ESPAÑA HASTA LA PROMULGACIÓN DE LAS CONSTITUCIONES

(1547-1553)

SUMARIO: 1. Principios del colegio de Salamanca.-2. Elévase á universidad el de Gandía.-3. Entrada de los Nuestros en Burgos.-4. Empieza á fundarse el colegio de Medina del Campo.-5. Pequeño colegio en Oñate, donde reside San Francisco de Borja.-6. Ordénase el santo de sacerdote, y hace varias excursiones apostólicas desde 1551 hasta 1553.

FUENTES CONTEMPORÁNEAS: 1. Cartas de San Ignacio. 2. Regestum litt. S. Ign.3. Epistolae mixtae.-4. Epistolae quadrimestres.-5. Polanco, Historia S. J.-6. Ribadeneira, Historia de la Asistencia de España.-7. Cámara, Vida del P. Ignacio.-8. Castro, Historia del colegio de Alcalá.-9. Nadal, Examina Patrum S. J.-10. Libro I de la Universidad de Gandia.

1. El suceso de la vocación de San Francisco de Borja nos ha conducido hasta bien entrado el año 1551. Volvamos algunos años atrás, y poniéndonos en el mes de Setiembre de 1547, cuando fué nombrado Provincial el P. Araoz, veamos el incremento que fué tomando la Compañía en España desde aquella fecha memorable. Existían ya, como dijimos, cinco colegios en las ciudades de Alcalá, Gandía, Barcelona, Valencia y Valladolid. En ellos se educaban los novicios recibidos en la Compañía; en ellos hacían sus estudios nuestros jóvenes escolares, y finalmente, en ellos residían los pocos Padres que con sus sagrados ministerios podían trabajar en la santificación de los prójimos. Iba Dios despertando vocaciones muy escogidas, sobre todo en la universidad de Alcalá.

Entretanto Ignacio, aunque conocía muy bien las pocas fuerzas de su hueste en España, extendía sin embargo sus aspiraciones y admitía nuevos colegios. Este año de 1547 dió orden para que se abriese uno en Salamanca. Indújole á ello la generosidad del cardenal D. Francisco de Mendoza, obispo de Coria, que habiendo cono

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cido al santo en Salamanca por los años de 1527 (1), le fué siempre muy aficionado. En el verano de 1547, hablando con Ignacio, le manifestó la idea que había concebido de fundar á la Compañía un colegio al lado de la más célebre universidad española, asignándole una renta de dos mil ducados (2). Objetó el santo la penuria de sujetos que nuestra religión padecía en España, pero no por eso desistió el buen cardenal. « Así, después de su resolución, escribe Ignacio al Hermano Villanueva, para dar principio al colegio le he hablado tres ó cuatro veces hasta ahora, y todas las veces me ha hablado de esta materia, in dies cresciendo, para poner en efecto lo que así había determinado» (3). Discurriendo con el cardenal acerca de las personas que á tal empresa se podrían enviar, propuso San Ignacio para rector del futuro colegio al P. Miguel de Torres, y el cardenal aprobó la idea con grandes elogios del sujeto elegido.

Bien los merecía este hombre superior, que fué uno de los más virtuosos y prudentes que tuvo la Compañía en sus principios. Ya recordarán los lectores cómo en 1542 había hecho el Dr. Torres los Ejercicios bajo la dirección de San Ignacio y se había resuelto á entrar en la Compañía. Como entonces era procurador de la universidad de Alcalá en los litigios que ésta tenía pendientes en Roma con el cardenal Tavera, arzobispo de Toledo (4), fué preciso esperar el término de aquella contienda para alistarse en nuestra Orden. Muerto Tavera á fines de 1545, la universidad de Alcalá avisó á su agente que podía volverse á España. San Ignacio entonces recibió al Dr. Torres en la Compañía, y le envió á España con el P. Cristóbal de Mendoza, encargándole de paso el despacho de varios negocios que se ofrecían en Florencia, Bolonia, Parma, Barcelona, Gandía, Valencia y Alcalá (5). Sobre todo tenía encargo de visitar al duque de Gandía y darle cuenta de lo que se había hecho en Roma para el buen éxito de sus piadosos negocios. Parece que deseaba Ignacio que se viesen y confirmasen mutuamente en su vocación estos dos grandes hombres, retenidos todavía en el siglo por los graves asuntos de que no podían desembarazarse.

Cumplió religiosamente el Dr. Torres los encargos del fundador, y

(1) Véase Cámara, Vida del P. Ignacio, c. VII.—(2) Cartas de San Ignacio, t. 11, p. 29.-(3) Ibid.

