Imágenes de páginas
PDF
EPUB

bres, advirtiéndose por regla general, que cuando el santo firma en castellano se llama Íñigo, y cuando firma en latín ó italiano escribe Ignacio. Desde 1542 desaparece el Íñigo, y sólo una vez se le ve asomar, el 10 de agosto de 1546, en el recado escrito para Fr. Barberá (1). Fuera de este caso, nuestro santo Padre siempre se firmó Ignacio, así en latín como en castellano, en las numerosas cartas y documentos que expidió en los catorce últimos años de su vida. Algo se ha discutido sobre esta mudanza de nombre, y varias razones se han aducido para explicarla. Pero la indecisión misma del santo en la firma y la costumbre de llamarse algunos años simultáneamente Íñigo en castellano é Ignacio en latín, parecen significar que el santo no creyó mudar de nombre al apellidarse Ignacio, sino simplemente adoptar la forma que veía usada fuera de España.

2. ¿Cuándo vino al mundo nuestro fundador? El P. Ribadeneira designó el año 1491, sin determinar el día, y esta fecha se ve repetida en los historiadores que le siguieron, y confirmada en la bula de canonización. Algunas dudas se suscitaron en el siglo XVI acerca de este punto. Una expresión del P. Luis González de Cámara, que, como es sabido, escribió la primera biografía de Ignacio siguiendo la relación verbal del mismo santo, hizo creer á varios que éste había nacido en 1495. Pronto, sin embargo, fué abandonada esta opinión, que nos parece poco probable (2).

(1) Cartas de San Ignacio, t. I, p. 252.

Nada decimos del extraño nombre Íñigo López de Recalde, que por primera vez estampó el P. Henao y reprodujeron los Bolandos (De S. Ignatio, § 1.o), sin que ni el uno ni los otros acertaran á explicarlo. El P. Fita ha puesto en claro lo que hay sobre este punto (Boletin de la Acad. de la Hist., t. XXXII, pp. 429, 457 y 458). El tal nombre es un yerro paleográfico, cometido en 1613 por el escribano Juan de Quintanarnaya. Redactando éste una relación abreviada del proceso que se formó er Alcalá contra San Ignacio, no entendió bien los nombres de las personas que intervenían en la causa, y juntando en uno el nombre del santo, Íñigo, el primer apellido de un compañero suyo, que era López, y el de otro llamado Reinalde, que él leyó Re calde, formó de todo ello el curioso nombre Íñigo López de Recalde, que aplicó á San Ignacio. Este infantil despropósito dió origen á ese extraño nombre con que algunos periodistas modernos, dándose aires de recóndita erudición, suelen designar á nuestro santo Padre. Como esta relación se conserva junto con el proceso, algunos utores tomaron en serio ese nombre, creyendo que constaba en el proceso de Alcala. No está en el proceso, sino en esa infiel relación hecha en 1613 por el escribano Quintanarnaya.

(2) Recientemente la ha defendido el P. Kreiten, S. J. (Stimmen aus MariaLaach, t. XLIII, p. 92). Reuniendo las autoridades más antiguas que apoyan cada una de las dos opiniones, presenta el P. Kreiten este resultado. Por el año 1491 están Ribadeneira, Maffei, Orlandini, la Relación consistorial y la Bula de canoni

3. ¿Cuál fué la vida de Ignacio de Loyola antes de su conversión? Son tan cortas é inciertas las noticias que sobre ella poseemos, que nos es de todo punto imposible trazar una historia seguida de la juventud de nuestro santo. Á tres hechos principales, aumentados con

zación. En favor del año 1495 tenemos al P. Cámara, al escrito anónimo llamado Chronicon breve, al P. Polanco y á Esteban de Garibay. Como estas autoridades son más antiguas que las cinco primeras, inclinase el P. Kreiten á creer que el santo nació en 1495. Á esta opinión se adhirió La Civiltà Cattolica en su número 1.202, correspondiente al día 21 de Julio de 1900.

Examinemos brevemente el peso de estas cuatro autoridades. Esteban de Garibay publicó en 1571 su Compendio historial, dividido en 40 libros é impreso en cuatro tomos en folio, que es un resumen histórico de las crónicas de España, desde los tiempos más remotos hasta mediado el siglo XVI. Hacia el fin del tomo 111, llegando á referir el sitio de Pamplona en 1521, ingiere un capítulo (es el quinto del libro xxx), en que narra el origen y progresos de la Compañía de Jesús. Por el contexto del libro y por la aprobación, fechada el 10 de marzo de 1567, se ve que este capítulo se escribió en 1566. En él leemos esta frase: «En el año passado de mil y quatrocientos y noventa y cinco nasció el padre maestro beato Íñigo de Loyola y Oñez, etc. Ahora bien: examinado ese capítulo, se advierte desde luego que Garibay, aunque tenía buen concepto de la Compañía, no había estudiado detenidamente este asunto. Los muchos errores de pormenor en que incurre prueban que hablaba de oídas y bastante á la ligera. Por lo demás, el autor de un compendio histórico de la historia de España, que por vía de paréntesis ingiere un capítulo sobre los origenes de la Compañía, no puede ser mirado como autoridad importante en este

asunto.

