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de criado. Entendiendo Ignacio el objeto de aquel viaje, rogó al vicario de Prats que le permitiese ir hasta Roma en su compañía (1). Admitida esta propuesta se dispuso nuestro santo Padre para la partida. «Se fué despidiendo de Manresa, dice un testigo ocular, con lágrimas y sentimiento increíble de la mejor y mayor parte de la ciudad, que sentía su partida y ausencia, como ausencia al fin de un santo y de un ángel»> (2). El buen Juan Pascual y algunos otros se ofrecieron á ir en su compañía para servirle en tan larga peregrinación, previendo los trabajos que se le ofrecerían por su gran pobreza y por no saber ni latín ni italiano. El glorioso santo no quiso admitir servicios de nadie, y fiado solamente en la divina providencia, fué á reunirse con Pujol y Perpiñá, y en compañía de ellos se encaminó á Barcelona.

Importantísimo es en la vida de San Ignacio el período de su permanencia en Manresa. Tres partes, ó, como pudiéramos llamar, tres actos tiene aquel tiempo interesante y dramático de su vida. El primero lo constituyen los cuatro meses después de su llegada. Entonces Ignacio, llorando en amargura de corazón los delitos é ignorancias de su juventud, se aplica á la oración vocal y al rigor de la penitencia. Padece solamente algunas tentaciones elementales, de esas con que el demonio suele atemorizar á los principiantes. En el segundo acto, que probablemente ocurriría en los meses de Agosto, Setiembre y Octubre, es probado nuestro héroe con escrúpulos y tormentos interiores, los cuales al mismo tiempo que afirmaron su virtud, le infundieron aquel don admirable de discernir espíritus, en que Ignacio no tuvo rival en el mundo. Finalmente, en el tercer acto, que se extendería desde Octubre de 1522 hasta Febrero de 1523, recompensa

(1) Este hecho lo testificó el mismo Gabriel Perpiñá en los procesos de 1595. Conventus dicti monasterii [Montserrat] misit dictum Joannem Pujol pro negotiis monasterii et ipsum testem similiter cum dicto D. Joanne ad effectum illi inserviendi, et hoc intelligens P. Ignatius, deprecatus fuit amore Dei dictum D. Joannem, ut illum recipere vellet in sui societate, quia valde desiderabat Romam petere, et dictus D. Pujol de hoc contentus fuit, et ita omnes tres, videlicet D. Joannes Pujol P. Ignatius et testis iste iverunt ad civitatem Barchinonensem. (Summarium proces. El de Manresa en Prats, art. 3.o). Á primera vista parece que este testimonio se opone á lo que dice el P. Cámara (c. 111), que Ignacio rehusó llevar compañero de viaje. Esta aparente contradicción se explica considerando que el P. Cámara habla de los manresanos que se ofrecían á servir al santo, á los cuales no permitió venir consigo por humildad; pero esto no quita que admitiese y aun buscase la compañía de Pujol, con quien solamente fué hasta Roma.

(2) Juan Pascual, Relación.

el Señor con singulares luces y regaladas consolaciones la fidelidad y constancia de su siervo. Entonces le revela, como veremos más adelante, la idea de la Compañía de Jesús; entonces le inspira los grandes principios de los Ejercicios espirituales; y nuestro santo, seguro con la dirección de lo alto, empieza á ejercitar en Manresa aquel celo apostólico, que había de infundir más adelante en la Compañía de Jesús.