(4) Puede verse alguna noticia de estos litigios en Vicente de la Fuente, Historia de las Universidades en España, t. 11, p. 113.

(5) Véase en las Cartas de San Ignacio, t 1, p. 259, la memoria que le dió el santo para los negocios que debía tratar.

llegado á Alcalá por Noviembre de 1546 (1), se aposentó en el colegio de San Ildefonso, del cual era colegial mayor, y allí procuró asentar la concordia entre la universidad y la mitra. Mientras duró este negocio no hizo mudanza en su exterior, ni publicó su admisión en la Compañía, según la orden que traía de San Ignacio. Llamado á Madrid por el P. Araoz, hizo con él una breve excursión á Toledo, y después á Zaragoza (2), de la cual volvió á Alcalá por Julio de 1547. En este año, por fin, concluídos todos sus negocios, resolvió empezar á vivir con los Nuestros, y aunque le ofrecieron varias dignidades eclesiásticas (3), él, renunciándolas todas, se vistió una pobre sotana de buriel y se mostró públicamente como hijo de la Compañía de Jesús.

Apenas había hecho esta demostración, cuando recibió de nuestro santo Padre el siguiente recado: «El cardenal D. Francisco de Mendoza me pide envíe algunos de los Nuestros á fundar un colegio en Salamanca, que él quiere dotar. No tengo á quién encomendar esto sino á V. R., y así, podrá tomar uno ó dos compañeros de los que en ese colegio de Alcalá están, y irse con ellos á Salamanca de Superior» (4). Tomó el P. Torres este mandato como voz del cielo, y al punto se partió para Salamanca con los Hermanos Pedro Sevillano y Juan Gutiérrez, hermano del célebre P. Martín Gutiérrez. Á éstos se agregó el sacerdote toledano Juan Bautista Sánchez, que ya trataba desde tiempo atrás de entrar en la Compañía, y en esta ocasión fué admitido é incorporado al nuevo colegio (5).

El P. Dr. Torres, con sus tres compañeros, entró en Salamanca el 9 de Febrero de 1548 (6). Poco halagüeño fué el recibimiento que se les hizo en esta ciudad. Había comisionado el cardenal Mendoza á su hermano Pedro de Mendoza para que acomodase en Salamanca á nuestros Padres; pero no sabemos por qué, cuando éstos llegaron,

(1) No sabemos el día preciso en que llegó á Alcalá, mas por una carta del P. Mirón (Epistolae mixtae, t. 1, p. 325) se infiere que debió de ser por Noviembre. (2) Véase la carta del P. Araoz, de 9 de Julio de 1547, en las Epistolae mixtae, t. 1, p. 387.

(3) Ibid., p. 360.

(4) Cartas de Sun Ignacio, t. II, pp. 33 y 46.

(5) Castro, Hist. del colegio de Alcalá, 1. 11, c. x. En este capítulo puede verse ya el extraordinario fervor y también aquel genio extravagante del buen P. Bautista Sánchez, quien, como veremos, si prestó grandes servicios á la Compañía, también la ocasionó graves disgustos, y estuvo á pique de perderse por la terquedad de su juicio.

(6) Epistolae mixtae, t. 1, p. 491.

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nada estaba prevenido para recibirlos. «Ni hallamos casa, dice el P. Torres, ni aparejo ninguno para nuestra provisión, ni aun rastro para inquirir cómo buscásemos á quien estaba dado el cargo de ello por el Sr. D. Pedro de Mendoza; y así, hubimos de estar algunos días en un mesón, hasta en tanto que hallamos una casa donde nos metimos como pudimos, y esta casa está á cinco casas de la portería de San Agustín, á la mesma acera, más hacia San Juan de Alcázar, donde después de haber estado algunos pocos días, acabó ya de venir aquel buen hombre á quien se había dado cargo de esta nuestra provisión, aunque nunca ha acabado de cumplir lo que convenía para el cumplimiento de ella» (1). Esta casa particular fué la primera morada que ocuparon los Nuestros en Salamanca. Poco tiempo duraron en esta habitación, pues el 23 de Julio de aquel mismo año se pasaron, según dice Ribadeneira, «á otra casa también pequeña, enfrente de la iglesia de San Blas, que era de una capellanía de un sacerdote, llamado Francisco de Valencia, natural de Alba de Tormes, donde en un aposento bajo aderezaron con lodo y paja una capilla, y en ella pusieron una imagen de papel por retablo» (2). Tales fueron los humildes principios del colegio de Salamanca, que medio siglo después había de ser el más importante de España, y que en el siglo XVII había de construir el colosal edificio que hoy vemos en medio de aquella ciudad.

