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treinta frailes movidos de Nuestro Señor por medio de la doctrina y conversación de los Padres de la Compañía.—De Salamanca 26 de Abril de 1549, servus per Christum.-Joannes Alvarez» (1).

Otra carta parecida, aunque más breve, remitió el P. Torres al cardenal Francisco de Mendoza confirmando en sustancia las noticias dadas por el P. Álvarez (2). Este fin tuvo el primer acto, digámoslo así, de la persecución de Melchor Cano. Como se ve, aunque calló por entonces, pero guardó muy guardado el juicio desfavorable que había formado de la Compañía, y lo mostró muy á las claras algunos años después, cuando, como veremos, volvió á la carga con nueva furia en Valladolid. Siguiéronse, pues, unos seis ó siete años de treguas no muy seguras, en los cuales sólo dió muestra patente de su enemistad Melchor Cano en un lance ocurrido en el Concilio de Trento, del cual daremos cuenta cuando expongamos lo que en este Concilio hicieron nuestros PP. Laínez y Salmerón.

(1) Epistolae mixtae, t. 11, p. 176.

(2) Ibid., t. 11, p. 181.

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CAPÍTULO IX

PERSECUCIONES EN ALCALÁ

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(1548-1552)

SUMARIO: 1. Acrecentamiento del colegio de Alcalá. - 2. Protección que le dispensa el Dr. Vergara.-3. Ordénase de sacerdote el P. Villanueva, y crece el colegio con muy buenas vocaciones.-4. Son infamados los Nuestros con ocasión de un mal sacerdote, llamado Barrasa, á quien el vulgo tomó por jesuíta.— 5. Calumnias del Dr. Casas. - 6. El arzobispo de Toledo, Siliceo, empieza á indisponerse con la Compañía.-7. Da un edicto prohibiendo á los Nuestros el predicar, confesar y administrar los sacramentos.-8. El P. Villanueva se entiende con el nuncio y habla con Siliceo, sin lograr convencerle.-9. Es enviado á Toledo el P. Miguel de Torres. 10. Después de muchas diligencias inútiles, logra Villanueva intimar al arzobispo las bulas de la Compañía. - 11. Informado de todo San Ignacio, consigue cartas apremiantes del papa en favor de la Compañía.-12. Por fin, Siliceo revoca su edicto y deja en paz á los Nuestros, aunque guardando aversión á ellos. 13. Carta de San Ignacio á Siliceo agradeciéndole

su reconciliación.

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FUENTES CONTEMPORÁNEAS: 1. Cartas de San Ignacio.-2. Epistolae mixtae.-3. Litterae quadrimestres.—4. Polanco, Historia S. J.-5. Ribadeneira, Vida de San Ignacio.-6. Idem, Hist. de la Asistencia de España.-7. Castro, Hist. del colegio de Alcalá.-8. Epistolae P. Nadal.

1. Mientras se fundaban los colegios cuya historia referimos en el capítulo vi, robustecíanse los antiguos y prosperaban en virtud y letras, sobre todo el de Alcalá. Ya recordará el lector, cómo al constituirse la Provincia de España por Octubre de 1547, formaban el colegio de Alcalá ocho personas, que se acomodaron en una casa alquilada. Las limosnas de algunos piadosos bienhechores, y principalmente del Dr. Ortiz, eran toda la hacienda de aquel colegio. Á principios de 1548 murió el piadoso doctor, y en él perdieron los Nuestros un poderoso amigo y un padre bondadoso (1). Mas no los

(1) Era tan importante el favor que prestaba á los Nuestros el Dr. Ortiz, que á su muerte decían algunos enemigos nuestros que pronto se desharía la Compañía de Jesús faltándole el apoyo de hombre tan principal. (Polanco, Hist. S. J., t. 1, p. 300.)

desamparó la divina misericordia, y muy pronto el Dr. Ortiz fué sustituído por otro doctor no menos rico y generoso.