Era costumbre en nuestros primeros Padres considerar el retiro de Manresa como una práctica de los Ejercicios, que San Ignacio hizo bajo la dirección del Espíritu Santo, antes de escribirlos (1). Que esto fuese verdad, lo indica bien á las claras el siguiente pasaje del P. Cámara: «En este tiempo le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro de escuela á un niño, enseñándole, y ora esto fuese por su rudeza y grueso ingenio, ó porque no tenía quien le enseñase, ó por la firme voluntad que el mismo Dios le había dado para servirle, claramente él juzgaba y siempre ha juzgado, que Dios le trataba de esta manera, antes si dudase en esto, pensaría ofender á su Divina Majestad» (2). Dos cosas se infieren de este notabilísimo pasaje: Primera, que Dios fué el inmediato maestro de nuestro Padre San Ignacio, tan inmediato como lo es el maestro de escuela para el niño, entre otras razones, porque no tenía Ignacio quien le enseñase. Segunda, que el modo de enseñarle fué práctico, haciéndole ejecutar lo que le enseñaba, como el maestro de escuela ejercita en leer y escribir al niño, y esto, nótese bien, lo tenía Ignacio por tan cierto, que pensaría ofender á Dios si dudase de ello. Bueno es tener presente este pasaje, para cuando se estudie la composición de los Ejercicios y de las Constituciones. ¡Cuánto camino había andado aquel hombre en menos de un año! Había entrado en Manresa pecador convertido, y salía santo; había entrado discípulo rudo, y salía maestro consumado en la ciencia del espíritu; había entrado para hacer penitencia de sus culpas, y salía para fundar la Compañía de Jesús (3).

9. El viaje de Ignacio á Tierra Santa es uno de los episodios más amenos y devotos de su vida. Debió durar unos trece ó catorce meses, según se desprende de los datos cronológicos suministrados por el P. Cámara. Salió de Manresa el peregrino á principios de 1523 (probablemente á fines de Febrero). Detúvose en Barcelona tres semanas, y en cinco días de navegación llegó á Gaeta. De allí fué á pie con Pu

(1) Nadal, Miscell. de Reg., S. J., cuad. 5.—(2) Vida del P. Ign., c. 111.— (3) Véase más abajo el cap. VII.

jol y Perpiñá hasta Roma, donde entró el domingo de Ramos (1). Despidiéndose de sus dos amigos, se encaminó á Venecia, donde se embarcó el 14 de Julio, para llegar á Jerusalén el 4 de Septiembre. Habiendo cumplido con su devoción, dió la vuelta hasta Venecia, donde se hallaba á mediados de Enero de 1524. Atravesó el norte de Italia con grandes penalidades, y por fin entró en Barcelona por la Cuaresma del mismo año. Véanse en el P. Cámara aquella serie de edificantes ejemplos que dió en esta peregrinación, aquella confianza ilimitada en Dios al embarcarse en Barcelona, aquel desamparo horrible en el camino de Roma á Venecia, aquellos peligros en la nave por su celo en reprender los pecados que se cometían, finalmente, aquella piedad y devoción ternísima con que veneró los lugares santificados por la presencia del Salvador. Dejamos á los biógrafos del santo la tarea de especificar punto por punto cada uno de estos hechos. Nosotros, contentándonos con indicarlos, pasaremos ahora á examinar los estudios que hizo San Ignacio para disponerse á ejecutar los planes concebidos en Manresa.

(1) Véase en los procesos la continuación del testimonio de Perpiñá, citado más arriba.

CAPITULO IV

ESTUDIOS DE SAN IGNACIO

SUMARIO: 1. En 1524 empieza Ignacio á estudiar en Barcelona.-2. Tentaciones y tribulaciones que le estorban el estudio.-3. En 1526 va á estudiar en Alcalá.4. Procesos que allí le forman. — 5. San Ignacio en Salamanca.-6. A principios de 1528 pasa á París.-7. Apuros económicos en esta ciudad.-8. Serie de estudios que allí hizo.—9. Obligado á venir á España, interrumpe la teología. — 10. Intenta continuarla en Bolonia, pero se lo impide su falta de salud.

FUENTES CONTEMPORÁNEAS: 1. Laínez, Carta al P. Polanco.-2. Cámara, Vida del P. Ign., c. v, VI y VII.-3. Polanco, Vita P. Ign., c. v, VI et VII.-4. Nadal, Miscellanea de regulis, S. J.— 5. Ribadeneira, Vida de S. Ign., 1. 1, c. XIII y siguientes.-6. Cartas de S. Ignacio. 7. Procesos de Alcalá contra Ignacio.-8. Procesos de beatificación.-9. Constituciones.