El P. Polanco se explica así: «Aliqui anno a Nativitate Domini 1491 natum Ignatium censuerunt, qui ejus nutricis sententiam secuti videntur; sed si eidem Ignatio de vitae suae et de conversionis annis credendum est, potius (ut ego quidem sentio) natus est ille anno Domini 1495.» Vita P. Ign., p. 9. Por estas palabras se ve que Polanco se apoya en la narración hecha por el santo al P. Cámara, única relación que con grandísimo trabajo, y después de largas instancias, se pudo sacar á la humildad de Ignacio. La autoridad, pues, de Polanco se refunde en la de Cámara.

Acerca del llamado Chronicon breve, impreso por los Bolandos Acta Sanct. Julii, t. vii, De S. Ignatio, § 59, debemos advertir, que, como ni los Bolandos ni el P. Kreiten vieron el manuscrito, no acertaron á calificarlo bien. Dicen que tiene dos partes, una más antigua y otra más moderna, y se imaginan que la primera, escrita por autor desconocido, es lo más vetusto quizá que en materia de historia tenemos en la Compañía. No hay nada de eso. El tal escrito es un plieguecillo de ocho páginas, que miden 163 milímetros de largo por 105 de ancho. Están escritas solamente las páginas 2., 3., 4.a y 5.a El contenido es lo que los Bolandos llamaron primera parte, es decir, el fragmento que empieza «Anno 1521 P. Ignatius», etc., y termina «longe lateque est propagata». No tiene título, ni nota, ni signo de ningún género por donde podamos adivinar el autor. Está incluído el pliego en un tomo lleno de apuntes del P. Nadal, al que se impuso por esto el título Collecta per P. Natalem. Ni en la calidad del papel, ni en el tamaño, ni en la forma de la letra se parece nada este escrito á los otros que forman el tomo. En ninguno de nuestros antiguos Padres he podido descubrir la menor alusión á este escrito, siendo así que

tal cual episodio, se reduce cuanto sabemos sobre sus primeros treinta años, y son: su educacion en Arévalo, en casa del noble caballero Juan Velázquez de Cuéllar, contador mayor de los Reyes Católicos; su estancia en la corte de España, y su carrera militar á las

era frecuente en los primeros tiempos de la Compañía copiarse unos á otros, no solamente las noticias históricas, sino también los apuntes y avisos espirituales. Por esto creo que el tal Chronicon breve es un escrito más moderno, que en el siglo XVII fué incluído en el tomo que lo contiene por el archivero que encuadernó los papeles sueltos del P. Nadal. Lo que llaman los Bolandos segunda parte del Chronicon, no es segunda parte, ni quien tal pensó. Son fragmentos de las efemérides del P. Nadal, publicadas en Monum. hist. S. J. Epist. P. Nadal, t. 11. Entre dos de esos fragmentos se halla como perdido este diminuto plieguecillo, que no parece tener ninguna autoridad.

Vengamos al P. González de Cámara. En dos ocasiones habló este autor acerca de la edad de San Ignacio. Vamos á copiar los dos textos. Al principio del capítulo primero dice así: «Hasta los veintiseis años de su edad fué [Ignacio] hombre dado á las vanidades del mundo, y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas con un grande y buen deseo de ganar honra; y así, estando en una fortaleza que los franceses combatian», etc. En el capítulo II, núm. 30, según la división de los Bolandos, refiriendo Cámara la gran ilustración que recibió Ignacio á orillas del Cardoner, se expresa de este modo: «Recibió una grande claridad en el entendimiento, de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios y cuantas cosas ha sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece haber alcanzado tanto como de aquella sola vez.D Según el primer texto, parece que San Ignacio, al ser herido en Pamplona, contaba veintiseis años, y como esto ocurrió en 1521, habría nacido el santo en 1495. Por el mismo caso habría vivido sesenta y un años, pues murió en 1556. El segundo texto dice que, cuando aquello se escribía, Ignacio pasaba de los sesenta y dos años. Ahora bien: sabemos por el prólogo del mismo Cámara, que empezó á escribir su relación en septiembre de 1553, cuando, según la opinión ordinaria, estaba Ignacio en los sesenta y dos, y después de una larga interrupción, se continuó y terminó en 1555, cuando el santo pasaba realmente de los sesenta y dos.