2. Alonso Ramírez de Vergara, hijo de Juan Ramírez de Arellano y de D.a Juana de Vergara, había nacido en Cala, pueblo situado en la provincia de Huelva, cerca de la raya de Extremadura. Después de estudiar las primeras letras en la casa de sus padres y en la de un tío suyo, canónigo de Cuenca, pasó á la universidad de Alcalá, donde se perfeccionó en latín y griego, y después cursó la filosofía y teología. Graduado de doctor en esta facultad, con fama de aventajado ingenio, tornóse á Cuenca, donde, ya por el crédito de su doctrina y prudencia, ya por el influjo de sus poderosos parientes, fué nombrado muy pronto visitador del obispado y consultor de la Santa Inquisición. Estando allí vacó la magistral de aquella iglesia. Opúsose á ella el Dr. Vergara, y la ganó; pero habiendo surgido cierto pleito, que se hubo de resolver en el Consejo Real, dilataron los canónigos el darle la posesión de la prebenda, y entretanto volvióse el doctor á Alcalá para hacer presencia, como entonces se decía, y ganar antigüedad para las canongías que había en San Juste, propias de la universidad.

Alojóse en una casa del librero Atanasio de Salcedo, vecina de la que habían alquilado los Nuestros. Como su huésped le contase algunas cosas edificantes de los jesuítas, entró el doctor en deseos de conocer aquella gente. Empezó á tener pláticas con Villanueva, el cual, según costumbre, le habló de cosas espirituales. Quedó tan prendado el doctor de la sólida virtud y de la gran prudencia que resplandecían en el Hermano, que desde entonces se aficionó sobremanera á su persona, y por ella á toda la Compañía. Villanueva le persuadió al poco tiempo que hiciese los Ejercicios espirituales, y se los dió en su misma posada. Ocho días gastó en ellos el doctor, y habiendo hecho confesión general, salió enteramente renovado en el espíritu y resuelto á dedicarse á la virtud. Tuvo también impulsos de entrar en la Compañía, y algunos años después agitaba todavía este pensamiento; pero aunque San Ignacio le facilitó la entrada, no acabó de determinarse, y quedóse en el siglo, favoreciendo con sus rentas (que las tenía muy buenas en beneficios eclesiásticos) á los colegios de Alcalá y de Cuenca (1).

Deseando remediar la pobreza é incomodidad que padecían los

(1) Véanse las dos cartas que escribió San Ignacio sobre la admisión del doctor en la Compañía. (Cartas de San Ignacio, t. IV, p. 194.)

Nuestros en Alcalá, aconsejó á Villanueva que alquilase otra casa más próxima á la universidad, ofreciéndose á pagarles el alquiler. Hízolo así Villanueva, y por Junio de 1549 alquiló una casa junto á la puerta de Guadalajara, en cuyo solar se había de construir más adelante el colegio definitivo. Por entonces ya estaba el Dr. Vergara en Cuenca, donde había tomado posesión de la magistral. Apenas se habían pasado los Nuestros á la nueva posada, oyó decir el doctor que aquella casa estaba en venta. Escribió al instante á Villanueva, encargándole que se partiese á Toledo, y recogiendo allí ochocientos ó mil ducados que él tenía en depósito, comprase con ellos la casa. Ejecutó Villanueva lo que se le indicaba, y, vencidas algunas dificultades, al fin adquirió la casa por mil ducados. Hízose esta compra el 22 de Diciembre de 1549 (1).

No fué ésta la única limosna que hizo á los Nuestros el buen doctor Vergara. El mismo año de 1549 envió á San Ignacio los poderes necesarios para que se anejasen al colegio de Alcalá varios beneficios simples que poseía (2). Esta liberalidad, aumentada de vez en cuando con donativos eventuales, permitió á los Nuestros vivir con más desahogo, y excusó á Villanueva el trabajo que algunas veces hubo de tomar en los primeros años, de pedir limosna de puerta en puerta.