1. Era la Cuaresma del año 1524, y terminada felizmente su trabajosa peregrinación á Jerusalén, desembarcaba San Ignacio en Barcelona (1). ¿Qué había de hacer en lo restante de su vida? La idea de buscar la mayor gloria de Dios y de reunir gente para procurarla, contribuyendo cuanto pudiese á la salvación de las almas, ya estaba fija en su mente, desde el retiro de Manresa. Mas para trabajar con fruto en el bien espiritual de los prójimos, era necesario el auxilio de la ciencia sagrada, pues aunque la inspiración del Altísimo había ilustrado con luces admirables la mente de Ignacio, no quiso Dios dispensarle del trabajo ordinario de los estudios, obligándole de paso á experimentar las penalidades que ellos imponen, para que más adelante, amaestrado por la experiencia, pudiese legislar prudentemente acerca de este punto de nuestro Instituto. Trató, pues, de emprender la carrera eclesiástica á los treinta y tres años de su edad (2).

(1) Cámara, Ibid., c. v.

(2) Así Laínez, Carta á Polanco, como Polanco, Vita P. Ign., p. 25, insinúan que Ignacio empezó á estudiar la gramática en Barcelona, antes de partirse para Jerusalén; pero esto parece un lapsus memoriae, pues el P. Cámara y todos los demás autores ponen el hecho después de la romería.

Entre varias personas que le habían conocido algo en Barcelona, cuando el año anterior había salido para Tierra Santa, distinguióse una piadosa señora, llamada Isabel Rosell (1), que favoreció con limosnas al santo, y en cambio recibió de éste saludables consejos, con los que se aprovechó notablemente en el espíritu. Con esta señora y con un maestro de latín, llamado Ardebalo, consultó nuestro santo Padre (2) el pensamiento que tenía de estudiar. Ambos aprobaron su propósito: el maestro se ofreció á enseñarle gratis la gramática, y la señora Isabel á socorrerle con sus limosnas mientras viviese en Barcelona. También le favoreció con su caridad la piadosa Inés Pascual, quien continuó en Barcelona los buenos oficios que había empezado á ejercitar con Ignacio en Manresa. Aceptados estos caritativos ofrecimientos, puso el santo manos á la obra. Al mismo tiempo, sintiéndose mejor de salud en Barcelona, acordó tornar al rigor de las penitencias, en las cuales había aflojado algo, parte por los dolores de estómago que desde la enfermedad de Manresa le molestaban, parte por los trabajos de la peregrinación. Se había puesto antes zapatos, pero ahora les cortó las suelas, quedándose con las cubiertas de ellos; comía muy parcamente, y vestía con suma pobreza, aunque no juzgó oportuno volver al antiguo saco de Manresa (3). Rogábale la piadosa Inés Pascual que no se maltratase tanto y que comiese algo mejor; pero no sabemos que consiguiese nada, aunque para esto quiso la buena señora interponer la autoridad del confesor de Ignacio (4).

2. No fué el exceso de las penitencias lo que le impidió principalmente el aprovechar entonces en el estudio. Acometióle el demonio con una tentación muy original, y fué que, apenas tomaba la gramática en la mano, le sobrevenía tal golpe de pensamientos espirituales, de ideas devotas, de dulzura y suavidad interior, que se olvidaba por completo del estudio. Así es que, entre esta devoción por

(1) Escribimos este nombre con la ortografía usual en Cataluña, aunque San Ignacio escribía Roser, y el P. Nadal, traduciéndolo al latín, lo transformó en Rosseru. (Epist. P. Nadal, t. 1, p. 22.)

(2) Cámara, Ibid., c. v.

(3) Ad sacum non judicavit esse redeundum, Polanco, 1bid., p. 32.

(4) Así lo testifica en los procesos una hija de Juan Pascual: « Tantus erat amor illius [Ignatii] erga pauperes, ut oblivisceretur propriae sustentationis, et id modicum quod comedebat erat ad meram importunitatem aviae ipsius testis. Ita devenerat ad tantam debilitatem, quod praedicta Agnes monuerat suum confessorem, ut praeciperet ei quod comederet prout de facto praeceperat, ut comederet in mensa aviae et patris ipsius testis.» Acta Beatif., art. 35.

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