Ahora bien: ¿cómo explicar la contradicción cronológica que presentan á primera vista estos dos textos del P. Cámara? La Civiltà admite que realmente existe la contradicción, y que esta contradicción es debida á San Ignacio de Loyola. «Quindi rimane sempre il disaccordo tra i due passi e la conseguente necessità di ammettere che o nell' uno o nell' altro, il santo stesso cadde in errore.» Á continuación afirma La Civiltà que el error del santo debió ocurrir en el segundo texto, no en el primero, porque éste se refería al tiempo de su conversión, época inolvidable para Ignacio. Esta explicación no nos parece probable. Efectivamente: ¿es creíble que un hombre, empezando á contar su vida, diga hoy «tengo cincuenta y ocho años», y mañana, continuando su relación, diga «tengo sesenta y dos años»? Á esto equivaldría la contradicción, si realmente la cometió el santo. ¿Qué crédito merecerían las palabras de Ignacio, si de un día para otro se le escapaban tales contradicciones?

El P. Kreiten suelta la dificultad diciendo que el P. Cámara, al continuar su biografía, padeció un error, y probablemente escribió el núm. 62 por cálculo propio, no porque así lo oyese á San Ignacio. «Es wäre immerhin möglich, dass die Zahl 62 von P. L. Gonçalves der ja erts spüter die letzten Theile ausarbeitete, nach eigener

órdenes del duque de Nájera D. Antonio Manrique, virrey de Navarra. Estos hechos, indicados más ó menos confusamente por todos los historiadores de San Ignacio, se comprueban, sobre todo, por la sencilla relación hecha por Alonso de Montalvo, compañero de Ig

Berechnung eingefügt worden ist.» Dos observaciones se nos ofrecen acerca de esta solución del P. Kreiten. Primera. Si el P. Cámara se equivocó, ¿por dónde sabemos que fué en el segundo texto, y no en el primero? La suposición de admitir yerro en el segundo texto y no en el primero, es enteramente gratuita. Segunda. Si erró el P. Cámara en ese texto, ¿cómo erró con tan buena puntería, que fué á dar en la opinión ordinaria? ¿Por qué no erró en seis, ocho ó más años? ¿Por qué puso ese número 62, que era precisamente la edad en que, según la opinión común, estaba Ignacio al empezarse la relación, y de la cual pasaba cuando ésta se continuó? Pues el texto, como se ve, no solamente contradice á la opinión del P. Kreiten, sino que apoya positivamente la contraria, porque si bien no es tan preciso en sus términos, pero resulta perfectamente exacto en la opinión que pone el nacimiento de Ignacio en el año 1491. Entonces ¿cómo explicar aquel número 26 del otro texto? Los Bolandos, al anotar la biografía escrita por el P. Cámara, propusieron esta explicación: que hasta los veintiseis años vivió Ignacio en el ocio y en las vanidades, y desde entonces hasta los treinta siguió la carrera de las armas. Algo gratuita pudiera parecer á primera vista esta explicación. No obstante, un hecho histórico puesto fuera de duda viene en favor de ella. Por la relación que luego copiamos en el texto consta, que, muerto el protector de Ignacio, Juan Velázquez, en agosto de 1517, nuestro santo, que entonces tenia puntualmente veintiseis años, según la opinión común, se retiró de Arévalo y de la corte y pasó al servicio del duque de Nájera.

Este hecho explica razonablemente el primer texto de Cámara en el sentido que le dieron los Bolandos. Y nótese que decimos el primer texto de Cámara, y no de San Ignacio, porque esa frase evidentemente no es suya. Considérese lo que dice Cámara en el prólogo de sus apuntes, que el P. Ignacio le llamó y le empezó á contar toda la serie de su vida y las travesuras de mancebo clara y distintamente. Pues bien: toda esa historia larga, referida por Ignacio, y que probablemente trataría de sus travesuras en la corte, donde vivió hasta los veintiséis años, toda esa historia singular del tiempo anterior á la conversión, que San Ignacio manifestó con admirable humildad; toda esa historia, repetimos, la sepultó en el silencio el P. Cámara, escribiendo tan sólo aquella brevísima frase: Fué hombre dado á las vanidades del mundo. La frase, pues, pertenece al P. Cámara, el cual, recopilando en ella la inmensa relación de Ignacio, no es maravilla que padeciese esta equivocación cronológica, sobre todo si se tiene en cuenta la poquísima atención que da en todos sus apuntes á la cronología.