En esta segunda casa, más ó menos modificada, perseveró el colegio mientras vivió San Ignacio. Estrecha y desacomodada debía ser la vivienda, sobre todo cuando, admitidos algunos novicios en la Com

(1) Epistolae mixtae, t. 1, p. 491. En estas palabras, escritas por el P. Torres el 24 de Abril de 1548, tiene el lector exactamente precisada la primera casa que ocuparon los Nuestros en Salamanca. No sabemos de dónde pudo sacar Ferinín Caballero el orden de nuestras casas en esta ciudad, que presenta en la pág. 362 de su monografía de Melchor Cano. « Primero se establecieron, dice, en el lugar de Villamayor de Armuña, en la hermita de los Templarios, á siete kilómetros de Salamanca; de otra embestida se trasladaron á Villasendín, poco más de un kilómetro de la ciudad; de otro salto á la casa que hoy es hospicio, dentro de la población, y últimamente se metieron en lo más céntrico, cerca de la universidad. Probable es que estos datos los recogiese de un Compendio histórico de la ciudad de Salamanca, escrito en el siglo XVIII por Bernardo Dorado. En la pág. 395 de esta obra leemos lo siguiente: «En el año de 1548, D. Francisco de Mendoza, cardenal de Roma y obispo de Coria, fundó en esta ciudad el colegio de la Compañía, ya extinguida, en el sitio que hoy está el Real Hospicio de pobres, habiendo estado antes en la hermita de Villamayor, y después en la casa y huerta de Villasendín.» Por la carta del P. Torres, citada en el texto, se ve el error que padecieron Dorado y Caballero. (2) Hist. de la Asistencia de España, 1. I, c. VII.

pañía, creció bastante la comunidad. Tres años después, el 25 de Julio de 1551, Luis de Mendoza, noble caballero, que años adelante entró en la Compañía, escribía estas palabras al P. Juan de Polanco: << En Salamanca entiendo que hay veintidós personas, y que tienen una muy ruin casa; y allende de ser ruin, que no es capaz para ocho; mire cómo han de vivir veintidós. V. R. solicite al Rmo. y Ilmo. Cardenal de Mendoza para que haga lo que ha tantos días que tiene pensado y propuesto, que no mete á cuento estar como está estrecha la Compañía, que si hubiese lugar capaz, habría hoy doscientos hombres en aquella casa, de donde en poco tiempo se podrían sacar para muchas provincias..... Mire que Salamanca es el mejor puerto que hay en la cristiandad, para pescar buenos sujetos y multiplicar la Compañía (1).

Acomodados tan pobremente en esta casa, empezaron el P. Torres y sus tres compañeros á ejercitar cuanto podían los ministerios espirituales con los prójimos. Salían por las calles á enseñar la doctrina cristiana á los niños, visitaban á los presos de la cárcel, servían con toda caridad y humildad á los pobres enfermos en los hospitales, confesaban los dos sacerdotes á algunas personas que empezaron á tratarlos, y, sobre todo, procuraban edificar á las gentes con su modestia y santa vida (2). «La ciudad, dice Ribadeneira, se movía tanto con aquella novedad, que envió dos regidores á nuestra casa para que por vista de ojos viesen lo que había en ella y examinasen qué gente éramos, qué pretendíamos y cómo vivíamos. De esta vista y examen, los regidores quedaron tan prendados y aficionados á los Nuestros, que enviaron á sus mujeres para que se confesasen con ellos, y uno de ellos mandó traer de su casa una imagen de pincel y ponerla en lugar de la imagen de papel que sólo (como dije) había en nuestra capilla, y poco á poco se fué esparciendo el buen olor de la Compañía» (3).

Á fines del mismo año 1548 fué enviado á Salamanca el P. Juan Pablo Álvarez; también acudió desde Portugal, por la razón que veremos en el capítulo siguiente, el P. Francisco Estrada, y muy pronto empezaron á brotar insignes vocaciones para la Compañía en la misma universidad. Nombraremos, entre otros, á Fernando Álvarez del

(1) Epistolae mixtae, t. 11, p. 571.

(2) Sobre los ministerios ejercitados en este tiempo por el P. Torres, véase la carta del P. Juan Álvarez, escrita el 26 de Abril de 1549. (Epist. mixtae, t. 11, p. 176.) (3) Hist. de la Asist. de España, l. 1, c. VII.

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