3. El año siguiente de 1550, creciendo la comunidad de Alcalá, y acreditándose cada día más la prudencia y virtud de su rector, creyó conveniente San Ignacio mandarle recibir las sagradas órdenes y conferirle el grado de coadjutor espiritual (3). Pocos estudios tenía Villanueva, pues, como decía él mismo, todo su saber era un poco de gramática mal sabida. Había empezado dos ó tres veces la filosofía, pero con el mayor desarrollo del colegio, con la necesidad de buscar limosnas, con la ocupación de dar Ejercicios y con el trato espiritual de tantos como le buscaban, no había podido pasar de las súmulas. Y como las ocupaciones y negocios del colegio no tenían traza de disminuir, fué indispensable cerrar los libros, y con la poca ciencia que tenía llegarse á las sagradas órdenes. La gran virtud y el buen juicio de Villanueva suplieron por la ciencia que le faltaba.

(1) Todas estas noticias sobre el Dr. Vergara las tomamos del P. Cristóbal de Castro, Hist. del colegio de Alcalá, l. 111, cs. 1 y 111. Véase también á Polanco, Historia S. J., t. 1, p. 301.

(2) Polanco, Historia S. J., t. 1, p. 432. Véase también Cartas de San Ignacio, t. II, p. 312.

(3) Cartas de San Ignacio, t. 11, p. 169.

Para ordenarse fué á Valladolid, llamado por el P. Araoz, y allí el obispo de Trípoli, Fr. Andrés de Fuensalida, de la Orden del Cister, le confirió las sagradas órdenes en el mes de Mayo de 1550. El sacerdocio lo recibió el día de la Ascensión (1).

Adornado con esta dignidad, no se atrevía, sin embargo, á decir la primera misa y ejercitar las funciones sacerdotales. Fué preciso que San Ignacio por una parte, y el P. Araoz por otra, le impeliesen al ejercicio de los sagrados ministerios (2). El santo fundador le comunicó el 1.o de Enero de 1551 la licencia de confesar y la autoridad de absolver cuanto se extendían las facultades de la Compañía (3). Con todo eso, aun dilataba decir la primera misa, y fué necesaria nueva obediencia del P. Araoz para ejecutarlo. Díjola por fin, dos años después de ordenarse, el día de Pentecostés de 1552. El devoto acto se verificó en el patio de nuestro colegio, por ser la capilla muy pequeña para el concurso que se esperaba. Entoldado el patio y adornado con algunas modestas colgaduras, dijo el Padre rezada su primera misa, y después predicó un sermón el P. Fr. Juan Mancio, dominico. Con la nueva dignidad se hallaba el P. Villanueva, no solamente más habilitado para trabajar en provecho del prójimo, sino también mejor dispuesto para presidir á aquella comunidad, que con el tiempo y las muchas vocaciones se iba haciendo cada vez más respetable.

Efectivamente, desde 1547 hasta la promulgación de las Constituciones fueron muy escogidos los sujetos que vistieron la sotana de la Compañía en Alcalá. Ya hablamos del P. Pedro de Tablares, que entró en 1547, y fue uno de los Padres que acompañaron á San Francisco de Borja el año 1550. Al año siguiente entraba el Dr. Diego del Castillo, natural de Guadalajara, muy docto en ambos derechos. El año 1550 fué recibido el sacerdote Diego Carrillo, á quien veremos con el tiempo gobernar la Provincia de Castilla. En ese mismo año trajo la Virgen Santísima á la Compañía á su fidelísimo devoto el P. Martín Gutiérrez. Hallábase en Alcalá cursando la facultad de Medicina, y ya empezaba á ejercitar su ciencia, cuando, movido por unos Ejercicios que le dió el P. Villanueva, y considerando el poco tiempo de vida que, atendida su flaca salud, le podía quedar, acogióse á nuestro colegio, para ofrecer á Dios y á María Santísima los pocos

(1) Castro, Hist. del colegio de Alcalá, 1. III, c. VIII.

(2) Castro, Ibid., l. iv, c. ix.

(3) Cartas de San Ignacio, t. II, p. 294.

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