Á estas autoridades, examinadas por el P. Kreiten el año 1892, conviene añadir otras dos, que se han descubierto después. El P. Jerónimo Nadal, que fué uno de los que más conocieron y trataron á San Ignacio, afirma expresamente en un libro manuscrito, intitulado P. Natalis Opuscula, p. 164, que el santo tenía sesenta y cuatro años cuando murió. «Obdormivit in Domino Pater Ignatius die Veneris ad ortum solis, 31 Julii 1556, natus annos 64, anno post Societatis institutionem 16.» Si se tiene en cuenta la costumbre tan recibida en España de contar en la edad los años cumplidos, estas palabras de Nadal confirman la opinión común, suponiendo que Ignacio vió la luz en alguno de los cinco últimos meses del año 1491,, pues al

nacio en la juventud, al P. Antonio Láriz en 1577, y mandada á Roma en 1599 no sabemos por quién. Hé aquí esta curiosa relación: «En esta merced tan grande que Dios hizo á este pueblo de traer aquí la Compañía creen algunos devotos de ella tener gran parte, y debe

morir no habría cumplido aún los sesenta y cinco años, y, según nuestro modo de hablar, tendría sesenta y cuatro años.

La autoridad del P. Nadal es de primer orden, no sólo porque fué uno de los Padres que más trataron con San Ignacio, según veremos en el curso de esta historia, sino también porque fué el único de aquellos Padres que visitó la casa de Loyola; y así como se enteró del sitio en que nació San Ignacio, sitio que vió convertido en cocina (Epist. P. Nadal, t. 11, p. 28), así tambien se enteraría del tiempo en que el hecho ocurrió.

Por último, merece copiarse una carta del P. Ribadeneira, dirigida al P. Orlandiai en 1597 y publicada por el P. Alberdingk Thijm, S. J., holandés. (Nog eens het geboortejaar van den H. Ignatius van Loyola. Utrecht, 1894.) Dice así: «En lo de los años que vivió N. B. P. Ignacio, bien sé que a avido variedad, y yo mismo fuí de opinión que no avía vivido sino 61 años, fundándome en que siendo de 26 fué herido en Pamplona el año de 21, y del 21 hasta el de 56 en que murió ay 35, que juntándolos con los 26, hazen 61. Pero después mudé de opinión por dos razones; La primera, porque el P. Polanco y los otros Padres que stavan en Roma quando murió N. Padre (que yo stava en Flandes), despues de averlo mirado y consultado, en la piedra de su sepulcro pusieron que avía vivido 65 años. La segunda razón fué porque los Padres que examinaron por órden del Padre Francisco de Borja, nuestro General, mi libro, fueron de parecer que se pusiese que avía vivido 65 años, y eran las personas más doctas y graves y que más avian tratado á N. Padre de toda la Compañía. Á cuyo juicio yo me sujeté y V. R. deve seguirlo. Y tanto más estando ya esto recebido en su epitafio, libros escriptos y estampas; y hazer lo contrario sería temeridad, á mi pobre juicio.» Nótense dos hechos citados en esta carta por Ribadeneira. 1.o El P. Polanco (es decir, una de las autoridades aducidas por la opinión contraria) y otros Padres de Roma, ponen en la piedra sepulcral de San Ignacio que vivió sesenta y cinco años. No ha llegado hasta nosotros ese primer epitafio, pues como los restos del santo fueron trasladados, primero en 1568 y después en 1587, sólo conocemos el epitafio que se le puso en esta segunda traslación, y fué publicado por los Bolandos (De S. Ignat., § 95). 2.o Cuando se publicó, en 1572, la primera edición de la vida de San Ignacio por Ribadeneira, los Padres más graves y que más habían tratado al santo declaran que éste nació en 1491. Téngase presente, por otro lado, que en ese año 1572 aún vivía en Portugal el P. Cámara, y no hubiera dejado de advertir á San Francisco de Borja un yerro tan grave, cometido en la primera vida que se publicaba de San Ignacio.

Y para que se vea la consideración y prudencia con que se procedió al estampar la primera vida de Ribadeneira, queremos copiar una carta que San Francisco de Borja escribió sobre este negocio al Provincial de Castilla el 20 de Marzo de 1571. Dice así: «Ándase ya por sacar á luz la vida de nuestro P. Ignacio, de santa memoria. Desea el P. Ribadeneira, que la ha escrito, saber el año en que nació y el nombre de sus padres y abuelos, y cuántos hermanos tuvo, y cómo se llamaron, y qué estado tuvieron, etc. Y no se pudiendo entender de otra manera, le parece se debía enviar hombre propio, que sería facil, desde Oñate, para tomar esta información y de cosas de este género, y que se hubiese á tiempo, para traerla el P. Procurador

« AnteriorContinuar »